Confitura de madroños al estilo dCaminata
Para llenar de madroños esta cesta no hay que irse a Madrid o al norte de España. Aunque es cierto que en nuestra Península es muy común en tierras vascas y gallegas, lo cierto es que el madroño es un árbol esencialmente mediterráneo. En el sur, en este sur norteño en el que vivimos, crece a sus anchas en las sierras más meridionales de los Alcornocales y en la serranía malagueña. La cesta que ven la he cogido aquí al lado, por la parte de Benhará, en Los Barrios. Me sorprendió gratamente el número de madroños que crecen por allí, pues según la Guía de plantas del Campo de Gibraltar, de Orlando Garzón Gómez, es una especie de distribución limitada.
Su nombre científico es Arbustus unedo y florece principalmente en estos meses de noviembre y diciembre. Arbustus digo yo porque no es un árbol de grandes dimensiones; la mayoría no sobrepasa los 4 ó 5 metros. Y unedo porque al parecer hace referencia a que sólo se debería comer uno o muy pocos frutos. Esto es un pelín exagerado, y lo saben bien los pajarillos y animalillos del bosque, que se atiborran de ellos. Sea o no exagerado, sí es verdad que la tradición popular aconseja no hartarse de madroños ya que en grandes cantidades pueden emborrachar. Mis padres siempre me lo decían a mí y mis hermanos cuando por ejemplo paseando por las Corzas nos poníamos a recolectar como pequeños buenos salvajes: «Niño, para ya de comer madroños que te vas a emborrachar» Dudo mucho de que le hiciéramos caso, pues realmente los madroños son dulces y están buenos. No recuerdo yo ninguna fermentación extraña o borracherra en particular, pero por si acaso no se me emborrachen ustedes si tienen ocasión de encontrarse con estos hermosos árboles, pues la tradición popular es sabia, y si lo dice, por algo será.
A la hora de cogerlos del árbol yo aconsejo antes palparlos levemente, pues aunque estén rojos, igual aún están un poco duros y no han madurado lo suficiente, por lo que conviene dejarlos. Ya sé que a la mayoría de los que practicamos senderismo sobra aconsejarles cuidado y prudencia a la hora de recolectar, pero es que ya he visto tantas salvajadas, que no puedo evitarlo; como por ejemplo la de arrancar las ramas para facilitar la tarea.
En fin, debe ser gente que de pequeño comió muy pocos madroños. Y hablando de comer, no sólo se comen; como es el caso que nos ocupa, también se pueden hacer mermeladas y confituras, e incluso licores, así como salsas que por lo que se ve le van de maravilla a las carnes de caza.
Desde un punto de vista etnológico, los bereberes por ejemplo los plantan para ahuyentar a los demonios y realizar exorcismos con las ramas cargadas de frutos. En general es considerado por la cultura musulmana como un árbol santo. Como curiosidad histórica o más bien mítica, decir que su origen está vinculado a las leyendas y tradiciones de Heracles, el Hércules romano. Se ve que a este semidios de la antigüedad, como a todos los guiris, le entusiasmaba nuestra tierra y la frecuentó bastante. Pero claro, el pobre Hercules no vino sólo a disfrutar de nuestras playas y montañas, vino quizás en calidad de primer inmigrante a realizar un par de los doce trabajos a los que fue condenado. El más importante de los dos fue abrir el Estrecho de Gibraltar y erigir una columna autoconmemorativa en cada orilla ¡toma ya! y el segundo, después de descansar se supone, matar al gigante Gerión y robarle sus vacas. Pues bien, del fruto de este especial trabajo, de la sangre vertida del pobre Gerión, nacería el primer madroño y sus rojizos y sangrientos frutos. Botánicos del mundo rendíos a la evidencia.
Y ahora entremos en faena, vamos ya con la receta:
Antes de nada indicar que para hacer esta receta al estilo dCaminata es imprescindible vestir adecuadamente, nada de delantales y gorritos de cocinero: vestimenta de senderista, y como se puede apreciar en la fotografía de arriba, utilizar el bastón a modo de cucharón para remover la olla, así nuestro dulce cocido se irá impregnado del ambiente del camino que hemos realizado para recolectarlos…:)
Ingredientes:
- 1.5 kg de madroños ( yo cogí ese día 1.8 kg)
- 500 gr. de manzanas, o peras, según os guste más una u otra fruta.
- 2 kg de azucar.
- 2 limones
- Una ramita de canela
- Agua
La receta en realidad es un compendio de recetas que he ido viendo en internet, pero bueno, todas más o menos se cocinan con los mismos ingredientes y de la misma forma. El único toque personal ha sido el de la canela, pues recuerdo que mi abuela la utilizaba cuando hacía compota de manzanas.
Modo de preparación:
En primer lugar se remojan los madroños y se limpian. Se escurren y se echan en una olla junto a las manzanas cortadas en trozos y la canela. Se cubre de agua todo y se le agrega un cuarto de azúcar.
Se deja hervir hasta que las manzanas estén blandas, y se guarda algo del líquido resultante de la ebullición. A continuación, y este es el paso más importante, se tritura y tamiza todo en un chino, en un pasapuré. Elegid el tamiz o rejilla más fina que tengan para que nos quedemos con una pasta lo más libre posible de los pequeños granos de los madroños.
Acto seguido volvemos a verter esta pulpa en la olla, le añadimos el líquido o almíbar que antes reservamos, el resto del azúcar y el zumo exprimido del par de limones para ralentizar la oxidación. En cuanto al almíbar a añadir, cada cual el gusto, pero no mucho, pues de la cantidad que echemos dependerá luego el segundo tiempo de ebullición.
Dicho y hecho, se remueve con el bastón de senderismo, digo con un cucharón de madera el tiempo necesario hasta que quede una pasta más o menos espesa. Luego se deja reposar hasta que enfríe y se trata de consumir en poco tiempo. El paso siguiente es engordar, claro, pero bueno para eso hacemos senderismo ¿no?
Abajo tienen el resultado. Me quedó con la consistencia de una carne de membrillo, y al parecer de lo pocos que ya la han probado, muy rica. Ahora espero su opinión, tomen una cucharilla y ataquen, y luego me cuentan.