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El Sendero del Grito


Hoy 21 de junio a las 19:16 comienza el verano. Poca gente se percatará de tan puntual y festivo suceso, sobre todo porque ya llevamos un par de semanas sufriendo y gozando temperaturas estivales. A pesar de esto, y aunque no seamos conscientes, a la mayoría de nosotros el verano de 2011 nos pillará ejecutando y celebrando actos veraniegos. Unos, a esa hora, estarán abriendo unas cervezas y poniéndose guapos y guapas para ir a la feria, o comiendo sandia, sin discusión la fruta más veraniega; otros estarán sudando la gota gorda leyendo el libro de instrucciones del aparato acondicionado que han comprado, o si es más natural y paciente tomando el fresquito en la puerta de la calle, a la vieja usanza. Unos, a esa hora, estarán debatiendo sobre a dónde ir de vacaciones; otros harán cuentas y esperarán la paga extra, quien tenga la suerte de esperarla, como una especie de advenimiento. En resumen, unos estarán en mejor situación de afrontar el verano, otros peor, pero todos, todos, aquí no se libra nadie, seremos igual de originales a la hora de decir, y además como el que acaba de hacer un descubrimiento trascendental: Ojú que caló hace hoy…

Estas son algunas de las formas que tiene el verano de presentarse. Otra, la que más atañe quizá a la materia que trata este blog es cuando el verano va y te dice: tú, urbanita asilvestrado de fin de semana, ve olvidándote ya por un tiempo de las caminatas por el campo, que ahora me toca a mí reinar en el calendario y en el monte. De nada me sirven las bravuconadas y las amenazas de que aún se puede andar por las gargantas y canutos, que en ellos todavía no hace  tanta calor. Para qué vamos a engañarnos, senderismo y verano por estas  latitudes no son muy compatibles, ni aconsejables.

En estas elucubraciones andaba yo metido este pasado domingo, cuando a eso de las seis de la tarde, y habiendo pasado todo el día en la playa, me vino a la mente el Sendero del Grito. ¿Cómo llegué a conocer este sendero, esta ruta? Pues de la forma más normal, leyendo aquí, pinchando allá, hablando con colegas. Además, algo me decía que ese domingo dicha ruta iba a estar transitada, lo malo es que no me quedó claro dónde empezaba, de cuántos kilómetros constaba, el nivel de dificultad, etc. Pero no me amilané, salí a la calle y cogí el coche, resistiéndome a las imposiciones de la estación estival, dispuesto a hacer tal vez la última caminata seria de la temporada.

Tras veinte minutos aproximados de conducción llegué al único punto seguro que tenía de referencia: una montaña. Quién me orientó me dijo que no tenía pérdida, que era una montaña aislada de sus hermanas tierra adentro, y que daba la sensación de como pertenecer a otro país. Digo yo que será esta montaña. Le tomé dos fotografías, por si acaso a alguien le suena de algo:

La montaña, aunque yo creo que más bien es un Peñón, es bien bonita. La nube sobre su cima me tuvo unos minutos absorto, incluso hasta me llegué a identificar con esa visión. Otra nube de desorientación y acarajotamiento coronaba mi cabeza. ¿Dónde empezaría esa ruta, ese sendero?

A falta de mapas o croquis hice uso de mi herramienta favorita de senderista: preguntar a todo el que se cruce en mi camino. Pregunté a un viejecillo que vi sentando en un banco. ¿El sendero de qué? me preguntó a su vez. El del Grito, abuelo, le aclaré alzando la voz. ¿Cómo, qué dices de pito, niño? me contestó casi gritando. Ahí lo dejé. No hubo suerte. Luego pregunté a una pareja, que sí me orientaron algo; en aquella dirección, me dijeron señalando vagamente con la mano, hemos escuchado antes jaleo. Vale, «aquella dirección» era una maraña de calles y callejuelas. Empezaba a dudar sobre la existencia de tal sendero cuando en efecto se oyó jaleo no muy lejos. Al revolver una esquina el jaleo era ya casi un escándalo. Ahí estaban los senderistas que yo andaba buscando. Por ahí debía discurrir el sendero del grito. Me uní a ellos.

Bien, una vez que se me haya perdonado mis aficiones cuentistas, estoy en condiciones de informar que este domingo en realidad lo que he practicado ha sido senderismo urbano y reivindicativo. El nombre del sendero, aunque inventado y satirizado, es cierto que existe o ha existido este domingo 19 de junio en todas las ciudades y pueblos que han convocado marchas y concentraciones de protestas. A mí me gusta ese nombre, el del grito; en otras ciudades puede que le hayan llamado el sendero de la protesta, de la indignación o de la esperanza. Cada cual le puede llamar como se le antoje.

Dicho esto, y como ya hice la ruta, puedo resumirla con las siguientes características:

  • Fecha: 19 de junio de 2011
  • Localización: La Línea de la Concepción
  • Comienzo: En una de las rotondas de la Avda. España que no fui capaz de encontrar por culpa de la nube esa del Peñón.
  • Distancia: Nada, apenas un kilómetro. Aconsejable para niños, jóvenes, maduros y ancianos.
  • Duración: Lo que el cuerpo y la garganta aguanten, aunque tampoco hay que pasarse.
  • Trazado: Circular y lineal. También disperso, pues en los alrededores hay muchos bares y terrazas.
  • Finaliza: En la Plaza de la Inmaculada Concepción. O en una Democracia Real Ya, por favor.
  • Dificultad: Baja, media o alta, según lo que uno quiera comprometerse.
  • Desniveles: No conozco una ciudad más plana y baja que la Línea de la Concepción.
  • Permiso: Uff, me imagino que unos cuantos.

Una vez que llegamos a la Plaza de la Inmaculada Concepción senderistas indignados de la Línea, San Roque y Algeciras leyeron cada uno un comunicado de porqué estábamos ahí y qué caminos a tomar propone el movimiento del 15M. También hubo música, un cantante canario  nos regaló una canción muy vacilona titulada Be water my friend.

En fin, una caminata y posterior sentada muy divertida que no estaría de más que se repitiera de vez en cuando. Una pequeña y humilde caminata como ésta puede que no haga mucho camino, pero miles y miles de caminatas a la vez seguro que sí, y tal vez nos conduzcan a un mundo más libre, justo y sobre todo igualitario. Chistera chistera, el cuento y el grito están fuera.

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