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La Cueva Escondida (Los Barrios): una aproximación a otro lugar de memoria de la represión campogibraltareña del verano de 1936.


Tal día como hoy, 23 de julio, pero de 1936 las tropas golpistas entraron en Los Barrios después de tomar Algeciras el día 18, y San Roque y La Línea el 19 sin apenas resistencia. Accedieron a la población a través del “puente grande” que salva el río Palmones, organizados en tres grupos que se internaron respectivamente por las calles la Ollería, la Plata y Herrería. Testigo de todo ello fue Juan Lobato Vázquez, un chaval de 12 años que junto a unos amigos pasaba la mañana por los alrededores del Cerro Blanco.
En la calle Herrería, donde estaba su casa, se encontraban su abuela, su madrastra y su padre, Andrés Lobato Cobos. Las tropas que se internaron por esta calle eran guiadas por Juan Trujillo, un falangista de la localidad. Quizá ya tuviera noticias de los fusilamientos y detenciones que tuvieron lugar pocos días antes en Algeciras y La Línea, y temiera que su significación política le condujera a ser víctima de un hecho u otro; motivos más que suficientes que le llevaron a abandonar el hogar por el callejón trasero, y bajo el aplastante sol del mediodía, atravesar los canchos de Benharás en dirección a la garganta del Capitán para encontrar refugio en la Cueva Escondida.
¿Por qué eligió este lugar y no otro para esconderse? Al ser hombre de campo, Andrés sería sin duda un gran conocedor de todo el entorno montuoso que rodea a Los Barrios sobre todo por su vertiente suroeste, al igual que de los caminos y veredas tradicionales, tan frecuentadas por esos años y tristemente abocadas hoy día a desaparecer. Teniendo en cuenta el poco tiempo con el que contó para decidirse pudo haberse decantado por las gargantas de Benharás o del Prior, un poco más cercanas al pueblo, pero no, eligió la garganta del Capitán, en concreto la zona del Hoyo de don Pedro, donde dos grandes lajas de arenisca descienden en paralelo buscando el arroyo de Botafuegos. Así lo detalla Juan Lobato: «Esta cueva está de la casa forestal de Hoyo de don Pedro, hacia el Cogujón de las Corzas, a mano derecha, cerca de los tres molino de los hermanos Escalona: Blas, Cristobal y Juan».

Entorno de la Cueva Escondida y Los Barrios al fondo.

Personalmente no tuve conocimiento de la existencia de esta “cueva” hasta que leí no hace mucho el libro de Beatriz Díaz Martínez Un rosal de flores chiquititas: represión y supervivencia en Los Barrios (Cádiz), publicado por Editorial Tréveris en 2011, y del que extraigo la mayor parte de datos para este artículo. A través de sus 339 páginas Beatriz nos sumerge directamente en esas décadas centrales del siglo XX, tan decisivas para la historia social de nuestra comarca. Para ello se sirve de los testimonios de Miguel Villatoro, Juan Montedeoca, Pepa Acosta, Juan Lobato y Nicolás Zamora; además de las aportaciones de Juana Gómez, Marina Ortega Bru, José Marín y Francisco Serrano. Vivencias a flor de piel que fueron recopiladas entre 2008 y 2009 mediante un grupo de trabajo, herramienta que la autora ha utilizado en otras ocasiones como vehículo de la transmisión oral. A estos recuerdos, a estas historias íntimas que aportan a la Historia como disciplina el valor de la inmediatez y la verdad personal, Beatriz les intercala contextualizaciones históricas para mejor entendimiento de los sucesos.
Siempre he sido un gran aficionado a viajar al pasado a través de estos libros de testimonios ya que, y que me excusen los autores de ensayos diríamos que más tradicionales o mayoritarios, me parecen la forma más viva, cercana y divulgadora de contar la Historia.

Portada del libro Un rosal de flores chiquititas: represión y supervivencia en Los Barrios (Cádiz).

Para aportar mi granito de arena al mantenimiento de esta memoria colectiva me dispuse, 85 años después, a aproximarme al entorno de la Cueva Escondida, muchas veces transitado con anterioridad pero nunca con esa intención o esperanza de toparme con alguna cueva. Si más arriba entrecomillé esta palabra, es momento ahora de explicar el motivo. En nuestro territorio el vocablo cueva no posee estrictamente el mismo significado que en otros. Cuando nuestros abuelos y bisabuelos hablaban de cuevas, acepción que hemos heredado, no se referían a esos espacios cavernosos que todos podemos imaginar con sus distintas salas, estalactitas y estalagmitas. Al hablar de cuevas nos referimos principalmente a pequeños abrigos, a refugios u oquedades casi siempre de poca entidad y superficie, y que han sido utilizados desde la Prehistoria hasta la actualidad con diferentes fines. La morfología de las sierras aljíbicas campogibraltareñas, donde la arenisca es la roca predominante, no produce cuevas como las de Nerja o del Gato, por poner un par de ejemplos, situadas en enclaves de piedra caliza. Estos abrigos u oquedades que menciono se han ido configurando durante miles de años, unas veces por la labor constante y paciente del viento erosionando y ahuecando la arenisca; y otras, por efectos térmicos y corrimiento de tierras, desgajando las lajas en placas, haciéndolas rodar ladera abajo hasta que al final se montan unas sobre otras consiguiendo en ciertas ocasiones, y fortuitamente, una cierta semejanza a estructuras dolménicas o cabañas naturales.
Sé, por experiencia propia, al haber tenido la suerte de acompañar en muchas caminatas a Simón Blanco Algarín, reconocido descubridor de yacimientos rupestres correspondientes al Arte Sureño, que la zona que iba a prospectar no es lugar de “cuevas”, ni tan siquiera de abrigos como los muchos que existen en otros valles y montes cercanos. Para tener aún mayor seguridad le pregunté su opinión a Domingo Mariscal, otra de las personas que mejor conocen nuestro medio rural, su historia y tradiciones, confirmando lo que venimos tratando; que a lo sumo encontraría un refugio natural apto para esconderse.

Aproximándome a la sierra de La Palma.

Comprender los motivos que llevaron a Andrés a adentrarse en la garganta del Capitán requiere una breve explicación georeferrencial, sobre todo a los que tengan la mala fortuna de no conocer un lugar tan hermoso. Tomemos posición y contexto. Si nos situamos de cara a la garganta, a nuestra izquierda visualizaremos la ladera norte de la sierra de las Esclarecidas; umbrosa, exuberante y salvaje a causa de este mismo posicionamiento. A media altura discurre el popular camino de la Trocha, una antiquísima vía de comunicación utilizada por caminantes y cabalgaduras para internarse en el interior de la provincia ahorrando tiempo, y según la época, sorteando los mayores peligros de la costa. Y a nuestra derecha, admiraremos la silueta casi piramidal de la sierra de la Palma, que con 554 metros de altura y víctima de periódicos incendios fue por desgracia reforestada hace unas décadas con pinares, pero aún conserva algunas manchas de alcornoques y otras especies de flora autóctona. Por su cota más baja discurre también otro camino tradicional, la antigua vereda de Los Barrios a Tarifa, que aún es transitada por algunos atrevidos senderistas; eso sí, con mayores dificultades que antaño debido al progresivo abandono de nuestros montes como lugares habitados. Ambas veredas ascienden buscando el Cobujón de las Corzas, especie de embudo que recoge todas las aguas circundantes, y confluyen luego en el Puerto de los Alacranes antes de descender hacia la vertiente atlántica. Por medio de este majestuoso paisaje, que te transporta a climas macaronésicos, corre el arroyo Botafuegos salteado de pozas y cascadas, y marcando el límite entre los municipios de Los Barrios y Algeciras.

Andrés Lobato Cobos. Fotografía y huella dactilar de su DNI. Cedida por Beatriz Díaz Matínez.
Andrés Lobato Cobos. Fotografía y huella dactilar de su DNI. Cedida por Beatriz Díaz Matínez.

Tenemos, pues, unos factores importantes que motivarían a Andrés Lobato a esconderse de sus captores en un paraje como este: Cercanía respecto a Los Barrios; a cinco kilómetros en línea recta. Un bosque frondoso con multitud de escondrijos y recovecos. Pero en especial, un lugar idóneo para proseguir rápido la huida en caso de verse cercado gracias a esa vereda. Prueba de que acertó con esta opción fue el hecho de que en ese entorno de la Cueva Escondida acabaría encontrándose con otros huidos.
En este punto se entrelaza y encuentra la historia de Andrés con la de otro personaje que sufrió también en carne propia el miedo de la huida, las atrocidades de la represión y la guerra, y el dolor de todo lo que vendría después. Se trata de Francisco Serrano Gómez, nacido también en Los Barrios pero residente en Algeciras desde niño, donde llegaría a ser un activo militante de la CNT. En su exilio francés de Burdeos escribió en 2007 sus memorias, tituladas El diario de un aburrido: niñez, juventud, retirada y exilio de un republicano español en Francia. Algunos apartados del capítulo en el que rememora la huida de Algeciras no pueden dejar de ser reseñados aquí dadas las posibles coincidencias.
Cuando los militares golpistas toman el poder en Algeciras, Francisco es apresado junto a un amigo de apellido Pulido, también de la CNT, y otros dos compañeros de la UGT. Una mañana, supongo que la del 19 o del 20 de julio, son conducidos al Gobierno militar, aunque ellos pensaban que su destino eran las tapias del cementerio. Allí les recibe un teniente coronel «berreando como un toro», y les embiste con la siguiente amenaza: «los obreros llevan en huelga diez días y vosotros sois los cabecillas. Las huelgas están consideradas como rebelión militar». Para solucionar dicho conflicto laboral el teniente coronel se inventa un rocambolesco y macabro juego. Introduce en una boina cuatro papeletas numeradas, y estipula que los que saquen el tres y el cuatro saldrán como delegados con un salvoconducto de veinticuatro horas para convencer a los trabajadores de que vuelvan al trabajo. Otra de las siniestras condiciones era que tanto el beneficiario del número tres y del cuatro fueran de organizaciones distintas. Francisco sacó el número tres y pudo salir a la calle con veinticuatro horas de esperanza. Su amigo Pulido sacó el uno y sería fusilado junto al ugetista sin que aún hubiera acabado el plazo acordado de las veinticuatro horas.
De este dramático desenlace tuvo noticias Francisco a las pocas horas de producirse y decidió esconderse en una huerta de los alrededores del pueblo. Ya nada le retenía en Algeciras, donde todas las salidas estaban controladas. La sierra y Jimena de la Frontera eran sus próximos objetivos. Sin embargo, tampoco le acompañó esa vez la suerte, pues poco después de abandonar la huerta fue capturado por una patrulla de vigilancia liderada por Pedro Salvo, el mismo cabo de la Guardia Civil que en enero de 1933 participó en los trágicos sucesos de Casas Viejas. Atado de manos y pies con alambres, la fúnebre camioneta que los transportaba acabó encontrándose con otra patrulla, capitaneada ésta por el falangista Juanito Gallardo, a quien Francisco conocía de la infancia. Ambas patrullas se enzarzaron entonces en una disputa por dilucidar a qué cuerpo le correspondía hacer la entrega a los militares, y acabó imponiéndose el falangista Juanito Gallardo.
Aun habiendo pasado tantos años y ya anciano, Francisco no acababa de comprender cómo sucedió lo que viene a continuación. Quizá fuera porque mediara entre ambos una pasada y cierta amistad, o esta vez sí a los caprichos de la fortuna, pero el caso es que convenció a Juanito Gallardo de que se dirigía a la sierra para cumplir con su compromiso de convencer a los trabajadores huidos de que se entregaran, que tenía un salvoconducto y que no se iba a fugar, pues el destino de su amigo Pulido estaba en sus manos. Como ya se ha dicho más arriba, Francisco sabía que a su amigo lo habían fusilado, y jugó esa carta contra sus captores, que a su vez pensaban que su presa desconocía la noticia y que por tanto se vería obligado a volver si le quería salvar la vida. Así pues, lo liberaron de los alambres y lo dejaron subir hacia la sierra. Aún le deben estar esperando.

Tal como nos sigue relatando Francisco en sus memorias, el panorama que se encontró en la sierra fue descorazonador. Familias enteras de huidos desprovistas de lo más esencial, muchas de las cuales acabarían regresando al pueblo. También se encontró con compañeros y amigos que se alegraron mucho de verlo, ya que pensaban que al final lo habían fusilado. Durante un tiempo que Francisco no precisa aquella sierra se convirtió en un lugar de resistencia más bien pasivo, dadas las pocas armas con las que contaban. «Las altas rocas eran nuestros puestos de vigilancia e íbamos de roca en roca como cabras…». Y más adelante: «Una mañana, estaba vigilando desde lo alto de una roca, desayunando con moras. De pronto, oí quejidos de una persona. Me bajé de la roca y vi a un hombre en una de las cuevas de piedra. Estaba temblando y echaba espuma por la boca… ». Como ven, descripciones todas que nos dibujan un paisaje abrupto y pedregoso.

Francisco Serrano Gómez. Cartilla de combatiente voluntario de la resistencia en Francia.


Como era previsible, una mañana apareció la Guardia Civil con perros y cercó la sierra donde se hallaban. Las palabras de Francisco al describir las escenas, aún habiendo trascurrido setenta años desde que ocurrieron los hechos, transmiten la misma emoción y el mismo dolor que si hubieran ocurrido este mismo verano. Algunos padres de familia desistieron de huir por no abandonar a los suyos y serían ejecutados allí mismo delante de todos. Sólo los más jóvenes y los que no tenían nadie a su cargo lograron huir. La atmósfera de terror que anunció el general golpista Emilio Mola en su directiva del 19 de julio empezaba a tomar forma en ese lugar de memoria.
¿Pero de qué sierra estamos hablando? Francisco especifica en sus memorias que a la sierra a la que huyó se llamaba sierra de las Palomas, y del contexto se deduce que se localizaba en las cercanías de Algeciras. El problema está en que actualmente no existe tal topónimo en la orografía de nuestro entorno más inmediato. Cuando Francisco escribe sus memorias tiene noventa y cuatro años, y tan larga permanencia en Francia, país que no abandonó hasta el fallecimiento de su compañera, instalándose en madrid, sin duda afectó negativamente al dominio de su lengua natal. Fue algo común entre los exiliados. Por estos motivos tal vez confundiese el vocablo “palomas” con el de “palma” y en realidad estamos hablando de la misma sierra en la que se refugió Andrés Lobato: la sierra de la Palma. Otra prueba de que el castellano le jugaba malas pasadas la encontramos más adelante. Cuando finaliza el episodio en el que logra sortear el cerco de la Guardia Civil con un compañero apellidado Medina, relata que esperaron a que anocheciera antes de cruzar el río “Palmono”; esto es, el río Palmones.

Garganta del Capitán y sus afloramientos de arenisca. Foto cedida por Francisco Javier Pizarro Sánchez.

Dejemos a Francisco Serrano con su periplo hacia Jimena de la Frontera y retomemos la huida de Andrés Lobato. En la fotografía de más abajo pueden ver el escenario en el que realicé la primera prospección; el primer escalón por el que la sierra de la Palma empieza a ganar altura. No es el punto exacto en el que su hijo Juan Lobato sitúa la Cueva Escondida y que marca luego Beatriz Díaz sobre un mapa, pero decidí inspeccionarlo para no dejarme nada atrás. Además, una curiosa sombra en el afloramiento de arenisca captó mi atención, aún sabiendo que la mayoría de las veces estas proyecciones de sombra se deben a “engaños” del sol simulando y dibujando abrigos donde después, al aproximarte, no los hay.

Primera prospección.

El ascenso fue duro, y no sólo por lo escarpado del terreno y el calor, aunque el cielo estuviese encapotado. En estas situaciones el principal obstáculo o barrera lo pone el monte bajo, cerradísimo de maleza, aunque está bien que así sea puesto que este es su estado natural, y no aquel otro en el que a base de desbroces abusivos se transforman los alcornocales en meros jardines o plantaciones de bellota y corcho. Me costó lo mío, pero conseguí llegar hasta un punto en el que poder cerciorarme de que esa sombra, en efecto, no era un abrigo o cueva, si no un efecto solar.
Esta pequeña elevación conserva todavía un paisaje que no le hubiera resultado extraño a Andrés. El alcornocal centenario que allí pervive se encuentra relativamente sano, al contrario de los que crecen en los montes circundantes y en realidad en buena parte del Parque Natural de los Alcornocales, que llevan desde hace unas décadas siendo atacados por la “enfermedad” que se conoce como la seca. Este fenómeno de deterioro progresivo que se da en esta especie de quercus y que acaba con la muerte del árbol se debe a múltiples factores, siendo el principal de ellos la superpoblación de herbívoros, que impide una regeneración natural del bosque. Admitiendo que es un asunto complejo de analizar y de difícil solución en el que propietarios y Consejería de Medio ambiente se mueven por la ley del mínimo esfuerzo, lo cierto es que la seca alterará nuestro medio natural, ya lo está haciendo, hasta convertirlo en algo irreconocible para todos.
Sopesando este funesto presagio me fui desplazando a lo largo de ese frontal de derrumbes de arenisca, saltando de piedra en piedra como una cabra, como lo hiciera hace ochenta y cinco años el bueno de Francisco Serrano. Al conectar de nuevo con la vereda que asciende por la garganta me di cuenta de que el que algo quiere, algo le cuesta: los brazos llenos de arañazos.

Garganta del Capitán con el Peñón de Gibraltar al fondo. Foto cedida por Francisco Javier Pizarro Sánchez.

¿Cuál era la ideología política de Andrés Lobato? Nos lo cuenta su hijo Juan: «Mi padre era muy anarquista. A mi entender, el anarquismo era una pasión de no hacer daño a nadie; ellos no pensaban nada más que en hacer bien a todo el mundo y que todos se llevaran bien… su idea era no avasallar; ellos no querían hacerle daño a nadie. Para su ideal, la vida era imperdonable».  Aunque no tengamos constancia documental, seguramente Andrés pertenecía a la Confederación Nacional del Trabajo, a la CNT; sindicato mayoritario en nuestra comarca, el cual, como ha documentado José Manuel Algarbani, contaba en los Barrios en 1936 con 500 afiliados para una población de doce mil habitantes.

Cartel de la CNT/AIT.


En efecto, el anarquismo, y su representación en la lucha obrera, el anarcosindicalismo, fueron los principales movimientos que aglutinaron las esperanzas de la clase trabajadora en el Campo de Gibraltar prácticamente desde sus inicios. Los Barrios, por ejemplo, ya tuvo representación en 1919 en uno de los grandes congresos que fueron definiendo las tácticas y objetivos de la CNT a lo largo de los años, el conocido como el Congreso de la Comedia, celebrado en Madrid. Otro ejemplo de esta implantación libertaria la encontramos en el n.º 144 del periódico Tierra y Libertad del uno de diciembre de 1933, en el que se puede leer esta breve noticia: «En reunión celebrada por el grupo Libertad de esta localidad, ante el número crecido de compañeros que lo componen acordamos ampliarlo a la formación de una Federación integrada por cinco grupos, que como ya lo estaba antes el grupo Libertad se adhiere a la F.A.I. (Federación anarquista ibérica), deseando entablar relación con todos los grupos y participar en todas sus actividades».
Otro dato que acredita la afiliación libertaria de Andrés, aunque sea de forma indirecta es el siguiente: su primera mujer, Ángeles Vázquez Villalobos, fallecida muy joven al dar a luz, era sobrina del grazalemeño José Sánchez Rosa, una de las figuras más relevantes del anarquismo andaluz y que tan bien ha investigado y plasmado José Luis Gutiérrez Molina en su libro biográfico La tinta, la tiza y la palabra. José Sánchez Rosa, maestro y anarquista andaluz (1864-1936). José Sánchez Rosa vivió en Los Barrios durante 1901 y 1902, donde fue vocal de la junta directiva del Centro de Estudios Sociales, representante de las sociedades obreras barreñas en congresos y mítines, y maestro racionalista para los niños y niñas de las familias más desfavorecidas.
Estos, y no otros, fueron los “delitos” por los que las fuerzas golpistas persiguieron a Andrés Lobato y a tantos otros como él: pertenecer a un sindicato que básicamente sólo buscaba el bien común, la justicia social y la igualdad económica; un sindicato y organizaciones afines que además de defender los derechos laborales se empeñó desde siempre en instruir y educar a masas sociales a las que la oligarquía y la Iglesia pagaban con la moneda contraria, la pobreza y el analfabetismo; un sindicato que sólo en Andalucía en las vísperas del golpe de estado sobrepasaba los ciento ochenta mil afiliados, y al que si sumamos el resto de organizaciones obreras y partidos políticos leales a la República, obtenemos como resultado la criminalización de la mayoría social de todo un país, a la que por si fuera poco todo esto, se la asesinaría o, en el mejor de los casos, se la juzgaría, precisamente por aquellos que dieron el golpe de estado, por delitos de rebelión militar en sus variantes de adhesión, auxilio o inducción.
Andrés Lobato pagó bien caro el hecho de ser una persona justa, honrada y trabajadora. Empezó a pagar cuando el 27 de julio de 1936, recordemos, con cuarenta años y padre de familia, y comprendiendo que si permanecía más tiempo escondido en la cueva acabaría siendo cazado, escapa también hacia Jimena de la Frontera, y de ahí a Estepona, Málaga, Córdoba, etc. No volvería a su casa hasta casi tres años después, habiendo finalizado la guerra.
Poco le duró el reencuentro al pobre Andrés y a su familia. Es apresado el 25 de abril de 1939, y por un consejo de guerra celebrado en Algeciras en septiembre de ese mismo año, condenado a treinta años y un día por adhesión a la rebelión tras lograr evitar la pena de muerte. En enero de 1940 lo trasladan de Algeciras a la prisión de El Puerto de Santa María, y casi tres años después es vuelto a trasladar a la prisión provincial de las Capuchinas en Barbastro (Huesca). En febrero de 1943 ingresa en el Destacamento de Penados de Bisaurri (Huesca) donde realiza trabajos forzosos en la carretera del Run a Pont de Suert para la empresa de Riegos Asfálticos. Un año después por fin consigue que le concedan la libertad condicional sin destierro y regresa de nuevo a Los Barrios el 13 de marzo de 1944. En total casi ocho años de penurias y privación de libertad. Aún así, no acabó del todo el sometimiento. Como todos los ex-presidiarios estaba obligado a presentarse cada dos semanas en el cuartel de la Guardia Civil. No obtuvo la libertad total hasta 1966, cuando tenía 70 años. Falleció el 25 de marzo de 1974. Como relata su hijo Juan «si mi padre hubiera estado vivo cuando murió Franco, se habría emborrachado para celebrarlo».

Andrés Lobato y su hijo Juan en la romería de Los Barrios a principio de los años 70. Foto cedida por Beatriz Díaz Matínez.

Unos trescientos metros más arriba alcancé el siguiente afloramiento de areniscas. De nuevo el mismo terreno abrupto y prácticamente impenetrable que sólo permitió que me internara unas decenas de metros a lo sumo, y a base de pelearme con brezos, jaras, las benditas zarzas y demás especies del sotobosque. Traté, por otra parte, de ponerme en el lugar de Andrés. Yo estaba allí en calidad de senderista temerario, perseguido en todo caso por un sol que pasado ya el mediodía empezaba a mostrar poca clemencia a medida que las nubes mañaneras se iban disipando. Con un bocata y agua suficiente para la jornada. Pero Andrés no; ochenta y cinco años antes Andrés estuvo en ese mismo paraje seguramente con el mismo calor pero con la incertidumbre y el miedo de poder ser capturado, y sin saber lo que podría suceder después; atento a cualquier ruido, oteando constantemente la garganta y alrededores por si llegaban los civiles, en definitiva, sintiéndose como una presa. ¿Pero cómo aguantó esos cuatro días que permaneció en el monte?. ¿Qué comía?
Por suerte, contó con la ayuda de su hermana Isabel y su cuñado Curro, que trabajaban y vivían en el cortijo de El Acebuche, a unos dos kilómetros más abajo, muy cerca de donde hoy día se encuentra el centro penitenciario de Botafuegos. Aún a riesgo de ser ellos mismos acusados de colaboradores no dudaron en proveerle de comida. Estos gestos de humanidad y solidaridad fueron más comunes de lo que pensamos. Muchas de las personas que sobre todo procedentes de Algeciras y Los Barrios encaminaron sus pasos hacia Jimena de la Frontera, que sería zona republicana hasta mediados de septiembre, siendo el último pueblo de la provincia de Cádiz en ser tomado por los fascistas, fueron auxiliados por los habitantes de las cortijadas por las que pasaban.

Cortijo de El Acebuche.
Patio del cortijo de El Acebuche.

Para ir finalizando, muestro a continuación las imágenes del enclave que en esta primera aproximación puede corresponderse mejor con el objetivo buscado. Y recordemos, una vez más, que la Cueva Escondida a la que se refiere Juan Lobato es casi con toda seguridad un refugio o pequeño abrigo en la roca arenisca, al que la abundante vegetación contribuiría aún más a pasar desapercibido. Dado el tiempo transcurrido, y a la imposibilidad de que un testigo presencial lo confirme de algún modo, es imposible obviamente probar que este refugio sea uno de los que utilizara Andrés Lobato, pero sí, ya digo, el que reúne mejores condiciones para serlo. En cuanto las circunstancias lo permitan y se vaya acercando el otoño volveré a hacer otra prospección, pero esta vez entrando desde arriba, desde el mirador del Hoyo de don Pedro, que al ser zona de pinares permitirá un mejor y más rápido avance.
Como pueden observar, la sombra triangular nos indica la existencia de un lugar protegido que en realidad se ha formado por el derrumbe de ese gran bloque de arenisca, situado en origen más arriba. En su interior fácilmente pueden caber cuatro o cinco personas. Además, al pie de la entrada se aprecian signos de aterrazamiento utilizando piedras, lo que nos informa sobre una intencionalidad de proveer de mayor habitabilidad al conjunto.

Refugio en el entorno de la Cueva Escondida.

Más adelante, en la siguiente gran laja que corre paralela a ésta encontré otro lugar similar, también con las mismas señales e indicios de haber sido ocupado en alguna época por carboneros, corcheros, o quién sabe, por los que huían del golpe de estado fascista.

Otro aterrazamiento pegado a la laja.
Zoleta oxidada

Aunque para este artículo me he querido centrar en la vida de Andrés Lobato, la de su hijo Juan también constituye una impagable fuente primaria para comprender qué supuso el golpe de estado militar, la consiguiente guerra y la posterior dictadura en la vida de estas sencillas e inocentes personas. Juan simboliza como víctima del franquismo las adversidades a las que se tuvieron que enfrentar las clases oprimidas y trabajadoras de este país, fueran de un «bando» o del otro. Se vieron obligados a trabajar ya desde muy pequeños; afrontando la realidad sin apenas instrucción y educación, buscando de donde no había algo que llevarse a la boca y calmar el hambre, pero el hambre de verdad; adoptando el olvido impuesto por los vencedores como una forma más de supervivencia, apaciguando la rabia contenida para no acabar entre barrotes. Ochenta y cinco años después, los herederos ideológicos de los que provocaron esta barbarie siguen negando la mayor, tratando de no mirar de frente a esta memoria histórica y colectiva que ya les ha desbordado. Si sus antecesores propiciaron un golpe de estado para no perder sus privilegios seculares, ellos ahora hacen todo lo posible para no perder, además de estos mismos privilegios, la vergüenza y la arrogancia.
Gracias al testimonio de Juan Lobato y al de las demás personas que componen el libro Un rosal de flores chiquititas: represión y supervivencia en Los Barrios (Cádiz), y gracias a su autora, Beatriz Díaz Martínez  por poner sobre blanco y negro esos recuerdos, sabemos que la reparación de las víctimas es un hecho, y que si damos un paso atrás será sólo para coger impulso.
Sirva esta humilde caminata memorialística como homenaje y gratitud a todos ellos.

Juan Lobato Vázquez. Foto cedida por Beatriz Díaz Martínez.
De izquierda a derecha, Juan Lobato Vázquez, Marina Ortega Bru y Josefa Acosta Velasco. Foto cedida por Beatriz Díaz Martínez.
Francisco Serrano Gómez.
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La Fuentesanta, el balneario perdido de Algeciras


1.Panorama Fuentesanta      «A una hora de distancia de la ciudad están los baños minerales llamados de la Fuentesanta, situados en la garganta del mismo nombre: el agua que con abundancia los surte, es hidro-sulfúrica y hepática, bastante cargada de mineral, y se aplica con excelentes resultados para toda clase de afecciones cutáneas: se encuentran muy descuidados, sin facultativo de dotación.Pascual_madoz
Consisten en una alberca de regular capacidad con las aguas corrientes, y junto a ellos hay hasta unas 18 habitaciones de teja y varias chozas, para 20 familias más o menos, que suelen concurrir a ellos. En otros puntos de la falda de la sierra se hallan 5 o más fuentes mineralizadas, sin que se hayan analizado: algunas parecen ferruginosas, y los naturales beben el agua de todas ellas, porque son tradicionales sus buenos resultados para ciertas enfermedades.»

Pascual Madoz. Geógrafo y político. 1845

         De este modo describía Pascual Madoz el balneario de la Fuentesanta en su obra magna: Diccionario Geográfico de España. Cuando le toca el turno a Algeciras no duda en señalar la existencia de estos baños minerales, por lo que debieron ser de uso frecuente y popular entre los algecireños del s. XIX. Una alberca de mediana capacidad, 18 habitaciones de tejas y varias chozas que albergarían a 20 familias más o menos, sin facultativo de dotación y ya por esos años (1845) un tanto descuidado. Una descripción que nos lleva a pensar que no fue éste un balneario ostentoso destinado sólo a clases pudientes, si no más bien un sencillo balneario al que acudirían sobre todo familias de mediano estatus, y en menor medida y ocasionalmente, algecireños de buena posición.

      El siglo XIX fue el siglo de oro de la balneoterapia. A estos establecimientos terapéuticos no sólo se acudía para «tomar las aguas» y sanar el cuerpo. También eran centros de ocio, en realidad el germen de lo que hoy llamamos turismo. Otras poblaciones de la provincia contaron con estos baños, tal es el caso de Jerez de la Frontera con sus Baños de Gigonza y el balneario de Rosa Celeste, o el de Paterna de Rivera, donde se repetiría el topónimo de balneario de la Fuente Santa. Algeciras no iba a ser menos, y a una escala un tanto menos suntuosa, también trataría de aprovechar las cualidades benéficas de una garganta a la que los paisanos calificaban de «santa».

     Si nos trasladamos a la Algeciras del siglo XIX comprenderemos por qué este balneario y esta garganta en concreto gozaron de beatífica fama para sus usuarios. Imagínense una población de 11.000 habitantes donde las infraestructuras higiénico-sanitarias son escasas y deficientes (bueno, en esto tampoco hemos mejorado mucho, la verdad), donde periódicamente enfermedades tan terribles como el cólera morbo o las fiebres amarillas causan centenares de muertos, donde las condiciones climatológicas favorecen las enfermedades pulmonares, de la piel, etc… ¿No calificaríamos también de «santas» unas aguas que alivian estas penurias? ¿No correríamos monte arriba para reservar una plaza en este balneario?

2. Hacia la Fuentesanta        Mi hermano Francisco Javier y yo también hemos querido a través de esta caminata reservar un par de plazas en la memoria de este desconocido balneario. Ahí estamos, mirando de frente a la garganta de la Fuentesanta, con la loca y quizá ingenua intención de localizar lo que quede de dicho balneario. Digo loca porque hay que estarlo un poco para salir al monte con estos calores de agosto, y digo ingenua porque sobra decir que sabemos que no vamos a descubrir ninguna Troya, que sospechamos que nos esperan a lo sumo restos de muros, piedras amontonadas, quizá algún sorpresivo hallazgo, y ¿poco más?

    ¿Pero en qué si no consiste la aventura, aunque sea a pequeña escala? Para esta de hoy contamos con la cita de Pascual Madoz, con alguna escueta referencia histórica más, y como ya se ha dicho, muy poco respeto al calor, los pinchos y el rasgueo monocorde de las cigarras. Nosotros tardamos unas 4 horas entre ida y vuelta. A ustedes sólo les costará 10 minutillos de lectura, y sin sudar ¿eh?

3. Pilar de Matapuercos    La primera sesión de fotos la hacemos en el cortijo de Matapuercos, aledaño al antiguo campo de tiro. Un par de pilares para el ganado como el de arriba, y fuentes como la de abajo, nos hablan de un próspero pasado agropecuario, hoy día venido a menos.

Fuente en Matapuercos
Foto de Francisco Javier Pizarro (FB Paisajes del Campo de Gibraltar)

4. Emblema de infantaría

    Hasta la década de los 80, las antiguas dependencias del cortijo fueron ocupadas por los mandos que dirigían las maniobras militares. La de tiros y morterazos que se ha llevado este pobre monte por nuestros también, pobres y obligados quintos. Entre ellos nuestro hermano mayor, que hizo la mili en el 88 y participó en estas maniobras. Tal circunstancia ha contribuido a que la Fuentesanta sea la garganta más desconocida de los alrededores, pues obviamente estaba prohibido el paso al personal civil.

    Aún quedan vestigios de esta etapa militar, como se puede observar en el poyete donde ondearía supongo una bandera. Y lo más curioso, la huella dejada en el cemento por una placa correspondiente al cuerpo de infantería.

5. Panorama Fuentesanta
Panorámica del Huerto de los mellizos

6. Cortijo del Huerto de los Mellizos     Poco después alcanzamos el conocido Huerto de los Mellizos, o del Gallego, como he leído en otra parte, y no Ventorrillo de la Trocha, como se obstina en señalarnos el mapa oficial. Otro cortijo decimonónico que nos habla de mejores tiempos para el agro algecireño.

7. Majoleto y torvisco     Bajando por el senderillo que nos lleva al arroyo reparamos en algunas plantas que aprovechan el verano para fructificar y florecer, tal es el caso del majoleto (izquierda) con sus frutos rojos, y el torvisco (derecha) con sus pequeñas flores blancas.

8. Paso del arroyo de la Fuentesanta    Una vez en el paso del arroyo de la Fuentesanta aprovechamos para refrescarnos un poco. A la vuelta, ya a mediodía, poco nos faltó para meternos de cuerpo entero y así de paso beneficiarnos de sus cualidades. Curso abajo, dicho arroyo se une con el de Botafuegos, para desembocar juntos en el Palmones.
9. Collage flores    Las adelfas (izquierda) salpican de rosa el manto verde que cubre al arroyo. Y la flor de este ojaranzo (derecha), el único que vimos, que increíblemente sobrevive a su floración primaveral.

10. Subiendo un tramo de la Trocha      Dejamos atrás el arroyo y subimos el primer tramo empedrado de la Trocha, histórico camino que tantas satisfacciones y buenas caminatas nos han dado.

11. Garganta de la Fuentesanta     Culminada esta primera pendiente, y sudando ya la gota gorda, tomamos una pista que se abre a la izquierda. Si seguimos adelante llegamos, esta vez sí, al Ventorrillo de la Trocha.

     Esta pista de tierra, que discurre en paralelo a la garganta, conduce a un pequeño claro, el cual siempre he supuesto que sea un patio de corcha. Sin embargo, y como se puede ver en la foto de abajo, aún son visibles restos de chozas y pavimentos de piedra. Dudo que formaran parte del balneario que estamos buscando; seguramente pertenezcan a la última ocupación humana de esta parte de la sierra, allá por los 40.       12. Cabaña y solería

      Ahora váyanse buscando una sombra en este claro que he de hacer un obligado inciso. De agosto de 2013 nos trasladamos a abril de 1935; así, por las buenas, por obra y gracia de la fotografía.

     Cuando emprendemos una de estas dCaminatas históricas, a parte de documentarnos como buenamente podemos, solemos recabar información en el estupendo Facebook de Historia de Algeciras en imágenes, todo un tesoro de fotografías antiguas y paisanos con experiencia. Al preguntar sobre este balneario entablamos una muy interesante conversación con algunos de sus participantes, pero en especial con Enrique Pérez Benítez, quien subió además unas fotografías en B/N que nos vienen ahora de maravilla para tomar un atajo y acercarnos mínimamente al pasado de la Fuentesanta.

13. explanadilla. Excursión de Juan Pérez Arriete
Fotografía de Enrique Pérez Benítez

Esta es una de ellas, precisamente en el claro donde hemos hecho la parada y el inciso. La fotografía está tomada en abril de 1935, y en el dorso, aunque no lo vean, hay escrita una nota: «Fuentesanta. La explanadilla»

    Entre los figurantes, a la izquierda, sentado y con gafas,  se encuentra Juan Pérez Arriete; célebre algecireño que fuera entre otros cargos concejal, cronista oficial de la ciudad y fundador y director del periódico El Cronista (1912). En mi opinión es un documento gráfico singular, ya que deben ser pocas las fotografías antiguas que retraten  la garganta de la Fuentesanta como destino popular de excursionistas.

    Enrique Pérez, al que agradecemos desde aquí el detalle de prestarnos para la ocasión un par de fotos, es sobrino-nieto de Juan Pérez Arriete, y edita un blog muy interesante sobre la figura y obra de su tío-abuelo: El Cronista de Juan Pérez Arriete.

13.1 Comparativa Explanadilla         Observando en casa la fotografía en B/N tuvimos la intuición de que ya conocíamos el lugar exacto de la toma. El pequeño acebuche de la izquierda nos encendió la bombilla. Una vez en la explanadilla tratamos de obtener la misma perspectiva. Y si tenemos en cuenta el tiempo transcurrido, y los distintos objetivos empleados, juraríamos que el sitio es el mismo: la misma choza de piedra que se atisba detrás y el mismo acebuche 78 años después. ¿Qué opinan?

14. Saliendo de la explanadilla    Sea o no el mismo árbol, salgan ya de la sombra que seguimos con la caminata, a la búsqueda del balneario perdido. Para mí es la primera vez que bajo a la garganta por este punto, por este senderillo. Siempre que he ruteado por esta zona he pasado de largo en dirección a las Esclarecidas.

15. Bajando a la garganta    Para mi hermano Francisco Javier no es la primera vez, ya bajó dos semanas antes también tras la pista del balneario, pero una desgraciada caída, que ya explicaré con más detalle, le impidió explorar la zona como es debido. ¡No podría uno aficionarse mejor al mus o a las videoconsolas, no…!

16. Vivienda en la garganta    Por esta razón, fuimos directamente a esta vivienda que veis y que ya visitó, en plena angostura de la garganta. Como es lógico, tampoco sabemos si llegó a formar parte de la infraestructura del balneario, pero dista mucho de ser el típico cortijillo serrano, pues al encontrarse encajonado en el canuto apenas hay espacio para huerto, corrales u otras dependencias camperas.

17. Vivienda desde arriba     La vivienda consta de una reducida terraza y tres habitaciones. Aún se aprecia la robustez de sus muros y parte del techado a dos aguas.

18. Vivienda en la garganta

    ¿Quién sería el propietario de esta casa? Fuera quien fuera, su nivel adquisitivo era superior al de los propietarios de las chozas. Saco ahora a colación otro comentario de la conversación que mantuvimos en Historia de Algeciras en imágenes. Según Francisco L. «… Efectivamente, las aguas sulfurosas de sus manantiales eran milagrosas, y según referencias eran muchísimos los algecireños que sobre todo en verano los visitaban. Respecto a las casas me consta que D. Vicente Bálsamo, entre otros, acostumbraba a veranear en una casa que poseía en sus cercanías».

     Vicente Bálsamo Cappiel ( 1776-1863) era el cabeza de familia de uno de los linajes más influyentes en la Algeciras del s. XIX. ¿Sería ésta la casa en donde los Bálsamo pasaban la temporada veraniega? ¿Por casualidad algún descendiente de esta familia está leyendo ahora mismo el reportaje?

19. Poza debajo de la casa    Justo abajo de la casa encontramos esta hermosa poza, que aún muestra señales de haber estado represada. El  característico olor a huevo podrido es patente. Este es producido por el azufre que contiene el agua.

Lugar de la caída     A la mayoría de vosotros esta fotografía no os dirá mucho, pero a mi hermano sí, y mucho. Ese fue el lugar exacto donde se cayó y ¡se dislocó un hombro! Parece estar preguntándose cómo pudo sucederle. Puede sonar a cachondeo, pero como queriendo demostrarle que a cualquiera le pudo haber pasado, también resbalé yo en la misma piedra… y metí la pata hasta el corvejón.

     Menuda película para salir de allí con el hombro dislocado. En este tipo de sitios hay que tomar las precauciones oportunas: no salir nunca solo, llevar móvil, en fin, lo que ya sabéis.

20. Poza impresionista

    Si el pintor impresionista Claude Monet, autor de Los Nenúfares, hubiera visitado este canuto habría obtenido sin duda sugerentes motivos para pintar un lienzo dedicado a las adelfas.

21. Aterrazamiento      Vayamos por fin al balneario, a lo que queda de lo que nosotros pensamos que fue el balneario. Retrocediendo sobre nuestros pasos nos dedicamos a escudriñar este aterrazamiento de piedra que habíamos observado antes.

   Aunque se encuentra derruido en algunos tramos calculamos que pudo medir entre 20 y 30 metros en su estado original. Justo enfrente hay otro en la misma orilla del arroyo, aterrazándola también. Su función no podía ser otra que que la de evitar corrimientos de tierra y así servir de cimiento a estructuras de alguna edificación.

22. Excursión Juan Pérez Arriete. Piedra de los bichitos. Abril 1935
Fotografía de Enrique Pérez Benítez

    Quizá por los alrededores se tomó esta otra fotografía de Juan Pérez Arriete. En el reverso consta esta cita: «Fuentesanta. Piedra de los bichitos».

   Como se aprecia en la imagen, la orilla del arroyo está despejada y es accesible. Al contrario de lo que ocurre hoy día, donde un espeso túnel de vegetación impide muchas veces hasta ver la corriente.

23. 2ª Terraza con restos de viviendas   Detrás de los muros de contención encontramos cientos de piedras desperdigadas por una gran superficie. No parecen ser la típica arenisca del aljibe, la roca mayoritaria en estos suelos. Por su color entre gris y azulado pensamos que se trata de pizarra, de la denominada en el Campo de Gibraltar como «losa o piedra de Tarifa» o «piedra jabaluna». Es probable que fuera transportada allí desde alguna cantera cercana.    24. Alineamientos de piedras   A pesar del caos se distinguen alineaciones de piedra a lo largo y a lo ancho, que se extienden también una treintena de metros. Y pies de muros que nos permiten apenas adivinar formas. Sin embargo, los árboles y arbustos que se han adueñado del lugar nos impiden tomar una perspectiva adecuada que nos aclare el asunto. Nota para la siguiente caminata: meter en la mochila un globo aerostático para sacar fotografías aéreas.

25. Muro de vivienda     Tras los oportunos arañazos y pinchazos conseguimos hallar estructuras cuadrangulares, restos de construcciones invadidas totalmente por las zarzas. Otra nota: Meter también en la mochila una desbrozadora en condiciones.

     ¿Estarían aquí las 18 habitaciones con tejas de las que nos habla la reseña de Pascual Madoz? Digámoslo ya ¿Estamos en las ruinas del balneario de la Fuentesanta? Nosotros nos mojamos y contestamos afirmativamente. Dudamos que existan otros vestigios similares en toda la garganta.

26. Resto de enfoscado en muro     En algunos de estos pies de muro todavía se aprecian huellas de enfoscado.

27. Resto de Ladrillos y tejas     Y por doquier se ven numerosos restos de tejas y ladrillos tirados por el suelo.

    El historiador Angel Sáez, en una nota a pie de página de su artículo sobre el camino de la Trocha comenta lo siguiente, citando también a Madoz al principio: «Costaba de una alberca, 18 habitaciones de teja y varias chozas para 20 familias…» Y añade de su cosecha: «Sus edificios darían más tarde cobijo a varias familias campesinas, hasta su total abandono en los años cuarenta. Las ruinas del balneario fueron convertidas en bancales de cultivo. Era el último núcleo habitado de este hermoso valle, junto a La Cabreriza, en la ladera norte. En la actualidad, unos pocos restos de viviendas sirven de porquerizas a orillas del arroyo».

Foto de Francisco Javier Pizarro (FB Paisajes del Campo de Gibraltar)
Foto de Francisco Javier Pizarro (FB Paisajes del Campo de Gibraltar)

    En un sitio donde «se tomaban las aguas» no podían faltar botellas. Esta que hoy contiene agua y algún tipo de alga, sospechamos que en el pasado contuviera alguna bebida espirituosa.

Botella de cerámica   O esta otra de cerámica, sin duda más auténtica y antigua. Es curiosa la forma en espiral de su fondo.

28. Fuente o alberca

   No obstante, el hallazgo que nos causó más emoción fue esta alberca situada en una vaguada cercana, en uno de los extremos del complejo terapéutico. Donde señala mi hermano es donde estaría el caño o surtidor. Alrededor de este aún se mantiene la cal en el enlucido. Nos vemos obligados a preguntarnos de nuevo ¿Es esta  la alberca que cita Madoz?

Situación balneario    Terminamos el reportaje con un croquis de la garganta y las dependencias localizadas. Tal como imaginábamos al principio de la caminata presentiamos que nos esperaban ruinas y vestigios, mucha piedra amontonada y algún que otro, para nosotros, emocionante hallazo. Y así ha sido más o menos.
Menos mal que procedemos de familia obrera; mi mismo hermano es albañil, y al mismo tiempo contamos con nuestras inquietudes históricas y culturales. Dos factores que nos han permitido poner a trabajar la mejor de las herramientas en estos casos: la imaginación. Nos fuimos de allí con una idea bastante aceptable de lo que pudo ser el balneario de la Fuentesanta. Nos ganamos el jornal.

30. Algeciras en 1942
Vista aérea de Algeciras en 1942.

¡CHISTERA, CHISTERA LA DCAMINATA ESTÁ FUERA!

Para saber más:

Caminatas · P.N. Los Alcornocales

Quedada intercomarcal en Sierra Momia


      Así, de sopetón, el título de la entrada puede resultar extraño y rebuscado; sin embargo pienso que no lo es tanto, que es descriptivo. Quedada, y no «encuentro», por ejemplo, que suena como más serio y oficial, porque fue una reunión que nos salió casi sin querer queriendo. ¿Y de quiénes? Pues de unos picaos del campo, más que aficionados a los caminos y senderos, y al menos la mitad, encima intrépidos blogueros. De izquierda a derecha: Miguel Angel, José Manuel Amarillo (blog NSyG), José Manuel Oneto ( blog dRuta), Luis Trexok, Paco Vera ( blog ch´usay), Juan Moncayo, Juan Luis Parodi, y yo.

     Intercomarcal, pues fuimos una buena representación de la provincia de Cádiz; tanto de las dos bahías como de Jerez. Sólo nos faltó alguien de la sierra. Personalmente sólo conocía a José manuel Oneto, y sólo de habernos encontrado una vez «por esos caminos», aunque mantenemos contacto habitual en nuestros respectivos blog. Es gracioso, pero a algunos de los demás también los conocía pero como el que dice «de vista», de verlos por la calle, por esa sinuosa y virtual calle que es Internet. Como se podrán imaginar, y al compartir la misma pasión por la naturaleza, la conversación fue muy natural y amena. Le dimos un buen repaso al panorama senderista gaditano. Muy buena gente todos.

     ¿Y dónde queda eso de Sierra Momia, con ese nombre tan egipcio y sugerente? Aquí al lado, y nunca mejor dicho, pues queda más o menos equidistante de las dos Bahías y Jerez. Sierra Momia se encuentra al este de Benalup – Casas Viejas, entre los embalse de Barbate y Celemín. ¿Y de dónde viene eso de Momia? Quieto parao; unas cuantas fotografías más abajo te lo digo.

A la mañana le costó separarse de la madrugada este sábado 3 de marzo. Sobre todo a causa de la niebla que se espesaba alrededor de los embalses de Barbate y del Celemín, y que nos acompañaría en los primeros pasos de la caminata. Las telarañas en los arcenes de la carretera, prendidas de humedad, parecían contribuir a que la niebla no levantara el vuelo.

Intentando darle esquinazo nos adentramos por la Garganta del Cuerno, siguiendo el itinerario marcado por José Manuel Amarillo, Paco vera y Juan Luis Parody, que ya se habían pateado el entorno en anteriores ocasiones. Y el resto, a verlas venir por primera vez, y a disfrutar. El arroyuelo que baja por la garganta es de aguas herrumbrosas. El color rojizo que observas se debe al oxido de hierro que contiene en sus entrañas la roca arenisca de las lajas circundantes. Ese tono ocre y sanguinolento sería el color estrella del día.

No habiamos recorrido ni un kilómetro garganta arriba cuando empezaron a mostrarse las primeras cuevas-abrigos, alineadas cual chaletes acosados a lo largo de una larquísima y espectacular laja. La verdad es que perdí la cuenta de los abrigos en los que entramos ese día. Y aunque el símil de éstos con nuestras modernas y apretadas viviendas pueda sonar a chiste barato, no resulta muy desafortunata la visión de estos antepasados nuestros conviviendo de una forma similiar a la nuestra. Imagínense a las diferentes familias y clanes repartidas en las distintas cuevas.Los niños correteando de acá para allá, y quizás no se pedirían sal o un poquito de café, como buenos vecinos, pero tal vez sí, no sé, un trozo de venado, algo de tuétano, por qué no un ascua encendida al que se le hubiera apagado el fuego…

A medida que ascendiamos la niebla por fin se acabó diluyendo, como una cortina que se descorre. Yo no sé los demás, pero a mí de repente el pelo se me empezó a encrespar, la vista y el olfato se agudizaron, me dieron unas ganas tremendas de cambiar la vestimenta sintética por pieles de animales y de encuevarme allí una buena temporada. Ahora lo entiendo, definitivamente la niebla nos había transportado al Paleolítico Superior, a miles de años atrás.

¿Y a qué me hubiera dedicado esa temporada, a parte de olvidarme de hipotecas, crisis económicas y de toda la filosofía y ética de Sócrates en adelante? Seguramente a pintar, a pintar cosas parecidas a las fotografías de abajo: un venado o corzo (la ejecución de esta pintura es fantástica), huellas dactilares, un pino o tal vez un helecho,etc. Por eso dije antes lo del color ocre como color estrella del día. Si no recuerdo mal, sólo en dos o tres abrigos visualizamos pinturas rupestres, pero en todos nos dejamos los ojos tratando de diferenciar trazos artificiales de las manchas rojizas propias de la arenisca cuando en algunos sitios se concentra más el óxido de hierro.

Por desgracia, y es algo que suele suceder en otros yacimientos, hay que lamentar salvajismos como el que les muestro abajo. En el año 1965 a un mamaracho se le ocurrió hacer la gracia de retratarse en la cueva. Se comprenderá entonces que en ocasiones, y ésta es una de ellas, se opte al final por no especificar la forma de acceder a estos lugares que no están controlados ni protegidos debidamente.

En fin, sigamos nuestro paseo por el Paleolítico. Como si se tratara de uno de esos cementerios de los pueblos andaluces situados en la parte más alta de la población, tal es el caso por ejemplo de Jimena de la Frontera, nuestros ancestros eligieron la zona más elevada de la laja para erigir su camposanto. Ahora sí toca la explicación del significado de Sierra Momia. Observen la fotografía y juzguen si tienen forma o no de momia. Este se cree que es el origen de este misterioso y sugerente toponímico, las tumbas antropomorfas que en gran número se encuentran en esos montes.

De todos modos, aún no está nada claro si estas tumbas antropomorfas son obra de los mismos que habitaban los abrigos de abajo. Los entendidos en la materia no se ponen de acuerdo en otorgarle una ascendencia «prehistórica» de miles de años o ubicarlas temporalmente incluso en época de ocupación romana. Ciertamente no es sencillo el asunto; por lo visto, la falta de restos oseos y el desconocimiento del ritual funerario que se llevaba a cabo dificulta la datación. ¿Eran tumbas destinadas a la momificación? ¿Como en las culturas celtas, eran lugares en lo que se ofrendaban los cuerpos a los buitres?

Y ahora, para despejarnos un poco la cabeza de tantas cuevas y tumbas y nos dé un poco el aire, algunas panorámicas. En esta primera se intuye el embalse de Barbate, Alcalá de los Gazules, y la Sierra del Aljibe: el Picacho, el Aljibe y el Montero. Las cumbres del P.N. de los Alcornocales, con 1.092 metros.

Benalup, o Casas Viejas, como era conocida esta población hasta no hace mucho.

El embalse del Celemín, y al fondo creo que la Sierra de Retín, por la parte de Véjer y demás.

Una vez que exploramos ese área, nos dirigimos a la otra vertiente de la Garganta del cuerno. Para ello, y cuando podíamos, utilizábamos otras lajas para andar con más comodidad y rapidez. No haciamos otra cosa que imitar el buen sentido de los animales; en una de estas grandes lajas hasta se observaba claramente un senderillo grabado en la roca pezuña a pezuña a lo largo de los siglos.

En esta ladera yo pienso que se levantó en esos tiempos de la «edad de piedra» un tipo de urbanización, cómo lo diría…. más exclusiva y menos poblada. Sospecho que ya por esa lejana época ya se empezó a marcar la distancias entre clases y clanes. La cueva-abrigo de abajo lo dice todo: el amplio porche, la columna con su ventanal, el jardín o el campito de golf justo enfrente…

Esta cuevecilla que estaba al lado debía ser sin duda la del servicio…. fíjense en el detalle de los boquetes a modo de escalerilla.

Y otra vez en el camino, digo en la laja… en busca de nuevos territorios. Mirando ahora las fotografías y repensando la excursión ¿quién me niega a mí que no nos asemejábamos a un clan de homo sapiens senderiensis… eh?

Este abrigo-cueva fue creo que el penúltimo que visitamos y obviamente nos dejó boquiabiertos, por sus dimensiones y sobre todo por el arco, en un precario estado de equilibrio. Quiera el destino, la erosión y las leyes de la física que dure mucho tiempo más.

Antes de finalizar la caminata nos topamos con unas cuantas bellas flores e insectos. Los compañeros Paco Vera y José Manuel Amarillo, que se ve que son unos máquinas en esto, no dejaron escaparse a ninguno con sus cámaras. Desde la más mínima flor hasta el abejorro más imposible de fotografiar. Es un placer caminar con gente con esa pasión ¡Y lo que se aprende!

Yo, aprendiz que es uno en estas lides de la botánica y la entomología, también hice mis pinillos, no crean, pero bueno, con unos resultados no muy… muy… completos. Véase si no:

La flor de abajo es obviamente lila titando a púrpura, tiene pétalos muy curiosos la verdad, y todavía no sé dónde consultar si es una centaurea o un cardo borriquero mal fotografiado 🙂 🙂

Oh, y el bichito este de abajo tan guapetón. Me dijeron el nombre y yo creo que a los dos minutos se me olvidó. Algo así como Longicorne, dado que sus cuernos o antenas en ocasiones son más prominentes y largos que su cuerpo. Para qué marear más la perdiz y al bichillo este, os pongo directamente el estupendo enlace de Paco Vera, que nos lo explica debidamente: AGAPANTHIA VILLOSOVIRIDESCENS

Dejo para el final, un hallazgo que realizamos y que revolucionará sin duda la entomología. Se trata de una cucaracha, a la que hemos bautizado como Cibercucaracha Momiensis (En honor a la sierra donde la encontramos) Sospechamos que es una especie invasora procedente con toda seguridad de China. Tal se tratara de un presagio o anuncio del predominio económico-social chino en el futuro, esta cucaracha del lejano oriente ya se ha apuntado a ese futuro y ha desarrollado una especie de placa solar con la que por ahora sólo consigue vibrar y poco más, pero ya, ya aprenderá y se adaptará al medio, y por desgracia acabará desplazando a nuestras cucarachas autóctonas.

Y aquí acaba esta primera caminata con otros blogueros y senderistas de nuestra bella provincia, a los cuales les emplazo y animo a que sólo sea la primera. Va por ellos:

«Chistera chistera, la caminata está fuera»

Y si por si acaso no se han cansado de cuevas, les animo a hacer la misma caminata pero con la mirada de otros dos homo senderiensis que fuimos ese día de ruta:

Caminatas · P.N. Los Alcornocales

Río Hozgarganta, una caminata «a la carta»


3ª dCaminata por el río Hozgarganta

Ahí tienen a los dCaminantes de la 3ª dCaminata por el río Hozgarganta, en Jimena de la Frontera. Trece, más el que hizo la foto y les escribe, catorce. Si se fijan casi todos tienen las manos en los bolsillos, y es que pese al solecito hacía un frío que se las pelaba. Creo recordar que alguien vio en el termómetro del coche 4 grados; un frío inusual en este sucedáneo de  invierno que estamos atravesando. Lo que sí recuerdo bien son los campos cuajados de escarcha a medida que nos acercábamos a nuestro destino, y una niebla muy espesa en el valle, que no tardaría en desaparecer disipada por el apabullante caudal de la luz  mañanera.

El itinerario que realizamos y que muestro en la ortofotografía de abajo es uno más de los muchos que se pueden hacer y degustar en el Hozgarganta. Yo aconsejo a quien se quiera acercar a andar por este río que previamente se prepare su caminata «a la carta», pues puede optar por un buen único plato principal y andar la ruta oficial que discurre pegada al río, o pedir segundo plato y atreverse con una visita al Jardín botánico el Risco, y rematar la faena con el postre; alcanzar el Huerto de la Casa de Esquivel y dar media vuelta. Se pida lo que se pida le saldrá una caminata fácil de digerir y que le costará olvidar, y si no es la primera vez que anda por el sitio encontrará seguro nuevos matices y sabores.

Nosotros ese día pedimos primer plato, segundo y postre. Uno, que es más viciosillo, propuso tomar copa y puro y adentrarnos por el arroyo del Cañuelo para pasar la sobremesa en el molino de San Francisco, pero ahí se quedó la propuesta. Y casi que mejor, pues ya habíamos recorrido unos 8 km y la mayoría ya teníamos estómago, piernas y sensibilidad llenos de tan bello y nutritivo paisaje. Además, se trataba de una caminata para compartir, contemplar y disfrutar.

¿Que no se deciden a pedir o no conocen muy bien la «carta» del lugar?… Está bien, dCaminata les ayuda con la cata, y les explica con más detalle en qué consisten esos platos que nos andamos esa jornada. Por de pronto, vayan tomándose estas aceitunillas, entren en este enlace de Wikiloc para ir abriendo boca.

Itinerario de la ruta

La carta de que les hablo se empieza a abrir en el lugar conocido como la Pasada de Alcalá, cerca del puente. Ahí mismo empezamos con el primer plato, un entrante con sabor a historia y con matices en ocasiones explosivos: la Real Fábrica de Artillería, llamada popularmente como Fábrica de las Bombas. Dicha fábrica, considerada como de las primeras siderúrgicas de Andalucía, permaneció en activo poco tiempo, en concreto desde 1777  hasta 1789; y acabó cerrando por diversos motivos. El principal fue la falta de un caudal constante, ya que el Hozgarganta decrece bastante en época estival. Pero sobre todo, para qué vamos a engañarnos, Carlos III acabaría cerrando el negocio por la escasa efectividad de las balas y bombas que salían de sus fogones, y no porque no hicieran pupa a sus destinatarios, sobre todo ingleses, sino porque éstos, ya sea en Gibraltar durante el gran asedio, o en las Colonias de Ultramar, cocinaban un mejor armamento y sospecho que poseían más puntería para devolvérnoslo.

La obra o estructura más relevante de esta fábrica es su cao o canal, de unos 600 metros de longitud, por donde se le robaba el agua al río y se la conducía a los fuelles. Al inicio de este canal veremos su azud, lugar donde se represaba el caudal. Es fácilmente identificable por los restos del dique, que según sea el agua que lleve el río, nos permitirá cruzar a la otra orilla. Comento esto por si acaso a alguien le da la ventolera y en un último momento se arrepiente y decide cambiar de plato; ya digo que estamos haciendo una caminata a la carta y aquí el senderista siempre llevará la razón. En el otro margen también nos encontraremos con otro sendero, que aunque más estrecho, discurre en todo momento paralelo a la ruta que nos estamos zampando.

Un típico bosque de ribera nos irá abriendo el apetito. En temporada primaveral se aconseja prestarle atención a los tonos púrpuras de las adelfas.

Por el Cao de la Real Fábrica de Artillería

Al principio del cao, donde se encuentra el azud

Un algarrobo

En el río

Hagamos un alto mientras nos traen el segundo plato. Para ir haciendo hueco en el estómago, nos viene ni que pintado este desvío monte arriba por la Vereda de la Encubierta. Con este nombre tan sugerente y misterioso, dudo que nadie no quiera saber a dónde lleva y sobre todo por dónde pasa. Ya les digo yo; nos lleva a la Calle LLana de Jimena, yo creo que la única de esta población que no es una cuesta. Por el camino pasaremos por rincones húmedos y frondosos, frente a hermosos huertos y casas de campo, donde nos sorprendió ver lo que parecían ser almendros. Al término de la calle LLana conectamos con la entrada al jardín botánico.

Desvío a la Vereda de la Encubierta

Vereda de la Encubierta

Calle LLana, en Jimena

Llegando al Jardin Botánico El Risco

¡Eh, camarero, camarero! ¿Le falta mucho al segundo? Es extraño, pero de repente comprobamos que el personal ha desaparecido en el hermoso y sobre todo espacioso restaurante que vamos descubriendo. Sí, señores, es una pena pero el Jardín Botánico El Risco está prácticamente abandonado. Inaugurado hace unos 4 años en un monte muy popular entre los jimenatos, se intentó reunir en su ladera las principales especies arbustivas y arbóreas de nuestro entorno, cada una de ellas con un pivote de azulejo en el que se detalla las características. También se habilitaron 8 miradores para que los visitantes disfrutaran de unas vistas espectaculares. En resumen, una iniciativa genial que en su momento daría trabajo y renombre a la localidad.

¿Y qué ocurrió? Más o menos todos nos podemos imaginar la película. He leído por ahí que al poco de inaugurarlo ya hubo penosos actos vandálicos, y que a las cabras del lugar, no es broma, les encantaba colarse para degustar aquel variado y goloso menú. De todos modos, sospecho que el principal causante de este abandono, de esta triste sequia, es la misma crisis especulativa que no está dejando títere con cabeza ni planta con su raíz.

A pesar de todo, aconsejo firmemente su visita. Las vistas que nos regalarán sus ochos miradores son bellísimas, y gratis, señores especuladores. No importó que desaparecieran los camareros, como si de un improvisado self-service se tratase, nosotros mismos nos servimos, nosotros mismos nos lo guisamos y comimos. Se pueden imaginar ya que como segundo plato tardamos nuestro tiempo en acabarlo, pero acabamos hasta sopeando todas las panorámicas: Jimena de la Frontera y su castillo, los montes de la Teja, la Garganta del Gamero, el Puerto de las Asomadillas; hasta el Macizo de Libar se alcanzaba a ver.

En el Mirador Jimena de la Frontera

La cabra no entraba en el menú

Mirador de la Laja del Aguila

Vistas desde el Mirador del Aguila

Mirador de Poniente

Por al lado del Mirador de Poniente, este de arriba en el que estamos embutidos casi todos, pasa la veredilla por la que salimos del Jardín y regresamos de nuevo al río. Momento es de recordar ese dicho tan acertado de «harto de gachas ¿quién se agacha?. A nosotros ya no nos entraba ni un panorama más, por eso pusimos especial cuidado en el descenso. Abajo nos esperaba el Molino del Gaitán, uno de los cuatro molino que trabajaban en el cauce del Hozgarganta.

Bajando de nuevo al río

Cuesta abandonar estas vistas

Molino del Gaitán

Una vez retirado el plato del Cerro del Risco continuamos la marcha a la derecha, en dirección al paraje conocido como Casa de  Esquivel. Pasaremos por la poza de la fotografía de abajo, donde hallaremos otro paso (de piedras) para cruzar el río, siempre claro que éste nos lo permita. También se puede observar una pequeña terraza arenosa; en fin, un lugar ideal para pasar un buen rato si vamos con los niños. El sendero continua en esa dirección, pasa cerca del molino de Esquivel; de repente se transforma en una calzada empedrada que mínimo debe de ser medieval, si no romana; se acerca otra vez a la orilla y termina en lo que en su época debió ser un puente y que hoy día ha sido sustituido por una hilera de pilones de hormigón.

En este punto podemos abrir de nuevo la carta y elegir qué queremos hacer; o iniciar el regreso o cruzar por los pilones para atravesar el Huerto de Esquivel. Si elegimos esta opción, que fue la nuestra, tendremos que pasar por un par de angarillas y si están los dueños de la Casa por supuesto pedir permiso, ya que es una propiedad privada. Merece la pena, pues tendremos la oportunidad de ver como funciona un rancho tradicional de Jimena.

La pista que atraviesa esta propiedad nos deja de nuevo en la misma poza de la fotografía de abajo. Insisto en la perogrullada de antes, si el caudal es abundante nos será dificil cruzarlo, pero bueno, dejo ya de aconsejar y «guiar» a los clientes senderistas… que me olvido de que esta es una caminata «a la carta».

En dirección a Esquivel

Cruzando el río por los pilones de hormigón

Casa del Huerto de Esquivel

Cruzando de nuevo el río por la poza

Eh, pero no tan rápido, que aún me queda enseñarles qué pedimos de postre. No es otro que el tramo de río que nos dejamos abajo cuando subimos al jardín botánico. Son apenas 500 metros, pero de los más atractivos de la caminata. En realidad estamos andando por esa enorme laja que forma la ladera baja del cerro del Risco  y que muere directamente en el cauce del Hozgarganta. Los jimenatos de antaño que trazaron este tramo no se lo pensaron dos veces; si no hay tierra ni espacio para una calzada la labramos a golpe de cincel en la roca. Y eso hicieron, abrir el camino en la laja, bien pegado al río; hasta una escalera excavaron para facilitar el paso. Unos metros más adelante incluso pasamos por lo que queda de la calzada romana que unía, cerca de dos mil años atrás, Oba (Jimena de la Frontera) con Ocurri (Ubrique), entre otras poblaciones.

La piedra elefante

El tramo de la escalera

Caminito cincelado en la piedra

Un trozo de calzada romana

Finalizando la ruta

Volveremos a encontrarnos con el canal de la Fábrica de bombas, en el punto de partida. Mucho hablar de platos y menús camperos para andar, pero aquí debería de poner ahora la ya tradicional fotografía de los participantes de la caminata tomando la correspondiente cerveza en el bar del pueblo. No la hice, lo cual es imperdonable e incomprensible por la parte que me toca :), seguramente se debió a que estábamos muy a gusto charlando y demás… o a que el camarero se llevó la carta porque en breve el campo ya nos cerraba las puertas y era hora de regresar a la ciudad.

¡Chistera chistera la caminata está fuera!

Caminatas · P.N. Los Alcornocales

Río de la Miel (Para envolverlo y regalarlo)


Poza de la Chorrera

Termino con esta ruta, la primera del 2012, esta trilogía que me ha salido sin querer  queriendo sobre el río de la Miel, pues son  tres las caminatas seguidas que por un motivo u otro he realizado últimamente por este hermoso y popular río. Si en la primera lo subimos para enlazar y descender por el sendero de los Prisioneros, y en la segunda descendimos por la sierra opuesta, por las Esclarecidas; en esta tercera hemos querido ser un pelín menos intrépidos y hemos dado media vuelta a un poco menos de la mitad del camino de los arrieros, también en la ladera baja de las Esclarecidas. En las dos primeras fui con amigos; en esta última con parte de la familia: con Toñi, mi mujer, y dos cuñadas, Alexandra y Susana.

Características de la ruta:

  • Trazado: Circular, o más bien en forma de lazo o moña.
  • Distancia: 5.5 kilómetros de papel de regalo.
  • Dificultad: Fácil – moderada, aunque prefiero cruzar el Parque de los Alcornocales de punta a punta que ir de compras una mañana entera en un centro comercial.
  • Duración: 3 ó 4 horas ( a los que tengan niños les perecerán muchas más, por suerte)
  • Mejor época para hacerla: Cumpleaños, aniversarios  o cualquier otra celebración.
  • Restricciones: Niños, mejor no. Esta es una caminata para hacerla en pareja, aunque ahora que caigo… a nosotros se nos pegaron… ¿cómo se decía antiguamente? ¿Dos escopeteras, sujetavelas, carabinas…? Y no nos dejaron disfrutar del campo en todas sus dimensiones. Que no, jajajaja, que es broma cuñaitas, un placer la compañía.

Como se habrá sospechado, me he querido marcar el pegote y le he regalado a mi mujer (entre otras cosas, claro) por los Reyes Magos, una caminata. En estos tiempos que corren, quizás sea una buena elección aminorar la velocidad y ponerse a ANDAR. Así, a paso de persona se ve la vida con otra perspectiva, y se tiene más tiempo para atrapar las imágenes y los pensamientos. Eso creo que sucede cuando se termina una ruta por el campo; esas imagenes y sensaciones siguen revoloteando a nuestro alrededor por un tiempo y al final nuestra memoria, cual pendrive caprichoso y extraño, retiene unas y desecha otras. Regalar una caminata puede parecer un regalo efímero, pero quizás no lo sea tanto. Me conformo con haber contagiado a mi mujer esa sensación y haberle mostrado este singular e irrepetible rincón de nuestra tierra que todavía no conocía tan a fondo.

Pues eso, amigos senderista, regalen a sus parejas senderismo, y como poco conseguirán sorprender. Se me preparan la ruta, meten en la mochila un par de bocatas de lujo, por qué no una botellita de cava, hacen unas fotografías de recuerdo y quedan tan divinamente. Cualquier sitio bonito vale, aunque yo propongo ésta del Río de la Miel.

Itinerario de la ruta

El inicio oficial de ruta lo tienen en la Barriada del Cobre, en la pista forestal que parte de la Calle Maestra María Luisa, aunque yo prefiero empezarla al final de la Calle Curro Muela, al lado de unas antiguas dependencias de la Guardia Civil que hoy día son utilizadas como rancho y cabreriza. En este enlace de Wikiloc puedes ver más detalles de la ruta. Desde ahí, y siguiendo esa pista, llegamos al puente del río. Si su pareja no conoce la historia tanto humana como natural del entorno, te la preparas previamente a fondo, y la vas largando a lo largo del camino. Así empiezas a sumar puntos.

Inicio de ruta: de izquierda a derecha Susana, Toñi (mi mujer) y Alexandra

Calentando motores

Apareciendo cual Venus Afrodita

Una vez en el puente desenfunda la cámara y te pones a hacerle fotos a tu pareja como si fueras un fotógrafo profesional. El puente da mucho juego, tanto arriba como abajo del arco. Ese momento será perfecto para sacar una chuleta del poema de Ibn Abi Ruh, del s. XII, titulado «El río de la Miel» y recitarlo a mano alzada como lo haría mi admirado Rafael Alberti:

Detente junto al río de la Miel, párate y pregunta
por una noche que pasé allí hasta el alba, a despecho de los censores,
bebiendo el delicioso vino de la boca o cortando la rosa del pudor.
Nos abrazamos como se abrazan las ramas encima del arroyo.
Había copas de vino fresco y nos servía de copero el aquilón.
Las flores, sin fuego ni pebetero, nos brindaban el aroma del áloe.
Los reflejos de las candelas eran como puntas de lanzas sobre loriga del río.
Así pasamos la noche hasta que nos hizo separarnos el frío de las joyas.
Y nada excitó más mi melancolía que el canto del ruiseñor.

Aquí, una de dos, o seguimos sumando puntos o los perdemos todos de golpe, que todo puede ser. Antes de continuar, y como seguro se cruzarán con más gente, no duden en pedirles que os hagan fotos juntos.

Poza de la Chorrera. Final de la ruta oficial

En ese muro de la foto de arriba termina el sendero oficial. Para continuar adelante, que es lo que nos proponemos, se ha de pedir permiso a la oficina del Parque, al tlf. 956418601. Si lo que hemos visto hasta ahora nos ha gustado, lo que nos espera más arriba nos hará flipar en colores. Por cierto, y hablando de colores, si la caminata la hacen en primavera pongan atención a los rosas y púrpuras característicos de la flora de los canutos: adelfas, ojaranzos; y al omnipresente verde de los helechos y demás flora de la laurisilva.

Una vez que saltamos el murete y dejamos atrás la Poza de la Chorrera cruzamos a la otra orilla, al margen derecho del río. Nos adentramos canuto arriba por la vereda que aunque no esté señalizada oficialmente, sí lo está con hitos de piedra. En algunos tramos es aconsejable salirse un poco de la vereda y acercarse al caudal. No teman a perderse… o a lo mejor es eso lo que buscan…

Debemos calcular un kilómetro o algo más hasta que lleguemos a otro espectacular alto en el camino: la Poza de la Cola de Caballo.

Cruzando a la otra orilla

Que yo me la llevé al río pero ¡ay!… no estábamos solos 🙂

Esto sí que es un regalo para los sentidos

Toñi en la Poza de la Cola de Caballo

He aquí la Poza y el salto de agua conocidos como la Cola de Caballo. No dudes en sacarle humo a tu cámara. A partir de aquí andamos y calculamos nuevamente uno 500 metros más o menos; llegaremos a un sitio donde nos será imposible avanzar pues una laja nos cortará el paso. Es momento de cruzar otra vez el río; otros dos hitos de piedra (que seguramente sigan ahí) nos marcará el lugar. Otra pista: unos 20 o 30 metros antes de este cruce del río nos encontraremos con un gran árbol caído.

Está claro que este es el sitio para cruzar ¿no?

Una vez en el otro margen ascendemos por la ladera unos 40 metros, y conectaremos con el camino de arrieros que faldea toda la parte baja de las Esclarecidas paralelo al río de la Miel. Nosotros torcemos y descendemos a la derecha. Esta bella vereda nos dará una buena perspectiva del tramo de río que hemos andado y del que queda más arriba. Una joya geológica formada durante millones de años y que nosotros, ya puestos, nos regalaremos y engarzaremos al cuello.

Este camino nos llevará directamente al Molino del Aguila, tras cruzar un par de arroyos y pequeñas gargantas. Eso sí, pongan cuidado pues hay un par de desprendimientos, pero que se pasan sin peligro alguno.

Conectando con el camino de los arrieros: a la derecha

Garganta del Río de la Miel

Mi Toñi

Y ahora los dos

En el Molino del Aguila

Desde el Molino del Aguila, donde mi mujer se muestra victoriosa, retomamos el sendero oficial y sanseacabó. Acabamos una ruta sencilla, pero a ratos con su pequeña dosis de aventura. Finalizamos una caminata hermosa, y sobre todo auténtica, como la que llevamos andando juntitos los dos desde hace ya 13 años, con la diferencia de que esta última, la caminata vital, no finaliza en ningún sitio diríamos que más o menos cercano.

Las hermanas Quintanas en el puente

Caminatas · P.N. Los Alcornocales

Río de la Miel – Sendero de los Prisioneros


Puente sobre el Río de la Miel

 Por ser esta la primera vez que subo al blog una ruta por el Río de la Miel, permitirán y comprenderán  que me tome la licencia poética de empezar la caminata con un poema, con el poema más antiguo y quizás más famoso referente a nuestro río más emblemático. Lo compuso un paisano, de nombre Ibn Abi Ruh, un eminente y al parecer rico algecireño que vivió hace unos 900 años, en el s.XII. Descartándose que viviera según su estatus social en el Campo de Golf o en la Colonia San Miguel, se especula con que tuviera su almunia, es decir, su chalet con huerto y jardín, en algún punto de la orilla de tan dulce caudal.  Este es el poema:

RÍO DE LA MIEL

Detente junto al río de la Miel, párate y pregunta
por una noche que pasé allí hasta el alba, a despecho de los censores,
bebiendo el delicioso vino de la boca o cortando la rosa del pudor.
Nos abrazamos como se abrazan las ramas encima del arroyo.
Había copas de vino fresco y nos servía de copero el aquilón.
Las flores, sin fuego ni pebetero, nos brindaban el aroma del áloe.
Los reflejos de las candelas eran como puntas de lanzas sobre loriga del río.
Así pasamos la noche hasta que nos hizo separarnos el frío de las joyas.
Y nada excitó más mi melancolía que el canto del ruiseñor.
 

¿A qué altura del hoy maltratado, amputado y cegado tramo urbano del río tendría nuestro poeta su palacete? Cualquiera sabe, lo que sí se sabe, si nos detenemos en sus versos, es que a Ibn Abi Ruh le complacía el vino, la buena vida, que chuleaba a los que «censuraban» su sabia conducta, y que se lo pasaba muy bien «cortando rosas del pudor» en su ribera. ¿No os recuerda esto a otro inmortal poeta, a Federico García Lorca?… que yo me la llevé al río creyendo que era mozuela…

Y ahora, que me perdone nuestro poeta algecireño, paso a explicar las características de la ruta:

CAMINATA POR EL RÍO DE LA MIEL

Detente, senderista,  junto al río de la Miel, párate y pregúntate
si serás capaz de completar esta bella ruta circular de diez kilómetros,
a despecho de los helechos que tapizan y confunden las veredas,
al rebufo de las cabras que con sus pezuñas dibujan los senderos.
Mira que a Natura le gusta montar en la montaña rusa, y que subes y que bajas,
y que el corazón alcanza el grado 3 de los 5 en los que el sistema  MIDE
valora el esfuerzo, pues invertirás entre 3 y 6 inolvidables horas.
Lo bueno es que no te verás tentado de cortar impúdicas alambradas con la imaginación,
pues andarás casi todo el tiempo por terrenos públicos, limpios de alimañas punzantes.
Seguro que puedes, amigo senderista, así que equipa tu mochila de arrojo y bocata,
que te orienta y te empuja monte arriba, tu blog dCaminata.
 

Poca verguenza tengo. Resumiendo, que ese domingo Edy, Ana y yo nos dimos el homenaje de andar y conectar dos rutas emblemáticas de la serranía algecireña: el río de la Miel y el Sendero de los prisioneros. La primera es quizás la más frecuentada por todo el arco de excursionistas que uno se pueda imaginar, desde el senderista «profesional» hasta la pandilla de amiguetes que van a la poza a bañarse, a beberse sus litronas y ya de paso a ensuciar. El tramo del río anterior al molino es el más afectado por este tipo de excursionismo irrespetuoso. Menos mal que al final normalmente se acaba cumpliendo la regla de tres del senderismo; cuanto más lejos y difícil de llegar más respeto y menos basura. Por suerte el tramo alto del río de la Miel sigue siendo dulce de verdad, sin edulcorantes artificiales.

La otra ruta, la de los prisioneros, es tal vez menos conocida, pero no por ello menos interesante. Sin embargo, entre tú y yo, no me importaría que este sendero nunca hubiese existido, pues fue construido con el sudor y la sangre (esto no es una frase hecha) de los soldados republicanos que perdieron nuestra guerra civil. Mi abuelo Diego, que también fue esclavizado en uno de estos batallones de trabajo, pero en Ceuta, estaría de acuerdo conmigo. Este camino hay que andarlo y disfrutarlo en parte por ellos, puesto que al final también nosotros quedaremos prisioneros de sus vistas y de su paisaje.

Itinerario de la ruta

En la ortofotografía de arriba se puede apreciar el pateo que nos pegamos. Son sólo 10 km, pero matones. Si lo prefieres también puedes ver la ruta en este otro enlace, en Wikiloc.

Y vayamos ya con las fotografías y las indicaciones, que Ana y Edy están esperando. ¿Donde? Esta ruta se puede iniciar tanto en la salida oficial, al principio de la pista de zahorra que no sé por qué motivo se llama «Avenida» del Campo de Gibraltar; o al final de la Calle Curro Muelas, lugar alternativo elegido por nosotros. Pasando ese portalón nos encontramos con un rancho de vacas de considerables dimensiones, que según uno de los camareros de la Venta del Cobre fueron dependencias de la Guardia Civil. Por esa pista, y haciendo caso de la «única» baliza indicativa, llegaremos al puente del río de la Miel.

Inicio de ruta

Restos de un incendio reciente

Bifurcación. La baliza nos obliga a seguir a la derecha.

Garganta del río de la Miel

Puente sobre el Río de la Miel

 En varios textos, sobre todo en internet, se puede leer que dicho puente es de origen medieval, e incluso romano, como indica el autor que ha escrito en Wikipedia el artículo que trata sobre este río. Me gustaría saber en qué fuentes ha leído para asegurar eso tan arriesgado. Yo la verdad no me arriesgaría a tirar tan lejos, en todo caso apostaría porque fuera construido más o menos a la par que el Molino del Aguila, en el s.XVIII quizá aprovechando los cimientos de otro anterior, pero ¿romano? También dice esta persona que por este puente y río se pueden ver aún «restos de la calzada llamada la Trocha». Aquí sí que me deja un tanto noqueado. Es innegable que por esta garganta pasaba también un camino de arrieros, incluso más arriba se puede observar como esta vereda está empedrada en algunos tramos, al igual que la Trocha, pero son caminos diferentes, por el río de la Miel no pasaba nuestra Trocha. Ambos, sin embargo, tenían la misma finalidad; conectar con las Corzas y con el Puerto de los Alacranes, y de ahí con el Valle de Ojén.

Subiremos por el canuto hasta que nos salga al paso el cartel de final de recorrido. Nooooo… no hemos acabado todavía, ni mucho menos. Esto sólo ha sido para calentar, una toma de contacto para las piernas y los ojos ¿verdad Edy?

Subiendo por el canuto

Molino del Aguila

Interior del Molino del Aguila

En estos canutos se desarrolla la Laurisilva. Detrás de un nombre tan bonito es obvio que se esconde algo bello y único. La Laurisilva es un tipo de vegetación con unas características peculiares, que sólo se encuentran a gusto en ambientes donde la humedad es alta a lo largo de todo el año y la temperatura constante, con pocas oscilaciones térmicas. Hablamos de árboles y arbustos como el laurel, el durillo, el avellanillo, el ojaranzo y el acebo, todos ellos con la forma de las hojas similares al laurel.

Estamos andando, en realidad, por un paraje natural en el que hace millones de años algo o alguien toco el botón de «pause». A finales de la Era Terciaria, la cuenca mediterránea evolucionaría desde unas condiciones claramente subtropicales hasta definir el clima actual que todos llamamos mediterráneo, con veranos cálidos y secos e inviernos templados y lluviosos. Pero, debemos preguntarnos, ¿en todas partes? No, parafraseando a Astérix y Obélix, hemos de celebrar que en estas gargantas pobladas por irreductibles especies vegetales, la laurisilva resiste ahora y siempre al invasor con unas condiciones ambientales que la hace invencible… ¿Será este invasor (los romanos) el cambio climático, que no tiene nada que hacer contra nuestros canutos? Esperemos que esa poción mágica no se acabe nunca, por favor.

Canuto o bosque de ribera

Helechos reales

La ruta oficial termina en un murete frente a la popular Poza de la Chorrera. A partir de aquí se supone que hay que pedir permiso a la Oficina del Parque de los Alcornocales, ya que entramos en un sector catalogado de especial protección. Sólo que se haya hecho esta catalogación está muy bien, pero estaría mucho mejor si luego esta protección se llevara realmente a cabo.

Sigamos con las indicaciones: Saltamos el murete y pasamos la Poza de la Chorrera. Hecho esto nos veremos obligados a cruzar el río a nuestra izquierda, pero que en realidad es el margen derecho del río según baja. Una vez en la otra orilla, donde veremos otra poza, seguiremos la vereda alrededor de 1 km hasta encontrarnos con el siguiente salto de agua y correspondiente poza, también muy popular, llamada Cola de Caballo. Es reconocible por la inclinación de la laja y por su estrecha cascada.

Poza de la Chorrera

Cruzando a la otra orilla

Poza de la Cola de Caballo

A partir del salto de la Cola de Caballo debemos calcular unos 400 ó 500 metros más, hasta que arribamos a un sitio en el que realmente es imposible continuar y donde hallaremos un par de hitos de piedra. Les hacemos caso y volvemos a cruzar el río, a cambiar de orilla, como hacen en la fotografía de abajo nuestros intrépidos e irreductibles Edy y Ana. Desde ahí subimos por la ladera unos 30 metros y encontramos una vereda, la vereda de arrieros que comenté antes. Salimos del canuto, tomamos esa vereda a la izquierda, monte arriba.

Cruzando de nuevo el río

Vereda que asciende hacia las «cabezuelas»

Garganta del río de la Miel

Edy en plan alpinista

Tramo empedrado del camino de arrieros, similar a la Trocha

Esta camino de arrieros que nos sale al paso parte en realidad a espaldas del Molino del Aguila y finaliza en la carretera de las Corzas. Recorremos la ladera de las Eclarecidas Altas y disfrutaremos de unas vistas privilegiadas de la garganta y de un cachito de Bahía de Algeciras. Acabaremos topándonos con una bifurcación, y tomaremos el ramal de la izquierda, el que nos baja de nuevo al río. A la mitad del trayecto atravesaremos un claro en el monte conocido como las «cabezuelas«.

Bifurcación:tomar el sendero de la izquierda

Volvemos a encontrarnos con el río

Accedemos otra vez al canuto. Merece la pena detenerse un rato, y ya de paso tomar aire porque nos espera quizás el mayor desnivel de la caminata. Cuando cruzemos otra vez el río debemos girar levemente a la derecha y buscar los hitos de piedra que nos irán marcando la senda. Esta asciende cosa de kilómetro y medio hasta el cortijo de Manzanete. Durante el camino comprobaremos que a los madroños les encanta este tipo de ambientes, y ya casi arriba del todo atravesaremos de nuevo un par de claros más en el monte, pero que esta vez se trata de alfanjes, pequeños llanos despejados donde en su día funcionó un horno de carbón

Ahora toca subir hasta Manzanete

Y seguir subiendo…

Madroños

Edy a punto de ser atrapado por la telaraña

He aquí abajo la zona de Manzanete, donde se observa claramente un cruce de senderos. Nosotros haremos caso a las indicaciones de Ana Y Edy, que una vez recuperado el aliento nos invitan a descender ¡Por fin! hacia la derecha. Siguiente objetivo: conectar con el Sendero de los Prisioneros. En ese punto estaremos en un palco vip para gozar de las vistas del tramo alto del río de la Miel, Sierra Luna y las Eclarecidas Altas.

Por fin en Manzanete: A la izquierda

Conectando con el Sendero de los prisioneros

Tramo alto del río de la Miel

A partir de la fotografía del puente de abajo iniciamos como el que dice otra ruta, ¡toma ya 2×1! Estamos en realidad donde finaliza la ruta del Sendero de los prisioneros. Se trata de un puente abandonado, que no llegó a terminarse, y que forma parte del viario del sistema de defensa del Campo Gibraltar ideado por las autoridades franquistas a inicio de la década de los 40 para protegernos de un posible ataque de las Fuerzas Aliadas, que en mala hora no se decidieron a invadirnos. Siempre que paso por ahí me pregunto por qué no llegó a concluirse ¿Porque el peligro pasó y ya no era necesario?  ¿Porque el ingeniero de caminos que lo proyectó  minusvaloró lo agrestre y «guerrillero» del lugar y vio muy complicado pasar de ahí?

Puente abandonado en el Sendero de los prisioneros

En el puente del Sendero de los prisioneros

Divisando la Bahía desde el Sendero de los prisioneros

Desde estas alturas observamos perfectamente el itinerario recorrido y el que nos queda. Abajo serpentea el río de la Miel, encajonado por los montes de Majadal Alto de la sierra de las Esclarecidas y por los montes de Comares, de la Sierra del Algarrobo. Ambos montes son de titularidad pública. A lo largo de este sendero veremos un par de carteles informativos que lamentablemente ya no cumplen su función, pues están como quemados, ilegibles.

Monte de Comares, Garganta del río de la Miel y Bahía de Algeciras

El Algarrobo desde el sendero de los Prisioneros

Tramo más ancho del sendero

Cerca de la zona conocida como de los Tres Pinos, es cuando el sendero de los prisioneros se asemeja más a una carretera, con sus obras de evacuación del agua y sus quitamiedos. En uno de estos hallaremos un testimonio histórico que nos pone en la pista de lo que significó esta injusta obra.  Se trata de una inscripción realizada por uno de los 15.000 presos republicanos que entre 1939 y 1945 fue forzado a trabajar en estos batallones de trabajo. Si tenemos dificultades para leerlo contamos con la ayuda de un gran panel informativo, este sí en buenas condiciones, muy bien ilustrado con texto y fotografías de esa época.

La inscripción dice literalmente: «Aquí ansido (han sido) licenciados los soldados del Batallón Disciplinario nº 22 pertenencientes a la quinta Región. 22-2-42«

Supongo que el soldado en cuestión, además de eso, hubiera escrito algo más acordándose de las familias de las autoridades que le enviaron allí si no hubiese temido más represalias.

Inscripción hecha por un preso republicano

Acercándonos a los Tres Pinos

Bifurcación en el cerro del Rayo: a la izquierda

Finalizando la ruta

Como ven, la ruta la finalizamos en la Venta del Cobre, con una merecidísima cerveza fría en la manos. Va por ustedes y sobre todo por la memoria de esos hombres que sufrieron en esos montes.

¡Salud !

¡Chistera chistera la caminata está fuera!

Caminatas · P.N. Los Alcornocales

Garganta del Capitán


Portada: Arroyo de Botafuego en la Garganta del Capitán

¿Qué lugar elegirían para llevar de caminata a un grupo de personas, algunas de las cuales es la primera vez que te acompañan, que sea cercano, bonito e interesante? ¿Qué ruta elegirían que sea representativa del sector algecireño de los Alcornocales, de su paisaje y de su historia, y que sea medianamente “andable” para todo el mundo? En fin ¿qué ruta elegirían para que ese grupo de personas no te corra luego a gorrazos, te acompañen una segunda vez y sobre todo vuelva a sus casas satisfechas?

Pues en tal tesitura me he visto yo recientemente, y acabé decantándome por la Garganta del Capitán para la que ha sido la 1ª dCaminata Popular, la primera caminata en la que ejerzo diríamos que de guía. La verdad es que la elección del lugar no me supuso un quebradero de cabeza; pocos sitios como la zona de la Garganta del capitán resumen tan bien nuestro entorno más cercano y la interacción del hombre con éste. Y en cuanto  a eso de ejercer de guía, que pensándolo bien conlleva su responsabilidad, sólo diré que sarna (o zarza también podría ser) con gusto no pica, y que el más agradecido soy yo, pues es todo un privilegio compartir con los demás esta pasión andarina, enseñar lo poco que sé y encima que te escuchen.

Itinerario de la ruta

 Tal como se aprecia en el itinerario, la ruta es circular, de dificultad yo diría que mediana pues recorrimos sus buenos 8,4 km, y sólo señalizada en algunos tramos, lo cual no impide una fácil realización si antes estudiamos bien el terreno. ¿Cuánto tardamos? Algo más de 4 horas, pero ya digo, sin prisas, con sus paradas en cada una de las salas de este museo natural, y las correspondientes charlas en PowerPoint y 3D del supuesto guía.

La ruta la iniciamos en la primera pista de la CA- 9208 por el que se accede a la Garganta del capitán viniendo del Cobre. Paralela a dicha carretera discurre el sendero Puerta verde de Algeciras. Tal como indico en el pie de foto de abajo, es el camino de toda la vida para ir a la garganta; al menos el que yo siempre he hecho desde chico. Me recuerdo con 13 ó 14 años, junto a los amigos de la calle, en plan pequeños Indiana Jones por ese mismo camino y posiblemente sin permiso paterno. De las proximidades de Pajarete cogíamos las vías del tren y llegábamos hasta la Rejanosa, cruzábamos el monte y ya estábamos ahí… menudo peligro, pero qué bonitos recuerdos; ya que estamos en plan peliculero, como los niños de la película «Stand by me».

Posiblemente emprendíamos, sin saberlo, una de las dos variantes con las que se iniciaba el camino de la Trocha, el que atraviesa la sierra por esta garganta y conecta con la comarca de la Janda.

A nuestra izquierda contemplaremos los montes de las Esclarecidas y las gargantas. Tal vez tengan suerte y pillen una de esas hermosas mañanas en que las nubes circulan tan bajas que parecen prenderse de las copas de los árboles.

Helos aquí a esos buenos senderistas, de izquierda a derecha: Toñi, Conchi, Carlos, Elena, Cristina, Daniel, Aldana, Julia, Guadalupe, Ana y David.

Amiguetes en el inicio de la 1ª dcaminata Popular

A 1.5 km del inicio de ruta y una vez cruzado el arroyo de la Fuente Santa hemos de abandonar la pista, la cual nos llevaría directamente a la garganta y la poza de la Chorrera, y descender la colina en busca del siguiente arroyo, el de Botafuegos, donde encontraremos el Molino de San José.

Hacia los molinos, por el camino de toda la vida

Y ahora que vamos andando … vamos a contar mentiras. Qué acierto y qué gran inversión han realizado las autoridades competentes al señalizar oficialmente esta ruta para el disfrute de los campogibraltareños y de todo aquel que nos visite. Es imposible extraviarse gracias a las estupendas balizas de madera. Y qué decir de esos paneles informativos en los que dan cuenta de la historia del lugar, del funcionamiento de los molinos, del origen de la Tumba del Capitán, de la singular flora del lugar, etc.

Sí, una pena que sea una burda broma. Quizás sea la mejor forma de afrontar algo a lo que no se le encuentra sentido, y que personalmente me mosquea. Estamos andando, aparte de por un lugar bellísimo, por medio de uno de los mejores capítulos de nuestra tradición. Estamos visitando, señores de la Junta o del Consistorio, me da igual, de enclaves históricos que se levantaron poco tiempo después que la Capilla de Europa o la Iglesia de la Palma. La Tumba del Capitán, por ejemplo, es de ¡1834! nada más y nada menos.  No se comprende que esta ruta, este lugar, no haya recibido el mismo trato que por ejemplo el Río de la Miel, que no haya sido señalizada e incorporada al catálogo oficial de rutas. Así nos va amigos, este es el trato que le damos a nuestra historia, la condenamos a que solita se vaya desmoronando y a que la devore las zarzas.

Llegando al Molino de San José

Molino de San José

 Bueno, ya me he tomado una pastillita contra el desencanto, y otra para favorecer la autogestión, pues humildemente quisiera contribuir con mis tijeras de podar para despejar y dar a conocer algo del pasado de este entorno. Y con la tijera de podar propiamente dicha también, pues la semana anterior, cuando hice el mismo recorrido para preparar la caminata, me entretuve en cortar un poco las zarzas que dificultan el peor tramo de la ruta y facilitar la travesía. Lo digo ahora que no me ve nadie, jejeje, que en su momento me dio vergüenza decirlo. Y vuelvo a insistir desde mi blog: señores autoridades competentes, me ofrezco como operario de mantenimiento de rutas y como guía local, vamos, algo así como un «ecovarilla«.

En la fotografía de abajo tienen un fiel ejemplo de lo que vengo hablando. Lo mismo que los hongos amarillean y se apoderan poco a poco de las fotografías antiguas, en este caso la hiedra, las zarzas y sobre todo el abandono se va adueñando del Molino de San José.

Este molino harinero es, pese a todo, el que mejor se conserva de los tres que en su día trabajaron en el curso medio del arroyo Botafuegos. Consta de dos dependencias: el molino propiamente dicho, de dos plantas; y una sala construida enteramente en ladrillo que serviría como almacén y quizás establo. Contemporáneo de los molinos del río de la Miel y del arroyo del Raudal, su construcción se remonta  al siglo XVIII, cuando los gibraltareños, tras ser expulsados del Peñón por los ingleses inician su particular diáspora, fundan las poblaciones de San Roque y los Barrios y refundan Algeciras. Estos molinos darían de comer a los nuevos pobladores, y es que ¡Había que ganarse el pan!

Interior del Molino de San José

Cao del molino

Compuertas en el cao

Si queremos hacernos una idea de cómo funcionaba un molino harinero, aquí tenemos el de San José.  Aún están a tiempo de observar su estructura y la mayor parte de sus componentes. En la parte de atrás del molino, siempre a una altura superior se encuentra el cao, la acequia que le robaba agua al arroyo y la conducía a los cubos. A través de estos cubos, contenedores cilíndricos de unos 7 u 8 m. de altura (¡Cuidado cuando estemos cerca de ellos!), el agua caía al cárcavo, adquiriendo fuerza y presión, y hacia mover el rodezno en la planta baja del molino, una especie de rueda con paletas que a su vez y mediante un eje transmitía el movimiento a las piedras o muelas que molían el grano, ya en la planta superior. Una vez hecha la molienda el agua regresaba al caudal a través del caz, un canal abovedado de evacuación.

Como anécdota histórica, contar que los molineros más afamados provenían de la sierra malagueña. Especialmente conocidos fueron la familia de los Escalona, que aún se «ganan el pan» en el molino del río de la Miel. Y las ruedas del molino, de Francia; en el par de ellas que aún se conservan en los alrededores puede comprobarse incluso la marca.

Cubos del Molino de an José

Uno de los cubos

Mirando por uno de los ojos del molino.

Continuando el sendero, a través de un conglomerado floral de zarzas, lianas, hiedras, acebuches, adelfas y alisos, entre otros, y a unos 400 m. nos aguarda el Molino de Enmedio. Es común esta denominación cuando son varios los molinos; en el arroyo del Raudal, en los Barrios, también ocurre lo mismo. Aunque quizás tuvieran otro nombre oficial, popularmente serían conocidos por su ubicación: sencillo y efectivo. Este se encuentra «en medio», porque arroyo arriba se encuentra el Molino de las Cuevas, que no visitamos ese día, ya que está prácticamente por los suelos y fagocitado por la vegetación.

Este Molino de Enmedio también lucha por no verse devorado por la espesura. De dimensiones más reducidas, lo más atractivo de esta construcción es el gran arco que sostiene el cao. La frondosidad es tal que hasta cuesta adquirir perspectiva y distancia para realizar una fotografía en condiciones. No se extrañen si cuando se encuentren en ese lugar creen haber visto, entre la maleza, a Mowgli jugando con el oso Baloo y la pantera Bagheera, pues estaremos andando por nuestro particular «Libro de la Selva«.

LLegando al Molino de Enmedio

Eh, que yo también quiero salir…

Accediendo al Molino de Enmedio

Molino de Enmedio, observese el arco a la derecha

Ahí, junto al arroyo de Botafuegos, a escaso metros del molino, hicimos nuestra primera parada. El sitio es ideal para ello, y para contemplar la flora y las condiciones ambientales del canuto.

Un refrigerio en el arroyo de Botafuego

 Justo después de abandonar el emplazamiento del molino, al principio de donde se abre un nuevo claro, debemos estar atentos a un mojón de piedra que nos indicará la dirección a seguir: a la izquierda y monte arriba.

A menos de 100  m. y también a la izquierda, buscaremos una veredilla que se interna a través del matorral. Sí, por ahí, no teman, pues aunque no lo crean, por esa veredilla, por ese pasillo del museo natural que estamos visitando se accede a otra sala histórica: a la Tumba del Capitán.

Tumba del Capitán… Fiiiiirrrrmes.

Cruz con inscripción de la Tumba del Capitán

Cuádrense, saluden al Capitán y pregúntense qué hace una cruz como esta en un lugar como este. En primer lugar leamos el texto del epitafio grabado a cincel en la roca: «Aquí yace Gabriel Moreno que fallesio en 13 de junio de 1834 a los 77 años de edad R.P.E.»

Tumba del Capitán

¿Quién fue el tal Gabriel Moreno? ¿Por qué yace en tan recóndito y apartado lugar? Y ya de paso ¿por qué no se hace mención de su rango militar como «Capitán»?

Para tratar de desvelar el misterio tenemos dos opciones, que cada cual se quede con la que le plazca. La primera, creer a la siempre sugerente voz de las leyendas populares, o acatar lo que propone la tal vez fría y demasiado realista Historia.

La voz del pueblo nos cuenta que ese Gabriel Moreno poseía otro apellido; el de Pantisco. Así pues, este Gabriel Moreno Pantisco sería un soldado, en grado de capitán, que luchó en Dinamarca en una de esas guerras a las que eran muy aficionados nuestros anteriores monarcas. Una vez de vuelta en España lo seguiría haciendo esta vez contra el invasor francés, contra Napoleón en la conocida Guerra de la Independencia. Y se ve que en un momento a lo largo de su vida se le cruzaron los cables y los galones, y cansado de luchar a favor de los Borbones, se dispuso a luchar contra ellos, en concreto contra Fernando VII. Razones y motivos le sobraba. Formó pues un grupo de guerrilleros y se echó a nuestros montes cual intrépido bandolero. No tendría mucha suerte porque al poco tiempo murió a manos de las Migueletes, la futura Benemérita, en un estrecho y encajonado valle que todos conocemos, gracias a Gabriel Moreno Pantisco, como la Garganta del Capitán. La cruz, si continuamos pasando las enigmáticas hojas  de la leyenda, se esculpiría para calmar al espíritu de nuestro Capitán, que al parecer gustaba de frecuentar la piedra donde fue esculpida y los alrededores.

¿Y qué nos tiene que contar la Historia? Pues algo mucho menos romántico y novelesco. La tumba que vemos hoy día junto al arroyo de Botafuegos pertenecería a Gabriel Moreno, un ilustre y pudiente algecireño, nacido en 1760, y posiblemente propietario en esos años del Molino de San José. Quiso el infortunio que a nuestro Gabriel Moreno le pillara por esos campos una epidemia de cólera. Moriría a causa de esta terrible enfermedad y sería enterrado allí mismo pare evitar más contagios.

¿Con cuál teoría se quedan? Como buen aficionado a la literatura y al misterio me tira, claro, la primera; pero también como buen aficionado a la Historia me inclino por la segunda, por la que nos aconsejan los historiadores que han investigado en los archivos municipales. Además, la edad de defunción del tal Gabriel, a los 77 años, no me cuadra mucho en un bandolero, con mucho que se cuidase.

De todos modos, tengan razón o no los historiadores, yo no puedo evitar fantasear cada vez que camino por esta garganta que por los montes de alrededor luchaba un «capitán», un bandolero contra la injusticia y el poder.

Despidiéndonos del Capitán

Regresando a la vereda por la que subimos la ladera, torceremos a la derecha en la siguiente que nos encontramos. Poco después, esta vereda nos obligará a cruzar el tramo, apenas unos 20 m., más propenso a estar embarrado. Yo estaba ahí preparado con mi Nikon a ver si alguien «metía la pata» en el barrizal, pero, me cachis, nadie.

Esa misma vereda nos conducirá a la Garganta, entre helechos y todo tipo de plantas que se afanan en arañarnos, pero se puede pasar con cierta comodidad. A unos 300 m. gira a la izquierda y nos hace encarar el tramo con mayor pendiente. En este punto enlazaremos con el camino que une la poza con el Llano de las Tumbas. Y hacia la poza vamos, a la derecha.

Tramo embarrado

En fila india

Garganta del Capitán

Tramo con mayor pendiente

La poza de la Chorrera es quizás el hito más conocido de la caminata, muy visitado por senderistas y excursionistas ocasionales. No es para menos ya que el lugar lo merece. La humedad, el colorido, el fragor del agua se unen al espectáculo del salto, de la pequeña catarata, y nos sumerge en una época antediluviana, tropical y dinosáurica.

Lástima que ese día no ocurriera nada de eso. Estaba la poza seca, irreconocible, y el salto de agua… sin agua. Por Tutatis y los dioses del bosque ¿dónde estaba ese agua? De las veces que he visitado la poza nunca la había visto así. Con poca agua sí, pero con ¿ninguna? o casi ninguna, no. Me temo que esta lamentable irregularidad no se debe sólo al atípico otoño que estamos viviendo; me temo más bien que se debe a las excesivas captaciones de agua por parte de la empresa del agua, que le está robando el  caudal. Es cierto que el arroyo de Botafuegos, como los demás de nuestra sierra, tiene un caudal estacional, pero es que al final entre unos y otros lo vamos a dejar en uniestacional, de verano, sin agua.

Eso sí, conseguí hacer fotografías con una perspectiva totalmente diferente, desde debajo del ausente salto de agua.

Poza de la Chorrera

Poza de la Chorrera, sin caudal la pobre mía

Para que nadie se quede con las ganas, ahí va una fotografía de la poza en todo su esplendor.

Así sí está bonita

 Retomando el camino, y una vez dado cuenta del bocata, nos dirigimos al LLano de las Tumbas. Este llano en realidad es una terraza aluvial, «fabricada» por el mismo arroyo a base de sedimentos cuando hace miles y miles de años la orilla pasaba a esa altura, muy por arriba del actual curso. Hoy día, aparte de solaz para excursionistas, es un patio de corchas, llano donde se apilan las panas de corcho extraídas de un sector del monte.

Saliendo de la Garganta

Entre alcornoques y hojarasca

Llano de las tumbas

El llano se conoce así por las varias tumbas antropomorfas allí excavadas en la roca. Las de abajo son las más conocidas y accesibles, pero hay más, semienterradas por la hojarasca y la tierra.

Tumbas antropomorfas

 Al final de dicho llano empieza a ensancharse el carril principal que viene desde la misma carretera comarcal, pero como vamos al encuentro del Ventorrillo de la Trocha, cogemos un atajo, un senderillo muy curioso que se abre a la derecha poco antes que se termine la explanada.

Vereda entre el LLano de las Tumbas y el ventorrillo de la Trocha

Ventorrillo de la Trocha

Una en grupo antes de bajar al arroyo de la Fuente Santa

 El Ventorrillo de la Trocha, en la actualidad un rancho de cabras y cerdos, servía vino, café y poco más a los caminantes que frecuentaban el camino de la Trocha hasta finales del s. XIX. Poco después pasamos por uno de los tramos empedrados mejor conservados. Quién esté interesado en saber más de esta ruta, que viste este enlace: La Trocha, nuestro camino.

Camino de la Trocha

Camino de la Trocha

Una vez pasada la garganta y el arroyo de la Fuente Santa, otro sitio espectacular que ya traeré al blog, subimos al Huerto de los Mellizos. Con este nombre se conoce a un enclave también muy conocido por los senderistas. De la misma época supongo que los molinos harineros, sería uno de los ranchos más prósperos de la zona. Hasta hoy nos ha llegado un síntoma de esa prosperidad. En este llano, muy similar al de las tumbas, hay naranjos de los que podemos obtener una buena dosis de vitamina C. Yo al menos lo hago cada vez que paso por allí.

Qué buenos senderistas… al final no se pringó nadie…

Huerto de los Mellizos

Cogiendo naranjas

Desde el mismo Huerto de lo Mellizos, y de la siguiente explanada del Cortijo de Matapuercos se divisa el carril por el que subimos e iniciamos la caminata. Sólo nos restaba llegar a los coches, y cómo no, celebrar la caminata con una buena cerveza en la Venta del Cobre.

Bajando del Cortijo de Matapuercos

Como manda la tradición: Saaaaaaalud y dcaminata

¡A nuestra salud y por supuesto… a la del CAPITÁN!

¡CHISTERA CHISTERA LA CAMINATA ESTÁ FUERA!

Caminatas · P.N. Los Alcornocales

Torre de Botafuegos – Monte de la Torre «La atalaya aquende el rio Palmones»


Torre de Botafuegos

    ¿De quién es esta torre? ¿A qué término municipal pertenece, al de Algeciras o a el de Los Barrios?  No lanzo la pregunta con la intención de suspender o a aprobar a nadie en geografía local, sino para informar de que yo sí suspendí esa asignatura cuando era pequeño.

     Cuando junto a mis padres y hermanos íbamos a coger moras, a pasear por el pantano o simplemente de excursión a la torre siempre iba convencido de que la torre del Monte de la Torre, lo de «Torre de Botafuegos» vendría después, era de Algeciras, igual que lo era la playa del Rinconcillo o Punta Carnero: algecireña por los cuatro costados. ¿Chovinismo infantil? Seguro que sí, pero de los buenos, de ese chovinismo ingenuo propio de los niños, que cree que todo lo que le rodea pertenece a su pueblo, a su clan; ya que nunca se ha parado a pensar que existieran fronteras o límites municipales que le separaran por ejemplo de un niño de Los Barrios, que seguro pensaba lo mismo, y con razón. No quisiera hoy a mis 39 años entrar en conflictos territoriales con mis vecinos barreños, ni disputarles su «propiedad», pero prefiero seguir geolocalizando este monumento dentro de los límites municipales de mi niñez, o el de la tuya, que para el caso es igual.

   De todos modos suspendí por los pelos, pues aunque pertenezca al término municipal de Los Barrios, monte arriba monte abajo, casi cae en el nuestro. Si observan las ortofotografías de abajo, la torre queda al norte del Arroyo del Botafuegos, el que baja de la Garganta del Capitán, que marca junto al río Palmones los límites entre un municipio y otro. A 3 km del núcleo poblacional de nuestros vecinos y a 5 km del nuestro, la Torre de Botafuegos fue edificada hace siglos en uno de los montes con una mejor situación estratégica para controlar el territorio de buena parte de la Bahía de Algeciras.

Mapa de la zona
Ubicación de la Torre

   Botafuegos, seguro que no soy el único que se ha preguntado por el origen de tan sugerente y bonito topónimo. Lo primero que se le puede a uno cruzar por la cabeza es que estemos en un lugar por desgracia con inclinaciones a quemarse. Por suerte no es así. Detrás del topónimo se escondería un origen más pragmático, pues según una hipótesis la torre medieval sería una donación realizada por Alfonso XI, conquistador de Algeciras, o su hijo Pedro I a un tan Bartolomé Botafuego. Este Bartolomé fue un marino genovés que contribuyó con oro y barcos en el asedio y posterior conquista de la plaza algecireña (1342-1344). El nombre de Arroyo del Prior, también tendría una procedencia similar: pago en tierra por favores prestados en la guerra. Estaríamos hablando de Fray Alonso Ortiz Calderón, Prior de la Orden de San Juan, que durante un tiempo comandaría la flota castellana. Este Prior también le daría el primer nombre a nuestro torreado monte, pues ya en el s. XIV se le denominaba «montecillo del Prior«.

   Nombres todos relacionados con la reconquista y la guerra; pero en fin, dejemos a un lado este verde militar y vayamos con el verde ecológico y pacifista que nos interesa, el de las caminatas por el campo.

   Hacia el oeste de la torre disfrutaremos del hermoso perfil de nuestras sierras. De izquierda a derecha se distinguen las gargantas de la Fuente Santa y del Capitán. Si trazáramos una línea en mitad de la fotografía ésta coincidiría más o menos con el camino de la Trocha. Esta centenaria, quizás milenaria vía tradicional comunicaba nuestra bahía con los pueblos del interior y la Bahía de Cádiz, acortando en una jornada el viaje. Soldados, contrabandistas, bandoleros, viajeros varios y trabajadores del monte atravesaban ese paisaje en ambos sentidos, siendo la Torre de Botafuegos testigo de este tránsito secular.

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Gargantas de la Fuente Santa y del Capitán, izquierda y derecha respectivamente.

     Hacia el noreste nos encontramos con la Villa de los Barrios y la vega del río Palmones o de las Cañas

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Vega de Los Barrios, con su «Labrador»

   La Torre de Botafuegos está catalogada como Bien de interés cultural y aunque bien es cierto que ha sido tradicionalmente un hito del excursionismo comarcal, no está de más contar con el beneplácito y permiso de los dueños de la finca. Esta pertenece si no me equivoco a los herederos de la familia Larios, dueños también del Palacio sito en la Finca Monte de la Torre, situado a la derecha del camino. Los Larios, de origen riojano, se establecieron en Málaga a principios del s.XIX, desde donde partiría uno de los hijos a establecerse en Gibraltar, para dedicarse a la banca y al comercio. Se entiende que el Peñón se les quedó pequeño y empezaron a invertir en inmuebles y fincas en el Campo de Gibraltar y aledaños, convirtiéndose con diferencia en los primeros grandes propietarios de tierras. Fruto de esta decisión son un palacio de estilo victoriano en Guadacorte, una Casita de Campo en Jimena de la Frontera y este palacete, cuyo alzado por lo visto recuerda al segundo imperio francés.

    Para visitar la torre se puede acceder por ambos flancos del monte donde se encuentra, pero yo aconsejo hacerlo por el paso de hangarilla más cercano a la finca, como puede verse en la imagen de abajo.

Antiguo camino empedrado

   Un interesantísimo y misterioso tramo empedrado nos conduce directamente a los pies de la torre. Desconozco cuál puede ser su origen, por lo que apelo a la ayuda de quien me pueda poner tras la pista. En algún sitio he leído que podría ser lo que queda de un ramal secundario de una calzada romana; aunque dada la cercanía de la torre, y del trazado del camino que parece dirigirse a ella, también podría ser de origen medieval, contemporáneo a la construcción de nuestra atalaya. Incluso porque no, un camino de herradura de época moderna.

Tramo empedrado 1

Tramo empedrado 2

   Entremos por donde entremos, caminar por este lugar en primavera, otoño o invierno es una gran experiencia sensorial. Las humedades y olores que se desprenden de la maraña de  helechos, lianas y zarzamoras nos atraparán como una bendita telaraña de la que no querremos escapar.

Hermoso alcornoque junto a un regajo

Vistas desde el Monte de la Torre

    Todo lo cual no ha de apartarnos de nuestro principal objetivo: asaltar la torre. Pero ¡Cuidado! No carguen aún sus cámaras, manténgase agachados y alertas. Habrán observado que un enemigo inesperado nos aguarda emboscado a los pies de la torre. En efecto, aún quedan restos de sacos y materiales de la afortunada y necesaria restauración que se realizó entre los años 2008 y 2009. El interior de la torre también muestra un triste estado. Desconozco los motivos de por qué siguen ahí esos restos de la batalla restauradora, aunque ya digo, lo importante es que se haya llevado a cabo la restauración; intentemos obviar estos daños colaterales y tratemos de disparar, digo de fotografiar a nuestro objetivo.

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Aparece la torre tras la espesura

   Ahora, ya… disparen, fotografíen y miroteen a discreción. En este primer ataque trataremos de apuntar y acertar en el QUÉ es esta Torre de Botafuegos.

   En cuanto a su función, la Torre de Botafuegos es un edificio medieval destinado a la defensa y control de un territorio. Ese fue su cometido principal; como función secundaria se podría añadir la  de transmitir señales desde el terrado a otras torres cercanas. Esta función, por el contrario, sí sería la más importante en las torres atalayas que se construirían sobre todo a partir del s.XVI para la vigilancia del litoral, de forma troncocónica y de acceso elevado para impedir los asaltos. Un ejemplo de ella podría ser la torre de Guadalmesí.

   Nuestra torre de Botafuegos fue construida con otros fines. Las últimas investigaciones se inclinan por considerarla residencia, estable o no, de un señor; el cual ejercería dominio y control del territorio circundante, y que incluso cobraría por derechos de paso. Torres con la misma misión y características similares serían por ejemplo la del Lobo, en Getares; la de Almoraima en Castellar o las del Rayo o Torrejosa, en el término municipal de Tarifa, cercanas a Facinas. El asalto a esta última torre lo puedes presenciar en este enlace: Torrejosa, la torre olvidada de Facinas.

   Otra denominación que podríamos usar para referirnos a este tipo de construcciones sería el de torres de alquerías, o lo que es lo mismo, pequeñas comunidades rurales compuestas por varias  familias que explotan las tierras de los alrededores. ¡Y qué alrededores! Nada más y nada menos que la fértil vega del Palmones. No cuesta mucho imaginar un reducido grupo de casas levantadas al pie del monte en su ladera norte, y a los campesinos que la habitan camino de los campos y huertas… o camino de la torre ¡pies para que os quiero! en caso de ataque, para buscar refugio y protección. Frente a la fachada principal se aprecian los restos de un mortero endurecido al que no se le llegó a dar uso. La hipótesis que proponen los que entienden de esto es que formara parte de un cercado defensivo.

    En cuanto a dimensiones ¿De cuánto estamos hablando? Pues de de 6.5 m. de lado y de 10.5 m de altura. Y los muros cuentan con un espesor de 1.80 m. Su planta es cuadrada, y posee dos estancias abovedadas y su correspondiente terrado. Más de una vez he subido a ese terrado cuando era niño, allá por la década, uffff, de los 80, y recuerdo que lo que nos llamaba poderosamente la atención era la cúpula. Tanto a mi padre como a mí nos parecía la cosa más antigua y morisca del mundo. Hasta que leyendo el otro día un artículo que escribió Manuel Alvarez Vázquez, cronista oficial de Los Barrios acerca de la restauración de la torre, me entero de que esta cúpula al parecer no es la original, sino que fue reconstruída-restaurada en la primera mitad del s.XX por el entonces propietario de la finca, Ernesto larios y Sánchez de Piña, y que le sirvió de modelo una cúpula similar existente en la torre de la Iglesia de San Isidro. ¡Toma flecha lanzada a la manzana de mi ingenua imaginación de niño!

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Fachada norte de la torre

Fachada norte. Lugar donde impactó un rayo y que ocasionó una grieta

Vista frontal (2010)

   Y ya que hablamos de puntería, mucha tendríamos que poseer para acertar en nuestra siguiente diana u objetivo: en el CUÁNDO fue construida la Torre de Botafuegos.

    Nos enfrentamos en este caso con el peor enemigo posible, el de la duda y el desconocimiento real, pues aún no se ha realizado una prospección arqueológica en condiciones que desvele este misterio. Desconozco si en la reciente restauración se ha aprovechado para llevarla a cabo. Tampoco las fuentes y los archivos dicen mucho más al respecto. La única cita histórica, en caso de ser cierta, aparece en la Crónica de Alfonso XI, el «reconquistador» de Algeciras.

   En dicha crónica se relatan las peripecias del ejercito castellano en el duro cerco que impusieron a Algeciras entre 1342 y 1344  para arrebatársela al sultán meriní. En uno de sus últimos capítulos parece ser que se la menciona, en el capítulo que aborda la batalla de Palmones entre estas mesnadas alfonsinas y las del ejército granadino que vino a socorrer la ciudad sitiada. El cronista la designa como «atalaya aquende el rio Palmones» o algo parecido. Ahí donde la ven nuestra torre fue testigo de esta batalla, del lance definitivo en el que se decidió que Algeciras cambiara de manos y de dueños. Así pues, y si damos por cierta esta histórica mención, la torre de Botafuegos es anterior al s. XIV. Algunos autores incluso le quieren dar un origen mucho más antiguo y apuestan por la etapa califal.

Fachada principal de la torre con restos de argamasa

Puerta de acceso, con su arco de herradura

Vano superior y ladronera

    Ya que casi tenemos vencida y rendida a nuestra torre, arrojémosle las últimas flechas de gracia: ¿POR QUÉ fue construida en ese monte precisamente?

   Ya he adelantado algo, pero para rematar la faena diré que porque seguramente no había una ubicación mejor para controlar tanto ese territorio inmediato como las vías y caminos que lo atravesaban. Además de controlar el ramal secundario de la Trocha, se controlaban las comunicaciones de Algeciras con Ronda y la Costa del Sol, así como la frecuentada ruta que desde Medina y Alcalá finalizaban en nuestra bahía. Téngase además en cuenta que estamos hablando de un territorio que fue de carácter fronterizo la mayor parte de su historia.

   Vamos, que no se le escapaba una, y si acaso se le escapaba algo, ahí estaba la Torre de Adalides para socorrerla, pues ambas mantenían contacto visual; a continuación pongo una foto de ella. ¿Y dónde estaba esa desconocida torre? Estaba, sí, desgraciadamente, en el acuartelamiento de Adalides, ese que hay arriba de Eroski, en lo que hoy se conoce si no me equivoco como la casita de las Palomas. Al igual que le ocurrió a la torre almenara de Punta Carnero, que fue dinamitada en la década de los 40, esta Torre de Adalides lo fue en 1898 cuando, entre otras muchas cosas, a España no se le ocurrió otra que entrar en guerra con Estados Unidos. Fue destruida para que por lo visto nos sirviera de referencia en caso de bombardeo naval. ¡Menudas mentes privilegiadas los que adoptaron esta decisión!

Torre de lo Adalides

    Bueno, mejor que peor podemos declararnos vencedores en esta particular batalla que hemos librado contra los misterios que rodean la Torre de Botafuegos, así que guardemos en sus fundas las correspondientes cámaras y volvamos sobre nuestros pasos. Antes, sin embargo, echemos un último vistazo al estado de conservación el que se encontraba antes de las tareas restauradoras. Esa sí que es una batalla ganada, pues entre las grietas y desperfectos ocasionados por el paso del tiempo, y las debidas a rayos o raíces o árboles que crecen entre piedra y piedra, la torre corría serio peligro de entrar en un estado de difícil solución.

   Y acordémosno también de la Torre del fraile en el Estrecho y la del Lobo, en Getares, que ahora mismo claman al cielo de envidia y deseperación, pues ellas sí corren verdadero peligro de desmoronarse y convertirse en tristes montones de piedra. Estamos obligados a llevar esta batalla de vida y esperanza a estas otras torres.

Torre de Botafuegos, antes de la restauración

 ¡CHISTERA CHISTERA LA CAMINATA ESTÁ FUERA!

PARA SABER MÁS:

  • La torre de Botafuegos del Monte de la Torre (Los Barrios). Una aproximación a su historia y conservación. Angel Sáez Rodríguez; Pedro Gurriarán Daza. Revista CAETARIA: Revista bianual de arqueología, nº 6-7, 2009, pags. 277-299. La mayoría de los datos históricos los he sacado de este estupendo artículo, pero no consigo encontrarlo en formato online.
  • Los Larios en el Campo de Gibraltar. José Regueira Ramos. Revista Almoraima, nº 17, 1997.
  • Una necesaria obra de restauraciónen el Monte de la Torre. Manuel Alvarez Vázquez (Cronista oficial de Los Barrios). Noticias de la Villa.
Biblioteca · Caminatas · Historia, Folclore y Etnografía · P.N. Los Alcornocales

Caminata por el Facinas prehistórico


Nube levantera

Galopaba con ganas el levante esta mañana por Facinas y alrededores. Seguramente  no fuera el día perfecto para una caminata, pero es que ya está uno un tanto impaciente por que la lluvia haga acto de presencia y ponga al campo en su sitio: verde, fresco, hospitalario. Así  que, a caballo ventoso no le mires las alas, o algo así; no le pusimos muchas pegas a montarnos a lomos del levante y disfrutamos de una bella ruta circular desde Facinas a Garganta Mariano… pasando por la Prehistoria, eso sí.

El impulsor de esta caminata ha sido Antonio Garrido, fuera de su casa conocido como Garry. ¿Y quién es este joven señor? Nada, un novatillo en estas lides, otro que como yo se aburre los domingos y quiere conocer nuestro entorno. Menos mal que se ha comprado un GPS Garmin, que si no…. 🙂 no… que no, que seguramente le conozcan, pues estamos hablando que yo sepa del pionero en la promoción del senderismo en el Campo de Gibraltar. Es curioso, yo le conozco de toda la vida, pues cuando eramos críos entrenábamos en el club de Atletismo de Algeciras ¿UDEA se llamaba, al principio?, pero ésta ha sido la primera caminata que hemos hecho juntos; de hecho hemos vuelto a tener contacto gracias a estos tejemanejes camperos. A ver para cuando la próxima, pues aquí nuestro amigo tiene una agenda de ministro. Ironías a un lado, la agenda digo yo que será la misma que la de cualquiera de nosotros, ya saben: trabajo, familia, media hora de recreo, luego otra vez familia, en fin…

Pero donde no se cumplen las similitudes con el común de los ciudadanos es en el milagroso provecho que le saca a esa media hora de recreo que disfruta un padre de familia normal. Lleva palante o en la mochila, qué se yo cuántas cosas: Los Cuadernos-guías de senderismo, la web Betijuelo, el muro en Facebook Andar por el Campo de Gibraltar, el blog El montañero ausente, el Fanzine Kristal (desde hace más de 20 años), la publicación sobre montaña Al límite, hasta hace poco el club de escalada Al Hadra… No sé yo cómo se las apaña. Una de dos, o es muy ordenado o en realidad nos miente a todos, tiene un gran despacho por ahí y es desde hace tiempo, dada su agenda, Ministro de cultura independiente del Campo de Gibraltar.

Garry mostrándonos el camino al Neolítico. Al fondo de aprecia el dolmen del Bujeo

Homo sapiens senderiensis al pie del dolmen.

La ruta que recorrimos, circular, saldrá en su próximo cuaderno. De unos 6 o 7 km está pensada para que se pueda hacer en familia, y mejor que mejor en primavera. Como es una historia que se está currando él no subo una ortofoto del recorrido que hicimos, pero vamos, el lugar es merecedor de al menos un par de visitas, y según sean nuestras ganas de andar hay veredas para unas cuantas alternativas. Dcaminante no hay dcamino, se hace ruta al andar.

Una prueba más de que Facinas, mal que le pese y sorprenda a algunos, ha sido escenario de la Historia desde siempres, son los dólmenes y menhires que nos legaron nuestros ancestros. Situada en una zona montuosa, atravesada por todos lados por fuentes, regajos y pequeños arroyos, los campos que conforman hoy día Facinas debieron ser un lugar idílico para nuestros parientes del Neolítico. Ahí tuvieron todo el tiempo del mundo para plantar las primeras cosechas, pues hacía poco que se había «inventado» la agricultura, y para cazar y pescar; ahhhh y sin alambradas y cotos privados que les entorpecieran, qué gozada. La cercana Laguna de la Janda, también supuso un atractivo para que prosperaran esas poblaciones.

El Dolmen que casi tapa el Homo Senderiensis de arriba es el Dolmen del Bujeo. De los tres que nos han llegado es el que mejor se conserva. Qué fuerte pensar que en ese mismo lugar, hace quizás unos 5 o 6 mil años se lloró la muerte de algún ser querido, y que esas mismas personas fueron, al igual que los primeros agricultores, los primeros en tejer los hilos de una espiritualidad y una religión reconocibles. Los otros dos dólmenes, el de la Mesta y del Mirador, no han conservado la losa superior horizontal, y pueden ser confundidos con simples lajas de piedra arenisca del lugar. Sé que están por ahí cerca, pero ¿dónde exactamente? Se agradece la colaboración de quien lo sepa.

Menhir en el canuto de Tribucio, a espaldas de Facinas

Menhir en el canuto de Tribucio (fotografiado en el 2007)

Menhir de frente, obsérvese las marcas, al parecer artificiales.

A menos de un kilómetro del dolmen, recordemos que estamos a las mismas espaldas del pueblo, nos sale al encuentro el Menhir del Canuto de Tribucio, cuyo arroyo discurre a sus pies. Dispuesto en una pequeña zona amesetada, posiblemente dedicada en esos tiempos al cultivo, el menhir estaría relacionado con la fertilidad de las cosechas. Al igual que ocurre con los dólmenes, hay por lo visto otro menhir por los alrededores, el de la Vaguada. Nosotros no lo vimos, o lo mismo sí, no estamos seguros; ya digo que otras lajas puntiagudas de arenisca sobresaliendo nos puede hacer dudar. De hecho los constructores de estas piedras talismán aprovechaban las lajas con una forma ya medio esculpida por la naturaleza. Si quieren saber más les recomiendo que repasen las aventuras de Astérix y Obélix.

Laja de Aciscar

¿alcornoque o cornamenta de venado?

Mai y ... lamento no acordarme del nombre del chaval.

 Dejando atrás este paseo por la prehistoria salimos a la zona conocida como las Cabrerizas, en la ladera norte de Saladaviciosa. Como su nombre indica, un enclave dedicado tradicionalmente a la cría de cabras, desde donde obtendremos bellas panorámicas del agro facinense. Veremos el Pantano de Almodovar, el Cerro de la Torrejosa, los Tornos, la Sierra del Niño…

Cortafuegos en la Sierra de Saladaviciosa

 Un par de kilómetros adelante llegaremos a la Garganta de Mariano, la primera de una serie de ellas que se suceden hasta la Garganta del Rayo, ya en Puertollano.

Garganta de Mariano

Y aquí estamos los dos. Anda que no tuvimos ocasión de fotografiarnos antes con fondos espectaculares. Pues toma chumbera que te crió al término de la caminata.

Chistera chistera la caminata está fuera

Caminatas · P.N. Los Alcornocales

Del Puerto de la Zarza a la Albarda; O La Trocha, nuestro camino (2º parte)


El Cobujón de las Corzas y la Garganta del Capitán desde el Cerro del Fraile

Si antes estás interesado en leer la 1ª parte de la ruta de la TROCHA, NUESTRO CAMINO, pulsa AQUÍ

A principios de junio a mi colega Eddy y a mí se nos ocurrió visitar una zona de la Sierra de Algeciras que antes no habíamos explorado. Pienso que este tipo de caminatas dan mucha satisfacción, pues se tiene la sensación de hallar una pieza de un puzzle que se va completando poco a poco con cada caminata. . El recorrido que hicimos va del Puerto de la Zarza hasta La Albarda, lugares que yo al menos ya conocía de anteriores caminatas, por eso indico que la zona inexplorada en cuestión es lo que queda más o menos en medio: El Puerto de los Alacranes.

Como todo puerto de montaña, el de los Alacranes es un paso que permite el cruce de dicha montaña. Para que se vayan situando aquellos que no lo conozcan, en este puerto confluye, por la ladera este, la que da a Algeciras, la Garganta del Capitán en su tramo inicial. A un lado tendríamos el pico de la Sierra de la Palma (554 m.) y al otro el pico de Sierra Luna (786 m.). Más o menos en la mitad de este puerto, dividiéndolo por lo tanto en dos, despunta el Cerro del Fraile, con 527 metros de altura. Y por la otra cara, el lado oeste, ya en el término municipal de Los Barrios accedemos a la Garganta y el Valle de Ojén. Históricamente ha sido un paso muy transitado, ya que por él serpenteaba el camino de la Trocha, ruta que puedes consultar en este otro artículo: La Trocha, nuestro camino. Gracias a este antiquísimo sendero de herradura se ahorraba un día de marcha, al no coger por la costa, y se accedía casi directamente a la comarca de la Janda.

Como consecuencia de la importancia de este camino y de este puerto, nos encontraremos pienso que con los dos cortijos más antiguos de la zona; La Casa de las Corzas, en nuestra vertiente, y el Cortijo de Ojén, en la otra. Del primero no he encontrado datos, pero del Cortijo de Ojén sí puedo informar que ya existía como señorío en 1502, cuando el mismo Fernando el Católico envía un poder a D. Diego López de Haro, Alcaide de Gibraltar, nombrándole repartidor del término de Gibraltar. Uno de los señoríos que este debía repartir, osea vender, pues se ve que Fernando andaba corto de pelas, es el de Ojén, en esos tiempos llamado Oxen. ¿Cuánto costaba este señorío? 81.300 maravedíes,  que al cambio actual digo yo que serían muchos euros. ¿No sería nuestro católico Fernando uno de los primeros en ponerse a inflar la burbuja inmobiliaria?

Lamentablemente, cinco siglos después, serán sus actuales dueños los que rompan con la definición de puerto de montaña, pues impiden el paso libre por su dehesa, por la vía pecuaria que cruza sus tierras. Más abajo entraré en detalle sobre esta cuestión.

Bien, ¿y cómo se llega a este sitio? La opción más viable, aunque menos natural, es llegar en coche. Debemos ir en dirección a Tarifa, por la N-340. En el km. 95 hay un desvío a la derecha: ahí está el Area recreativa del Bujeo y empieza la carretera de las Corzas. A unos 8 km nos encontraremos con el Puerto de la Zarza.

Incluyo un par de croquis, con la esperanza de que un par de imágenes valgan más que mil palabras.

No aporto muchos más detalles de la caminata, salvo que recorrimos poco más de 8 km. Lo que pretendo sobre todo es mostrar en imágenes una zona de la sierra que pienso no es muy conocida, y debatir sobre el asunto espinoso de las alambradas y caminos públicos.  Creo haber leído por ahí que el 77 % de las tierras del Parque son propieda privada, y en principio no accesibles o accesibles con permiso. Esto nos lleva a pensar que el Parque podrá ser Natural, pero lo que no se ve muy natural, es la relación o buen entendimiento entre estas propiedades privadas y las apetencias del ciudadano de disfrutar de la naturaleza que se encierra en ellas. Hago pues una invitación a conocer esta pequeña porción del Parque que está fuera de los recorridos al uso, aunque sea desde la alambrada.

Vamos a ello. Este de abajo es el Puerto de la Zarza, el paso entre Sierra Luna y Las Esclarecidas altas, o dicho de otro modo, lo que hay entre la Garganta del Río de la Miel y la Garganta del Capitán. Pocos metros atrás está la entrada principal a la Casa de las Corzas.

Puerto de la Zarza

¿Alguien sabe qué planta es esta? Parece un cardo, pero ¿tan alto?

Dedaleras

En esta parte de la sierra la vegetación es abundante y rica. Los márgenes de la carretera de las Corzas están que revientan de helechos, dedaleras y ojaranzos, alcornoques y algún que otro quejigo. Como vamos en dirección norte, a nuestra izquierda quedan los terrenos de la Casa de las Corzas, con su correspondiente vallado, que se lo podrían haber ahorrado, pues yo creo que hasta para el ganado es casi imposible colarse o escaparse dada la frondosidad de las plantas.

Casa de las Corzas, al fondo

Carretera de las Corzas

Al ratillo nos saldrá al encuentro este desvío. Es el que nos llevará al Puerto de los Alacranes y al Cerro del Fraile. Como dije antes, este puerto está dividido en dos pasos o corredores por el Cerro del Fraile, por tanto, por uno de ellos tendría que pasar el camino de la Trocha. Angel Sáez, del Instituto de Estudios Campogibraltareños, en su artículo «La  Trocha, un ruta por la sierra entre Algeciras y La Janda«, incluye una sección de mapa topográfico del IGN en el que parece observarse que el trazado de la Trocha corre paralelo al arroyo de la Garganta del Capitán, cerca pues de la Casa de las Corzas, y de ahí busca el corredor del puerto situado más al sur. Para intentar hallar algún vestigio en el terreno de este trazado habría que acceder a las tierras de la Casa de las Corzas; y de eso se arrepiente uno, de no ser un corzo para tener entrada preferente.

Por tanto, este camino en el que se encuentra Eddy es el único que se puede transitar sin que te encuentres con ninguna valla ni alambrada, pero conduce al corredor del puerto por donde se supone no discurría La Trocha. Sin embargo, Angel Sáez en su artículo habla también de los ventorrillos que saciaban la sed y el hambre de los usuarios de tan  tradicional camino. Saliendo de Algeciras, el primero sería el Ventorrillo de La Trocha, y 15 km después el más inportante: la Venta de Ojén, pero también apunta que a medio camino estaba el Ventorrillo de Las Corzas, el cual sería abandonado en la década de los 40 del pasado siglo veinte.

Desvío hacia el Cerro del Fraile

Nosotros nos topamos con la casa esta que muestro abajo. No había nadie ese día para preguntar, pero tiene todo el aspecto de ser una edificación construida a principios del pasado siglo. Obviamente, nada demuestra que esta casa, remodelada tal vez, fuera en su origen ese Ventorrillo de las Corzas, pero a falta de pruebas diriamos que arqueológicas, yo al menos me apaño con la imaginación.

Pasara por donde pasara La Trocha, Eddy y yo seguimos adelante hasta llegar al Puerto de los Alacranes y el Cerro del Fraile.

Subiendo al Puerto de los Alacranes

He aquí  lo que yo llamo el paso norte del Puerto de los Alacranes, el Cerro del Fraile a continuación, y detrás de éste el paso sur. Lo de al fondo es Sierra Luna. Es curioso la de cerros y montes que se llaman del Fraile; quizás se deba a que son lugares que invitan al retiro, a la meditación o al rezo, al ser tan silenciosos y tranquilos. Doy fé de que es así.

Cerro del Fraile

Las fotos siguientes son una muestra del bello paisaje que se puede divisar desde la cima de tan beato cerro, al que subimos. El Cobujón de las Corzas es espectacular, formando como una especie de embudo que recoge el agua de las laderas circundantes. La perspectiva, para nosotros nueva, de la Sierra de la Palma y Sierra Luna te dejan un tanto boquiabierto. Es necesario una contempalción relajada para apreciar todos los matices de colores y formas del relieve. Resumiendo: amén, Fraile, amén.

Cobujón de las Corzas y Garganta del Capitán

Sierra de la Palma con Gibraltar al fondo

Sierra Luna y Casa de las Corzas

Luego seguimos otra vez en dirección norte, junto al vallado que delimita las tierras del Cortijo de Ojén. Como se puede observar, arriba de la cima hay una torreta de vigilancia contra los incendios. No es de extrañar, desde ese punto se divisan kilómetros y kilómetros a la redonda; tanto del Valle de Ojén, la sierra algecireña, como de la Vega del río Palmones.

Vallado en la Sierra de la Palma

Vallado y torre de vigilancia en la Sierra de la Palma

Las fotografías de abajo son del Valle de Ojén. El cortijo, que abarca casi todo el valle, queda oculto a la derecha. Al fondo casi se adivina el embalse de Almodovar y los «molinos» de viento, y la gran laja de arenisca conocida como el Risco blanco, por donde discurre otra ruta muy conocida y valorada por los senderistas. Por este valle descendía como he dicho el camino de La Trocha, hacia la Venta de Ojén. A éste se le unía otro camino tradicional, denominado el Arenoso a Ojén, que partiendo de Los Barrios ascendía por la Garganta del Prior, cuyo arroyo provee el embalse del Monte de la Torre. Si mirásemos en un mapa o en Google Earth, advertiríamos que en la actualidad un camino bastante ancho y bien trazado serpentea por la espesura comunicando el Puerto de los Alacranes con el Cortijo de Ojén y con la carretera comarcal que une Los Barrios con Facinas.

Valle de Ojén

Risco Blanco, al fondo

Valle de Ojén y Sierra del Niño, a la derecha

¿Y por qué no se puede cruzar libremente por este valle? se preguntarán. Porque es una propiedad privada, básicamente, contestarían los dueños de la finca o dehesa, pero ¿no pasa o pasaba por aquí una vía pecuaria, una vía pública por donde transitaba el ganado? volvería a preguntar cualquiera interesado en caminar por este valle, por ejemplo yo mismamente. Además ¿no influirá en esta decisión, señores propietarios, una denuncia que se cursó contra ustedes allá por el 2006?

En efecto, en marzo 2006 se celebró un juicio contra Carlos Masaveu Mora Figueroa, representante de la finca, a demanda de la organización ecologista AGADEM, ya que los propietarios de dicha finca levantaron en 1997 una malla cinegética, sin el permiso de las autoridades del Parque, en una zona catalogada como de especial protección, colindante por lo visto con los LLanos del Juncal. La dichosa malla se llevó por delante a numerosas especies protegidas como rododendros, acebos, laureles,etc. además de cortarle el paso y el rollo a los corzos que por allí rumian  Menos mal que triunfó el sentido común y los dueños admitieron que habían cometido un delito ambiental; retiraron la malla y restauraron el daño ocasionado. Sospecho que los Mora Figueroa no tienen desde ese día en muy buen concepto a ecologistas y senderistas, y nos están cobrando lo costes del juicio. Para leer la noticia entera aconsejo que visiten este enlace: El propietario de la dehesa de Ojén es condenado a seis meses de prisión, de donde extraigo los datos.

No acabó entre alambradas, digo entre barrotes; tampoco es eso. La pena de prisión fue cambiada por lo que he comentado antes, más 6 euros de multa al día durante 6 meses. No parece mucha multa para una familia de grandes propietarios que recibe bastante dinero fresco desde Europa por el asunto de las subvenciones de la política agraria común. En este otro artículo se puede ahondar en lo mismo, y comprobar que a los pudientes y hacendados no les afecta mucho las alambradas de la escasez: Agricultura hace pública la lista de beneficiarios de las subvenciones de la Unión Europea.

¿Y las autoridades, no tienen nada que decir al respecto? A ellas acudí, intentando despejar algo esta maraña de conceptos y normativas, que la verdad me sobrepasan. Llamé por teléfono a la Oficina del Parque natural de los Alcornocales. Fui al grano, las preguntas fueron estas: ¿Es posible caminar libremente por el camino que cruza la dehesa de Ojén? ¿Es un camino público? Una de sus trabajadoras me contestó con mucha amabilidad, pero no de la forma didáctica que yo hubiera deseado. No, no se puede atravesar la dehesa de Ojén por ese camino si no es con el permiso pertinente de los propietarios, pero se está a la espera de delimitar y referenciar con GPS el trazado de una vía pecuaria que sí que pasa por dicha finca. ¿Entonces el camino al que yo me refiero no coincide con la vía pecuaria? No digo su trazado exacto, sino su ubicación, pues documentándome he descubierto que las principales vías pecuarias son la Cañada Real (75 metros de anchura), el Cordel (37,5 metros de anchura) y la vereda (20 metros de anchura). Así pués, alguna de estas atravesaría la dehesa, pero ¿por dónde entonces? Yo me doy por vencido, por eso apelo a la ayuda de los que al leer este artículo, supieran algo más sobre el asunto y me dijeran, esto es así, Juanma, relájate y descansa de La Trocha ya, anda…

Y tendrían razón, pero antes de relajarme, el último apunte: Pese a cancelas, alambradas y carteles prohibitivos de todo tipo, algunos valientes han cruzado esta finca. En wikiloc se puede encontrar una ruta de mountanbike realizada por un tal JuanNegro en junio de 2008. Este es el enlace: Corzas, desde el Cobujón de las Corzas hasta el carril de Ojén.

Ruta de Mountanbike, por JuanNegro (en wikiloc)

Atentos al comentario de nuestro colega bicimontañero, no tiene desperdicio:

Pues si!
Toros bravos yo no he visto, pero si dos guardas con unos quads que se desviven para pillarte, ademas la finca está protegida por ultrasonidos que por lo visto lo quiera uno o no dan la alarma a los guardas, este track lo pusimos en plan experimento para un grupo de amigos y de hecho lo llegamos a hacer pero claro que teniendo una «charla» con los señores de los quads. Lo más gracioso de todo es que el camino es una via pecuaria y por lo tanto la condena de este con una valla es ilegal, la Junta de Andalucía lo sabe y lo permite… cosas de locos, un saludo!

Otro colega y tocayo, Juanma64, que de vez en cuando me honrra con su visita al blog, hizo no hace mucho este comentario, haciendo alusión a la vía pecuaria que atraviesa la finca, llámese La Trocha o Arenoso a Ojén:

la vereda del arenoso se hizo hace ya varios años por parte del al hadra ,camino y jara , riscos blanco , agaden ,ccoo, ugt, quercus y ayuntamiento de los barrios y no me acuerdo de mas gente en una marcha reivindicativa y la atravesamos desde venta ojen hasta botafuegos eso si escoltados por la benemerita ,forestales y guardas de la finca de ojen.te puede dar informacion de esta ruta antonio joaquin del club al hadra.

Este es el panorama que había hace unos años y que imagino continua en el presente: guardas con quads, ultrasonidos, benemérita, ecologistas escoltados, propietarios empecinados… si no fuera este un asunto serio, diría que este es un caso perfecto para el Equipo A.

Pero bueno, sigamos con la caminata, que el Eddy lleva ya un rato esperándonos. Aunque no se puede quejar para nada, juzguen ustedes si no las vistas que tiene.

Garganta del Prior, Los Barrios y Vega de Palmones

Lo mismo de antes pero conmigo en medio

El siguiente hito de la caminata es La Albarda, la parte alta de la Garganta del Prior. Es una zona repoblada con pinos piñoneros, pero donde persiste aún una buena colonia de acebos. La Garganta del Prior tiene tramos espectaculares, y muy salvajes. Sólo la he recorrido una vez, pero la temporada que viene será de las primeras que documentaré el el blog.

Hacia La Albarda

La Albarda

En ese roquedal dimos media vuelta

Aquí parece que estamos preguntando ¿No serás tú experto en vías pecuarias campogibraltareñas?

Ahí nos despedimos, a una hora prudente antes del almuerzo, pues en ambos se cumple ese dicho de «dos hijas y una madre, tres demonios para un padre». ¡Vaya con los refranes! ¿no? Lo dicho pués, amable lector, gracias por haber caminado hasta el final de este artículo, y perdona tal vez la profusión de texto, pero es que hay caminatas que lo necesitan, porque de lo contrario se quedarían al pie de la alambrada.

Para saber más:

Caminatas · P.N. Los Alcornocales

La Cueva de los Maquis


Primer abrigo de la cueva de los Maquis.

      (Nota): He modificado sustancialmente esta entrada, eliminando el track sobre el mapa y las indicaciones para acceder a los abrigos. En los últimos años se han observado nuevos actos de vandalismo (grafitis) por parte de desalmados que no muestran nada de respeto por nuestro patrimonio histórico. Estoy seguro de que el origen de estos atentados no proviene de personas que puedan visitar este blog o cualquiera de los de mis colegas, senderistas con conciencia y defensores de nuestra naturaleza y su historia, pero quiero rectificar y aportar mi granito de arena para que este emblemático lugar no sea tan accesible para aquellos otros que no lo son.

         En la fotografía de arriba se nos ve acceder a la primera de las tres cuevas- abrigos del lugar llamado precisamente así: Cueva de los Maquis, en Castellar de la Frontera. Echándole un poco de imaginación, en vez de a unos excursionistas, se podría observar a unos de esos guerrilleros buscando refugio para pasar la noche, con el miedo constante a ser vistos por la Benemérita. O ya puestos, y echándole mucha más imaginación, a dos paisanos nuestros del neolítico o la edad del bronce, persiguiendo más o menos lo mismo en esta enorme laja: protección, cobijo.

         Esa es la sensación que se tiene ahí arriba, la de estar en un sitio privilegiado para ocultarse y a la vez defenderse, la de estar en un castillo natural. Que se haya usado esta laja y sus oquedades desde tiempos remotos lo demuestran las pinturas rupestres que sobreviven en sus paredes a las inclemencias del tiempo y del hombre. Pertenecen al denominado arte sureño, concepto que engloba a pinturas realizadas en las provincias de Cádiz y Málaga entre el 2.500 a.c. y el 20.000 a.c. y que por complejidad y antigüedad, nada tienen que desmerecer al arte rupestre de tierras norteñas.

         Transcurridos siglos y siglos de ocupación humana y animal, unos nuevos nómadas hacen suyo este lugar al término de nuestra contienda civil. No  los persigue el oso de las cavernas, aunque casi, pero viven en el monte de forma similar a la que lo hicieron sus ancestros de la edad del bronce. Son los maquis, los guerrilleros que optaron por seguir combatiendo al fascismo tras la guerra. Caminan grandes distancias por el monte, procuran no dormir mucho tiempo en el mismo lugar, y cazan, y realizan emboscadas, e intentan no ser cazados a su vez. Viven en una nueva edad, la del plomo de las balas que les acechan. También ellos dejarían constancia de su paso por esa laja; un conjunto de inscripciones grabadas en la roca relacionadas con la política y la guerra.

 

         Cuando llevamos recorrido una tercera parte de la caminata nos encontramos con esta pequeña charca, toda erizada de juncos, y bellísimos y enormes ejemplares de  los árboles más característicos del parque.

         Desconozco si este lugar, esta charca, tiene nombre, que casi seguro, pero se nota la mano del hombre y su uso continuado a lo largo del tiempo. Por cierto, estamos andando por la finca de la Almoraima, la que perteneciera a la Familia Ruiz Mateos. Hoy día es de propiedad estatal y la gestiona el  Organismo Autónomo de Parques Nacionales. Se supone que habría que pedir permiso para transitar por este sitio, en el nº 956 69 31 11.

Alcornoques

Quejigo

Alisos

        El alcornocal dará paso a una densa zona de brezales, de una hermosa gama de colores y olores en esta época. El camino nos irá conduciendo poco a poco hacia la izquierda, siempre ascendiendo.

Brezales

      Atravesamos frondosos brezales hasta llegar prácticamente a nuestro destino, a los Riscos de los Bazanes, donde podremos observar lo que son capaces de hacer el viento, pero sobre todo la lluvia, con la roca arenisca, que aflora entre la vegetación como corroídos esqueletos de otras eras.

     

          Se aconseja subir por el margen izquierdo de la laja, donde hay una veredilla abierta, y una vez arriba extremar las precauciones, pues la altura es considerable por el lado que da al pantano.

       Luego lo suyo es soltar la mochila y explorar la zona; tratar de encontrar tanto las pinturas rupestres como las inscripciones hechas por los maquis. La arenisca, a modo de lienzo, nos deparará gratos momentos de «lectura».

Y como no, comerse el bocata, que ya es hora; no todo va a ser caminata…

       Y amenizar la digestión con las esplendidas vistas que nos proporciona el lugar, una de las mejores panorámicas 360º que yo haya visto.


         En cuanto a las pinturas rupestres, abajo pongo dos muestras de las que yo encontré. En la primera se aprecia una figura humana, y en la otra yo veo como una especie de signo solar. Recordemos que estas pinturas tienen miles de años, que fueron pintadas cuando aún no existía la escritura y no había en toda la península nada que pudiera parecerse a un pueblo o una ciudad. Siempre que me hallo frente a una de estas manifestaciones artísticas no puedo evitar imaginar a su autor ejecutándola en ese momento, en cuclillas, la melena andrajosa, cubierto quizás con pieles de venado…

         Otra cosa que tampoco puedo evitar en estos casos es lamentar el estado de indefensión de estos abrigos frente a posibles bárbaros. De hecho, al lado de algunas pinturas se pueden ver marcas y rayones actuales. Una vez más, las administraciones públicas crean normativas que luego incumplen casi sistemáticamente, pues este es el estado habitual de cuevas donde hay restos prehistóricos: Desprotección.

       A quien le interese este tema de nuestro arte rupestre, ver más fotografías de este sitio y de todas las cuevas y abrigos de la comarca y alrededores le aconsejo visitar esta estupenda página: ARTE SUREÑO, el arte rupestre del extremo sur de la Península Ibérica. Podrán documentarse y hacer búsquedas por término municipal.


      Regresemos a la actualidad, aunque no tanto; pongamos el reloj en 1936. E imaginemos ahora a un hombre con su boina, su pantalón de pana, y quizás una escopeta a mano por si las moscas. Al igual que su colega pintor del neolítico, nuestro maquis graba con un punzón en la roca sus inquietudes, o porque no, su aburrimiento. Es curioso pensar que un lugar en principio tan apartado haya servido de inspiración y lienzo a individuos tan lejanos en el tiempo.

      Las inscripciones que nosotros vimos son estas: «Viva el comunismo 1936», «Viva la revolución»  y «Pedro».

          En la fotografía de abajo espero que se lea la primera: «Viva el comunismo 1936»

     La cifra «1936» en detalle.

    En la de abajo, aunque sea difícil de ver, se puede leer la de: «Viva la revolución», cosa que mi sombra celebra puño en alto.

       Y por último la de «Pedro«, posiblemente grabada por uno de los maquis.

        En la web del arte rupestre del sur, en la sección donde se habla de esta cueva, también se hace mención de los grabados de los maquis, y se puede leer la lúgubre anotación de que según los lugareños en ese lugar la guardia civil mató a dos antifascistas. Esperemos que los lugareños estuvieran equivocados y nuestro Pedro no fuera uno de ellos.

      Una vez honrado el lugar como se merece iniciamos el camino de retorno. Atravesaremos un hermoso alcornocal, donde destaca este hermoso ejemplar. Cuando me acerqué a él tuve la impresión de acercarme a un animal. Es impresionante.


 

 

Caminatas · P.N. Los Alcornocales

El Risco Blanco, guardián de los quejigos


El Risco Blanco

     Con este evocador título quisiera resumirles las sensaciones que me he llevado a casa cada vez que he hecho esta ruta, conocida como El canuto del Risco Blanco. Realizar esta ruta es como recorrer las páginas de un cuento popular, donde los personajes son carboneros, corcheros o arrieros, hombres y mujeres reales que forjaron en su día una parte esencial de nuestro patrimonio cultural. El Risco Blanco, allá en lo alto, haría las veces de cuentista y transmisor de toda esa tradición.

     Quien quiera ser espectador-caminante de esta historia deberá coger el coche y dirigirse a la carretera CA-221, la que une Facinas con Los Barrios. Podrá entrar tanto por una población como por otra, pues la ruta queda más o menos a la mitad de dicha vía. Yo  casi siempre he entrado por Facinas, pues me consta que este tramo está en mejor estado que el otro. A medida que nos vayamos acercando, iremos viendo carteles indicando los kilómetros que faltan para el lugar de inicio, puesto que además de la del Risco Blanco, se puede hacer la del Arroyo del Tiradero. Donde comienza esta ruta, encontraremos seguro coches aparcados; es buen sitio para aparcar el nuestro. Continuaremos andando unos cinco minutos hasta encontrarnos a la izquierda con una cancela, donde podremos leer un panel informativo sobre el sendero. Ahí empieza nuestro camino.

Ortofotografía del Canuto del Risco Blanco

Ese domingo conté con la buena compañía de Lola Y Julio. Tardamos unas 3,5 horas, en plan tranquilo, en recorrer los casi 6 kilómetros de caminata. Y no hay peligro de extraviarse, pues el camino está muy bien señalizado con  postes de madera, además de alguna marca de pintura en roca. Estas características convierten esta ruta en ideal para cualquier persona medianamente en forma o que se esté iniciando en el bello arte de andar el campo. Eso sí, estamos en un sendero de acceso restringido, de especial protección, por lo que para realizarlo hay que pedir permiso con antelación a la oficina del Parque, en el teléfono  956 418601.

Primer tramo del sendero

Entre quejigos

Panel informativo

El primer tramo de la ruta discurre por una pista de tierra. Un par de paneles informativos dan cuenta de la flora típica que hallaremos en el trayecto. Estamos ascendiendo por la vertiente sur de la Sierra del Niño, donde pronto comprobaremos por qué es un sitio de especial protección: estas laderas albergan uno de los quejigales mejores conservados de la Península Ibérica. El Quejigo, o Roble andaluz ,  en mi opinión el árbol más bello del Parque, encuentra aquí unas condiciones óptimas para su crecimiento.

Superada la primera pendiente, disfrutaremos de buenas vistas de la sierra vecina de Ojén, donde destaca la silueta picuda del Cerro del Aguila. Es también en este punto donde se puede observar mejor la enorme laja del Risco Blanco, custodiando el camino.

Cerro del Aguila

Vista del Risco Blanco, poco antes de llegar al puente

El Risco blanco, más cerca

Una vez llegado al puente, un poste de señalización nos dirá que no nos relajemos y que hay que torcer a la izquierda y seguir subiendo. Entramos ya en el canuto del arroyo. Un panel informativo nos pondrá al tanto de lo que es un canuto y de la flora que hallaremos en estas maravillas orográficas.

Son tantos los detalles que fotografiar, tantas las perspectivas que atrapar, y en definitiva, tan singular lo que nos rodea, que no podemos evitar desenfundar nuestras cámaras y dispararnos fotografías unos a otros para inmortalizar ese domingo. Ahí van un par de tiros:

Julio y Lola

El autor

No es por desmerecernos, pero en realidad la estrella de la sesión fotográfica estaba un poco más abajo, pegada al arroyo. También se llevó sus buenos disparos. Se trata de la joya del canuto, de su especie más escasa, rara y por tanto protegida: el Píjaro o Helecho peludo. Es un helecho que puede alcanzar hasta los 120 cm de altura, sólo crece en ambientes  con un alto grado de humedad y su característica principal son los «pelos» que pueblan el tronco o pedúnculo.

Píjaro o Helecho peludo

Píjaro o Helecho peludo

Calmado nuestro instinto fotográfico, continuamos por la vereda hasta que encontramos una señalización que nos invita a cruzar el arroyo. Ascendemos entonces por la ladera opuesta, ya tomando el camino de vuelta. Ahora el árbol predominante es el alcornoque. Volvemos a tener vistas inmejorables de la Sierra de Ojén, y del Cerro del Aguila, al que me he prometido subir.

La vereda, entre helechos

Cerro del Aguila, Sierra de Ojén

Cerro del Aguila

El sendero desciende hasta la pista de tierra que tomamos anteriormente, giramos a la derecha y volvemos a encontrarnos con el puente. Lo cruzamos, subimos la cuesta que antes bajamos y a unos 200 metros hemos de estar atentos a otro poste de señalización que nos manda descender a la izquierda, a introducirnos de lleno en el quejigal propiamente dicho; para mí la parte más interesante de la ruta.

La umbría y una humedad alta nos acompañará hasta el final, condiciones ambientales que gusta al quejigo, árbol generoso y hospitalario donde los haya. En sus gruesas ramas prosperan una serie de plantas llamadas epífitas por esto mismo, porque no necesitan el suelo para crecer. Son sobre todo helechos como la carraguala y el pulipuli, o el Ombligo de Venus, que es comestible. También se aprovechan de su majestuoso porte las plantas trepadoras y las lianas, que en contra de lo que puede parecer no son perjudiciales para el árbol. Como anécdota, comentar que su nombre científico, Quercus Canariensis, se debe a un error de etiquetado. En todo caso, Quercus Andaluciensis, señor botánico.

Obsérvese el sistema de agarre de la Carraguala

Quejigo en terreno encharcado

A continuación, dos hermosos ejemplares , de los muchos que nos saldrán al paso:

Quejigo o roble andaluz

Quejigo o roble andaluz

Y ahora sí que sí, les presento a la estrella de la caminata, imagino que el quejigo más fotografiado de este bosque ; y el más bonito sin duda alguna. En este ejemplar se puede apreciar la peculiar forma en candelabro de sus ramas, fruto de las podas que se le practicaban para luego hacer carbón vegetal.

Fotografía tomada por Lola

Hasta que la electricidad no alumbró y calentó nuestras vidas allá a finales del s.XIX, la fuente de energía calorífica que más se utilizaba era la que se extraía de estos árboles. Pensándolo bien, existe un curioso y hasta poético paralelismo entre la mencionada forma en candelabro de estos árboles con el hecho de que fueran la materia prima para obtener ese tipo de energía, la del carbón.

El carbón picó era el petroleo de hoy día. Alimentaba las cocinas de nuestros antepasados, las forjas de los herreros para moldear el hierro y sobre todo alimentaba los hogares, las calefacciones y los humildes braseros de nuestros abuelos. De bosques como este, y de árboles como el quejigo, la encina y en menor medida el alcornoque, se abastecía a una enorme población. El actual Parque de los Alcornocales servía de carbón a las Bahías de Cádiz y Algeciras, a la ciudad de Málaga, e incluso a Ceuta. Asimismo, y gracias a esta labor, se mantenía el bosque en mejores condiciones de limpieza y salubridad que en la actualidad.

¿Y quién hacía esto posible? El carbonero. Oficio duro al igual que el de corchero y arriero, y que por sí sólo es un capítulo importantísimo de ese legado cultural, con una terminología muy rica y procedimientos harto complejos. El carbonero vivía prácticamente en el monte. En estos de Ojén y San Carlos del Tiradero, por ejemplo, vivían y trabajaban muchos de ellos junto a sus familias, en las típicas chozas llamadas moriscos.

Muestra de la ocupación cotidiana de estos parajes son los hornos de pan que salpican la sierra, como este:

Horno de piedra para hacer pan

Aunque este mundo de carboneros nos pudiera parecer lejano, como perteneciente a otros siglos, no lo es tanto. Yo mismo, que rondo los cuarenta años, he tenido relación con él.

Mi abuela Manuela vivió con su primer marido, carbonero, en algún punto de estas sierras antes de 1936. Aún la recuerdo decir que fueron sus mejores años, que vivían en una choza junto a otros vecinos y que hasta tenían huerto. Luego la guerra truncaría esa vida al ser fusilado Juan, su marido. Y pasando a terrenos más alegres, todavía me acuerdo cuando por mi calle pasaba un viejecillo con un mulo vendiendo carbón picó, al grito de «picoooooo  picooooooo«. Y ese brasero bajo la mesa camilla también de mi abuela, ese olor entre lo mineral y lo vegetal…

En fin, sigamos el camino. Tras atravesar este bosque encantado salimos de nuevo a la cancela por la que entramos e iniciamos la ruta.  Nosotros, como nos quedamos con ganas, decidimos bajar al arroyo del Tiradero, que un poco más adelante se llama del Raudal, y que vierte sus aguas en el Palmones. Ese día el caudal era importante.

Arroyo del Tiradero

La fotografía de abajo demuestra que la naturaleza es sabia y que la tecnología es una vulgar imitadora. Quítense de en medio jacuzzis del mundo, que ahí va uno natural, y con denominación de origen.

Poza o jacuzzi natural

Y esta última va dedicada a todos aquellos hombres y mujeres que trabajaron duramente por esos montes, y en especial a Manuela Sánchez Fuentes.

Fotografía tomada por Julio

¡Chistera, chistera, la dCaminata está fuera!

 

Caminatas · P.N. Los Alcornocales

La Trocha, nuestro camino


_DSC0039Vistas desde La Trocha

Hoy día, quien se proponga salir de Algeciras o llegar a ella, lo tiene relativamente fácil, salvo si se le ocurre hacerlo en agosto a las doce de la mañana. Quien más o quien menos tiene coche, y carreteras decentes a su disposición. También puede elegir el tren, aunque el algecireño medio pondrá seguro cara de extrañado cuando se lo sugiera, por considerarlo un medio decimonónico o ventimonónico. O el barco, que te planta en otro continente en media hora. Sólo nos falta el avión. En este caso, el mismo algecireño medio mirará con cara de mosqueo hacia el istmo de Gibraltar, y se preguntará si de verdad disponemos de un sitio adecuado para construir otro aeropuerto.

Pero esto no siempre ha sido así; nuestros abuelos estarán, o estarían, de acuerdo con esta afirmación.  Los caminos que conocieron ellos fueron prácticamente los herederos de los caminos medievales, lo que da una idea del estancamiento y subdesarrollo en los que ha vivido nuestra población en las últimas centurias. En 1890 se inaugura la primera estación de ferrocarril; en1910 la primera línea de autobuses. Antes de esto lo más rápido y tecnológico era viajar en carruaje en la compañía «La madrileña«, que te llevaba a Cádiz en doce horas, o a lomo de caballo, pero la inmensa mayoría lo hacía a pie. Y eso cuando la climatología se lo permitía.

Publicidad de la compañía gaditana de diligencias «La Madrileña», de finales del s.XIX

Cinco eran los caminos que antaño usaban los algecireños, o sus visitantes. Dos de ellos se dirigían a Tarifa; a groso modo, uno por donde discurre en la actualidad la nacional 340, y otro pegado a la costa. Otros dos tomaban dirección norte; uno en busca de Los Barrios, y el otro hacia San Roque y Gibraltar. Y el último, en dirección oeste, hoy día desaparecido y sólo utilizado por senderistas, el que atravesaba nuestra hermosa sierra hacia a la comarca de la Janda: El de La Trocha, o  también llamado antiguo camino a Cádiz.

El domingo 20 de marzo, tres algecireños medios del 2011, el que suscribe y escribe esto, el colega Eddy y mi hermano Francisco Javier, elegimos este tradicional camino para nuestra caminata inaugural de primavera. Pillamos un buen día, con una temperatura agradable, pero la bruma típica del levante nos impidió tomar panorámicas limpias, qué le vamos a hacer.

El camino de La Trocha, al menos para mí, siempre ha pertenecido a ese ámbito de lo misterioso, pero desde un punto de vista histórico y folclórico. Desde que tuve noticias de su existencia; no recuerdo si por «tradición oral» de padres o abuelos, o por lecturas de textos sobre historia local, me atrajo la idea de poder andarlo; de recorrer el camino que en mis ensoñaciones históricas ya habían recorrido guerreros medievales, bandoleros decimonónicos, maquis o mi misma abuela Manuela, esposa de un carbonero de Ojén antes de la guerra civil. Y ya puedo decir que he cumplido parte de ese sueño, al menos hasta donde lo permiten por lo que se ve las circunstancias, hasta la carretera de las Corzas. Ya contaré más adelante por qué motivos. Por supuesto, no me salió a la primera. Este tipo de caminos nunca salen a la primera si no vas con alguien que ya lo haya hecho antes. Quizás esto añada más emoción y misterio al asunto, pero qué lujo practicar eso del «ensayo y error» por estos parajes.

Algeciras a mediados del s. XIX. Pintura de Alfred Guesdon

Quien conozca ya este camino, sabrá que era una vía antiquísima por la que se accedía al interior de la provincia de Cádiz. Posiblemente tenga un origen romano y fuera un ramal secundario de la Vía VI, la Vía Heraclea. Muy frecuentada en tiempos medievales, lo sería mucho más hasta la segunda mitad del siglo XIX,  cuando empezó a languidecer. Era un camino de herradura, es decir, sólo apto para bestias; en algunos tramos empedrado, y por el que se conseguía ahorrar un día de marcha a diferencia del camino costero. Además, y por este mismo hecho, su trazado montuoso alejaba el peligro de las incursiones de los piratas norteafricanos. Recomiendo la lectura del estupendo artículo de Angel Sáez Rodríguez, «La Trocha, una ruta por la sierra entre Algeciras y la Janda», de donde extraigo algunas citas históricas.

La ruta antigua se iniciaba al parecer en la popular calle de la Fuentenueva, bajaba hacia el río de la Miel, continuaba por la parte de Pajarete, y cruzando la Rejanosa encaraba ya la sierra pegándose a la ladera sur de la Garganta del Capitán, la cual sorteaba hasta llegar al Puerto de los Alacranes, por el que se descendía hasta la Venta de Ojén… pero, para hombre… para un poco, respira y disfruta del paisaje… Ufff, es verdad, vayamos por partes, que me planto en Facinas en un santiamén.

Nosotros, los Tres Trocheros, empezamos la ruta en las casas que hay arriba de lo que fue el antiguo vertedero de Algeciras, en la Barriada del Cobre. Para más datos ruteros, recorrimos unos 13 kilómetros entre ida y vuelta y tardamos unas 5 horas.

Para explicar como yo quiero la ruta, la he dividido en tres partes. He aquí la primera, a vista de buitre leonado, la que nos lleva al paso del Arroyo de la Fuente Santa.

Primer tramo de La Trocha

Tras dejar atrás una de las torres eléctricas del inevitable «cable de Tarifa» y algunas parcelas, una de ellas en pésimo estado, nos vamos acercando al antiguo campo de tiro, donde nuestros pretéritos quintos jugaban a la guerra. Estamos andando a los pies de «Las Esclarecidas bajas». ¿De dónde viene este nombre? Ni idea, pero me encanta.

Acercándonos al antiguo campo de tiro

Entraremos luego en los terrenos de lo que se conoce como Cortijo de Matapuercos, que estuvo en actividad hasta la década de los sesenta del siglo pasado. Los restos de muros, fuentes y abrevaderos y sobre todo los tres o cuatros enormes chaparros que nos salen al paso son una muestra de la solera y antiguedad de este paraje ¿A cuántos caminantes no habrán saludado?

Alcornoques centenarios en el Cortijo Matapuercos

Alcornoque centenario en el Cortijo Matapuercos

Tronco hueco, lo que prueba su longevidad

Casi sin darnos cuenta, siguiendo la curva del camino, entramos en otro rincón tradicional para los algecireños: El huerto de los mellizos. Lugar que el mismo mapa topográfico oficial  «confunde» con el Ventorrillo de la Trocha, pero no, las ruinas de este caserío probablemente sean los restos de otro cortijo similar al de Matapuercos, y quizás de la misma fecha que los molinos de la Garganta del Capitán, del siglo XVIII. Haciendo honor a su nombre aún podemos degustar las naranjas que allí crecen. Doy fé de que están buenas.

En primer plano el Huerto de los Mellizos, en la ladera contigua se puede apreciar el Ventorrillo de La Trocha

Huerto de los Mellizos

Con el regustillo ácido de las naranjas bajaremos la pendiente que nos conduce al arroyo de la Fuente Santa. Tan beatífico nombre se debe por lo visto a que en las alturas de esa garganta existía a principios del siglo pasado un pequeño balneario de aguas sulfurosas. Esta garganta es de las menos conocidas por los algecireños, ya que por bastante tiempo estuvo vedado su tránsito por ser terreno militar.  Es mucho más salvaje e impenetrable que las gargantas del río de la Miel y del Capitán. Una vez intenté subir pegado al cauce y yo creo que a los trescientos metros me di por vencido. La humedad y la temperatura en ese canuto, más encajonado que los otros dos, son bestiales. No es de extrañar que ese día me encontrara con un ojaranzo (Rododendro) florecido, cuando suelen hacerlo ya entrado el mes de abril.

Garganta de la Fuente Santa

Un buen lugar para hacer un alto. Yo aprovecho para decirle a nuestro buitre leonado que nos muestre la vista aérea del segundo tramo, el que va desde aquí al Puerto del Viento.

Segundo tramo de La Trocha

Justo al cruzar el arroyo, a mano derecha y a pocos metros debemos estar atentos a una arqueta. La vereda que sube hacia la izquierda, señalizada con mojones de piedra, es la que tomaremos. En ese trecho se apreciará el primer tramo empedrado de consideración. No todo el camino de La Trocha estuvo pavimentado con piedras, sólo los pasos más complicados; subidas, bajadas y zonas propensas a enfangarse, se «adoquinaban», para facilitarles la marcha sobre todo a los equinos. Los peones camineros, o «verederos» eran los encargados de esta labor, y eran pagados por empresarios del corcho o el carbón. El sistema era el utilizado desde la antiguedad: se despejaba y nivelaba el terreno, se colocaban grandes bloques en ambos márgenes y se rellenaba de cantos más pequeños el espacio intermedio.

Primer tramo empdrado de La Trocha

Tramo empedrado visto desde arriba

Una vez ascendida la ladera continuaremos siempre hacia la derecha; hacia la izquierda iríamos a la garganta de la Fuente Santa. En un pequeño llano nos encontraremos con uno de los hitos más importantes del camino, ahora sí, señores del mapa topográfico: El Ventorrillo de la Trocha. Reconozco que la primera vez que estuve ante él me sentí decepcionado. Esperaba ver algo en mejor estado de conservación. Luego, recapacitando, se llegan a atar los cabos. Entre el paso del tiempo, la desidia de nuestras «autoridades» ante nuestro patrimonio y la pérdida de su función original, hacen del Ventorrillo de la Trocha lo que es hoy día, un rancho, más o menos adecentado, para los animales.

Ventorrillo de la Trocha

Ventorrillo de la Trocha, hace ya unas décadas. Del libro «Renacer de Algeciras», de Martín Bueno Lozano.

En el artículo anteriormente mencionado de Angel Sáez, publicado en el nº 18 de la revista Almoraima, se puede apreciar una fotografía del ventorrillo tomada en los años 80. Aunque desvencijado, se ve que aún conserva su planta original y su techumbre de tejas a dos aguas. Orientado al este, hacia la bahía, el ventorrillo de la Trocha era el último descansadero, o el primero, según el sentido de la marcha, antes de llegar a Algeciras. Esta humilde venta servía a lo viajeros vino de la tierra o café de pucherete, que se podía acompañar con un poco de pan con tocino. Una pena que no se sepa más sobre este, para mí, mítico enclave del imaginario campogibraltareño.

Menos mal que tenemos a historiadores locales que rescatan y nos muestran lo poco que ha quedado. El mismo autor del artículo nos cuenta una anécdota graciosa sobre el ventorrillo. Los dueños que él conoció eran unos viejos pastores de cabras, que siempre les recibía con amabilidad, pero eso sí, en ocasiones ondeando una sábana blanca, a modo de improvisada bandera, vaya a ser que se trataran de artilleros del ejército practicando su puntería en el cercano campo de tiro. He de decir que el actual dueño del lugar también me recibió en su momento con la misma amabilidad. De hecho fue él quien me orientó por dónde continuaba el camino.

Al parecer, en los alrededores de la actual carretera de las Corzas, existía otra venta similar, y ya no había más vino ni café de pucherete hasta llegar a la Venta de Ojén, a pocos kilómetros de Facinas y del camino de la Janda.

Poniéndonos de nuevo la mochila, se afronta quizás la parte o tramo más confuso de La Trocha. Aunque esté señalizado, la distancia que media entre el ventorrillo y el monte que hay justo detrás es el que más puede hacernos dudar. Tal como se puede observar en la fotografía de abajo, el sentido a seguir es ese; dirigirse en línea recta hacia el monte. Dejando en medio unos corrales, a unos cien o doscientos metros, empieza a zigzaguear el camino hasta la cima.

Ventorrillo de La Trocha. Dirección a seguir

Desde ese cerro gozamos ya de buenas vistas de Algeciras y su bahía. Los antiguos viajeros verían al fondo como dos pinceladas blancas, entre el azul del mar  y el verde del campo: las correspondientes dos villas, la nueva y la vieja, que formaban nuestra ciudad. Hoy el «panorama» es bien distinto. Nos despedimos del Ventorrillo, con una cita de Leandro Fernández de Moratín, el autor de la comedia de «El sí de las niñas», quien en 1796 anduvo por estas tierras:

«A cosa de una legua de Algeciras se empieza a subir una sierra áspera, pedregosa y llena de precipicios que llaman La Trocha.«

Algeciras, desde La Trocha

También se aprecian buenas vistas de nuestro pueblo vecino: Los Barrios. Esta población también poseía su particular camino de la «Trocha», su camino a Cádiz por el que se ahorraba también casi un día de marcha. En su caso le denominaban el camino del «Arenoso a Ojén» , y ascendía por la Garganta del Prior hasta la Albarda, y de ahí a la Venta de Ojén.

Los Barrios, desde La Trocha

Bueno, ya es hora de presentar a los dos bandoleros, pertenecientes a la partida de Los Trocheros, con los que hice la caminata. Ahí están, cruzando el Arroyo del Salado o del Saladillo, Francisco Javier y Eddy, sonrientes y a la espera de que pase alguna senderista de buen ver para dispararle piropos e incautarle el bocadillo. Pero se quedaron con las ganas, pues a parte de que están felizmente casados, no nos encontramos con ningún alma ese día.

En este punto o cruce se deberá estar muy atentos a las señales, pues es donde nos desviaremos para alcanzar el Puerto del Viento. La dirección a seguir es, una vez más, a la derecha, al norte. Como su nombre indica,  es un tramo donde bate fuerte el viento de levante, cuando lo hay.

Francisco Javier y Eddy

Este es el Puerto del viento, y como se podrá observar, los brezos y jaras le ganan la batalla al alcornoque.

Puerto del Viento

Aprovechemos esta cota, la más alta que alcanzaremos en este tramos, para convocar por última vez a nuestro buitre leonado y mostrar el último tramo de la ruta.

Tercer tramo de La Trocha

En la otra vertiente cambian las tornas, los alcornoques y quejigos vuelven a sembrar de humedad y frescura el camino. En la fotografía de abajo se apreciala Sierra de la Palma, y se intuye la carretera de las corzas, vía muy frecuentada por ciclistas.

Sierra de la Palma

Nos encontramos en la parte alta del la garganta del Capitán. Por abajo discurre el arroyo de Botafuegos, o de las Corzas; será por nombres bonitos. De aquí en adelante el camino es espectacular. Adaptándose al terreno, La Trocha serpentea hasta el Cobujón de las Corzas, una especie de gran embudo que recoge todas las aguas de esa vertiente. Como ya he dicho, la humedad, la sombra y la frescura dominan el ambiente.

Extraigo del artículo de Angel Sáez tres citas de autores que no se quedaron muy contentos que se diga con su caminata o cabalgada por La Trocha. La primera del viajero inglés Richard Ford, el cual señalaba que la vía directa entre Cádiz y Gibraltar

«era una cabalgadura dura y peligrosa, especialmente en el paso de La Trocha, infestado de contrabandistas y carboneros, que cuando pueden se vuelven rateros y ladrones»

La segunda de Pascual Madoz, político y geógrafo del s. XIX:

«por lo montuoso y desierto de aquel inmenso despoblado, suelen ser crucero de contrabanditas y malhechores, lo cual es causa de que no se les tenga por muy seguros»

Y la tercera de Robert Semple, espía inglés durante la Guerra de la Independencia:

«Más allá -bien andado el camino entre Vejer y Algeciras- se eleva una cordillera de cimas calvas e inaccesibles en apariencia. Una de esas montañas, lugar de nuestro paso, lleva por nombre La Trocha, tan irregular en uno de sus tramos -a cuya izquierda cae un valle profundo- que el viajero se ve obligado a bajarse del caballo, a menos que sea de su completa confianza (…) Desde la base hasta la cima, el camino se encuentra en tal mal estado que parece formado por la huella de los animales sin la ayuda del hombre»

No hagan caso a estos decimonónicos tiquismiquis. Nosotros disfrutaremos de ese «mal estado» del camino,  repondremos nuestras cantimploras en un par de fuentes naturales, pasaremos al borde de considerables barrancos y torrenteras, pero con cuidado, y  nos internaremos por frondosos helechales…

Garganta del Capitán

Garganta del Capitán

Fuente natural en La Trocha

Helechos en La Trocha

… hasta que lleguamos al paso del arroyo de Botafuegos. Aquí, perfectamente, se podría acabar la ruta, pero nosotros decidimos continuar un poco más adelante, hasta llegar a la carretera de las Corzas, unos setecientos metros más arriba. Antes, eso sí, paramos a zamparnos el bocadillo. El fragor del agua era tan elevado que teniamos que hablar casi a gritos.

Salto de agua en el paso del Arroyo Botafuegos

Arroyo de Botafuegos

Hora del bocata

Cruzando el arroyo se accede al anteriormente mencionado Cobujón de las Corzas. En esta parte hay que prestar mucha atención a las señalizaciones si no nos queremos salir del camino trazado por otros compañeros senderistas. Aunque poco importa si nos desviamos; acabaremos saliendo a la carretera de las corzas. La Trocha, al parecer, pasaba junto al arroyo y se dirigía al puerto de los Alacranes, el punto más alto antes de empezar a descender hacia La Janda.

Nosotros nos desviamos buscando un claro en el bosque,  divisado antes en el Google Earth. Allí esperaba encontrar los restos de algun rancho, pues es sabido que en aquella zona vivieron varias familias en las décadas anteriores y posteriores a la guerra civil. Eran los Canales, los Ruchos, los Rojas … quizás la fotografía de abajo muestre la parcela de alguno de ellos.

Rancho en el Cobujón de las Corzas

Y bien, ya se despiden Los Trocheros, recomendádoos fervientemente que hagáis La Trocha, en mi opinión la ruta con más solera de las sierras de Algeciras. Un camino histórico, auténtico, popular, que nos pertenece a todos, aunque no lo conozcamos.

Como dije al principio, es dificil continuar por el trazado original de La Trocha a partir de este punto. Pasando el Puerto de los Alacranes entramos en el Cortijo de Ojén, dos fincas enormes que ocupan casi la totalidad del valle que termina en la carretera de Facinas-Los Barrios. El dueño de esta propiedad privada, por unos pleitos que tuvo si no me equivoco allá por 1996 con una  asociación ecologista, impide hoy día el paso por esas fincas.

De todos modos, y como ya me hecho unas tres veces esta ruta, he acabado impregnándome de ese aire bandolero y secuaz que adornan algunas crónicas referentes a este camino. Que me echen o no me da igual, pero ya me tengo prometido entrar un día de estos en esa finca y continuar La Trocha, pero eso será en otra caminata, en la que os invito a uniros a mi partida…

La Partida de los Trocheros

Continúa en:

¡Chistera chistera, la caminata está fuera!

Caminatas · P.N. Los Alcornocales

Facinas, encrucijada de caminos


Facinas

Este sábado pasado, día sorprendentemente caluroso, elegí para mi caminata un pueblo al que ya considero mi segunda patria: Facinas. Pueblo al que me unen lazos familiares desde hace muchos años y al que tengo especial cariño. Sus gentes, su entorno y ¡su gastronomía! no suelen dejar indiferente a nadie. Las posibilidades que brinda Facinas para la práctica del senderismo son enormes, no por nada se la conoce también como la Puerta sur de Los Alcornocales. Con esta caminata quisiera mostrar que aunque sea un pueblo humilde y la verdad no muy pintoresco, Facinas y su enclave siempre han sido eso, una destacada encrucijada de caminos.

Situada en el extremo norte de la Sierra de Saladaviciosa, Facinas domina desde sus cerros buena parte de la comarca de la Janda, denominada así porque en el lugar que hoy ocupan tierras de cultivo y de pasto existía hasta la década de los sesenta, fecha en que por desgracia fue desecada artificialmente, una de las principales lagunas de España: la laguna de La Janda.  Con una extensión de 50 kilómetros cuadrados recibía las aguas de numerosos arroyos y, principalmente, de los ríos Barbate y Almodóvar. Años de lluvia como fueron algunos de la década de los noventa, la resucitaron prácticamente, lo que nos da una idea de lo bravas que son estas tierras.

Panorámica del curso del Almodovar y del campo facinense

La ruta que propongo hoy es eso, una propuesta; pues tirando de mapas, de Google Earth y sobre todo del conocimiento del terreno que proporcionan las caminatas previas y los consejos de los lugareños, se pueden sacar más propuestas, más rutas. Facinas tiene sin duda parajes más bellos desde el punto de vista ecológico, que ya irán apareciendo, pero esta ruta pasa por sitios donde la naturaleza, la Historia y el trabajo del hombre confluyen para mostrarnos una imagen fidedigna de lo que es Facinas y su entorno. Quién se anime a andarla pasará por sitios donde antes discurrían una calzada romana o caminos reales del Medievo, observará tumbas antropomorfas y se sorprenderá ante una torre almenara bastante desconocida.

Según sean las ganas de caminar y el número de caminantes, la ruta se puede hacer circular (15 km) o lineal, posando las posaderas en el Cerro de la Torrejosa, al lado del Pantano de Almodóvar (8 km); lo que se traduce, sea una opción u otra, en unas 4 ó 5 horas de caminata.  Como ya se habrá supuesto, la ruta atraviesa propiedades privadas. Se trata de un par de pequeños ranchos o vaquerías, pero la experiencia me dice que si vamos cerrando las alambradas para que no se escape el ganado (más bien escaso y pacífico por supuesto), no habrá ningún problema con los propietarios. Gente por lo demás agradable y dispuesta a ayudar; al final son ellos los que en realidad te van guiando. Gracias a ellos aprendí que por esos campos la mejor forma de decir «camino», «ruta», «senda» o «vereda» es «colada«; ese es el término que suelen utilizar. Sigue esta «colá» palante, te dicen. Esa enseñanza no tiene precio.

Esta es mi propuesta:

Esquema de la ruta, desde Google Earth

Y visualizándola en mapa:

Esquema de la ruta, desde Iberpix

Y vayamos ya con la ruta. El punto de partida será en la barriada de Vico (en la parte baja del pueblo), en concreto en el km 1,5 de la carretera CA-221 Facinas-Los Barrios, a pocos metros del Ventorrillo «El Nene», donde se puede dejar el coche y a la vuelta recuperar fuerzas con una buena cerveza y una tapa de chicharrones.

Ventorrillo del Nene. Vereda a seguir

El mismo nombre del lugar nos da una pista sobre lo remoto de su pasado. Aunque aún está pendiente de que la arqueología lo confirme, se cree que por la zona existió un poblamiento rural hispanorromano. Eso es lo que significa» Vicus«, de donde proviene Vico. Tomando esa entrada seguimos todo recto en dirección al Río Almodóvar.

Hacia el Río Almodovar

Nos cruzamos con el Arroyo del Ventorrillo, que un poco más adelante se hará uno con el de La Motilla. No parece gran cosa, pero en días de lluvia estos arroyuelos se tornan caudalosos. Hasta no hace mucho desembocarían en ellos las aguas que hacían funcionar antes los seis molinos maquileros que han existido en Facinas.

Arroyo del Ventorrillo y Sierra de Saladaviciosa

A lo largo del camino nos encontraremos con muchas chumberas, acebuches y gamones. El croar de las ranas será nuestra banda sonora. Obsérvese el puentecito de madera.

Colada hacia el Río Almodovar

Si miramos a la izquierda divisamos la Silla del Papa, la cota más alta de la Sierra de La Plata. En su cumbre podemos visitar los restos de un oppidum (lugar fortificado) turdetano, de época prerromana. Se piensa, además, que dicho emplazamiento pudo ser el precursor de la futura Baelo Claudia. Según Adolf Schulten, un afamado arqueólogo, la Silla del Papa es el Mons Belleia que nombran las fuentes antiguas, el mismo lugar donde el general romano Sertorio reunió a sus aliados lusitanos en el año 80 a.c. en la guerra civil contra Sila.

Silla del Papa. Sierra de La Plata

Poco después nos acercamos a una curva cerrada muy próxima al río que nos obliga a continuar hacia la derecha. Una nutrida colonia de palmitos rompe la monotonía de los gamones, planta que al parecer abunda en terrenos sobrepastoreados.

Colada hacia el Río Almodovar

En cuanto a fauna, aparte de la cabaña habitual de ovejas y vacas retintas, me topé con alguna que otra perdiz o codorniz (no sabría decir cuál, la verdad), mosquitos enormes pero nada agresivos, y con muchas, pero muchas babosas, la mayoría de las veces solas y otras a pares, juntas y revueltas en una actitud muy mocosa que sospecho fuera una cópula. El ejemplar de abajo podría medir sus buenos seis o siete centímetros.

Babosa

Y por fin llegué al Río Almodóvar, que delimita con su curso la vertiente sur del Parque Natural de Los Alcornocales. Al fondo se puede observar la silueta piramidal del monte de la Torrejosa, destino principal de mi caminata. Esta parte del río debe ser de las más anchas.

Río Almodovar

A esas alturas del camino ya estaba acercándome a otro de los destinos que me propuse encontrar ese día y que lógicamente no había visitado nunca: La Pasada del Mojón. La primera vez que me encontré con este curioso topónimo fue documentándome en artículos de la revista tarifeña Aljaranda. En uno de ellos el autor comentaba que esta Pasada del Mojón era un tradicional cruce del río, por ser en ese tramo el cauce menos hondo y estrecho. Por esa zona pasaría, según su teoría, la vía antigua más importante que atravesaba nuestras tierras en dirección a Sevilla: La vía VI (calzada romana) o vía Heraclea.

De las fuentes pasé al trabajo de campo, es decir, a preguntar a cuanto facinense se cruzara en mi camino por el paradero de tal lugar. Vicente, el dueño del Mesón el Candil, me puso tras la pista. Recuerda Vicente que a la Pasada del Mojón se iba de excursión con el colegio y que aquello consistía en una serie de piedras toscamente labradas, mojones, que permitían vadear el Almodóvar. Ni el alcalde pedáneo se libró de mis pesquisas; me orientó con mucho tino. Ya en el camino, después del meandro de la foto, me encontré con un par de viejecillos desayunando su buen bocadillo de chorizo. Fueron ellos los que me dieron a elegir entre seguir la vereda que me llevaba directo a la Pasada, pero alejándome un tanto del río, o entrar por una valla por un camino más pegado al curso de agua pero más complicado. Ni me lo pensé: esta es la hangarilla de madera, la de la derecha, por la que hay que entrar:

Hangarilla por la que se entra

Atravesando un coqueto bosque de acebuches surge poco a poco una veredilla, que arrimándose cada vez más al río, me condujo directamente hasta este curioso puente de hierro.

Puente sobre el Río Almodovar

Mi sombra refrescándose en el Río Almodovar

Continuando por la vereda de abajo pasamos al lado de un rancho, abrimos y cerramos otra hangarilla y salimos a la colada que nos conduce, girando a la izquierda, hasta la Pasada del Mojón. A la derecha observamos a lo lejos la Aldea geriátrica, otra encrucijada de caminos e historias sin duda.

Vereda junto al río

Ya tenemos más cerca el cerro de la Torregrosa, arriba a la derecha.

Colada hacia la Pasada del Mojón

Por fin llegué a la Pasada del Mojón, tras atravesar la segunda vaquería. Confieso que me sentí algo decepcionado, pues aunque sabía, repito, que sólo se trata de un antiguo paso que se realizaba saltando de mojón en mojón, esperaba encontrarme con «más de un mojón»; y de hecho conté dos o tres más, pero enterrados por el cauce o por los zarzales. Ya me lo advirtió el último ranchero con que hablé, que la corriente y los años habrían hecho desaparecer los mojones río abajo. Juzguen ustedes:

Pasada del Mojón

Pasada del Mojón

Decepcionado o no, ahí hice un alto en el camino y me comí una naranja. Mientras me la comía no pude evitar ponerme a desbrozar los zarzales, talar algunos acebuches y visualizar una calzada de piedras serpenteando por aquellos campos. La imaginación es lo que tiene, que embellece las caminatas.

Volviendo a la realidad, y de ser ciertos los artículos y mapas que he leído y estudiado sobre este tema, por este lugar o por las proximidades pasaría la famosa Vía VI o Heraclea, una especie de autovía del mediterráneo. A grandes rasgos, vendría desde la Carteia de la Bahía de Algeciras, pasaría por las proximidades de Los Barrios y luego torcería por donde hoy discurre la CA-221, la Venta de Ojén, rodearía el monte de la Torrejosa y cruzando el río Almodóvar a unos 3 km de Facinas, la Vicus Fauciana de tiempos romanos, se dirigiría a Cádiz por la actual N-340, Sevilla… y Roma, claro. Partiendo de esta vía principal, saldría un ramal para Baelo Claudia.

Este es el trazado que yo me aventuro a proponer basándome en lo que he leído:

Calzadas romanas

Y ahora, dando un gran salto en el tiempo, abordamos los caminos medievales que atravesaban las vegas de Facinas, llamada en esa época Faysana. Como los antiguos podrían ser antiguos pero no tontos, aprovecharon el trazado de la calzada romana, y potenciaron o crearon otros nuevos (en azul). Las dos vías principales serían esta vía proveniente de la Bahía, con el camino de la «La Trocha» como ramal secundario y la actual N-340. Además, otro camino correría pegado a la Sierra del Niño hasta Medina Sidonia. Debemos tener en cuenta que en todo momento debían sortear la laguna de La Janda. Por último, otro camino se dirigiría hacia Tarifa por el interior, por Puertollano (Santuario de La Luz). Por poner un sólo ejemplo, tanto este camino interior como el de la costa fueron utilizados por el ejército de Alfonso XI  en su periplo para la conquista de Algeciras.

Caminos medievales (en azul)

Dejemos ya los caminos virtuales del pasado y este nudo de comunicaciones que fue la Pasada del mojón para volver al camino real. Abandonado el meandro del río debemos girar al sur y buscar la carretera de Facinas, la que nos lleva al área recreativa de Los Tornos. La encontraremos a menos de un kilómetro. Una vez que estemos en ella, torcemos a la izquierda por la vereda de zahorra habilitada para los caminantes y que lleva a Los Tornos.

Vereda hacia Los Tornos

Entrada al Área recreativa de los Tornos

Seguimos la recta, y justo donde la carretera atraviesa un puente y empieza a subir hacia la derecha, nos paramos, pues hemos de abrir la cancela que tenemos enfrente. Es un pontón grande por el que se accede al camino de mantenimiento de los molinos. Siempre está abierto y la única restricción va dirigida a vehículos no autorizados. Seguiremos la vereda en dirección al Cortijo del Pedregoso, al pie del monte de la Torregrosa, para mí la joya de la corona de estos lares. Hemos de estar atentos a la situación de la gran laja que hay en el centro. En ellas disfrutaremos de otro viaje al pasado, el que nos proporcionará un buen número de tumbas antropomorfas excavadas en la roca. Y ya para empacharnos de Historia y de misterio, sólo hemos de subir a la cima, donde nos espera una torre almenara bastante desconocida.

Monte de la Torregrosa

Muy fácil. Estamos a las puertas del espléndido Cortijo del Pedregoso. Justo detrás hay otra cancela donde empieza un carril. El monte es privado, por lo que debemos mostrar el respeto y cuidado pertinentes, pero no creo que surjan problemas; yo lo he subido ya tres veces sin percance alguno. A la derecha del carril buscamos la laja con las tumbas, todas rellenas en parte de tierra y sembradas de vinagretas, como si se tratara de una ofrenda natural.

Tumba antropomorfa

Tumbas antropomorfas

Vista del Pedregoso desde la Laja de las tumbas

Aunque, como he dicho, ya había subido a la cima del monte, nunca antes había visto estas tumbas; vagamente recordaba alguna referencia en internet o alguna fotografía, pero lo cierto es que disfruté mucho en esta laja. Con la cabeza un tanto aturdida  entre tanto ir y venir en el tiempo, y lo efímero de éste, regresé al carril y me fui al encuentro de la Torre del Pedregoso, o Torregrosa, una misteriosa torre almenara que vigilaba los caminos medievales de Facinas y Tarifa. Esta torre se merece una caminata-entrada aparte,  que ya tengo casi lista para mostrar en mi bitácora próximamente.

Torregrosa

Tal como dije al principio, la ruta puede ser lineal terminando en este punto, o regresar por la carretera a Facinas, que para el que no lo haya hecho nunca es muy bonito. Entre la calor que hizo ese día, y que ya tengo un poco visto ese trayecto de vuelta, adivinen qué opción escogí. Ave, digo hasta otra, caminantes.

Para saber más, si aún quedan fuerzas, los siguientes enlaces:

– Los orígenes históricos de Facinas, de Juan José Alvarez Quintana

-Los caminos y cañadas de Tarifa en los itinerarios del rey Alfonso XI de Castilla, de Manuel López Fernandez

-Facinas medieval, el fanstasma Idrisi y otros relatos (I), de Juan José Alvarez Quintana

-Facinas medieval, el fanstasma Idrisi y otros relatos (II), de Juan José Alvarez Quintana

-Vías romanas en el Campo de Gibraltar, de Gonzalo Arias

Caminatas · P.N. Los Alcornocales

Subiendo al Algarrobo


El Algarrobo

Hacia el pico más alto que se ve al fondo se encaminaron mis botas el sábado pasado. Por suerte, el  día no podía haberse levantado mejor; un anticipo primaveral que me obligó a untarme de crema solar y que hizo que el litro de agua de la cantimplora se quedara corto. En ese punto de la fotografía me restaban poco más de 5 kilómetros de ascenso casi continuo, por lo que al ser una ruta lineal, se habrá ya deducido que en total son unos 11 kilómetros de ida y vuelta. Eso, si las vistas que nos encontraremos en la cima, a 672 metros de altura, no nos inducen a quedarnos en ella cual anacoretas.

Como espero se pueda apreciar en la imagen, la ruta comienza en la Barriada del Cobre, en la pista forestal por la que se sube también a nuestra hermosa garganta del río de la Miel. Ahí podemos dejar el coche y todo el estrés acumulado durante la semana.

Ortofotografía de la ruta

La Sierra del Algarrobo puede considerarse como la antesala de las Sierras del Bujeo y de Luna, que la flanquean a izquierda y derecha respectivamente. Es esa sierra que nos encontramos a mano derecha mientras se sube a Pelayo, la misma en la que hace pocos años se planeó edificar una macrourbanización con su correspondiente campo de golf. Por fortuna, el proyecto no se llevó a cabo, y quieran las leyes del mercado que la burbuja inmobiliaria siga así de reventada, que  no vuelva a inflarse, y  le dé a otro especulador de turno por resucitar el asunto.

Y es que nos encontramos en un entorno de vital importancia para las migraciones de las aves; considerado en realidad como un pasillo por el que cada año pasan de ida y vuelta miles de cigueñas y miles de rapaces como halcones abejeros y aguilas calzadas, entre otras muchas aves. Además, su cima sirve de atalaya a una nutrida bandada de buitres.

El Algarrobo pertenece a ese tipo de montañas  que a base de verlas a diario desde pequeño acaban convirtiéndose en algo tan familiar que pasan como inadvertidas. Hasta que miras un mapa, lees un artículo, pasas cientos de veces por abajo,  y llega el día que la miras con otros ojos, como si la descubrieras de repente, y te dices:  «Ahí tengo yo que subir». Personalmente, me quedo muy contento por haber subido a esta modesta pero peleona cima.

La ruta en sí no tiene muchas complicaciones. Sólo hay tres desvíos o hitos a tener en cuenta. El primero lo encontramos a la entrada al río de la Miel, donde un poste de señalización nos indica que sigamos a la derecha. Se hará oídos sordos a este poste y al antiguo verso de Ben Abi Ruh de  «detente junto al río de la miel, párate y pregunta…«, y continuaremos el camino por la izquierda, hacia el Cerro del Rayo.

Garganta del Río de la Miel

El Cerro del Rayo es un paraje bastante bello, pero corre la mala suerte de verse atravesado de punta a punta por las torres de alta tensión del denominado «cable de Tarifa». Desconozco si en el momento de su diseño y trazado fue inviable cualquier otra alternativa, pero lo cierto es que las torres con sus cables cruzan el monte como una fea cicatriz, y su zumbido nos acompañará al menos durante un kilómetro, acallando el de cigarras y demás insectos. De todos modos, ahí la ruta va ganando altura y si miramos a la izquierda, se nos pasará un poco el mosqueo.

Algeciras y el Puerto desde el Cerro del Rayo

Hasta que no alcancemos un mayor altura no dejarán los alcornoques de flanquearnos el camino. También el matorral característico que suele crecer a su sombra. Y flores, abajo pongo dos ejemplos. El Cantueso, de la que se extren sustancias para hacer colonia, además de servir de repelente contra los mosquitos. Y el Atrapamoscas, que yo sepa la única planta carnivora del Parque. El cantueso abunda, pero la atrapamoscas es muy escasa y está protegida, por lo que es difícil encontrarse con una.

Cantueso o Lavandula Stoechas L.

Atrapamoscas o Drosophyllum luitanicum

El segundo hito lo encontraremos en la zona conocida popularmente como los Tres pinos. Aquí comienza, a la derecha y siempre en ascenso, el «Sendero de los prisioneros«, denominado así porque fue construído por prisioneros republicanos que perdieron nuestra guerra civil. Alrededor de 15 mil de ellos fueron destinados al Campo de Gibraltar para levantar, entre 1939 y 1943, desde Conil a Guadiaro una línea de defensa frente a posibles ataques de los Aliados en el contexto de la II guerra mundial. Divididos en batallones de trabajo construirían nidos, fortines, y demás macabras construcciones militares. Y abrirían caminos y senderos en el monte, donde cientos de ellos perderían la vida en unas condiciones infrahumanas, propias de esclavos. Paradójicamente, hoy día esos caminos son transitados por gentes que amamos la naturaleza, y en consecuencia, así debería ser, la paz.

Tramo hormigonado del Sendero de los prisioneros

Y digo bien, caminos transitados… pues ese día me encontré con bastantes caminantes: un grupo de amigos que iban a acampar, según ellos, en una peña del río; un hombre un tanto extraño que iba sin agua, sin bocata y sin saber a dónde llevaba ese camino; y toda una clase o varias de un Instituto de secundaria de Cádiz. Por momentos pensé que retrocediamos en el tiempo y en efecto nos atacaban e invadían los aliados; tal era el lógico barullo que formaban. Eso sólo en el camino de ida, a la vuelta me topé con más senderistas y familias camperas. Aunque es normal que al campo se vaya en busca de silencio, yo particularmente agradezco ese tipo de encuentros. El campo está para disfrutarlo y andarlo, claro está que con el debido respeto, y cuanta más gente lo conozca, quizás se haga más fuerza para conservarlo.

Ahí se divisa el fortín que me propuse tomar ese día a la fuerza: todas las guerras fueran así…

El Algarrobo desde el Sendero de los prisioneros

Me da a mí que esta de abajo es de mi misma opinión…

Vaca dándome su aprobación

Continuando el ascenso, dejando atrás a la muchachada, se llega al tercer hito a tener en cuenta. Este se encuentra donde el camino se torna llano y nos da un respiro, en el paraje conocido como Comares, catalogado como monte público. Ahí nos encontraremos con una cancela, donde se deberá descansar brevemente y tomar algo que nos aporte energía. Las vistas en ese tramo no pueden ser más bellas, a nuestra derecha se abre vigorosa y salvaje la garganta del río de la Miel. El fragor de su caudal, perfectamente audible, nos hará esta vez sí detenernos y preguntarnos muchas cosas.

Comares, y abajo, el Río de la Miel

Bien, tenemos la cancela frente a nosotros, es hora de girar a la izquierda, empezar a subir esta vez sí de verdad y demostrarnos que tenemos buenas piernas y un buen par de pulmones. En adelante avanzaremos por un cortafuegos hasta la cima, casi siempre pegado a una alambrada que lo delimita, por lo que es imposible salirse de la vereda o perderse. Este último trayecto es realmente bonito, pues las vistas cada vez son más cautivadoras. Atravesamos una característica zona de herriza, formada por brezos, jaras y demás arbustos, y de vez en cuando nos salen al paso hermosas lajas de arenisca.

En la fotografía de abajo se puede apreciar el nacimiento de la Garganta del Guijo, que alimentará más abajo el caudal del Río Pícaro. Poco antes el monte nos ofrece un alivio en forma de llano antes de afrontar la última subida.

Garganta del Guijo

Y aquí estamos, en la cima del Algarrobo. Tomé muchas fotografías, pero entre que la hora y la luz no eran muy favorables y que mi Kodak se me revela o la pobre tiene sus años y no dá para más, no obtuve muy buenos resultados. Ahí dejo un botón de muestra para dar de comer al gusanillo de los que queráis subir.

Algeciras y la Bahía desde el Algarrobo

Algeciras y la Bahía desde el Algarrobo

Y esta para que quede constancia de que al final gané la batallita: ¡Cimaaaaaaaaaaaaaaa!

El autor en la cima del Algarrobo