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Puntal del Alamillo: otro poblado abandonado cercano a Facinas


    Visitar un edificio en ruinas, o abandonado,  siempre produce sentimientos enfrentados. Por una parte se despierta y despereza ese arqueólogo que todos llevamos dentro, y observamos cada rincón con la lupa del misterio y la curiosidad, agradecidos por tan accesible viaje en el tiempo. Pero por otra, nos invade una cierta desazón, al menos a mí me pasa, al comprobar cómo se las gasta el paso del tiempo, que no perdona ni a las piedras. Estos sentimientos se enfrentan aún más cuando lo que visitamos es un poblado o aldea abandonados, cuando lo que observamos son casas hasta hace unas décadas habitadas, quizás por personas que aún pueden contarlo.

     España entera está salpicada de estos tristes ejemplos de despoblamiento rural. El que nos trae entre manos hoy se llama Puntal del Alamillo, y se encuentra a escasos 4 kilómetros de Facinas, y a 6 de Bolonia.

     Pocas son las referencias textuales acerca de este poblado, y ninguna las fotografías que yo al menos haya podido encontrar en la red. Los escasos datos que puedo aportar al respecto provienen de esa inestimable fuente que son las gentes del lugar. Es más, gracias a ellos, sobre todo a mis queridos facinenses,  he tenido ocasión de conocerlo. A mí favor sólo puedo alegar la gratísima molestia de acercarme al sitio, la sufrida pasión de fotografiar todo lo fotografiable, y sobre todo esa afición o cualidad que cada vez desarrollo más de fusilar a preguntas a los paisanos, sin importarme demasiado que luego le tomen a uno por un bicho raro.

    Si no se unen todos estos factores, dudo mucho de que se tenga la oportunidad de acceder a estos parajes, a estas piezas de puzzle que ya poca gente reconoce y sabe ubicarlas, pero que sin embargo son necesarias para componer nuestro pasado más cercano y popular. Desde mi blog, sólo aspiro a dejar en internet una reseña  de la existencia de este poblado.

    En el mapa de arriba trato de explicar la forma de llegar. Muy fácil, nos dirigimos a Bolonia, Tarifa. Continuamos por la carretera que asciende por la Sierra de la Plata hasta el Realillo de Bolonia, como si quisiéramos ir a la Silla del Papa. ¿Que no sabes cómo llegar a la Silla del Papa? Mejor me lo pones, y aprovecho pare meter esta cuña bloguera: Silla del Papa – Laja de las Algas.

   Total, que seguimos esa carretera hasta el final, justo hasta donde el asfalto deja paso a una pista de tierra. Ahí verás a mano derecha un cortijo donde hay sitio para aparcar el coche. Seguimos a pie, y atentos, pues a menos de un kilómetro, a la sombra de la Laja de las Algas, tendremos ocasión de visitar otro de estos poblados abandonados, el de los Boquetillos, también conocido como de La Gloria.

   Justo donde se aprecia la curva cerrada tenemos la opción de continuar por la pista que nos lleva directamente al Cortijo del Puntal y al poblado del Alamillo, o de atravesar el Cerro de la Rosa Grande, opción más aconsejable.

Nuestra pequeña aldea recibe el nombre de los dos cortijos que lo delimitan por sur y norte: el del Puntal y el del Alamillo, respectivamente. El más cercano al poblado es el Cortijo del Puntal. Según escribió Gaspar J. Cuesta en su estupendo artículo «Toponimia de Bolonia y su entorno» el término Puntal describe un accidente geográfico, una «prominencia en el terreno». Y así es, cortijo y poblado se asientan en una colina prominente y picuda labrada por el arroyo de Cerona, que desemboca en el río Almodóvar.

El Cortijo del Alamillo está un kilómetro ladera abajo, donde ya los campos empiezan a llanear. También en la actualidad se encuentra en un estado de abandono, aunque por sus alrededores pasta parte del ganado bravo de los Núñez, así que primer aviso que doy de no sobrepasar una linde que más tarde mostraré. En su día debió ser un lugar más concurrido y que daría trabajo a un buen número de jornaleros. Como anécdota comentar que a mediados del siglo pasado el padre de mi respetadísima suegra, Pepichi Guerrero, tuvo arrendado este cortijo.

   En la fotografía de arriba pueden ver a mis dos acompañantes ese día: Ana y Juanlu. Al fondo se aprecian las antenas de la Silla del Papa. En ese momento andábamos por el Cerro de la Rosa Grande. Pocos sitios como Bolonia pueden chulear de nombres tan curiosos y hasta cierto punto literarios. Nuevamente el artículo sobre la toponimia del entorno de Bolonia nos pone tras la pista y nos dibuja una sonrisa en la cara. El nombre de rosa no provendría de la flor, sino quizá de roza, «tierra roturada para ser sembrada», y aludiría al pasado agrícola de dicho cerro. La culpa esta vez no fue del cha cha chá, sino del ceceo: El cerro de la Roza grande.

   Los eucaliptos, que a mediados del siglo pasado prometían ser un negocio para los dueños de estas tierras, son hoy día el enemigo a batir. Este hermoso y enorme ejemplar ya ha sucumbido a esta absurda guerra de introducir especies foráneas para luego renegar de ellas. Seguramente habrá sido talado con vistas a un mayor aprovechamiento del agua, ya que son árboles que necesitan y beben una gran cantidad del escaso elemento. No es de mis árboles favoritos, pero siempre apena ver a un gigante abatido.

     Al poco de pasar el cortijo del Puntal comenzaremos a ver las primeras casas del poblado. En total pueden ser hasta una quincena de ellas, un número similar al del vecino poblado de los Boquetillos que mencioné antes. ¿De cuántos habitantes estaríamos hablando? Pues lamento decir que ni idea, pero si tirando por lo bajo calculamos 4 ó 5 personas por vivienda, obtenemos como resultado toda una aldehuela en la que tal vez vivieran cerca de un centenar de personas en su momento álgido.

    Tampoco puedo aportar mucho más en cuanto a la cronología, tan sólo añadir que ya uno de los tíos de mi mujer, el tío Curro, que ronda tan divinamente los ochenta años, ya frecuentaba el lugar cuando apenas era un mozalbete. ¿Sería muy arriesgado apostar que el poblado hunde sus raíces en las últimas décadas del siglo XIX?

   Lo que sí parece más probable, y tal como comenté en la anterior entrada acerca del poblado de los Boquetillos, que ambas comunidades se erigieran en terrenos públicos, aprovechando quizá que justo por la ladera contigua, en el cerro de la Cuesta del Carpintero, transcurría y transcurre una vía pública para el tránsito del ganado, la vereda del Alamillo.

   Lo cierto es que no fue nada fácil para muchas gentes buscar un trozo de tierra donde asentarse. Por ejemplo, en la década de los 30 en el municipio de Tarifa el 69% de las tierras estaban concentradas en las manos de 29 propietarios. Peor aún lo tendrían en el municipio de Castellar de la Frontera, donde un sólo propietario, el Duque de Medinaceli poseía en 96,8 % del total de tierras. Se ve que a la Edad Media le costó desaparecer por estas nuestras latitudes.

      La estructura de las casas es la típica de los populares chozos, pero obviamente más elaborados y resistentes. De planta rectangular, ventanas pequeñas, con muros gruesos levantados con las piedras del lugar, y sólo barro para unirlas. Y el techado a dos aguas, para el cual se utilizaba la castañuela, una planta similar al junco y que era muy abundante en la desaparecida laguna de la Janda. Si el mantenimiento de este tejado ecológico y supernatural era el adecuado se lograban los dos fines perseguidos: permitir la fuga de los humos del interior y sobre todo la impermeabilización contra la lluvia.

   Todas las casas cuentan con este murete de contención levantado también con piedras. A la par que servía para mantener sujeto el terreno, evitaba las filtraciones de agua y humedad. A pesar del abandono, de las décadas y décadas transcurridas y de los materiales empleados (tal vez, gracias a éstos) las estructuras de las casas muestran unas hechuras honrosas; si habláramos de viviendas más o menos actuales seguramente no hubieran corrido la misma suerte.

   Las casas que muestro en las fotografías de arriba son un buen ejemplo de lo que hablo. Se ven firmes, resistentes, bien adaptadas a los movimientos del terreno y a los caprichos meteorológicos. Con algo de imaginación y algo más de esfuerzo y trabajo no se resistirían demasiado estas casas a ser habitadas de nuevo.

   Quién sabe, dada las vueltas que da la Historia y al cariz que va tomando esta crisis financiera y especulativa; eucalipto va, eucalipto viene, si no nos veremos obligados a reintroducirnos de nuevo en el ámbito rural como especies no ya invasoras, sino como especies marginadas y expulsadas de la jungla de cemento. Exprimiendo aún más el símil: ¿Seremos eucaliptos en nuestra propia tierra? Si esto sucede yo me pido la casa de la chimenea.

   El modus vivendi de las gentes que habitaron este poblado sería harto sencillo. El jornal se lo ganarían en los cortijos y haciendas cercanos, y como muchos campesinos o pastores del pasado siglo también acudirían a los trabajos de temporada; al corcho en verano y al carbón picó en invierno, entre otros. Una vida recia y dura; el trabajo que no tenemos hoy día las generaciones jóvenes lo tuvieron ellos de sobra, eso sí, igual de precario y mal pagado. ¿Quién nos iba a decir que nuestra condición social y laboral iba a ser más semejante a la de nuestros abuelos que a la de nuestros padres? ¿Las agencias de calificación, los bancos centrales, mundiales y las bolsas de basura bursátiles, mismamente? me contestaréis… pues sí, a lo que yo añado: al carajo todos ellos.

   Y a lo que iba, que me voy por los cerros de Bolonia. A parte de la cría de gallinas, cabras y tal vez algún cochino, nuestros jornaleros complementaban sabiamente su dieta con perales y unas de las mayores chumberas o tunas que haya visto en mi vida, amén de otros cultivos que no sean visibles hoy día.

   Como en cualquier comunidad rural que se precie no podían faltar el pan y el agua. Yo contabilizé dos pozos, el de la fotografía es el más grande, con ranos y todo; y al menos tres hornos de piedra para hornear el pan macho.

   Encontramos además otros restos que nos hablan de la vida cotidiana, de la historia de las cosas pequeñas. Una pieza de piedra que aún no sé si se trata de un mortero o de un pequeño abrevadero. Y el encuentro más interesante: los restos de lo que en su día fue una pieza de cerámica esmaltada y coloreada, y la base de otra pieza menor. En esta última se aprecian una cruz, una corona, y la palabra «Santander». Y abajo «China Oyaga«, más un número, el 58, quizá el año de fabricación o venta.
Resulta gracioso, pues la alusión a China me hizo pensar obviamente en porcelana china, y el término Oyaga quizá en una ciudad de dicho país. Pero al buscar en google por esos términos me encuentro con que Oyaga es un apellido vasco ¿Estamos entonces ante una pieza de cerámica china importada a España por una familia de apellido Oyaga afincada en Santander? Por suponer e imaginar que no quede… aprovechemos que aún es gratis.

   También nos topamos con otras evidencias de esa vida privada, que la verdad, ahora que miro y remiro las fotografías y pienso y repienso para escribir la entrada, me dan ahora como un poco de grima: algunos zapatos de niño en un estado más que aceptable.
Había también restos de suelas de goma pertenecientes a botas o zapatos de adulto, pero los que más llamaron mi atención fueron unas botitas blancas de niño, lástima que no las fotografiase. Se notaba que eran de unas décadas atrás, y qué quieren que les diga, las casas abandonadas, árboles talados, el viento, el cielo gris… ¡y esos zapatos de niño!… No me hubiera extrañado nada si de repente hubiera aparecido por allí Stephen King o Iker Jiménez diciendo, ven chaval, ven, que te voy a contar la historia de la familia tal, que … quita, quita…

   Las casas de arriba, en una pendiente considerable, son las últimas que nos encontramos en nuestra dCaminata etnográfica. Seguramente son las que mejor representan al poblado del Puntal, pues están ahí, en la punta del cerro, como la proa de un barco encallado que tiempo ha dejó de tener un destino.
La fotografía de abajo entiéndanla como un cartel de «Prohibido pasar más allá».  Justo donde se encuentran esas casas y se obtiene esta perspectiva de Facinas, al fondo, nos encontramos con un muro de piedra, más su alambrada. No pasen más allá a no ser que sean toreros o tengan poco apego a sus vidas. Por esos campos pasta y corretea ganado bravo; como dije antes, toros bravos de la ganadería Núñez. Así que mucho ojo con pasar ese muro.

   Para tomar el camino de vuelta subimos al cerro donde descansa nuestro poblado. Desde esa posición se obtiene una buena visión general del entorno: a la izquierda el cerro de la Cuesta del Carpintero, en el centro el arroyo de Cerona, y al fondo la cresta pétrea de la Laja de las Algas, o de la Zarga.

    Y menos mal que tomamos esa decisión, pues nos hubiéramos perdido como el que dice el postre. Fueron mis amigos Ana y Juanlu quienes descubrieron lo que muestro a continuación. Yo mientras tanto estaba abajo soltando a cazar a la Nikon, y no queriéndome encontrar con Iker Jiménez…

   Una tumba antropomorfa de pequeñas proporciones. Orientada al este, dominando el valle de Almodovar y la Janda… Es increible cómo en un monte más bien pequeño se puede concentrar tanta historia y vida. Donde menos se lo espera uno salta la liebre de la sorpresa y el misterio, en un paraje que poquísima poquísima gente frecuenta ya ¿En medio de la Nada?

   Y este horno de piedra que ya me dejó loco de la emoción y empachado de tantas cosas interesantes. El estado de conservación y la apariencia son magníficos. Es el horno mejor conservado que que yo haya visto, y he visto ya unos cuantos. ¡Si algunas piedras hasta conservaban el hollín!
Termino esta entrada, esta dCaminata que tanto me hizo disfrutar haciendo un llamamiento a todo aquel que sepa algo sobre este poblado para que se ponga en contacto conmigo. Le estaría muy agradecido.

   Y a todos en general agradeceros que durante ¿15 minutos de lectura? hayáis tenido la santa paciencia y el detalle de ayudarme a revivir este escondido pero bonito lugar.

¡Chistera chistera la caminata está fuera!

14 comentarios sobre “Puntal del Alamillo: otro poblado abandonado cercano a Facinas

  1. Me pasa lo que cuentas en tu entrada Juanma. Siempre que paso cerca de un cortijo abandonado o las ruinas de alguna edificación no puedo resistirme a echarle un vistazo e intentar reconstruir como y cuando se vivió allí. Buena entrada que da que pensar sobre estos lugares olvidados de nuestra tierra.

  2. Excelente entrada al blog, poner al alcance de todos estos lugares es de agradecer. Esa chistera está acumulando mucha información que espero algún día dé sus frutos laborales.

  3. Lo conocía , pero no sabía tantas cosas interesantes como habeis descrito. Cerca de ese lugar existe otro poblado tambien abandonado que no recuerdo como le llaman, tambien muy interesante.

  4. gracias por tu blog!, una pregunta… podrías explicarme el por qué se quiso o hizo mucho dinero con los eucaliptos en un principio y luego pasaron a ser un error???
    Me produce mucha curiosidad, porque se habla muy mal de ese arbol invasivo y que tanta agua consume, pero nunca entendí por qué se planta o plantó tanto… Por tu comentario veo que sabes algo al respecto.

  5. A nuestro amigo LUCAS.
    El eucalipto es un árbol que ‘crece solo’, rápido y recto. Son tres de sus principales características. Por estos motivos fue cultivado en España en bosquetes privados, y cuando le llegaba la edad y el tamaño adecuado eran talados para utilizar sus troncos como postes telegráficos y cableado eléctrico, de los que tu, sin duda, habrás visto a cientos por nuestros caminos.
    Luego vendrían las estructuras de acero y los postes de hormigón armado que los sustituirían, quedando en el olvido aquellos que se salvaron de la tala y de los cuales aun podemos ver en forma totalmente salvaje y con un tamaño descomunal.
    Espero haberte ayudado.
    Saludos.

    Por cierto JUANMA, magnífico reportaje (como todos).

  6. Mi madre nació en el cortijo del alamillo en el año 1912. Me he emocionado mucho al verlo. Si os interesa podemos contar anécdota que ella a su vez nos contaba de aquellos sitios que tanto añoraba. No se como ponerme en contacto con el responsable de este articulo

  7. Amigo Juanma Pizarro. Hoy domingo 23 de marzo de 2014 he estado en el poblado del Puntal del Alamillo. Hemos entrado por abajo, por Facinas, por una cañada que deja a un lado los toros bravos y al otro vaquillas criando. Ibamos buscando olmos. Solo quedan dos. Uno de ellos, centenario, es el que está en tu foto inferior a la de la cerámica cántabro-chino-vascuence. ¡¡A ver si nos vemos por el monte!!

  8. Juanma tendrías que hacer un reportaje del Alamíllo ,el que está paralelo a la nacional 340,E-5,(en el mapa que subiste sale mas arriba del Puntal) que tambien está en ruinas ,está cerca de Facinas,pero en llano ,a vista de google mapas si puedo verlo pero me encantaría poder verlo en fotos , pues mi marido nació allí en 1956 ,allí vivía toda su familia , padres , abuelos , hermanos hasta que se desplazaron a Facinas en el año 1970 y en 1973 ya definitivamente a Algeciras.

  9. Hola estoy loca por vicitar e alamillo pues mi madre nacio alli el 13 de enero del1912 y sienpre e tenido la curocidad de ir quiero hacerlo

  10. Hola: me he emocionado al ver las imágenes y leer los párrafos.mi familia paterna nació en la zona y mi hermano y yo estuvimos viviendo en el puntal,aunque cuando nos trasladamos a Algeciras mi hermano y yo éramos pequeños,pero ya de adulto he visitado la zona varias veces y la verdad me encanta. Muchas gracias por las imágenes y los parrafos: un saludo.

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