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La Cueva Escondida (Los Barrios): una aproximación a otro lugar de memoria de la represión campogibraltareña del verano de 1936.


Tal día como hoy, 23 de julio, pero de 1936 las tropas golpistas entraron en Los Barrios después de tomar Algeciras el día 18, y San Roque y La Línea el 19 sin apenas resistencia. Accedieron a la población a través del “puente grande” que salva el río Palmones, organizados en tres grupos que se internaron respectivamente por las calles la Ollería, la Plata y Herrería. Testigo de todo ello fue Juan Lobato Vázquez, un chaval de 12 años que junto a unos amigos pasaba la mañana por los alrededores del Cerro Blanco.
En la calle Herrería, donde estaba su casa, se encontraban su abuela, su madrastra y su padre, Andrés Lobato Cobos. Las tropas que se internaron por esta calle eran guiadas por Juan Trujillo, un falangista de la localidad. Quizá ya tuviera noticias de los fusilamientos y detenciones que tuvieron lugar pocos días antes en Algeciras y La Línea, y temiera que su significación política le condujera a ser víctima de un hecho u otro; motivos más que suficientes que le llevaron a abandonar el hogar por el callejón trasero, y bajo el aplastante sol del mediodía, atravesar los canchos de Benharás en dirección a la garganta del Capitán para encontrar refugio en la Cueva Escondida.
¿Por qué eligió este lugar y no otro para esconderse? Al ser hombre de campo, Andrés sería sin duda un gran conocedor de todo el entorno montuoso que rodea a Los Barrios sobre todo por su vertiente suroeste, al igual que de los caminos y veredas tradicionales, tan frecuentadas por esos años y tristemente abocadas hoy día a desaparecer. Teniendo en cuenta el poco tiempo con el que contó para decidirse pudo haberse decantado por las gargantas de Benharás o del Prior, un poco más cercanas al pueblo, pero no, eligió la garganta del Capitán, en concreto la zona del Hoyo de don Pedro, donde dos grandes lajas de arenisca descienden en paralelo buscando el arroyo de Botafuegos. Así lo detalla Juan Lobato: «Esta cueva está de la casa forestal de Hoyo de don Pedro, hacia el Cogujón de las Corzas, a mano derecha, cerca de los tres molino de los hermanos Escalona: Blas, Cristobal y Juan».

Entorno de la Cueva Escondida y Los Barrios al fondo.

Personalmente no tuve conocimiento de la existencia de esta “cueva” hasta que leí no hace mucho el libro de Beatriz Díaz Martínez Un rosal de flores chiquititas: represión y supervivencia en Los Barrios (Cádiz), publicado por Editorial Tréveris en 2011, y del que extraigo la mayor parte de datos para este artículo. A través de sus 339 páginas Beatriz nos sumerge directamente en esas décadas centrales del siglo XX, tan decisivas para la historia social de nuestra comarca. Para ello se sirve de los testimonios de Miguel Villatoro, Juan Montedeoca, Pepa Acosta, Juan Lobato y Nicolás Zamora; además de las aportaciones de Juana Gómez, Marina Ortega Bru, José Marín y Francisco Serrano. Vivencias a flor de piel que fueron recopiladas entre 2008 y 2009 mediante un grupo de trabajo, herramienta que la autora ha utilizado en otras ocasiones como vehículo de la transmisión oral. A estos recuerdos, a estas historias íntimas que aportan a la Historia como disciplina el valor de la inmediatez y la verdad personal, Beatriz les intercala contextualizaciones históricas para mejor entendimiento de los sucesos.
Siempre he sido un gran aficionado a viajar al pasado a través de estos libros de testimonios ya que, y que me excusen los autores de ensayos diríamos que más tradicionales o mayoritarios, me parecen la forma más viva, cercana y divulgadora de contar la Historia.

Portada del libro Un rosal de flores chiquititas: represión y supervivencia en Los Barrios (Cádiz).

Para aportar mi granito de arena al mantenimiento de esta memoria colectiva me dispuse, 85 años después, a aproximarme al entorno de la Cueva Escondida, muchas veces transitado con anterioridad pero nunca con esa intención o esperanza de toparme con alguna cueva. Si más arriba entrecomillé esta palabra, es momento ahora de explicar el motivo. En nuestro territorio el vocablo cueva no posee estrictamente el mismo significado que en otros. Cuando nuestros abuelos y bisabuelos hablaban de cuevas, acepción que hemos heredado, no se referían a esos espacios cavernosos que todos podemos imaginar con sus distintas salas, estalactitas y estalagmitas. Al hablar de cuevas nos referimos principalmente a pequeños abrigos, a refugios u oquedades casi siempre de poca entidad y superficie, y que han sido utilizados desde la Prehistoria hasta la actualidad con diferentes fines. La morfología de las sierras aljíbicas campogibraltareñas, donde la arenisca es la roca predominante, no produce cuevas como las de Nerja o del Gato, por poner un par de ejemplos, situadas en enclaves de piedra caliza. Estos abrigos u oquedades que menciono se han ido configurando durante miles de años, unas veces por la labor constante y paciente del viento erosionando y ahuecando la arenisca; y otras, por efectos térmicos y corrimiento de tierras, desgajando las lajas en placas, haciéndolas rodar ladera abajo hasta que al final se montan unas sobre otras consiguiendo en ciertas ocasiones, y fortuitamente, una cierta semejanza a estructuras dolménicas o cabañas naturales.
Sé, por experiencia propia, al haber tenido la suerte de acompañar en muchas caminatas a Simón Blanco Algarín, reconocido descubridor de yacimientos rupestres correspondientes al Arte Sureño, que la zona que iba a prospectar no es lugar de “cuevas”, ni tan siquiera de abrigos como los muchos que existen en otros valles y montes cercanos. Para tener aún mayor seguridad le pregunté su opinión a Domingo Mariscal, otra de las personas que mejor conocen nuestro medio rural, su historia y tradiciones, confirmando lo que venimos tratando; que a lo sumo encontraría un refugio natural apto para esconderse.

Aproximándome a la sierra de La Palma.

Comprender los motivos que llevaron a Andrés a adentrarse en la garganta del Capitán requiere una breve explicación georeferrencial, sobre todo a los que tengan la mala fortuna de no conocer un lugar tan hermoso. Tomemos posición y contexto. Si nos situamos de cara a la garganta, a nuestra izquierda visualizaremos la ladera norte de la sierra de las Esclarecidas; umbrosa, exuberante y salvaje a causa de este mismo posicionamiento. A media altura discurre el popular camino de la Trocha, una antiquísima vía de comunicación utilizada por caminantes y cabalgaduras para internarse en el interior de la provincia ahorrando tiempo, y según la época, sorteando los mayores peligros de la costa. Y a nuestra derecha, admiraremos la silueta casi piramidal de la sierra de la Palma, que con 554 metros de altura y víctima de periódicos incendios fue por desgracia reforestada hace unas décadas con pinares, pero aún conserva algunas manchas de alcornoques y otras especies de flora autóctona. Por su cota más baja discurre también otro camino tradicional, la antigua vereda de Los Barrios a Tarifa, que aún es transitada por algunos atrevidos senderistas; eso sí, con mayores dificultades que antaño debido al progresivo abandono de nuestros montes como lugares habitados. Ambas veredas ascienden buscando el Cobujón de las Corzas, especie de embudo que recoge todas las aguas circundantes, y confluyen luego en el Puerto de los Alacranes antes de descender hacia la vertiente atlántica. Por medio de este majestuoso paisaje, que te transporta a climas macaronésicos, corre el arroyo Botafuegos salteado de pozas y cascadas, y marcando el límite entre los municipios de Los Barrios y Algeciras.

Andrés Lobato Cobos. Fotografía y huella dactilar de su DNI. Cedida por Beatriz Díaz Matínez.
Andrés Lobato Cobos. Fotografía y huella dactilar de su DNI. Cedida por Beatriz Díaz Matínez.

Tenemos, pues, unos factores importantes que motivarían a Andrés Lobato a esconderse de sus captores en un paraje como este: Cercanía respecto a Los Barrios; a cinco kilómetros en línea recta. Un bosque frondoso con multitud de escondrijos y recovecos. Pero en especial, un lugar idóneo para proseguir rápido la huida en caso de verse cercado gracias a esa vereda. Prueba de que acertó con esta opción fue el hecho de que en ese entorno de la Cueva Escondida acabaría encontrándose con otros huidos.
En este punto se entrelaza y encuentra la historia de Andrés con la de otro personaje que sufrió también en carne propia el miedo de la huida, las atrocidades de la represión y la guerra, y el dolor de todo lo que vendría después. Se trata de Francisco Serrano Gómez, nacido también en Los Barrios pero residente en Algeciras desde niño, donde llegaría a ser un activo militante de la CNT. En su exilio francés de Burdeos escribió en 2007 sus memorias, tituladas El diario de un aburrido: niñez, juventud, retirada y exilio de un republicano español en Francia. Algunos apartados del capítulo en el que rememora la huida de Algeciras no pueden dejar de ser reseñados aquí dadas las posibles coincidencias.
Cuando los militares golpistas toman el poder en Algeciras, Francisco es apresado junto a un amigo de apellido Pulido, también de la CNT, y otros dos compañeros de la UGT. Una mañana, supongo que la del 19 o del 20 de julio, son conducidos al Gobierno militar, aunque ellos pensaban que su destino eran las tapias del cementerio. Allí les recibe un teniente coronel «berreando como un toro», y les embiste con la siguiente amenaza: «los obreros llevan en huelga diez días y vosotros sois los cabecillas. Las huelgas están consideradas como rebelión militar». Para solucionar dicho conflicto laboral el teniente coronel se inventa un rocambolesco y macabro juego. Introduce en una boina cuatro papeletas numeradas, y estipula que los que saquen el tres y el cuatro saldrán como delegados con un salvoconducto de veinticuatro horas para convencer a los trabajadores de que vuelvan al trabajo. Otra de las siniestras condiciones era que tanto el beneficiario del número tres y del cuatro fueran de organizaciones distintas. Francisco sacó el número tres y pudo salir a la calle con veinticuatro horas de esperanza. Su amigo Pulido sacó el uno y sería fusilado junto al ugetista sin que aún hubiera acabado el plazo acordado de las veinticuatro horas.
De este dramático desenlace tuvo noticias Francisco a las pocas horas de producirse y decidió esconderse en una huerta de los alrededores del pueblo. Ya nada le retenía en Algeciras, donde todas las salidas estaban controladas. La sierra y Jimena de la Frontera eran sus próximos objetivos. Sin embargo, tampoco le acompañó esa vez la suerte, pues poco después de abandonar la huerta fue capturado por una patrulla de vigilancia liderada por Pedro Salvo, el mismo cabo de la Guardia Civil que en enero de 1933 participó en los trágicos sucesos de Casas Viejas. Atado de manos y pies con alambres, la fúnebre camioneta que los transportaba acabó encontrándose con otra patrulla, capitaneada ésta por el falangista Juanito Gallardo, a quien Francisco conocía de la infancia. Ambas patrullas se enzarzaron entonces en una disputa por dilucidar a qué cuerpo le correspondía hacer la entrega a los militares, y acabó imponiéndose el falangista Juanito Gallardo.
Aun habiendo pasado tantos años y ya anciano, Francisco no acababa de comprender cómo sucedió lo que viene a continuación. Quizá fuera porque mediara entre ambos una pasada y cierta amistad, o esta vez sí a los caprichos de la fortuna, pero el caso es que convenció a Juanito Gallardo de que se dirigía a la sierra para cumplir con su compromiso de convencer a los trabajadores huidos de que se entregaran, que tenía un salvoconducto y que no se iba a fugar, pues el destino de su amigo Pulido estaba en sus manos. Como ya se ha dicho más arriba, Francisco sabía que a su amigo lo habían fusilado, y jugó esa carta contra sus captores, que a su vez pensaban que su presa desconocía la noticia y que por tanto se vería obligado a volver si le quería salvar la vida. Así pues, lo liberaron de los alambres y lo dejaron subir hacia la sierra. Aún le deben estar esperando.

Tal como nos sigue relatando Francisco en sus memorias, el panorama que se encontró en la sierra fue descorazonador. Familias enteras de huidos desprovistas de lo más esencial, muchas de las cuales acabarían regresando al pueblo. También se encontró con compañeros y amigos que se alegraron mucho de verlo, ya que pensaban que al final lo habían fusilado. Durante un tiempo que Francisco no precisa aquella sierra se convirtió en un lugar de resistencia más bien pasivo, dadas las pocas armas con las que contaban. «Las altas rocas eran nuestros puestos de vigilancia e íbamos de roca en roca como cabras…». Y más adelante: «Una mañana, estaba vigilando desde lo alto de una roca, desayunando con moras. De pronto, oí quejidos de una persona. Me bajé de la roca y vi a un hombre en una de las cuevas de piedra. Estaba temblando y echaba espuma por la boca… ». Como ven, descripciones todas que nos dibujan un paisaje abrupto y pedregoso.

Francisco Serrano Gómez. Cartilla de combatiente voluntario de la resistencia en Francia.


Como era previsible, una mañana apareció la Guardia Civil con perros y cercó la sierra donde se hallaban. Las palabras de Francisco al describir las escenas, aún habiendo trascurrido setenta años desde que ocurrieron los hechos, transmiten la misma emoción y el mismo dolor que si hubieran ocurrido este mismo verano. Algunos padres de familia desistieron de huir por no abandonar a los suyos y serían ejecutados allí mismo delante de todos. Sólo los más jóvenes y los que no tenían nadie a su cargo lograron huir. La atmósfera de terror que anunció el general golpista Emilio Mola en su directiva del 19 de julio empezaba a tomar forma en ese lugar de memoria.
¿Pero de qué sierra estamos hablando? Francisco especifica en sus memorias que a la sierra a la que huyó se llamaba sierra de las Palomas, y del contexto se deduce que se localizaba en las cercanías de Algeciras. El problema está en que actualmente no existe tal topónimo en la orografía de nuestro entorno más inmediato. Cuando Francisco escribe sus memorias tiene noventa y cuatro años, y tan larga permanencia en Francia, país que no abandonó hasta el fallecimiento de su compañera, instalándose en madrid, sin duda afectó negativamente al dominio de su lengua natal. Fue algo común entre los exiliados. Por estos motivos tal vez confundiese el vocablo “palomas” con el de “palma” y en realidad estamos hablando de la misma sierra en la que se refugió Andrés Lobato: la sierra de la Palma. Otra prueba de que el castellano le jugaba malas pasadas la encontramos más adelante. Cuando finaliza el episodio en el que logra sortear el cerco de la Guardia Civil con un compañero apellidado Medina, relata que esperaron a que anocheciera antes de cruzar el río “Palmono”; esto es, el río Palmones.

Garganta del Capitán y sus afloramientos de arenisca. Foto cedida por Francisco Javier Pizarro Sánchez.

Dejemos a Francisco Serrano con su periplo hacia Jimena de la Frontera y retomemos la huida de Andrés Lobato. En la fotografía de más abajo pueden ver el escenario en el que realicé la primera prospección; el primer escalón por el que la sierra de la Palma empieza a ganar altura. No es el punto exacto en el que su hijo Juan Lobato sitúa la Cueva Escondida y que marca luego Beatriz Díaz sobre un mapa, pero decidí inspeccionarlo para no dejarme nada atrás. Además, una curiosa sombra en el afloramiento de arenisca captó mi atención, aún sabiendo que la mayoría de las veces estas proyecciones de sombra se deben a “engaños” del sol simulando y dibujando abrigos donde después, al aproximarte, no los hay.

Primera prospección.

El ascenso fue duro, y no sólo por lo escarpado del terreno y el calor, aunque el cielo estuviese encapotado. En estas situaciones el principal obstáculo o barrera lo pone el monte bajo, cerradísimo de maleza, aunque está bien que así sea puesto que este es su estado natural, y no aquel otro en el que a base de desbroces abusivos se transforman los alcornocales en meros jardines o plantaciones de bellota y corcho. Me costó lo mío, pero conseguí llegar hasta un punto en el que poder cerciorarme de que esa sombra, en efecto, no era un abrigo o cueva, si no un efecto solar.
Esta pequeña elevación conserva todavía un paisaje que no le hubiera resultado extraño a Andrés. El alcornocal centenario que allí pervive se encuentra relativamente sano, al contrario de los que crecen en los montes circundantes y en realidad en buena parte del Parque Natural de los Alcornocales, que llevan desde hace unas décadas siendo atacados por la “enfermedad” que se conoce como la seca. Este fenómeno de deterioro progresivo que se da en esta especie de quercus y que acaba con la muerte del árbol se debe a múltiples factores, siendo el principal de ellos la superpoblación de herbívoros, que impide una regeneración natural del bosque. Admitiendo que es un asunto complejo de analizar y de difícil solución en el que propietarios y Consejería de Medio ambiente se mueven por la ley del mínimo esfuerzo, lo cierto es que la seca alterará nuestro medio natural, ya lo está haciendo, hasta convertirlo en algo irreconocible para todos.
Sopesando este funesto presagio me fui desplazando a lo largo de ese frontal de derrumbes de arenisca, saltando de piedra en piedra como una cabra, como lo hiciera hace ochenta y cinco años el bueno de Francisco Serrano. Al conectar de nuevo con la vereda que asciende por la garganta me di cuenta de que el que algo quiere, algo le cuesta: los brazos llenos de arañazos.

Garganta del Capitán con el Peñón de Gibraltar al fondo. Foto cedida por Francisco Javier Pizarro Sánchez.

¿Cuál era la ideología política de Andrés Lobato? Nos lo cuenta su hijo Juan: «Mi padre era muy anarquista. A mi entender, el anarquismo era una pasión de no hacer daño a nadie; ellos no pensaban nada más que en hacer bien a todo el mundo y que todos se llevaran bien… su idea era no avasallar; ellos no querían hacerle daño a nadie. Para su ideal, la vida era imperdonable».  Aunque no tengamos constancia documental, seguramente Andrés pertenecía a la Confederación Nacional del Trabajo, a la CNT; sindicato mayoritario en nuestra comarca, el cual, como ha documentado José Manuel Algarbani, contaba en los Barrios en 1936 con 500 afiliados para una población de doce mil habitantes.

Cartel de la CNT/AIT.


En efecto, el anarquismo, y su representación en la lucha obrera, el anarcosindicalismo, fueron los principales movimientos que aglutinaron las esperanzas de la clase trabajadora en el Campo de Gibraltar prácticamente desde sus inicios. Los Barrios, por ejemplo, ya tuvo representación en 1919 en uno de los grandes congresos que fueron definiendo las tácticas y objetivos de la CNT a lo largo de los años, el conocido como el Congreso de la Comedia, celebrado en Madrid. Otro ejemplo de esta implantación libertaria la encontramos en el n.º 144 del periódico Tierra y Libertad del uno de diciembre de 1933, en el que se puede leer esta breve noticia: «En reunión celebrada por el grupo Libertad de esta localidad, ante el número crecido de compañeros que lo componen acordamos ampliarlo a la formación de una Federación integrada por cinco grupos, que como ya lo estaba antes el grupo Libertad se adhiere a la F.A.I. (Federación anarquista ibérica), deseando entablar relación con todos los grupos y participar en todas sus actividades».
Otro dato que acredita la afiliación libertaria de Andrés, aunque sea de forma indirecta es el siguiente: su primera mujer, Ángeles Vázquez Villalobos, fallecida muy joven al dar a luz, era sobrina del grazalemeño José Sánchez Rosa, una de las figuras más relevantes del anarquismo andaluz y que tan bien ha investigado y plasmado José Luis Gutiérrez Molina en su libro biográfico La tinta, la tiza y la palabra. José Sánchez Rosa, maestro y anarquista andaluz (1864-1936). José Sánchez Rosa vivió en Los Barrios durante 1901 y 1902, donde fue vocal de la junta directiva del Centro de Estudios Sociales, representante de las sociedades obreras barreñas en congresos y mítines, y maestro racionalista para los niños y niñas de las familias más desfavorecidas.
Estos, y no otros, fueron los “delitos” por los que las fuerzas golpistas persiguieron a Andrés Lobato y a tantos otros como él: pertenecer a un sindicato que básicamente sólo buscaba el bien común, la justicia social y la igualdad económica; un sindicato y organizaciones afines que además de defender los derechos laborales se empeñó desde siempre en instruir y educar a masas sociales a las que la oligarquía y la Iglesia pagaban con la moneda contraria, la pobreza y el analfabetismo; un sindicato que sólo en Andalucía en las vísperas del golpe de estado sobrepasaba los ciento ochenta mil afiliados, y al que si sumamos el resto de organizaciones obreras y partidos políticos leales a la República, obtenemos como resultado la criminalización de la mayoría social de todo un país, a la que por si fuera poco todo esto, se la asesinaría o, en el mejor de los casos, se la juzgaría, precisamente por aquellos que dieron el golpe de estado, por delitos de rebelión militar en sus variantes de adhesión, auxilio o inducción.
Andrés Lobato pagó bien caro el hecho de ser una persona justa, honrada y trabajadora. Empezó a pagar cuando el 27 de julio de 1936, recordemos, con cuarenta años y padre de familia, y comprendiendo que si permanecía más tiempo escondido en la cueva acabaría siendo cazado, escapa también hacia Jimena de la Frontera, y de ahí a Estepona, Málaga, Córdoba, etc. No volvería a su casa hasta casi tres años después, habiendo finalizado la guerra.
Poco le duró el reencuentro al pobre Andrés y a su familia. Es apresado el 25 de abril de 1939, y por un consejo de guerra celebrado en Algeciras en septiembre de ese mismo año, condenado a treinta años y un día por adhesión a la rebelión tras lograr evitar la pena de muerte. En enero de 1940 lo trasladan de Algeciras a la prisión de El Puerto de Santa María, y casi tres años después es vuelto a trasladar a la prisión provincial de las Capuchinas en Barbastro (Huesca). En febrero de 1943 ingresa en el Destacamento de Penados de Bisaurri (Huesca) donde realiza trabajos forzosos en la carretera del Run a Pont de Suert para la empresa de Riegos Asfálticos. Un año después por fin consigue que le concedan la libertad condicional sin destierro y regresa de nuevo a Los Barrios el 13 de marzo de 1944. En total casi ocho años de penurias y privación de libertad. Aún así, no acabó del todo el sometimiento. Como todos los ex-presidiarios estaba obligado a presentarse cada dos semanas en el cuartel de la Guardia Civil. No obtuvo la libertad total hasta 1966, cuando tenía 70 años. Falleció el 25 de marzo de 1974. Como relata su hijo Juan «si mi padre hubiera estado vivo cuando murió Franco, se habría emborrachado para celebrarlo».

Andrés Lobato y su hijo Juan en la romería de Los Barrios a principio de los años 70. Foto cedida por Beatriz Díaz Matínez.

Unos trescientos metros más arriba alcancé el siguiente afloramiento de areniscas. De nuevo el mismo terreno abrupto y prácticamente impenetrable que sólo permitió que me internara unas decenas de metros a lo sumo, y a base de pelearme con brezos, jaras, las benditas zarzas y demás especies del sotobosque. Traté, por otra parte, de ponerme en el lugar de Andrés. Yo estaba allí en calidad de senderista temerario, perseguido en todo caso por un sol que pasado ya el mediodía empezaba a mostrar poca clemencia a medida que las nubes mañaneras se iban disipando. Con un bocata y agua suficiente para la jornada. Pero Andrés no; ochenta y cinco años antes Andrés estuvo en ese mismo paraje seguramente con el mismo calor pero con la incertidumbre y el miedo de poder ser capturado, y sin saber lo que podría suceder después; atento a cualquier ruido, oteando constantemente la garganta y alrededores por si llegaban los civiles, en definitiva, sintiéndose como una presa. ¿Pero cómo aguantó esos cuatro días que permaneció en el monte?. ¿Qué comía?
Por suerte, contó con la ayuda de su hermana Isabel y su cuñado Curro, que trabajaban y vivían en el cortijo de El Acebuche, a unos dos kilómetros más abajo, muy cerca de donde hoy día se encuentra el centro penitenciario de Botafuegos. Aún a riesgo de ser ellos mismos acusados de colaboradores no dudaron en proveerle de comida. Estos gestos de humanidad y solidaridad fueron más comunes de lo que pensamos. Muchas de las personas que sobre todo procedentes de Algeciras y Los Barrios encaminaron sus pasos hacia Jimena de la Frontera, que sería zona republicana hasta mediados de septiembre, siendo el último pueblo de la provincia de Cádiz en ser tomado por los fascistas, fueron auxiliados por los habitantes de las cortijadas por las que pasaban.

Cortijo de El Acebuche.
Patio del cortijo de El Acebuche.

Para ir finalizando, muestro a continuación las imágenes del enclave que en esta primera aproximación puede corresponderse mejor con el objetivo buscado. Y recordemos, una vez más, que la Cueva Escondida a la que se refiere Juan Lobato es casi con toda seguridad un refugio o pequeño abrigo en la roca arenisca, al que la abundante vegetación contribuiría aún más a pasar desapercibido. Dado el tiempo transcurrido, y a la imposibilidad de que un testigo presencial lo confirme de algún modo, es imposible obviamente probar que este refugio sea uno de los que utilizara Andrés Lobato, pero sí, ya digo, el que reúne mejores condiciones para serlo. En cuanto las circunstancias lo permitan y se vaya acercando el otoño volveré a hacer otra prospección, pero esta vez entrando desde arriba, desde el mirador del Hoyo de don Pedro, que al ser zona de pinares permitirá un mejor y más rápido avance.
Como pueden observar, la sombra triangular nos indica la existencia de un lugar protegido que en realidad se ha formado por el derrumbe de ese gran bloque de arenisca, situado en origen más arriba. En su interior fácilmente pueden caber cuatro o cinco personas. Además, al pie de la entrada se aprecian signos de aterrazamiento utilizando piedras, lo que nos informa sobre una intencionalidad de proveer de mayor habitabilidad al conjunto.

Refugio en el entorno de la Cueva Escondida.

Más adelante, en la siguiente gran laja que corre paralela a ésta encontré otro lugar similar, también con las mismas señales e indicios de haber sido ocupado en alguna época por carboneros, corcheros, o quién sabe, por los que huían del golpe de estado fascista.

Otro aterrazamiento pegado a la laja.
Zoleta oxidada

Aunque para este artículo me he querido centrar en la vida de Andrés Lobato, la de su hijo Juan también constituye una impagable fuente primaria para comprender qué supuso el golpe de estado militar, la consiguiente guerra y la posterior dictadura en la vida de estas sencillas e inocentes personas. Juan simboliza como víctima del franquismo las adversidades a las que se tuvieron que enfrentar las clases oprimidas y trabajadoras de este país, fueran de un «bando» o del otro. Se vieron obligados a trabajar ya desde muy pequeños; afrontando la realidad sin apenas instrucción y educación, buscando de donde no había algo que llevarse a la boca y calmar el hambre, pero el hambre de verdad; adoptando el olvido impuesto por los vencedores como una forma más de supervivencia, apaciguando la rabia contenida para no acabar entre barrotes. Ochenta y cinco años después, los herederos ideológicos de los que provocaron esta barbarie siguen negando la mayor, tratando de no mirar de frente a esta memoria histórica y colectiva que ya les ha desbordado. Si sus antecesores propiciaron un golpe de estado para no perder sus privilegios seculares, ellos ahora hacen todo lo posible para no perder, además de estos mismos privilegios, la vergüenza y la arrogancia.
Gracias al testimonio de Juan Lobato y al de las demás personas que componen el libro Un rosal de flores chiquititas: represión y supervivencia en Los Barrios (Cádiz), y gracias a su autora, Beatriz Díaz Martínez  por poner sobre blanco y negro esos recuerdos, sabemos que la reparación de las víctimas es un hecho, y que si damos un paso atrás será sólo para coger impulso.
Sirva esta humilde caminata memorialística como homenaje y gratitud a todos ellos.

Juan Lobato Vázquez. Foto cedida por Beatriz Díaz Martínez.
De izquierda a derecha, Juan Lobato Vázquez, Marina Ortega Bru y Josefa Acosta Velasco. Foto cedida por Beatriz Díaz Martínez.
Francisco Serrano Gómez.
Biblioteca · Caminatas · Historia, Folclore y Etnografía · P.N. El Estrecho

Nuevos hallazgos en el entorno de la Peña del Bujeo.


2.1. Peña del Bujeo

Quien quiera ver correctamente la época en la que vive debe contemplarla desde lejos. ¿A qué distancia? Es muy sencillo: a la distancia que no permite ya distinguir la nariz de Cleopatra.

José Ortega y Gasset.

    A veces la piedra arenisca adopta formas muy curiosas y sugerentes. El viento y la lluvia actúan sobre ella como cinceles incansables y nos legan monumentos naturales que cuesta calificarlos como fortuitos. En este caso los fenómenos atmosféricos han modelado un rostro pétreo emergiendo de la tierra (foto de arriba); de izquierda a derecha se aprecia la barbilla y una boca retraída, luego una nariz entre aguileña y griega y finalmente el ojo… ¡ si hasta los arbolillos hacen de pelo para este coloso yacente!

      Y hablando de caras que emergen, ya iba siendo hora de que asomara mi careto por el blog. Este próximo septiembre hará un año ¡menudo año! que no subo una entrada. Abandonado no, lo siguiente. La historia que cuento a continuación tuvo lugar por tanto a finales del verano pasado. En alguna ocasión me he puesto frente al ordenador con la intención de contar este humilde hallazgo que considero inédito, al menos en este mundo bloguero en el que me muevo, pero nada, no hubo maneras, ni sobre todo ganas.

      Tampoco he regresado de nuevo al lugar de los hechos. ¿Seguirá mi gigante con esa expresión tan seria? ¿Seguirá conservando el pelo, digo los arbolitos?

       La Peña del Bujeo, aún siendo un lugar no muy frecuentado, es un enclave conocido incluso para los que no conocen exactamente su ubicación. Me explico. ¿Quién no se ha fijado mientras conducía en dirección a Tarifa, pasando Pelayo, en un promontorio que destaca a mano izquierda y que a la fuerza tiene que llamar nuestra atención? Ya, ya sé, los conductores prudentes, pero ahí está. Quién quiera saber algo más que no sea tan prudente y la próxima vez eche un vistazo, busque en Iberpix, o en último término, llame al departamento de geolocalización de dCaminata.

         Una tarde de esas, «casi» a la fresquita, mi hermano Francisco Javier, del Facebook Paisajes del Campo de Gibraltar, y el que les escribe decidimos acercarnos a la zona para conocerla a fondo. Y menos mal que lo hicimos, fue una tarde bastante fructífera ¿quién nos iba a decir que un simple paseo vespertino nos iba a deparar tales sorpresas? Vamos, como que me dan ganas de esta misma tarde acercarme de nuevo.

2.Escaleras de la Peña.

         Después de presentar nuestros respetos al susodicho gigante subimos la escalera que conduce a la cima de la peña. ¿Por qué una escalera en este sitio? Como se verá en las siguientes imágenes desde este promontorio, desde esta atalaya natural, se obtiene una visión inmejorable del acceso norte a la ciudad de Algeciras y sobre todo del Estrecho y sus primeras elevaciones.

3. Cima de la peña.

       Una vez arriba encontramos pruebas que certifican la idoneidad de esta peña como lugar ideal de observación y posicionamiento geográfico: un vértice geodésico, una caseta que sin duda perteneció en su día al acuartelamiento del Bujeo, y sobre todo, los restos de una estructura de piedra, de forma cuadrada y con pinta de ser bastante antigua. Esto fue lo que en principio lo que nos llevó allí esa tarde, pues ya anteriormente había llamado la atención de mi hermano en una de sus escapadas.

4. Base de la torre

5. Esquina de la torre.

       Si hacemos caso al mapa topográfico, donde se nombra este enclave como «Torre del Bujeo«, y tirando de nuestro conocimiento, que no deja de ser de aficionado, encontramos bastantes similitudes con otros restos de torres vigías de origen medieval. La planta  parece ser rectangular, y a falta de metro en la mochila ¡cuándo me acordaré de meter uno en ella! calculamos que de 3×4 m. más o menos. En cuanto altura, cualquiera sabe, pues sólo se ha conservado la base.

5.1. Esquina torre.

6. Algeciras desde la torre.

      Como se observa en las dos fotos anteriores esta base está compuesta por un núcleo de calicanto delimitado por sillares de mediano tamaño. Ejemplos similares los podemos ver en la Torre del Almirante y en la también desaparecida y destruida Torre de Punta Carnero. Ambas son de épocas distintas, la primera se supone que anterior al s. XIV y la segunda del XVI. Dado lo que se ha conservado y a falta de estudios que lo certifiquen yo vuelvo a tirar mis dados de aficionado y apuesto porque sean restos de una pequeña torre vigía de origen medieval.

       Al tratar de buscar información sobre estos cimientos antiguos nos encontramos con lo de siempre: dificultades y sobre todo escasez de datos.

        Ángel Sáez, al que de forma obligada hay que recurrir en estas lides, al menos menciona la palabra «Bujeo» en su artículo «Nuevas noticias sobre las torres de almenara de Tarifa«. Al hablar de la Torre de Don Juan o de Guzmán el Bueno indica lo siguiente: «Por su gran elevación, la Torre de Don Juan cumpliría la misión de atalaya principal de la ciudad murada durante la Edad Media. De esta forma establecería contacto entre las almenaras de la costa atlántica tarifeña –de la Peña y de los Vaqueros–, las del interior –del Rayo y de Torregrosa– y las estancias que continuaban las señales hacia Algeciras por el Bujeo

      ¿Podría corresponderse estos restos con una de esas estancias que transmitían las señales hacia Algeciras?

      Por último, añado otra información que me facilitó F.M. un usuario del Facebook Historia de Algeciras en imágenes, y al que agradezco su colaboración. Cito textualmente: » Figura en los mapas topográficos como la torrecilla, mi padre la conoció en pie y así estuvo hasta después de la guerra civil en la que los militares la derribaron para colocar un puesto de comunicaciones. Era una de las torres vigías interiores a igual que la de Getares.»

       Si nuestro informante está en lo cierto, esta torrecilla del Bujeo estaría en pie hasta la Guerra Civil, y sufriría el mismo e injusto destino que la mencionada Torre de Punta Carnero, demolida con fines militares en el ámbito del Plan defensivo del Campo de Gibraltar, cuando a partir de 1939 se fortificó toda la costa del Estrecho ante un posible ataque de las fuerzas aliadas.

       ¡Cuánto daría por ver una fotografía de esta torre antes de ser destruida!

7. Pelayo y Algeciras.

      Nuestra hipotética Torre del Bujeo dominaría pues el camino medieval de Algeciras a Tarifa. En el caso de ser medieval, claro. Además, hemos de tener en cuenta que en esa época no existía ninguna estancia o torre vigía en esos 20 kilómetros de tortuosa geografía. Las almenaras de Guadalmesí, del Fraile y Punta Carnero son posteriores, del s. XVI.

8. Montes de Getares.

9. El Estrecho desde la torre.

También se controlaría buena parte del Estrecho, especialmente las incursiones marítimas procedentes de Ceuta.

     Hasta aquí el capítulo de la torrecilla del Bujeo, otro más a engrosar en la larga lista de yacimientos campogibraltareños que apenas han merecido estudio alguno, pero que al menos logran mantener viva la llama a los que somos amantes de nuestra historia y nuestra geografía.

     Y si esta torrecilla vigía logró mandarnos desde su incógnito pasado señales de humo en forma de preguntas y misterio, lo que hallamos a continuación acabó por incendiar del todo nuestra curiosidad.

     Al bajar de la peña y merodear por los alrededores nos topamos de repente, casi ocultos por los brezales, unos enormes sillares de piedra arenisca. ¿Cuántos de ellos? Entre la perplejidad y los nervios no caímos en la cuenta de contarlos, pero calculamos que entre veinte y treinta sillares fácilmente.

10. Primer sillar.

11. Sillar y Bahía.

Como se puede advertir, sus dimensiones no son las usuales, las que luego solemos ver en cualquier edificación.

12. Segundo sillar

13. Dos sillares juntos.

     Pero en todos ellos se aprecia perfectamente su forma rectangular y las marcas de las herramientas que los tallaron.

14. Sillar desde arriba.

14.1. Escombros.

      También encontramos en uno de los numerosos afloramientos de arenisca uno de los posibles lugares de extracción y talla de los sillares.

15. Sillar

16. Sillar con piedra debajo.

     Muchos de ellos conservan aún en la base otra piedra que seguramente facilitarían las labores de cincelado o quizás su alzamiento para ser luego transportadas.

17. Sillar de grandes dimensiones.

     La primera hipótesis que se nos vino a nuestras emocionadas mentes fue la que fueran sillares destinados a la construcción de la torre, pero entonces ¿por qué de tan grandes dimensiones y sobre todo por qué sobraron tantos? El inusual tamaño se puede explicar porque al parecer los canteros o picapedreros que tallaban estas piedras las cortaban primero en grandes bloques y finalmente les daban su forma definitiva ya cerca del lugar o edificación del cual iban a formar parte. Ahora bien ¿por qué motivo no fueron utilizadas en la torre? ¿Por qué no llegaron nunca a su destino?

     Pasados los días, sillar para arriba y sillar para abajo, barajamos también la posibilidad de que estos fueran extraídos y labrados para cualquier otra construcción más cercana tanto en el tiempo como en el espacio, posiblemente para algún cortijo de la zona. Los más próximos son los cortijos de la Hoya y del Pueblecillo, donde incluso se han descubierto restos cerámicos del los siglos XIII y XIV; aunque se hallan algo distantes, y en el caso de que hubieran necesitado bloques de arenisca los habrían obtenido más fácilmente de algún afloramiento limítrofe, de los tantos que hay. Entonces, una vez más ¿qué hacen esos sillares abandonados en esa ladera?

     Por suerte, o por desgracia, según se mire, lo que descubrimos por último vino a aportar otra hipótesis más a esta areniscosa historia. Este sí que fue el hallazgo que acabó ya de volvernos locos del todo. Todas las torres atalayas y almenaras del Estrecho se pusieron de acuerdo para abrumarnos, ahumarnos y cegarnos con señales del pasado.

     Juro que ocurrió así tal y como os cuento, sin peliculeo. Continuamos mi hermano y yo monte abajo inspeccionando cada rincón y cada tajo de piedra que veíamos a la caza y captura de más sillares. Recuerdo que le dije, Chico (yo es que le llamo así) ¿te imaginas que encontramos una pinturilla o una tumba que no haya cazado ya el Simón (jejeje, esto lo añado ahora)? Pues fue decirlo, reírnos por lo bajo de nuestra ingenuidad, encaramarme a un tajo y pasar al otro lado, frotarme los ojos y ponérseme literalmente los vellos de punta.

18. Laja de los Sillares.

    Este es el lugar de los hechos, y al fondo, grabados en la laja, los dos petroglifos que me han dado una de mis mayores alegrías como dcaminante. Podéis imaginar la emoción e incredulidad que sentí y casi oír todavía las voces que le di a mi hermano para que viniera corriendo a verlos.

19. Señalando la llave.

     El signo lapidario que señala mi hermano tiene forma de llave antigua, grabado de una forma muy superficial o erosionado por el tiempo.

20. Señalando la cruz.

    Y el que señalo yo es un signo cruciforme a todas luces, de mayor tamaño que el anterior y cincelado con más profundidad.

21. Símbolo cruz

     La cruz, en detalle.

23. Símbolo llave

     Y la llave, el petroglifo que sin lugar a dudas más nos llamó la atención. Obligados de nuevo a teorizar, valoramos que fueran signos grabados por algún ermitaño o eremita que huyendo del mundanal ruido buscara a Dios por estos montes. El símbolo de la cruz cuadra, pero ¿y el de la llave?

     El ser sólo simples aficionados a la Historia es lo que tiene. No hay que rendir cuentas a la ciencia arqueológica, y lo mejor de todo, se otorga uno a sí mismo todo el derecho del mundo a fantasear y elucubrar. Y puestos a elucubrar ¿por qué no relacionar estos signos con los sillares? Digámoslo ya ¿por qué no pesar que son marcas de cantero realizadas por las mismas personas que elaboraron estos sillares?

     Sobre este asunto de las marcas de cantería existe una bibliografía bastante extensa, pero antes de zambullirme sin salvavidas en ella quise contar con la opinión de algunos colegas blogueros a los que suelo consultar en estos casos: Manuel Limón, José Manuel Amarillo y Simón Blanco. ¿Menudo trío para los que los conozcáis, no? Los tres, obviamente a falta de un estudio hecho por profesionales, opinaron que de las hipótesis planteadas, la más realista podría ser la de las marcas de cantero. Que estuvieran relacionadas o no con los sillares era otro asunto.

     Manuel Limón tuvo incluso el detalle de realizar por su cuenta una búsqueda en Internet para hallar casos análogos de marcas de cantero. Estas dos imágenes de abajo fueron las que me envió:

24.Autor.Jose María de la Osa. Marca recogida en la Iglesia de la Magdalena (s.XII) en Tudela, Navarra.

Marca de cantero de la Iglesia de la Magdalena (s.XII) en Tudela – Navarra. (Fotografía de José María de la Osa)

25. Marcas en forma de llaves. Iglesias de Moreruela y la Oliva. Web romanicoaragones

Marcas de cantero de los monasterios de Moreruela  (Provincia de Zamora) y de la Oliva (Navarra), respectivamente.

    Es innegable que el petroglifo en forma de llave que hallamos esa tarde guarda un gran parecido con estas tres marcas, pero Zamora y Navarra quedan un pelín lejos. Había que localizar un ejemplo más cercano. ¿Quién nos iba a decir que lo íbamos a encontrar en la misma plaza principal de nuestro pueblo, en la Plaza Alta?

    Días después del hallazgo recordé un artículo de Antonio Torremocha publicado en el nº 4-5 de la revista Caetaria: «Signos lapidarios hallados en las murallas meriníes de Algeciras». En dicho artículo analiza 457 marcas de cantero descubiertas en los sillares del recinto defensivo excavado hace unos años. Y expone una muy interesante teoría en la que los autores de estos sillares y signos lapidarios serían canteros y picapedreros castellanos. Explica la presencia de estos artesanos cristianos en una ciudad musulmana como consecuencia de un tratado de paz que se firmó entre Alfonso X y el emir Abu Yusuf entre los años 1279 y 1286; tregua que aprovecharían estos trabajadores para ganarse sus dinares en las numerosas obras que llevó a cabo el emir meriní para reforzar el complejo defensivo de la ciudad.

      Para Antonio Torremocha, la finalidad de estos signos lapidarios era la de contabilizar y marcar las distintas piezas talladas por las cuadrillas de canteros y de este modo cobrar por el trabajo realizado. Como también afirma, estos canteros se desplazaban a los alrededores de Algeciras para extraer piedra arenisca con destino a tales obras.

      ¿Podríamos elucubrar entonces que los sillares del Bujeo fueron tallados para tal fin pero que por la razón que sea nunca llegaron a su destino? ¿Serían los dos petroglifos hallados en esa peña marcas de una cuadrilla de canteros en particular para indicar que ese era su tajo, su lugar de extracción?

       Finalizando ya y retomando el hilo del signo lapidario en forma de llave mencionar que el que más se le parece al que nosotros encontramos se halla en la Iglesia de la Palma, en pleno centro de Algeciras. De los 457 signos estudiados por Torremocha sólo uno, este, muestra similitudes.

Iglesia de la Palma

     Se halla justamente en el lugar donde posan esas dos niñas tan bonitas, mis verdaderos tesoros.

26. Sillar muralla meriní.

    Este es el signo. No es exactamente igual pero vamos, para ser sólo el único que se ha hallado con esta forma… El sillar que lo contiene acabó aquí cuando en el resurgimiento de Algeciras en el s. XVIII se aprovecharon los sillares de las murallas para la construcción de edificios públicos y viviendas.

foso murallas merinies

     Y ya por último les doy un paseo por dichas murallas meriníes donde pueden disfrutar in situ de todas esas marcas de cantero.

Murallas meriníes

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27. Sillar muralla meriní.

     Como esta otra, parecida a la cruz del Bujeo, o casi.

28. Seguimos buscando.

     Venga chico, no busquemos más y volvamos, que los hados de la fortuna ya nos han tocado con su cincel, digo con su varita.

29. Otra peña en el Bujeo.

     Moraleja: nunca dejes de revisar una peña o laja de arriba a abajo. Y sobre todo, nunca dejes de fantasear, nunca dejes que la realidad te estropee una bonita historia.

¡CHISTERA CHISTERA LA DCAMINATA ESTÁ FUERA!

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La Fuentesanta, el balneario perdido de Algeciras


1.Panorama Fuentesanta      «A una hora de distancia de la ciudad están los baños minerales llamados de la Fuentesanta, situados en la garganta del mismo nombre: el agua que con abundancia los surte, es hidro-sulfúrica y hepática, bastante cargada de mineral, y se aplica con excelentes resultados para toda clase de afecciones cutáneas: se encuentran muy descuidados, sin facultativo de dotación.Pascual_madoz
Consisten en una alberca de regular capacidad con las aguas corrientes, y junto a ellos hay hasta unas 18 habitaciones de teja y varias chozas, para 20 familias más o menos, que suelen concurrir a ellos. En otros puntos de la falda de la sierra se hallan 5 o más fuentes mineralizadas, sin que se hayan analizado: algunas parecen ferruginosas, y los naturales beben el agua de todas ellas, porque son tradicionales sus buenos resultados para ciertas enfermedades.»

Pascual Madoz. Geógrafo y político. 1845

         De este modo describía Pascual Madoz el balneario de la Fuentesanta en su obra magna: Diccionario Geográfico de España. Cuando le toca el turno a Algeciras no duda en señalar la existencia de estos baños minerales, por lo que debieron ser de uso frecuente y popular entre los algecireños del s. XIX. Una alberca de mediana capacidad, 18 habitaciones de tejas y varias chozas que albergarían a 20 familias más o menos, sin facultativo de dotación y ya por esos años (1845) un tanto descuidado. Una descripción que nos lleva a pensar que no fue éste un balneario ostentoso destinado sólo a clases pudientes, si no más bien un sencillo balneario al que acudirían sobre todo familias de mediano estatus, y en menor medida y ocasionalmente, algecireños de buena posición.

      El siglo XIX fue el siglo de oro de la balneoterapia. A estos establecimientos terapéuticos no sólo se acudía para «tomar las aguas» y sanar el cuerpo. También eran centros de ocio, en realidad el germen de lo que hoy llamamos turismo. Otras poblaciones de la provincia contaron con estos baños, tal es el caso de Jerez de la Frontera con sus Baños de Gigonza y el balneario de Rosa Celeste, o el de Paterna de Rivera, donde se repetiría el topónimo de balneario de la Fuente Santa. Algeciras no iba a ser menos, y a una escala un tanto menos suntuosa, también trataría de aprovechar las cualidades benéficas de una garganta a la que los paisanos calificaban de «santa».

     Si nos trasladamos a la Algeciras del siglo XIX comprenderemos por qué este balneario y esta garganta en concreto gozaron de beatífica fama para sus usuarios. Imagínense una población de 11.000 habitantes donde las infraestructuras higiénico-sanitarias son escasas y deficientes (bueno, en esto tampoco hemos mejorado mucho, la verdad), donde periódicamente enfermedades tan terribles como el cólera morbo o las fiebres amarillas causan centenares de muertos, donde las condiciones climatológicas favorecen las enfermedades pulmonares, de la piel, etc… ¿No calificaríamos también de «santas» unas aguas que alivian estas penurias? ¿No correríamos monte arriba para reservar una plaza en este balneario?

2. Hacia la Fuentesanta        Mi hermano Francisco Javier y yo también hemos querido a través de esta caminata reservar un par de plazas en la memoria de este desconocido balneario. Ahí estamos, mirando de frente a la garganta de la Fuentesanta, con la loca y quizá ingenua intención de localizar lo que quede de dicho balneario. Digo loca porque hay que estarlo un poco para salir al monte con estos calores de agosto, y digo ingenua porque sobra decir que sabemos que no vamos a descubrir ninguna Troya, que sospechamos que nos esperan a lo sumo restos de muros, piedras amontonadas, quizá algún sorpresivo hallazgo, y ¿poco más?

    ¿Pero en qué si no consiste la aventura, aunque sea a pequeña escala? Para esta de hoy contamos con la cita de Pascual Madoz, con alguna escueta referencia histórica más, y como ya se ha dicho, muy poco respeto al calor, los pinchos y el rasgueo monocorde de las cigarras. Nosotros tardamos unas 4 horas entre ida y vuelta. A ustedes sólo les costará 10 minutillos de lectura, y sin sudar ¿eh?

3. Pilar de Matapuercos    La primera sesión de fotos la hacemos en el cortijo de Matapuercos, aledaño al antiguo campo de tiro. Un par de pilares para el ganado como el de arriba, y fuentes como la de abajo, nos hablan de un próspero pasado agropecuario, hoy día venido a menos.

Fuente en Matapuercos
Foto de Francisco Javier Pizarro (FB Paisajes del Campo de Gibraltar)

4. Emblema de infantaría

    Hasta la década de los 80, las antiguas dependencias del cortijo fueron ocupadas por los mandos que dirigían las maniobras militares. La de tiros y morterazos que se ha llevado este pobre monte por nuestros también, pobres y obligados quintos. Entre ellos nuestro hermano mayor, que hizo la mili en el 88 y participó en estas maniobras. Tal circunstancia ha contribuido a que la Fuentesanta sea la garganta más desconocida de los alrededores, pues obviamente estaba prohibido el paso al personal civil.

    Aún quedan vestigios de esta etapa militar, como se puede observar en el poyete donde ondearía supongo una bandera. Y lo más curioso, la huella dejada en el cemento por una placa correspondiente al cuerpo de infantería.

5. Panorama Fuentesanta
Panorámica del Huerto de los mellizos

6. Cortijo del Huerto de los Mellizos     Poco después alcanzamos el conocido Huerto de los Mellizos, o del Gallego, como he leído en otra parte, y no Ventorrillo de la Trocha, como se obstina en señalarnos el mapa oficial. Otro cortijo decimonónico que nos habla de mejores tiempos para el agro algecireño.

7. Majoleto y torvisco     Bajando por el senderillo que nos lleva al arroyo reparamos en algunas plantas que aprovechan el verano para fructificar y florecer, tal es el caso del majoleto (izquierda) con sus frutos rojos, y el torvisco (derecha) con sus pequeñas flores blancas.

8. Paso del arroyo de la Fuentesanta    Una vez en el paso del arroyo de la Fuentesanta aprovechamos para refrescarnos un poco. A la vuelta, ya a mediodía, poco nos faltó para meternos de cuerpo entero y así de paso beneficiarnos de sus cualidades. Curso abajo, dicho arroyo se une con el de Botafuegos, para desembocar juntos en el Palmones.
9. Collage flores    Las adelfas (izquierda) salpican de rosa el manto verde que cubre al arroyo. Y la flor de este ojaranzo (derecha), el único que vimos, que increíblemente sobrevive a su floración primaveral.

10. Subiendo un tramo de la Trocha      Dejamos atrás el arroyo y subimos el primer tramo empedrado de la Trocha, histórico camino que tantas satisfacciones y buenas caminatas nos han dado.

11. Garganta de la Fuentesanta     Culminada esta primera pendiente, y sudando ya la gota gorda, tomamos una pista que se abre a la izquierda. Si seguimos adelante llegamos, esta vez sí, al Ventorrillo de la Trocha.

     Esta pista de tierra, que discurre en paralelo a la garganta, conduce a un pequeño claro, el cual siempre he supuesto que sea un patio de corcha. Sin embargo, y como se puede ver en la foto de abajo, aún son visibles restos de chozas y pavimentos de piedra. Dudo que formaran parte del balneario que estamos buscando; seguramente pertenezcan a la última ocupación humana de esta parte de la sierra, allá por los 40.       12. Cabaña y solería

      Ahora váyanse buscando una sombra en este claro que he de hacer un obligado inciso. De agosto de 2013 nos trasladamos a abril de 1935; así, por las buenas, por obra y gracia de la fotografía.

     Cuando emprendemos una de estas dCaminatas históricas, a parte de documentarnos como buenamente podemos, solemos recabar información en el estupendo Facebook de Historia de Algeciras en imágenes, todo un tesoro de fotografías antiguas y paisanos con experiencia. Al preguntar sobre este balneario entablamos una muy interesante conversación con algunos de sus participantes, pero en especial con Enrique Pérez Benítez, quien subió además unas fotografías en B/N que nos vienen ahora de maravilla para tomar un atajo y acercarnos mínimamente al pasado de la Fuentesanta.

13. explanadilla. Excursión de Juan Pérez Arriete
Fotografía de Enrique Pérez Benítez

Esta es una de ellas, precisamente en el claro donde hemos hecho la parada y el inciso. La fotografía está tomada en abril de 1935, y en el dorso, aunque no lo vean, hay escrita una nota: «Fuentesanta. La explanadilla»

    Entre los figurantes, a la izquierda, sentado y con gafas,  se encuentra Juan Pérez Arriete; célebre algecireño que fuera entre otros cargos concejal, cronista oficial de la ciudad y fundador y director del periódico El Cronista (1912). En mi opinión es un documento gráfico singular, ya que deben ser pocas las fotografías antiguas que retraten  la garganta de la Fuentesanta como destino popular de excursionistas.

    Enrique Pérez, al que agradecemos desde aquí el detalle de prestarnos para la ocasión un par de fotos, es sobrino-nieto de Juan Pérez Arriete, y edita un blog muy interesante sobre la figura y obra de su tío-abuelo: El Cronista de Juan Pérez Arriete.

13.1 Comparativa Explanadilla         Observando en casa la fotografía en B/N tuvimos la intuición de que ya conocíamos el lugar exacto de la toma. El pequeño acebuche de la izquierda nos encendió la bombilla. Una vez en la explanadilla tratamos de obtener la misma perspectiva. Y si tenemos en cuenta el tiempo transcurrido, y los distintos objetivos empleados, juraríamos que el sitio es el mismo: la misma choza de piedra que se atisba detrás y el mismo acebuche 78 años después. ¿Qué opinan?

14. Saliendo de la explanadilla    Sea o no el mismo árbol, salgan ya de la sombra que seguimos con la caminata, a la búsqueda del balneario perdido. Para mí es la primera vez que bajo a la garganta por este punto, por este senderillo. Siempre que he ruteado por esta zona he pasado de largo en dirección a las Esclarecidas.

15. Bajando a la garganta    Para mi hermano Francisco Javier no es la primera vez, ya bajó dos semanas antes también tras la pista del balneario, pero una desgraciada caída, que ya explicaré con más detalle, le impidió explorar la zona como es debido. ¡No podría uno aficionarse mejor al mus o a las videoconsolas, no…!

16. Vivienda en la garganta    Por esta razón, fuimos directamente a esta vivienda que veis y que ya visitó, en plena angostura de la garganta. Como es lógico, tampoco sabemos si llegó a formar parte de la infraestructura del balneario, pero dista mucho de ser el típico cortijillo serrano, pues al encontrarse encajonado en el canuto apenas hay espacio para huerto, corrales u otras dependencias camperas.

17. Vivienda desde arriba     La vivienda consta de una reducida terraza y tres habitaciones. Aún se aprecia la robustez de sus muros y parte del techado a dos aguas.

18. Vivienda en la garganta

    ¿Quién sería el propietario de esta casa? Fuera quien fuera, su nivel adquisitivo era superior al de los propietarios de las chozas. Saco ahora a colación otro comentario de la conversación que mantuvimos en Historia de Algeciras en imágenes. Según Francisco L. «… Efectivamente, las aguas sulfurosas de sus manantiales eran milagrosas, y según referencias eran muchísimos los algecireños que sobre todo en verano los visitaban. Respecto a las casas me consta que D. Vicente Bálsamo, entre otros, acostumbraba a veranear en una casa que poseía en sus cercanías».

     Vicente Bálsamo Cappiel ( 1776-1863) era el cabeza de familia de uno de los linajes más influyentes en la Algeciras del s. XIX. ¿Sería ésta la casa en donde los Bálsamo pasaban la temporada veraniega? ¿Por casualidad algún descendiente de esta familia está leyendo ahora mismo el reportaje?

19. Poza debajo de la casa    Justo abajo de la casa encontramos esta hermosa poza, que aún muestra señales de haber estado represada. El  característico olor a huevo podrido es patente. Este es producido por el azufre que contiene el agua.

Lugar de la caída     A la mayoría de vosotros esta fotografía no os dirá mucho, pero a mi hermano sí, y mucho. Ese fue el lugar exacto donde se cayó y ¡se dislocó un hombro! Parece estar preguntándose cómo pudo sucederle. Puede sonar a cachondeo, pero como queriendo demostrarle que a cualquiera le pudo haber pasado, también resbalé yo en la misma piedra… y metí la pata hasta el corvejón.

     Menuda película para salir de allí con el hombro dislocado. En este tipo de sitios hay que tomar las precauciones oportunas: no salir nunca solo, llevar móvil, en fin, lo que ya sabéis.

20. Poza impresionista

    Si el pintor impresionista Claude Monet, autor de Los Nenúfares, hubiera visitado este canuto habría obtenido sin duda sugerentes motivos para pintar un lienzo dedicado a las adelfas.

21. Aterrazamiento      Vayamos por fin al balneario, a lo que queda de lo que nosotros pensamos que fue el balneario. Retrocediendo sobre nuestros pasos nos dedicamos a escudriñar este aterrazamiento de piedra que habíamos observado antes.

   Aunque se encuentra derruido en algunos tramos calculamos que pudo medir entre 20 y 30 metros en su estado original. Justo enfrente hay otro en la misma orilla del arroyo, aterrazándola también. Su función no podía ser otra que que la de evitar corrimientos de tierra y así servir de cimiento a estructuras de alguna edificación.

22. Excursión Juan Pérez Arriete. Piedra de los bichitos. Abril 1935
Fotografía de Enrique Pérez Benítez

    Quizá por los alrededores se tomó esta otra fotografía de Juan Pérez Arriete. En el reverso consta esta cita: «Fuentesanta. Piedra de los bichitos».

   Como se aprecia en la imagen, la orilla del arroyo está despejada y es accesible. Al contrario de lo que ocurre hoy día, donde un espeso túnel de vegetación impide muchas veces hasta ver la corriente.

23. 2ª Terraza con restos de viviendas   Detrás de los muros de contención encontramos cientos de piedras desperdigadas por una gran superficie. No parecen ser la típica arenisca del aljibe, la roca mayoritaria en estos suelos. Por su color entre gris y azulado pensamos que se trata de pizarra, de la denominada en el Campo de Gibraltar como «losa o piedra de Tarifa» o «piedra jabaluna». Es probable que fuera transportada allí desde alguna cantera cercana.    24. Alineamientos de piedras   A pesar del caos se distinguen alineaciones de piedra a lo largo y a lo ancho, que se extienden también una treintena de metros. Y pies de muros que nos permiten apenas adivinar formas. Sin embargo, los árboles y arbustos que se han adueñado del lugar nos impiden tomar una perspectiva adecuada que nos aclare el asunto. Nota para la siguiente caminata: meter en la mochila un globo aerostático para sacar fotografías aéreas.

25. Muro de vivienda     Tras los oportunos arañazos y pinchazos conseguimos hallar estructuras cuadrangulares, restos de construcciones invadidas totalmente por las zarzas. Otra nota: Meter también en la mochila una desbrozadora en condiciones.

     ¿Estarían aquí las 18 habitaciones con tejas de las que nos habla la reseña de Pascual Madoz? Digámoslo ya ¿Estamos en las ruinas del balneario de la Fuentesanta? Nosotros nos mojamos y contestamos afirmativamente. Dudamos que existan otros vestigios similares en toda la garganta.

26. Resto de enfoscado en muro     En algunos de estos pies de muro todavía se aprecian huellas de enfoscado.

27. Resto de Ladrillos y tejas     Y por doquier se ven numerosos restos de tejas y ladrillos tirados por el suelo.

    El historiador Angel Sáez, en una nota a pie de página de su artículo sobre el camino de la Trocha comenta lo siguiente, citando también a Madoz al principio: «Costaba de una alberca, 18 habitaciones de teja y varias chozas para 20 familias…» Y añade de su cosecha: «Sus edificios darían más tarde cobijo a varias familias campesinas, hasta su total abandono en los años cuarenta. Las ruinas del balneario fueron convertidas en bancales de cultivo. Era el último núcleo habitado de este hermoso valle, junto a La Cabreriza, en la ladera norte. En la actualidad, unos pocos restos de viviendas sirven de porquerizas a orillas del arroyo».

Foto de Francisco Javier Pizarro (FB Paisajes del Campo de Gibraltar)
Foto de Francisco Javier Pizarro (FB Paisajes del Campo de Gibraltar)

    En un sitio donde «se tomaban las aguas» no podían faltar botellas. Esta que hoy contiene agua y algún tipo de alga, sospechamos que en el pasado contuviera alguna bebida espirituosa.

Botella de cerámica   O esta otra de cerámica, sin duda más auténtica y antigua. Es curiosa la forma en espiral de su fondo.

28. Fuente o alberca

   No obstante, el hallazgo que nos causó más emoción fue esta alberca situada en una vaguada cercana, en uno de los extremos del complejo terapéutico. Donde señala mi hermano es donde estaría el caño o surtidor. Alrededor de este aún se mantiene la cal en el enlucido. Nos vemos obligados a preguntarnos de nuevo ¿Es esta  la alberca que cita Madoz?

Situación balneario    Terminamos el reportaje con un croquis de la garganta y las dependencias localizadas. Tal como imaginábamos al principio de la caminata presentiamos que nos esperaban ruinas y vestigios, mucha piedra amontonada y algún que otro, para nosotros, emocionante hallazo. Y así ha sido más o menos.
Menos mal que procedemos de familia obrera; mi mismo hermano es albañil, y al mismo tiempo contamos con nuestras inquietudes históricas y culturales. Dos factores que nos han permitido poner a trabajar la mejor de las herramientas en estos casos: la imaginación. Nos fuimos de allí con una idea bastante aceptable de lo que pudo ser el balneario de la Fuentesanta. Nos ganamos el jornal.

30. Algeciras en 1942
Vista aérea de Algeciras en 1942.

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Para saber más:

Biblioteca · Caminatas · Historia, Folclore y Etnografía · P.N. El Estrecho

Las canteras romanas de Punta Camarinal


1.Portada Punta Camarinal

«No pido otra cosa: el cielo sobre mí y el camino bajo mis pies». (Robert L. Stevenson)

    Entre las playas del Cañuelo y Bolonia se adentra mar adentro una lengua de tierra de apenas un kilómetro y medio, un triángulo equilátero casi perfecto bendecido por la luz, el viento y las olas: Punta Camarinal.

Punta Camarinal     Aquellos que gusten fusionar en sus caminatas naturaleza e historia hallarán en esta punta un buen lugar para empezar a leer y caminar en el pasado de este tramo de litoral tarifeño.

    A modo de prólogo, las primeras páginas de este librocaminata quizás nos relatara las peripecias de nuestros paisanos del Neolítico buscándose la vida y el sustento en estos fértiles acantilados: recolectando, mariscando, pescando, y porque no, gozando de unos buenos baños. En la cercana sierra de la Plata contamos con numerosos vestigios arqueológicos que testimonian una ocupación muy temprana de estas tierras: la Cueva del Moro con sus grabados paleolíticos, el altar de sacrificios conocido como la Piedra sacra de Ranchiles, diversos dólmenes en su ladera occidental, el oppidum de la Silla del Papa, etc. En fin, un prólogo muy extenso que daría para muchas excursiones.

     Aunque si nos centramos exclusivamente en Punta Camarinal, los primeros capítulos de nuestro librocaminata tendrían que basarse a la fuerza en la etapa romana, la que más se prolongó en este territorio. De este cabo salieron las primeras piedras que levantaron Baelo Claudia en los siglos II y I a.c. Las rocas calcarenitas, nuestra piedra ostionera, que se extrajeron de estos acantilados fueron utilizadas sobre todo como elementos sustentantes (columnas, arcos, jambas, capiteles…) de los edificios de la urbe hispanorromana, que junto con Carteia, en la vecina Bahía de Algeciras, controlaban el comercio de la orilla norte del Estrecho.

      Y si por último, nos quedamos con ganas de seguir andando y empaparnos de historia, podemos abrir las páginas de la Edad Moderna, cuando en 1577 se edifica en esta pedregosa costa la torre almenara del cabo de Gracia, hoy día reconvertida en faro.

Detalle cartográfico de Punta Camarinal (1833). Fuente: “The Strait of Gibraltar” by Capitain William Henry Smyth, R.N.K.S.F.; J & C Walker Sculpt. Hydrographical Office of the Admiralty (Londres), 1833. Mapa extraído del blog de un amigo: dRuta.
Detalle cartográfico de Punta Camarinal (1833). Fuente: “The Strait of Gibraltar” by Capitain William Henry Smyth, R.N.K.S.F.; J & C Walker Sculpt. Hydrographical Office of the Admiralty (Londres), 1833.
Mapa extraído del blog de un amigo: dRuta.

    Sin embargo, el hito histórico más importante y a la vez más desconocido de esta época sería el proyecto de fundar una nueva población en la misma Punta Camarinal en 1664, reinando Felipe IV, para defender la Ensenada de Bolonia y contrarrestar la ocupación británica de Tánger. Esta nueva población a todos los efectos hubiera contado con dependencias fortificadas, embarcadero, aduana, viviendas, etc. La falta de financiación y la desocupación de Tánger en 1684 echaron por tierra este proyecto fundacional… y menos mal, porque ¿a que no saben qué piedras y restos al parecer iban a aprovechar para la nueva ciudad? Sí, los de Baelo Claudia.

   Podríamos terminar nuestro librocaminata visitando ficticiamente la batería artillera del Ancón de Bolonia, construida en 1804 y «volada» por los ingleses, o las actuales, edificadas a partir de 1947, pero mejor desistimos; demasiada historia militar para un paisaje tan bello.

    Vamos a lo que vamos, al capítulo de la historia de Punta Camarinal que nos ocupa, el de las canteras romanas. En apenas dos kilómetros visitaremos los cinco o seis yacimientos canteros que jalonan esta costa hasta llegar a la Cala de la Galera, donde como epílogo a la caminata, nos dimos un merecido baño.

3. Bruma en Bolonia    Un espeso banco de niebla cubría la ensenada de Bolonia cuando llegamos, ocultando Punta Camarinal entre promesas de frescor y sugestivas tomas fotográficas. Pero nada, a eso de las nueve, cuando echamos a andar después del desayuno, sólo quedaban los últimos jirones de taró. Lástima.

4. Julio a contraluz   Os presento a mis compañeros de caminata: Este es mi amigo Julio,  a contraluz. Luego lo veréis mejor a plena luz, ejem, y a unos cuantos grados más de calor.

5. Zapi a contraluz    Y su perro Zapi, también a contraluz, rivalizando en hermosa silueta con el perfil de la sierra de San Bartolomé, al fondo.

6. Entrando en en el sendero    Llegamos al inicio del sendero que nos conducirá a las canteras. A la derecha dejamos la duna de Bolonia y nos encontramos con uno de los nidos que salpican el litoral del Estrecho, construidos al término de la Guerra Civil. Marea baja y madrugadores pescadores tentando a la suerte.

7. Tumbas antropomorfas en el Anclón     A un centenar de metros nos topamos con estas tumbas antropomorfas, que suelen pasar desapercibidas al caminante. Estas tres de la foto son las que mejor se han conservado, pero hay otras más por los alrededores, semicubiertas por la vegetación y mucho más erosionadas.

    No hablé de ellas al inicio de la entrada pues la verdad no sabría en qué capítulo de la historia ubicarlas. Historiadores y arqueólogos no se ponen de acuerdo en su datación. ¿Anteriores a la ocupación romana, posteriores? Parece ser que cada vez cobra más fuerza la teoría de su pertenencia al período de la Baja Edad media. El que aclare este misterio sin duda será celebrado con una corona de laureles… romanos.

8. Julio y Zapi en el sendero    El estrecho sendero es muy atractivo, una especie de atracción de feria al natural donde todos los sentidos participan y juegan. Eso sí, hay que andarlo con cuidado. Algunos tramos pueden resultar algo complicados si no estamos muy habituados a montar en estos «cacharritos».

9. Enebro y San Bartolomé    Un enebro marítimo, arbusto con multitud de usos medicinales, veterinarios, alimenticios, artesanales, etc. Aunque está catalogado en peligro de extinción, encuentra en Punta Camarinal y Punta Paloma su principal refugio en el P.N. del Estrecho.

10. Primeras canteras    Las dos primeras canteras se hallan muy juntas una de la otra. Son facilmente reconocibles por los cortes limpios y verticales en la piedra ostionera. Supongo que éstas serían las primeras en explotarse, dada la cercanía. Y que en algún momento llegaron a ser insuficientes para el desarrollo urbano de Baelo Claudia, puesto que también se explotaron otras canteras en la otra punta de la ensenada, a varios kilómetros de la urbe: Canteras romanas de Paloma Alta.

11. Marca de barrena en cantera    Si nos demoramos un poco e investigamos por los alrededores no tardaremos en encontrar señales y vestigios de tan dura actividad. Marcas de herramientas, sillares a medio labrar, una rampa de acceso para bajar el material al nivel del mar…

    A partir de aquí es aconsejable abandonar el senderillo del acantilado y buscar la seguridad de la tierra firme. ¿Qué sendero seguimos después? Esto… cualquiera es bueno… puesto que no están señalizadas las distintas opciones de avanzar. Además ¿quién ha dicho que nos hemos bajado ya de la atracción? Busquen en ese GPS que todos llevamos dentro el botoncito de «Topalante».

12. Tercera cantera    Pronto llegamos a la siguiente cantera, de mayores dimensiones que las anteriores, y de una casi perfecta forma cuadrangular. Mi amigo Julio, soportando estoicamente el bochorno mañanero parece estar preguntándose: ¿Cuál sería el destino de esta cantera en particular? ¿El teatro, la basílica, las factorías de salazones? Cualquiera sabe, Julius.

13. Cantera y escombros   Aún son visibles los montones de escombros en el interior, fruto del trabajo de los canteros al labrar la piedra.

14. Restos de escalera    En uno de sus laterales reparamos en este boquejo de escalera o acceso. A continuación, y oculta por las sabinas y enebros, se abre una especie de cubículo, que si bien pudo formar parte de la misma cantera, tiene toda la pinta de haber sido un refugio provisional a resguardo del levante. Todo esto dicho con muchos «quizás» y muchos «presuntamente».

15. Cantera y playa   Descansamos un poco y aprovechamos para mostrar una perspectiva de lo ya andado y leído hasta ahora.

16. Enebro, palmitos, lentiscos, pinos...     Caminando por el interior de la punta tomé esta fotografía. En una decena de metros de vegetación apretujada podemos observar la flora típica de estos campos: enebros, sabinas, lentiscos, pinos, palmitos…

17.flor    Y esta bella clavellina silvestre luchando contra la canícula.

_DSC0170   De regreso a la línea de costa nos encontramos con los acantilados más altos. Espectacular y soberbio trabajo esculpido por el más incansable de los canteros: el tiempo.

18. Saltar o no saltar    Las cristalinas aguas turquesas nos atraen cual atractivas sirenas. Resiste Julises, digo Julio, a sus encantos y ardides, que si nos tiramos de aquí nos matamos.

19. Llegando a la cantera de la Galera    Y llegamos por fin a la Cala de la Galera, nuestra Itaca de ese día, nuestro fin de ruta.

20. Cantera de la Cala de la Galera   En esta cala se halla la cantera de mayor envergadura de toda la zona, posiblemente también explotada en épocas recientes. Justo por arriba se extiende la alambrada que delimita los terrenos del acuartelamiento de Punta Camarinal.

21. Paredes verticales    Sus paredes pueden medir sus buenos 6 ó 7 metros de altura.

22. Inscripción en la cantera   No encontré marcas de herramienta, pero sí esta enígmática inscripción, que ya había visto anteriormente por la red. ¿Cuál es su contenido completo? Ni idea. Tratando la imagen es posible que salga a la luz algo de su significado, pero claro, para eso hay que saber. Guardaba la esperanza de que en persona, frente a ella, se me revelara, pero peor aún; está esculpida a unos 5 metros de altura, y si encima le da el sol de frente… ¿Algún Champollion se anima?

    Yo sólo llego a distinguir una fecha, puede que 1892, y al final del texto lo que pudiera ser un apellido: Cosano.

23. Otra inscripción    En la pared opuesta hay otra inscripción, de menor tamaño y más desgastada. Las pesquisas realizadas y la intuición nos llevan a pensar que se tratan de inscripciones más o menos recientes, coincidentes con las últimas labores de explotación, o quién sabe; con las baterías militares emplazadas monte arriba.

24. Sillares a medio labrar      Son numerosos los restos que nos retrotraen al pasado, como este tetris de sillares de calcarenita.

25. Sillares a medio labrar 2    También podemos suponer la forma de extracción, sacándole a la piedra ostionera la forma deseada. Una vez en el lugar de destino serían más finamente labrados, y enfoscados si la obra en cuestión lo requeriese.

_DSC0194     Los últimos vestigios los encontramos a pie de costa en los arrecifes. Tampoco es algo que se pueda probar con seguridad, pero lo que se aprecia en la foto superior bien pudiera ser uno de los embarcaderos para transportar los materiales.

    La forma cuadrangular del arrecife es totalmente artificial, como si se pretendiera abrir un pasillo para alcanzar aguas más profundas.

_DSC0195    Este pasillo artificial da paso a esta especie de muelle natural. El nivel del mar hace dos mil años sería sin duda diferente al actual, aún así la hipótesis de embarcadero es la más probable.

26. Yacuzzi natural    Y hablando de semejanzas artificiales y naturales, aquí me despido, en este yacuzzi de agua salada con el que espero despertar alguno de los pecados capitales. Y tres fotografías finales que resumen la belleza de este paisaje rocoso, que a veces parece levitar en el aire.

27. Piedra y mar

29. Piedra y mar

30. Piedra y mar

¡Chistera chistera la dCaminata está fuera!

Para saber más:

Biblioteca · Caminatas · Historia, Folclore y Etnografía · P.N. El Estrecho

Castillo de «El Tolmo»: un fuerte en el Estrecho de Gibraltar


Portada Castillo del Tolmo

       Ya no hay moros en la costa, ni ingleses, holandeses ni turcos, o al menos no se les espera divisar como ocurría en siglos anteriores. Esa presencia, que sin duda fue intimidatoria y peligrosa en el pasado, se ha transformado sustancialmente en la actualidad. Petroleros, ferrys y portaviones han sustituido a bajeles y galeras; y los radares de alta tecnología han dejado en pañales a las torres almenaras. En fin, la noción de «peligro», y de «enemigos», más que cambiar, se ha difuminado en el horizonte, lo cual no quita para que en ciertos aspectos vivamos en un s.XXI un tanto medieval.

            El Castillo del Tolmo fue construido en pleno Estrecho de Gibraltar en 1741, diseñado por Don Lorenzo de Solís, Ingeniero Comandante de Ceuta. Por estos años el enemigo más combativo no procedía del sur, de las costas de Berbería, si no del norte, y por caprichos y avatares de la historia ese enemigo de latitudes norteñas se nos acabó instalando en el patio trasero, o en el jardín de delante, como prefieran: GIBRALTAR.

                Resbaladizo como un jabón en las manos de diversos imperios y reinos, el Peñón de la Discordia cambiaría varias veces de dueño. Desde que el Duque de Medina Sidonia se lo arrebatara a los nazaríes de Granada en 1462, apenas llevábamos tres siglos intentando que no se nos resbalara y saliera disparado; y en esas llegaron los ingleses (y algún que otro holandés), tan prácticos, tan funcionales ellos, y encontraron la manera de apoderarse del jabón: a cañonazo limpio.

                La pérdida de Gibraltar supuso el renacer de las luchas y guerras de frontera, de las cuales sabe tanto nuestra geografía sureña. No sólo afectó al territorio peninsular, sino que dificultó el abastecimiento y la defensa de Ceuta y otras ciudades norteafricanas en manos españolas, al quedar la bahía de Algeciras bajo fuerte control de la artillería y armada inglesas.

                En este contexto, para combatir esta específica amenaza de desamparo de las plazas norteafricanas, se levantó el fuerte de El Tolmo. ¿Fue útil su presencia en el Estrecho? Según cómo se mire. Llegados a este punto les animo a acabar la entrada para entrar un poco en materia, y si quieren documentarse debidamente, a consultar los artículos que enlazo al final de la entrada; en especial el de Ángel Sáez Rodríguez, de donde extraigo la mayoría de datos: El fuerte de «El Tolmo» (Algeciras-Cádiz), puente entre dos continentes. Si así lo hacen comprobarán que muchos de los hechos acaecidos les suena a muy modernos, a muy actuales, y que a la hora de la verdad muy poco hemos cambiado en 250 años.

         Por suerte, hay cosas que el devenir de los siglos no cambia. Hoy día la mejor forma de llegar al fuerte de El Tolmo sigue siendo a pie. Varios son los caminos que nos conducen a este punto de la costa del Estrecho, pero si tuviera que quedarme con uno me quedaba con el Camino de los Pescadores. En el mapa que muestro es el que queda a la derecha, entre los Arroyos del Laurel y el Culantrillo.

Caminos que conducían al Fuerte de El Tolmo
Caminos que conducían al Fuerte de El Tolmo. Sección del plano realizado por D. Lorenzo de Solís (Ingeniero comandante de Ceuta)

   En el s. XVIII tres eran los caminos principales que confluían en El Tolmo, supongo que herederos directos de caminos medievales. Uno costeaba procedente de Tarifa; otro continuaba por el este en dirección a Getares; y el último conectaba el fuerte con la renacida Algeciras. Es posible que su trazado coincidiera a groso modo con la Carretera de las Pantallas, paralela al Arroyo del Lobo. El acondicionamiento de estos caminos permitiría el transporte de mercancías y tropas.

    Gracias al flamante departamento de infografía de dCaminata podemos imaginarnos las partes o secciones que en su día constituyeron  el conocido popularmente como el Castillo de El Tolmo: casi 800 metros cuadrados de fortificación abalaurtada.

    Y eso del «Tolmo» ¿significa algo? Pues sí, exactamente lo que veis en la foto de arriba, un peñasco elevado de grandes proporciones. En este caso, se adentra en el mar y dibuja un pequeño cabo. Las primeras referencias escritas sobre el lugar se remontan a la edad media. Una vez más hemos de agradecérselo a Alfonso XI, el rey castellano que el siglo XIV ensanchara las fronteras de este sur del sur. En el Libro de la Montería, de 1344, indica que la «Cabeza del Tormo y el arroyo de Quebrantabotijas» son buenos lugares para cazar jabalíes en invierno.

         Si toman un mapa  y observan el Estrecho de Gibraltar se darán cuenta de que el único accidente geográfico que pudiera dar algo de cobijo a las naves es esta Ensenada de El Tolmo, a 11 kilómetros de Tarifa y 6 de Punta Carnero. El resto del litoral es prácticamente rectilíneo o demasiado agreste, y siempre expuesto a los fuertes vientos y corrientes marinas.

        La Ensenada de El Tolmo ofrecía un triángulo de relativa seguridad a aquellas embarcaciones que por muy diversos motivos recalaban en ella. ¿Qué motivos podrían ser estos? Principalmente buscar refugio frente a los temporales. Pero el motivo o causa que más temían  los habitantes del área colindante eran los desembarcos de piratas o corsarios de muy distintas naciones, en busca de botín y agua potable para abastecerse. No eran muy numerosos los arroyos que en época estival pudieran bastar para llenar los toneles. La desembocadura del Río Guadalmesí, y los Arroyos del Laurel y el Culantrillo, debían ser los objetivos más preciados para estas naves sedientas de agua, ganado y personas que luego se venderían como esclavos. Por dicha razón, estos hitos costeros han sido vigilados y controlados desde siglos atrás. Este parecer ser el origen de la expresión: «al enemigo ni agua».

   

          Aquella primaveral mañana mi colega Juan y yo atacamos El Tolmo por su flanco oeste. Tuvimos suerte de toparnos con una marea bastante baja, y de fijarnos en una estructura rectilínea de piedra que no habiamos visto en anteriores visitas: los cimientos del EMBARCADERO.

Cimientos del embarcadero

        Dos siglos y medio después, esta fila de sillares labrados es lo único que se ha conservado del muelle, del que fuera una de las piezas esenciales del fuerte. A mis colegas blogueros de Jerez les complacerá saber que para fijar adecuadamente la estructura al fondo marino se utilizaron estacas de pinos de su tierra.

Muelle y embarcadero
Muelle y embarcadero. Sección del plano realizado por D. Lorenzo Solís.

        Su construcción le costó a las arcas del estado 19.436 reales, a los que habría que sumarle otros 5.392 para reparar el espigón sólo cinco años después, en 1746. A las autoridades militares tal gasto les parecería una buena inversión, y sin duda alguna lo sería, pero me temo que al muelle del fuerte de El Tolmo le ocurrió lo mismo que a algunos aeropuertos españoles de nuevo cuño. Probablemente muy pocas embarcaciones aprovecharían sus infraestructuras.

      

      Tras el muelle, nos tocaba asaltar la plataforma de las BATERÍAS ARTILLERAS, elevada una decena de metros sobre el nivel del mar. En dicha subida observamos lo que parece ser material de relleno, el cual proporcionaría estabilidad a la plataforma y aguantaría el peso y  las acometidas de los cañones. Utilizo el condicional de estos verbos, pues según las investigaciones realizadas por Ángel Sáez, tanto esta plataforma artillera como el foso sufrieron desperfectos que debieron ser luego subsanados.

       Tal como señala en su artículo, estos daños unas veces eran ocasionados por las inclemencias meteorológicas, y otras, aquí es donde el asunto les va a sonar a actual, se debían a la escasa calidad de los materiales empleados y a una ejecución más que dudosa por parte de los constructores civiles.

       En suma, en la edificación del fuerte se produjeron una serie de hechos que hoy llenarían de titulares las primeras páginas de la prensa local: Alargamiento de plazos en el inicio de las obras, defectos en estas, incluso malversación de fondos. Y por si fuera poco, algunos de los oficiales ingenieros del ejército podían estar sin ver la paga ¡hasta 49 meses!

Plano del Fuerte de El Tolmo, de D. Lorenzo de Solís.
Plano del Fuerte de El Tolmo, de D. Lorenzo de Solís.

Detalle de la plataforma artillera y rampa de acceso
Detalle de la plataforma artillera y rampa de acceso

      La plataforma contaba con una superficie de 250 m². Puede que sea de las secciones del fuerte que mejor nos permiten suponer su estado original. Los artilleros que sirvieron en ella debieron gozar de las mismas vistas que nosotros, pero claro, a ellos en cualquier momento les podía aguar la fiesta la visión de la Unión Jack, la bandera británica.

Cañón de a 24. Fuente: web Todoababor.
Cañón de a 24. Fuente: web Todoababor.

       Este podría ser el aspecto de uno de los cuatro cañones emplazados en el fuerte de El Tolmo. Enormes artilugios de guerra que pesaban cerca de tres toneladas. Según la web Todoababor, una bala de un cañón de 24 libras (10 kg. aprox.) podía alcanzar un objetivo a 3.113 metros.

      Estas piezas mayores eran auxiliadas por otras cuatro de menor calibre: cañones de a 8. Y estaba previsto que estas 8 piezas se duplicaran en caso de conflicto bélico.

      Desconozco si la artillería del Tolmo llegó a utilizarse contra efectivos ingleses. También es cierto, como se verá más adelante, que estos hijos de Albión prácticamente no les dieron tiempo a demostrar su poder destructor.

cañón de  24 libras

Detalles de la batería

     En la imagen de arriba se aprecia parte del enlosado original, y al lado un práctico intento de embellecer el parapeto de la batería con piedrecillas alineadas. Y es que me imagino al jefe de obras dictando ordenes, después quizá de algunas de las chapuzas mencionadas: «Venga, vamos, que quede bonito, que no nos tengan que llamar la atención otra vez…»

     Dejamos atrás la batería, con el tronar de los cañones en la imaginación, y bajamos por la rampa de acceso a la zona de acuartelamiento.

Detalle de los barracones
Detalle de los barracones

Según este plano, fechado a 27 de octubre de 1741:

  •       El barracón B es el de los artilleros.
  •       Los dos barracones con la letra C corresponden a los de los soldados de infantería y Escopeteros.
  •       El barracón D es el de los oficiales.
  •       El E corresponde a un almacén para la pólvora.
  •       En otro plano del mismo ingeniero, datado en 16 de septiembre de 1740, se aprecia el contorno de otro barracón que no llegó a proyectarse en el del año siguiente. Estaba situado en el baluarte opuesto a donde está el almacén de pólvora, y según dicho plano estaría destinado también para los oficiales. En este plano que les muestro ya no aparece, pero sí que se llegó a levantar. Ángel Sáez nos señala que el fuerte contaba también con una capilla ¿sería este barracón, apartado de los demás, la capilla?

       Como pueden observar, los barracones están engullidos por los jérguenes e incluso una higuera crece en uno de ellos. Es prácticamente imposible adentrarse en el interior. Una vez más nos hallamos frente a otro Bien de Interés Cultural, con un reconocimiento especial otorgado a los castillos por la Junta de Andalucía desde 1993, abandonado a su suerte.

Escopetero de Getares
Escopetero de Getares

Además de tropas de infantería y artillería, el fuerte de El Tolmo contó con un pequeño destacamento de Escopeteros de Getares, la compañía militar que tal vez  mejor represente la lucha oficial contra el contrabando y el inglés. Aunque su campo de acción se circunscribía sobre todo a la Bahía de Algeciras, nació en Tarifa con carácter miliciano, con 40 tarifeños elegidos como los «más templados y mejores tiradores». Su estancia en El Tolmo no sería muy prolongada, y al parecer bajo sospecha del mando militar en San Roque.

          El aislamiento en estas costas batidas por el viento y el peligro conllevó se supone prácticas digamos que no muy legales. Se han documentado quejas de propietarios de tierras contra estos Escopeteros, en las que llegó a denunciarse robo de animales u ocupación de parcelas para uso propio. Supongo que estos hechos no pasarían de ser ocasionales. La convivencia de militares y civiles en un mismo territorio nunca ha sido de color de rosa. Similar fricción se produciría ya en el s.XX, en tiempos de la posguerra, entre dueños de cortijos y los destacamentos militares emplazados en Punta Carnero.

        En la cara sur, la que da al mar, se aprecian más restos del perímetro mural. El elemento que más nos llamará la atención será este ángulo o esquina de arriba, perteneciente a uno de los dos baluartes. Estas estructuras defensivas, normalmente pentagonales, nacen como superación y mejora de las tradicionales murallas rectilíneas. El castillo del Tolmo es un buen ejemplo de los fuertes abaluartados que se construyeron en el s. XVIII.

Acceso principal

      Ya por último nos acercamos a la cara norte, donde se situaba el acceso al fuerte. Sin molestar a los becerrillos, les pido que enciendan la maquinaria de la imaginación. Primero pongan en marcha la desbrozadora y anulen mentalmente los arbustos. Luego arremánguense y saquen el pico y la pala para cavar un foso.

        Después del bocata, levanten un muro de piedra y mortero de cal, y corónenlo con una empalizada de madera. La altura ha de ser de 4 metros, si no quieren que los casacas rojas se le cuelen dentro.

      Emprendemos el camino de vuelta con un toque agridulce en las botas y en la mirada. Tenemos la sensación positiva de haber visitado un hito histórico del pasado de nuestra comarca, pero nos decepciona su estado de abandono, que impide un mejor conocimiento de su interior.

        El fuerte de El Tolmo se despide históricamente de todos nosotros en 1810, como una película con final chungo pero que se veía venir. En este año, y en el contexto de la Guerra de la Independencia, los militares ingleses afincados en Gibraltar no nos perdonan que hayamos cambiado de bando y aliado con los franceses. Una compañía de zapadores se encarga de arrasar nuestro «castillo en el Estrecho», así como otros emplazamientos militares del litoral.

PARA SABER MÁS:

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Encontramos una placa de 1874 en la Fuente de la Alcarracilla (Punta Carnero)


1. Portada placa y aljibe

«Lo importante no es saber, sino tener el teléfono del que sabe» .

(Les Luthiers)

       Para llegar a este aljibe y esta placa mi hermano Francisco Javier y yo hemos tenido que andar una serie de caminos, caminos que no suelen aparecer en los mapas topográficos al uso.

       El primer camino pasa por una pista de tierra ancha y cómoda de andar, el de nuestro interés por la Historia, y en concreto por la historia de nuestra sureña geografía. El segundo conecta con un sendero algo más estrecho y tortuoso, que es el que nos conduce e induce a visitar los lugares que consideramos menos transitados. Y el tercer camino, el más importante sin duda, es una vereda casi «desaparecida», la que finalmente nos ha permitido dar con este hallazgo.

        De ahí que empiece la entrada con la cita atribuída al grupo Les Luthiers. Sin la ayuda y colaboración «del que sabe» hubiera sido imposible hallar esta fuente construída en 1874, y su correspondiente placa fundacional. En este caso, «el que sabe», el que nos revela esta vereda oculta es un señor que se ha criado y crecido en Punta Carnero, y que conoce el lugar como sólo lo pueden conocer las personas que han vivido y trabajado en él. Por modestia  prefiere que su nombre no aparezca en esta historia. Una posición totalmente respetable, claro está, pero que no va a impedir que le dediquemos esta entrada.

       Consideramos interesante este hallazgo por varios motivos. Hasta donde alcanzamos, pensamos que es algo bastante inédito. Al menos en internet son nulas las referencias textuales, y también nulas las fotografías. Es más, incluso nuestro mismo informante, una vez que nos puso tras la pista, no estaba totalmente seguro de que en este aljibe existiera una placa. Me dijo algo así como que, Juanma, no te emociones mucho, vaya a ser que la memoria me traicione. Lógicamente tampoco conocía el contenido de dicha placa.

       Como se verá más adelante, el texto de esta placa relaciona la construcción de la fuente de la Alcarracilla con la más conocida fuente del Cortijo de Tapera. Los que mandaron construir ambas fuentes-abrevaderos fueron una pareja de hermanos, seguramente propietarios de estas tierras. ¿Curioso, no? La cosa va de hermanos y fuentes.

       Una vez escrita esta necesaria introducción, pongámonos en camino.

2. Aproximándonos a la fuente.

      La historia comienza una mañana en la que mi hermano y yo decidimos explorar el curso alto del arroyo de la Alcarracilla del Peral. Es lo que tiene encontrarse en paro forzoso, que no paramos. El arroyo de la Alcarracilla vierte sus aguas en la Cala del Peral, en pleno Estrecho, casi a los pies del antiguo cuartel de Carabineros. El progresivo abandono agropecuario de estos campos ha convertido esta zona en una auténtica selva. Las zarzas, jérguenes, lianas y otros espinosos arbustos se comen literalmente los antiguos senderos.

_DSC0306

     Nuestro objetivo era inspeccionar un antiguo cortijo que ya había visitado mi hermano con anterioridad. Se trata del Cortijo de Viña Pepa, habitado hasta 1947 aproximadamente. Una serie de habitáculos y dependencias, restos de una era y bancales de cultivo delatan su importancia en el pasado. El topónimo nos transporta a una época en la que en Punta Carnero se cultivaban viñedos. Viña Luna, Viña Grande, Cala de la Parra… el uso vinícola de estos pagos se ha fosilizado en sus sugestivos nombres.

      Podemos imaginar cómo fue el paisaje de Punta carnero centurias atrás si nos damos una vueltecilla por ejemplo por Manilva.

_DSC0303

       Cuando ya dábamos por cumplida nuestra caminata mañanera nos topamos de casualidad con esta hermosa y abandonada fuente: La Fuente de la Alcarracilla. Nuestra sorpresa fue enorme, pues ninguno de los dos teníamos noticias de ella, ni por referencias ni por fotos. Sólo nos dio tiempo de despejarla un poco de la vegetación que la acosaba. También rebuscamos en sus frontales esperando hallar alguna fecha, o placa, ya que sabíamos que la mencionada y cercana fuente de Tapera la conserva, pero nada.

3. Pilar de la Alcarracilla

      Erigida en dos niveles, nos sorprendió también su gran tamaño (Casi 20 m. x 2 m.), y su buen acabado y estado de conservación, pese a como digo estar abandonada.  Los que mandaron construirla, pensamos, debían ser gentes con «posibles». Los albañiles y canteros que la levantaron hicieron sin duda un gran trabajo: ladrillos vistos en los frontales, buenos enfoscados, sillares de piedra unidos con grapas de hierro y plomo fundido, etc.

4.Pilar de la Alcarracilla

       Esa misma tarde logré contactar con mi informante para recabar datos. No sé por qué pero ya intuía que el encuentro iba a ser satisfactorio, que este buen hombre nos iba a encender la mecha de la curiosidad y la aventura.

     Y tanto que fue así. En primer lugar le puso nombre al cortijo que encontramos: Viña Pepa, y no Roldán como yo creía. Luego tiró de sabiduría popular, nos aclaró que aquello no es estrictamente una fuente, sino un pilar, es decir, un abrevadero para el ganado, y que él la conoció siempre como el Pilar de la Alcarracilla. Nosotros, claro está, sabemos cuál es su finalidad, pero vamos, a cada cosa su nombre, y donde se ponga un pilar, quítense todas las fuentes.

5. Pilar de la Alcarracilla

      No me quivoqué, la mecha hizo explotar el petardo. Casi al término de la conversación, como el que no quiere la cosa, como desplegando ante mí un viejo mapa del tesoro, va y me dice: Juanma, si no recuerdo mal, a pocos metros del pilar está el aljibe, que es el que recoge el agua del manantial, y dentro de éste, no me hagas mucho caso porque ya han pasado muchos años, creo que hay una placa….

       A ver cómo sigo contando la historia. Un petardo no, una bomba de curiosidad, prisas y suspense acabó de explotarme dentro. Casi que tuve que contenerme para no salir pitando y dejarlo solo en el salón de mi casa. Bromas aparte, no todos los días le ofrecen a uno un caramelo tan dulce. Gracias, informante.

       Dos días después regresamos mi hermano y yo a esta fuente «del Tesoro», pero pertrechados con las armas necesarias: unas tijeras de podar y una zoleta, aunque lo suyo hubiera sido unos machetes.

      Normal que el primer día no viéramos nada. Detrás del pilar se levanta una formidable muralla de zarzas y enredaderas, que impide la visión apenas un metro más allá.

7. Abriéndonos paso

       Poco a poco, fuimos abriendo un pasillo, el justito para pasar. Sarna con gusto no pica o ¿Zarza con gusto no pincha? Qué más da, en estos momentos poco importan los pinchazos, arañazos y alguna que otra caída.

8. Parece que vemos una chapa de hojalata

    Algo brilla al fondo, una chapa de hojalata. Aún no se ve ninguna construcción, pero un par de piedras labradas tiradas en el suelo nos confirman que vamos por buen camino.

9. Y un cubo

      Vaya, y un viejo cubo oxidado. Más claro, agua.

10. La placa se deja ver

      Y por fin llegamos a nuestro objetivo, a nuestro aljibe, más contentos que  Heinrich Schiliemann cuando descubrió Troya. AHÍ ESTABA LA PLACA. He de confesar con cierta verguenza que en ese momento me vine arriba, pues al asomar la cabeza, atisbé una D, y algo más. Le dije, más bien grité a mi hermano, Chico, una D… parece que pone DIOS. Lo que nos reímos.

11. Mi hermano quita la chapa

     La verdad es que no se veía nada en claro. Mi hermano quitó la chapa, seguramente puesta en su momento para evitar que algún animal cayera dentro. Sospecho que el que pusiera esta chapa años atrás fuera el señor Manuel, un vaquero del que también he recibido ayuda en otras ocasiones.

12. Y seguimos limpiando

Y dale que te pego a las tijeras. ¿Quién dijo antes que estábamos parados?

13.Empezamos a descifrarla cual champoliones

      Mi hermano flipa en colores, o más bien, en grises. La piedra que se ha utilizado para la placa es, si no me equivoco, la típica caliza que conocemos como «losa o piedra de Tarifa», aunque ésta seguro que fue extraída de una cantera situada cerca del aljibe.

14. Placa limpia

        La limpiamos y mojamos con mucho cuidado, para tratar de descifrar su texto. El color grisáceo de la piedra y la superficialidad de algunas letras nos complican la tarea, pero poco a poco, cual piedra rosetta de la Alcarracilla, nos desvela su misterioso contenido.

15. Placa limpia sobrescrita.

Trato la imagen y sobrescribo encima para que se entienda mejor. Esto es lo que pone:

» De los Hº Miguel y Julián Navarrete, año 1874″

16. De los Hermanos

     Y ahora un poco más cerca:

» De los hermanos…»

17. Miguel

«Miguel»

18. Y Julian Navarrete

«Y Julian Navarrete»

19. Año 1874

«Año 1874»

20. A lápiz

También vimos estos trazos escritos a lápiz. Yo no distingo nada, pero se nota que la caligrafía es de la misma época.

Una vez desvelado el texto de la placa, podemos confirmar la relación espacio-temporal entre esta fuente de la Alcarracilla y la de Tapera. Como comenté antes, esta última fuente sí es más conocida, y pueden verse fotografías en la red.

Para dar fe de ello y no dejar el trabajo a medias, nos dirigimos  a ella ese mismo día.   

21. Pozo

Pero antes dejamos nuestra impronta en el aljibe.

22.Panorama Alcarracilla

Panorámica del Arroyo de la Alcarracilla.

24.Cortijo de Tapera.

     Este es el Cortijo de Tapera, hoy día aún habitado. A sus espaldas, junto al arroyo de la Morisca, se encuentra la fuente «hermana».

25.Fuente de Tapera

     Como se observa, su tamaño y factura son similares, aunque el aljibe se encuentra pegado al pilar propiamente dicho. En este aljibe o cisterna es donde se halla la placa.

26.Fuente de Tapera

27.Placa Fuente de Tapera

Y este es el texto de la placa:

«De los hermanos Don miguel y Don Julián Navarrete. Año de 1879»

28.Comparativa placas

    Cinco años separan a una de otra. Y 139  a nosotros de ellas. ¿Muchos, pocos? No sé, pero mucha agua ha corrido por estas fuentes desde entonces. ¿Quienes serían estos hermanos Navarrete? Sin duda alguna «personalidades» de la Algeciras de esa época, propietarios de estas fincas y seguramente de alguna más.

     Es curioso cómo el destino juega sus cartas y sus placas. 139 años después, salvando las distancias, dos parejas de hermanos unen sus caminos en la pequeña historia que nos toca vivir. Los hermanos Navarrete y los hermanos Pizarro, propietarios por ahora de sus propios pasos, y poco más.

29.Tirándome a la fuente.

       Y aquí os dejamos, amigos. Mi hermano no sé, pero yo me tiro al pilón y me sumerjo en 1879, a ver qué encuentro. Abajo os desplego otro mapa del tesoro. Es de 1786 y la zona arbolada de la Alcarracilla nos indica que ya por esos años era una zona habitada por algecireños, por punteños.

         Una pista, el tesoro lo tenéis a la vista.

30. Detalle del mapa de Vicente Tofiño de San Miguel
Detalle del mapa de Vicente Tofiño de San Miguel, 1786.

¡Chistera, chistera, la dCaminata está fuera!

Caminatas · Historia, Folclore y Etnografía · P.N. El Estrecho

Canteras romanas de Paloma Alta


1. Amaneciendo en Valdevaqueros

    Pocos lugares congenian tan bien el verde y el azul como Paloma Alta, con el permiso de la bruma del levante, por supuesto. El verde de los pinos piñoneros y el azul del Estrecho de Gibraltar, el Fretum Gaditanum de los romanos, que aquí empieza a ensancharse en océano.

      Paloma Alta se encuentra en la cara sur de la sierra de San Bartolomé, entre las playas de Bolonia y Valdevaqueros, formando una cornisa de areniscas y calcarenitas a media altura (192 m.) entre la aldea del Chaparral y la cabecera del arroyo de los Puercos.

     En esta cornisa, a lo largo de unos 500 m. aprox. se halla una de las principales canteras romanas que abastecieron a Baelo Claudia durante siglos. Las otras, quizá más conocidas, se encuentran en los acantilados de Punta Camarinal. Todas ellas posibilitaron que Baelo se convirtiera en un reconocido emporio comercial, rival pero a la vez socia de otras ciudades como Tingis (Tánger), Carteia, Iulia Traducta (Algeciras), Septem Frates (Ceuta), Tamuda (Tetuán), etc. Juntas formarían el llamado Círculo del Estrecho, y exportarían al resto del imperio la industria que haría famosa a nuestras costas, la de los salazones de pescado y sus derivados.

      No está de más, para acabar esta introducción, recordar que Baelo Claudia es quizá el mejor yacimiento romano de la península que podemos visitar para obtener una visión completa de cómo era una urbe romana. Esto no hubiera sido posible sin canteras como las de Paloma Alta.

Mapa del lugar

     El acceso a estas canteras no es muy complicado, pero es aconsejable un buen conocimiento previo de la zona, y tener bien engrasado nuestro sentido de la orientación. Los pinares no suelen ser bosques respetuosos con los senderos, cuando los hay, pues ya se encargan las agujas de tapizar el terreno y las ramas bajas de no mantenerte erguido.

        De las opciones que tenemos para llegar a estas canteras la más cómoda y sencilla sería a través de la colada de la Reginosa, vía pecuaria que parte desde el Lentiscal (Bolonia), atraviesa el pinar y se remonta hacia los campos de Betijuelo. Otra opción factible partiría desde esta misma aldea tarifeña, Betijuelo, pero en sentido descendente.

             Si accedemos desde Betijuelo pronto nos encontraremos con el vértice geodésico VN10 (312 m.) de Paloma Alta, donde nos vimos obligados a hacer un alto en el camino. Al igual que los montañeros realizan paradas para aclimatarse a la altura, nosotros tuvimos que parar un ratillo para aclimatarnos a paisajes tan espectaculares. Si no hacemos esto corremos el peligro de enfermar no con el mal de las alturas, sino con el «mal de las prisas» y perdernos unas panorámicas irrepetibles. Hacia el oeste la ensenada de Bolonia y su duna, y hacia el sur las Canteras, nuestro destino.

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       El denso pinar nos permitió llegar a los Tajos de Catalino, los más cercanos a la ensenada y la aldea del Chaparral. Tajos de Catalino, con este nombre ¿quién se resiste a visitarlos y ver qué nos ofrecen?

2. Tajos de Catalino

3. Tajos de Catalino

      De nuevo el paisaje nos obligó a realizar una parada de aclimatación. Y es que el mal de las prisas suele manifestarse con el rugir de las tripas y un leve debilitamiento de las piernas. Era hora pues de aliviar tales síntomas con un buen bocata.

       La conversación giró alrededor de las especies que definen este bosque litoral: Pinos piñoneros (Pinus pinea), sabinas (Juniperus phoenicea), enebros (Juniperus oxycedrus), camarinas (corema album), retamas y otras plantas que desconozco o se me olvidan, aunque Juanlu, buen conocedor de la flora,  se esfuerce en hacérmelas aprender y recordar.

4. Tajos de Catalino

5. Tajo de Catalino

     Aprovechamos también ¿cómo no? para fotografiar y ser fotografiados. A todos nos gusta atrapar en nuestras jaulas digitales esos momentos fugaces que luego nos harán recorrer de nuevo el mismo camino, pero sentados cómodamente frente a la pantalla. Fotografiarnos en estos paisajes debe responder quizá a una necesidad atávica de apropiarnos de un territorio, aunque sea sentimentalmente. Yo he estado allí, puede ser la frase que mejor resuma este argumento.

6. Arco de calcarenita

        Y hablando de pantallas, de fotografías, de ventanas a otras realidades ¿qué me dicen de este arco de calcarenita? Pasándome ya de rosca ¿no podría ser a su vez el objetivo  de una cámara natural con el que el paisaje nos está fotografiando?

7. Arco de calcarenita

8. Paloma Alta

      Le dijimos adiós a nuestro amigo Catalino y continuamos la excursión en dirección este, hacia las canteras propiamente dichas.

9. Paloma Alta

    A poca distancia ya se dejan ver los primeros signos de cantera: peñascos de varios metros de altura cortados a la perfección, escalonamientos artificiales, taludes de escombros…

10. Primeras señales de cantera

        La calcarenita, como ya se ha dicho, fue la piedra extraída en estos yacimientos a cielo abierto. Localmente es conocida como piedra ostionera, pues está formada por ostiones y otras conchas, además de por arenas calcáreas. Su aspecto es vasto y poroso, por lo que no creo que ofreciera demasiada resistencia a las herramientas de los canteros. Utilizada desde hace más de dos mil años, aún sigue siendo una piedra solicitada para obras modernas; catedrales como las de Cádiz y Sevilla la emplearon en su edificación.

12. Primer grupo de canteras

       Cuando contemplamos una piedra calcarenita u ostionera no hacemos otra cosa que sumergirnos millones de años en la línea del tiempo y presenciar una playa o un fondo marino del Mioceno Superior. Playas y fondos marinos que ya disfrutaban las actuales focas o ballenas, mientras los actuales homos sapiens no pasábamos de ser grandes y peludos simios. Por fortuna para el planeta aún no se había inventado la humanidad.

      Que los hispanorromanos tuvieran un fondo marino tan fácil de trabajar y tan a mano se lo debieron al plegamiento alpino, a esa fuerza titánica de las placas tectónicas que levantaron nuestras actuales montañas y cordilleras. El mismo Estrecho de Gibraltar se estaba formando en esta época.

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13. Hacia el segundo grupo de canteras

     Poco antes de alcanzar nuestro destino nos topamos con esta curiosa formación, que ya conocía de una caminata anterior: un tambor o sección de columna a medio esculpir.

14. Tambor de columna semitallado

      Aún recuerdo vivamente la primera vez que lo vi. Tras la debida prospección arqueológica-fantasiosa, no me tuve que esforzar mucho para imaginarme al cantero trabajándola con sus cinceles y martillos.

         ¿Por qué dejaron el tambor de columna olvidado, a medio terminar? ¿No le gustó al cantero su factura o veteado? ¿Le dijeron quizá, eh, tú, no sigas, que ya ha terminado el imperio romano y no va formar nunca parte de un templo o villa? Quién sabe, pero hilando la broma con la historia y de nuevo con la especulación fantasiosa, ¿por qué no podríamos estar ante uno de los últimos vestigios de la existencia de estas canteras, coincidentes con alguno de los maremotos y seísmos que al parecer acabaron con el esplendor de Baelo Claudia?

       Este tipo de material era empleado sobre todo, además de para las columnas, para las jambas, capiteles y demás elementos sustentantes. Una vez colocadas en su lugar eran estucadas con un material más fino y pintadas.

        Otra roca también muy utilizada fue la jabaluna, la conocida como «piedra de Tarifa», que se destinaba para las losas de las calles, puertas, ventanas, murallas, etc. Al parecer aún no se acierta con la procedencia exacta de estas canteras, pues puede que estén cubiertas y enterradas por siglos de erosión y colmatación.

15. Tambor de columna semitallado

     También se aprecian curiosos ejemplos de erosión cárstica, sobre todo en las paredes expuestas al sur.

17. Calcarenita erosionada por las escorrentías

18. Formación de estalagmitas

     Y llegamos por fin al sector más interesante de las canteras, donde no espera un monolito o roque de calcarenita de varios metros de altura.

19. Hacia las canteras

     Resulta muy complicado tomar fotos con la distancia adecuada. La proximidad de los pinos nos impide captar una visión más panorámica del yacimiento. Aún así impresiona el lugar, y todavía más el trabajo que debió costarles a los canteros domar esa cornisa y conseguir esos perfectos planos verticales.

21. Canteras de Paloma Alta

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      La extracción de la roca se efectuaría de arriba a abajo, una vez despejada la zona de vegetación. En las canteras de Punta Camarinal aún son visibles las marcas de las barrenas, cinceles u otras herramientas que utilizaran para tal fin, pero en éstas yo al menos no las he encontrado.

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Marca de cantera en Punta Camarinal

Tajos de las Canteras

23. Canteras de Punta paloma

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    A continuación tomamos rumbo norte para conseguir una perspectiva elevada de la cantera. Por el camino seguimos viendo tajos y más tajos trabajados por estos esforzados y locos romanos, que diría Obélix, y tomamos conciencia de la magnitud real del  yacimiento, más extenso de lo que en un principio pudiera parecer.

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     El esfuerzo merece la pena. Las vistas desde arriba no pueden dejar a nadie indiferente. El monolito de calcarenita adquiere un matiz casi de monumento o escultura.

Tajo desde arriba

32. Arriba de las canteras

Hacia Valdevaqueros

         Lo que «descubrimos» a continuación ya nos dejó contentos para el resto del año que empieza y «petrificados». De las veces que me he pateado el lugar nunca había dado con lo que a todas luces parece la rampa por la que bajaban los materiales, aunque también podría ser un simple pero enorme talud de escombros.

       Pienso que no resulta muy descabellada la hipótesis de la rampa artificial, ya que en las canteras de Punta Camarinal existe una similar, de menores proporciones pero documentada y estudiada como tal. Al pie de dicha rampa se cree que habilitaran un embarcadero para transportar en barcazas los sillares y tambores.

        Aquí en Paloma Alta lo tuvieron un pelín más complicado, pues la costa se encuentra a más de 700 m. de distancia, y tuvieron que salvar un desnivel de más de 100 m. de altura.

Rampa 1

Rampa 2

      En la toma aérea de abajo se aprecia sin mucha dificultad la especie de cono o embudo formado por los escombros. Después de casi dos mil años los pinos  y otros arbustos apenas encuentran suelo donde enraizar.

Foto aerea canteras

   Por los alrededores encontramos la mitad de este tambor de columna, de 30 cm. de diámetro. El boquete de en medio servía para centrar y fijar las secciones que componían una columna, usando como eje una barra de madera o hierro.

27. Mitad de un pequeño tambor de columna

      La singularidad y estado de conservación de la pieza de arriba es excepcional, en mi opinión; aún así son numerosos los restos de sillares y otras piezas a medio tallar o desechadas que pueden verse cerca de la cantera. Quizá no tengan un valor museístico, pero forman parte de un todo que se encuentra desprotegido, y lo que es peor, desaprovechado cultural y turísticamente.

       Piezas de mayor porte se observan más abajo, en la ya mencionada colada (camino) de la Reginosa, tambores de columna sobre todo. ¿Quién sabe si ya hace dos mil años existía, superpuesta a esta, una vía o senda que uniera Baelo Claudia y Mellaria, en el caso de que dicha ciudad se hallase en la ensenada de Valdevaqueros?

24. Tambor de columna en la colada de la Reginosa

     Ya en la costa, a pie de playa prácticamente, seguimos hallando más tambores de columna, algunos de ellos de aspecto colosal. Ya sea a través de rampas o con otro método, el material era bajado para luego ser trasportado a sus destinos en barcazas.

26. Tambores de columna a pie de playa
Fotografía cedida por José Manuel Amarillo (http://josemanuelav.lacoctelera.net/)

Tambor en la costa

Tambor en las Piscinas

      Estos romanos no perdían el tiempo. Incluso en la misma costa seguían esculpiendo y extrayendo material. Mi hermano Francisco Javier  está de pie sobre otro de estos tambores sin acabar.

      Muchos conoceréis sin duda este lugar, a los que desafortunadamente no lo conozcáis os diré que aún sigue llamándose de una forma muy romana: los Baños de Claudia. Yo siempre lo he conocido como «las piscinas», pero hay que admitir que Baños de Claudia queda más sugerente y resultón.

      Muy cerca de este paradisíaco enclave se halla presumiblemente uno de estos embarcaderos. Los sillares son tan numerosos que se diría que forman casi un espigón.

      No quisiera acabar la entrada sin mostrar fotos propias del destino principal de estas singulares calcarenitas: Baelo Claudia. Aquí se completa el círculo, aquí toma significado el trabajo titánico de esos canteros con los que al final no puedo dejar de sentirme identificado y a los que ensalzo y saludo dos mil años después, casi tan hispanorromano como ellos.

¡AVE LAPICIDA, DCAMINATA TE SALUTAT!

30.Foro de Baelo Claudia

29. Otras piezas de calcarenita en Baelo Claudia

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Baelo Claudia

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Los dólmenes de las Caheruelas (Tarifa)


      La aldea de las Caheruelas se encuentra a escasos 12 kilómetros de Tarifa y Facinas, en la vertiente sur de la Sierra de Ojén, más agreste y desforestada si la comparamos con la frondosa vertiente norte. A aumentar esta clara diferencia entre una cara y otra contribuyó desgraciadamente un gran incendio que se produjo en 1986. Como suele suceder en estos casos se repobló con pinos las zonas más altas, cercanas al Tajo de Utrera (719 m.), la cota máxima de dicha sierra.

      Situada ventajosamente entre las gargantas que forman los arroyos del Conejo y Los Molinos, las Caheruelas gozan de un amplio y bello paisaje. A un lado las sierras de Enmedio y Fates, y a continuación, el cordón litoral de la playa de los Lances. Valle abajo discurre el rio de la Jara, que desde la más remota antigüedad ha visto pasar a todos los pueblos que han fabricado nuestra historia, y que  tomaron este valle como acceso más rápido y directo a la vecina comarca de la Janda y al interior de Andalucía, o hacia Tarifa y Algeciras, si venían en el sentido contrario.

        Este poblado tarifeño está formado por una veintena de hogares que se dedican sobre todo a las labores pecuarias. Algunas de estas, en ruinas, aún muestran el zarpazo que produjo la inmigración en las décadas centrales del s. XX.

      Que nos disponemos a andar por unos montes colmados de Historia nos lo muestra una vez más la toponimia del lugar. El investigador Wenceslao Segura, en el artículo «La toponimia tarifeña tras la conquista cristiana», nos pone varios ejemplos: Celada Vieja (Saladavieja), Val de Hoxen (Valle de Ojén), Arroyo de Pero Ximenez (Arroyo de Pedro Jiménez), personaje que seguramente fuera beneficiado con tierras tras la ocupación castellana del territorio.

        Pero el topónimo antiguo que más nos interesa es el de Alcornocal fermoso. Así cree Wenceslao Segura que eran conocidas las Caheruelas en el s. XIV. De este modo se recoge nada más y nada menos que en el Libro de la Montería de Alfonso XI, una especie de guía de caza de la edad media. El cronista alfonsino describió acertadamente el primitivo alcornocal: fermoso. Y voto a bríos que por fortuna aún sigue siendo fermoso el alcornocal actual, y que así siga siendo por los siglos de los siglos ¡Pardiez!

      Caminar por unos campos tan cargados de Historia es todo un privilegio. Si se acierta con la vereda adecuada tendremos la suerte de descender apenas un kilómetro por la línea del tiempo y llegar al Calcolítico, cinco mil años atrás,siglo arriba, siglo abajo. Ese era nuestro destino esa mañana.

      Los dólmenes de las Caheruelas son probablemente de ese periodo prehistórico, del Calcolítico, o Edad del Cobre (IV ó III milenio a.c.). Estamos hablando de una época en la que se empieza a trabajar con los metales, donde la agricultura y la ganadería facilitan una proturbanización de los poblados, en resumen; estamos hablando de un periodo histórico en el que podemos apreciar el primer bosquejo de la humanidad que hoy somos.

      Quizá las personas que construyeron esos dólmenes vivían en un poblado cercano, más o menos estable, en contacto sin duda con otros poblados del territorio. Yacimientos arqueológicos como la Necrópolis de los Algarbes, en Valdevaqueros, y el conjunto dolménico desperdigado alrededor de la vecina Laguna de la Janda, no pueden entenderse sin estos primeros asentamientos humanos. Un dato más, según el arqueólogo gaditano Cesar Pemán Pemartín (1895-1986) en el yacimiento de las Caheruelas se hallaron abundantes pedernales, herramientas de piedra.

      Esta es la hipótesis de los historiadores Juan Ignacio de Vicente y Javier Criado, expuesta en el artículo «Nuevo foco dolménico en el Campo de Gibraltar. El complejo Caheruelas-Caballero». Se podría decir que este artículo fue el poste de señalización que nos condujo a los dólmenes, y a su comprensión.

     Dar con ellos no fue tarea fácil, en un terreno ya de por sí pedregoso; además de que veníamos ya algo cansados de hacer otra ruta. David, Eduardo, Juan Luis y el trepalcornoques que les escribe descendimos separados por el cerro para abarcar más superficie, zigzagueando, para arriba, para abajo… hasta que dimos con el primero. Ya teníamos nuestra recompensa. Añadir por último que de los siete que al parecer se han identificado nosotros sólo dimos con tres, pero bueno, menos da una piedra, y nunca mejor dicho. Imagino que los otro cuatro son de menor tamaño o están más invadidos por la vegetación.

     Tengo el placer de presentaros al primero. Me voy a resistir de ponerle nombre, y eso que siempre emociona y burbujea el estómago cada vez que «descubres» personalmente un hallazgo así. Para que no se me enfaden los otros dos le llamaré simplemente Dolmen número Uno. Y la verdad, eso fue lo que grité cuando lo vi: «Quilloooooo aquí HAY UNOOOOOOO!

       En esta simple estructura lítica se resume bien lo que es un dolmen, que en bretón significa mesa grande de piedra. Como se observa son varias losas, u ortostatos, dispuestas verticalmente, y otra losa horizontal que sirve de tapa o cubierta. Esta última casi siempre se halla caída. En su estado original estaría quizá rodeado de tierra con la intención de formar un túmulo, una especie de cueva artificial.

         La finalidad común que se les atribuye a los dólmenes es la funeraria, siendo de este modo sepulcros colectivos. Otra teoría apunta a que también pudieran haber sido marcas o hitos con los que se demostraba dominar un territorio.

     Y si difícil es encontrarlos, más difícil si cabe es fotografiarlos como se merecen. En las fotos de abajo se puede observar que al menos lo intenté. Fueron dos los alcornoques a los que trepé en un elegante estilo garrapatero, con el fin de obtener una buena perspectiva; lo que no quita que pagara el precio de algun arañazo, pero así de dura y sufrida es la vida de un Homo Bloguerus Senderiensis subsp. gaditanus.

       Y a continuación el segundo dolmen. Tentado estoy de «bautizarlo» como Dolmen de Juanlu, pues fue mi amigacho el que lo avistó, pero para que no se me enfaden mis otros dos colegas, lo llamaremos simplemente Dolmen número dos.

       No muestra una hechura tan entera como el primero, pues al hallarse en pendiente el lógico movimiento de tierras ha provocado que las losas verticales caigan una sobre otra.

        Aunque lo que realmente singulariza a este dolmen es la curiosa y evidente alineación circular que lo rodea. Ahí fue cuando me subí al segundo chaparro, para tratar de captar esta misteriosa estructura; y más alto hubiera subido si hubiera sido posible, pues obteniendo una vista cenital del yacimiento es como mejor se observaría esta particularidad. Y no fue la única alineación circular que vimos, o que creímos ver; al no estar asociadas a otros dólmenes podrían confundirse con construcciones más modernas, aunque lo dudo, la verdad.

     ¿Fueron comunes estos círculos de piedra? ¿Guardaban también relación con el rito funerario? Esto es una tarea para los entendidos. La nuestra terminó ahí.

        Más felices que las lombrices tomamos el camino de vuelta monte arriba, pero no… aún nos quedaba otra sesión de fotos. He aquí al culpable: el Dolmen número tres. Estábamos muy cansados ya como para buscarle un nombre adecuado, y el sol del veranillo del membrillo pegaba fuerte.

      Las losas verticales casi se encuentran tapadas por los lentiscos. Sólo la losa de cubierta nos hizo reparar en él.

     La losa sobre la que está David debió sin duda formar parte del dolmen.

        Y ahí se nos quedó David, en la Edad del Cobre. A punto estuvimos de quedarnos los demás. Seguramente los hacedores de estos dólmenes tuvieran una vida dura y sacrificada, y la esperanza de vida era menor que la de ahora, pero ¿Tenemos la certeza de gozar de una vida más plena? ¿Guardamos aún la esperanza, de vida o de lo que sea, de que nuestra edad, la EDAD DEL COLTAN, no sea la peor edad que le ha tocado vivir a la humanidad?

        Vaya, qué serio me he puesto. Voy a mirar en el Facebook si David ha vuelto ya del Calcolítico.

¡CHISTERA CHISTERA, LA CAMINATA ESTÁ FUERA!

PARA SABER MÁS:

Caminatas · P.N. El Estrecho

Ruta Los Algarbes-Betijuelo-Paloma Baja.


       Este mes de septiembre, y quizás también octubre, es el mes perfecto en mi opinión  para realizar esta ruta, aunque también los son los últimos meses de la primavera. Si salimos bien temprano nos ahorramos unos grados de calor en el cómodo ascenso a Betijuelo (331 m.) y luego, si el día es propicio, podemos darnos un sublime y heroico baño en cualquier cala de Paloma Baja, quizás el último del año.

       Durante el recorrido, de unos 8 km aproximadamente y señalizado, pasaremos junto a la necrópolis de los Algarbes, de la edad del bronce, atravesaremos la aldea de Betijuelo, disfrutaremos de unas espléndidas vistas de esta parte del litoral tarifeño, y recorreremos un cañón muy singular creado por el Arroyo de los Puercos. Todo ello adornado y embellecido por la flora típica del entorno: Lentiscos, jaras, pinos, retamas, palmitos, sabinas, enebros marítimo, etc.

       Merece la pena. Bien, una vez hecha esta breve y turística introducción a la ruta, agradecería que se me informara de dónde está la oficina del Parque del Estrecho, vaya a ser que estén dando comisión por la labor divulgativa, y yo aquí sin enterame, dcaminando por amor al arte 🙂

       A la caminata fuimos Julio, Gaizka, Juanlu, Zapy (un fichaje a cuatro patas muy bueno) y el que, por caridad y dios se lo pagará, le  pide algo a la administración competente; no sé, lo que lleve encima, tal vez un trabajito de guía por esos montes y caminos.

      En fin, para que tengáis información más detallada y profesional, os subo el enlace del tríptico informativo de la ruta oficial, y otro muy completo sobre la necrópolis de los Algarbes.

       Ah, para la obligada cerveza de después, os recomiendo la terraza del restaurante La Tribu, sito en la Venta de Porros. Trabajito nos costó irnos de allí ¿Verdad July?

Ficha informativa:

http://www.juntadeandalucia.es/medioambiente/servtc5/ventana/mostrarFicha.do;jsessionid=F2759F838A17D49CEBED6077E6AEA8FE?idEquipamiento=28396

Los Algarbes según Arte sureño:

http://www.arte-sur.com/algarbes.htm

PARA VER EL ALBUM DE FOTOGRAFÍAS PINCHA SOBRE LA IMAGEN DE ABAJO Y TE LLEVO A MI PÁGINA DE FACEBOOK:

Caminatas · P.N. El Estrecho

Sierra de San Bartolomé, dos al día me tomé.


    Este sábado pasado, disfrutando de un fin de semana largo en Facinas, me desperté minutos después de las siete. La mañana ya ensartaba sus hilos de luz por la persiana; la familia dormía placidamente; los pajarillos cantaban abajo en la plaza… El ambiente perfecto para cerrar otra vez los ojos y volver a despertar dos o tres horas después, al olor del café y del pan con ajo y aceite.

    Pero no, no encontré la manera de volver a cerrarlos. Me dije, a ver, he dormido más o menos bien, no estoy cansado, pero así y todo me noto como extraño, con esa sensación de que te han robado algo de valor pero aún no sabes qué, o con esa comezón interior de que se te olvida también algo importante y tampoco sabes qué. El ruido de unos pasos decididos en la calle, posiblemente el tío Curro, me dieron y confirmaron el diagnóstico.

    Nada grave, aunque me lo estaba oliendo. Después de más de un mes sin pisar monte estaba empezando a notar los primeros síntomas del trastorno, fruto de una anormal y larga abstinencia. Menos mal que el remedio lo tenía a mano, a tres o cuatro calles más allá. Incluso contaba con la suerte de elegir entre dos tratamientos distintos: Parque de los Alcornocales o el Estrecho. Debía ser una medicina rápida y efectiva, tanto para el cuerpo como para la mente. Una caminata larga y expuesta al sol sólo conseguiría agravar la situación y los síntomas. De repente lo tuve. Un rápido repaso al vademecum de la cartografía interior me puso en el camino: Sierra de San Bartolomé.

    LLegué a la aldea de Betis sobre las ocho menos cuarto. Aunque el sol asomaba tímidamente por la sierra de Fates, las dóciles colinas de Valdevaqueros y su playa aún estaban en sombras. Confiemos en que nunca anide en ese paisaje la urbanización que ha proyectado construir la corporación municipal de Tarifa. El viento de poniente arrastraba hacia el Mediterráneo una niebla deshilachada.

    Al toparme con el horno de piedra caí en la cuenta de que empezaba la caminata con sólo un café bebido y que no llevaba nada de comida. Sin problemas, esa pastillita mañanera que ya me estaba tomando no iba a requerir alimentos sólidos. Agua sí llevaba, eh… Décadas atrás algunos vecinos de Betis estarían posiblemente rondando a esas horas el horno, a la espera de que el pan macho estuviera listo, calentito, humeante… ummmm

   La sierra, o Loma, de San Bartolomé, cual último espolón de la Cordillera Penibética, se encuentra entre la playa de Valdevaqueros y la Ensenada de Bolonia. Personalmente opino que es una de las sierras con uno de los pérfiles o siluetas más bellas de nuestro litoral. Es muy conocida y frecuentada por los aficionados a la escalada, ya que dicha sierra o loma forma en realidad como una especie de anfiteatro de roca arenisca en la que se alían las condiciones idóneas para la práctica de este deporte, a al menos así era hasta hace poco. En la espectacular Laja del Tío Duarte, a la derecha de nuestro recorrido, se concentran los principales sectores de escalada: Bordillos, Arapiles, Mosaico y Panal y bloque.

    Como puede observarse en la foto de arriba, mi dcaminata curativa coincide más o menos con el trazado del cartel, que recorre el llamado Tajo del Buho o canuto del Arca. En el panel informativo se puede leer que la denominación de «Arca» hace alusión a un posible tesoro enterrado antiguamente por los alrededores. Ese tesoro ya ha sido descubierto, y puede disfrutarse por todo aquel que se aventure en la senda y alcance la cima.

    Otros buscadores de tesoros dirán, y con razón la verdad, que ese tesoro del Canuto del Arca está bastante devaluado. Quien por ejemplo vuelva a la zona después de dos años sin visitarla se quedará sin duda sorprendido, por no decir conmocionado. La Laja del Tío Duarte está al descubierto, todos los eucaliptos que hasta hace un año daban sombra a las paredes han sido talados. Aún no me he informado debidamente, pero creo que esto se debe a una campaña de regeneración de la flora autóctona de la zona. Ojalá que así sea.

   Si a esto le unimos el anidamiento de un alimoche en las cercanías, especie en peligro de extinción y a la que sin duda hay que apoyar, obtenemos el periodo vigente de prohibición de escalada entre el 1 de marzo y 31 de agoto. No sé si el alimoche habrá anidado o no, pero ese mismo día tuve ocasión de charlar con un paisano, que seguramente por lo que hablamos se conocía el entorno como la palma de su mano, y el paisano me contó muy seguro que allí no anidaba ya alimoche alguno. Por otra parte estaba muy contento de ver el paisaje de su Betis, de su campo, tal como era en su infancia: sin  eucaliptos.

   Menos mal, menos mal que por ahora las cabras no saben leer y se desentienden de normativas prohibitivas. En mi corto ascenso mañanero tuve la suerte de toparme con este simpático rebaño de cabras, a las que desde ya les pido perdón por importunarles el desayuno.

   Nada más notar mi presencia me dieron una clase de escalada libre y natural. Todas a una corrieron arenisca arriba para ponerse a salvo.

   Una vez arriba, un par de peques aprovecharon para terminar de tomarse el colacao.

   Este es el sector Mosaico. Estas cuantas cabras rezagadas no se atrevieron con la pared. ¿O es que aprendieron a leer?

     Este es el aspecto desde arriba, cerca ya del final de mi trayecto: francamente triste, como si hubiera caido del cielo un meteorito. Sólo los alcornoques se han librado del fuego regenerador.

    A pesar de la hora, cerca de las 8:30 de la mañana y de una distancia no muy excesiva: 1,2 km de ascenso, confieso que sudé la gota gorda. Debían ser los primeros efectos de tan particular medicina.

    

    Andar siempre merece la pena, y más cuándo se llega a un balcón privilegiado como este, con vistas a la Ensenada de Bolonia y la sierra de la Plata. Una horita enchufado al paisaje y todos los males se van con el poniente.

    Los tajos de arenisca son impresionantes, con esa amenaza constante e  incompresible a nuestro entendimiento de poder desprenderse barranco abajo en ese instante o dos o tres mil años después.

   De izquierda a derecha, de sur a noroeste, las vistas son espléndidas.

   Vaya, una discordante mancha naranja… Ah, espera, espera que soy yo, que como fui solo, la foto me la hice con el trípode.

   Poblado del Chaparral. Desde la playa de Bolonia no es visible, pero ya ven, unas cuantas casas y gente viviendo en ellas. Supongo que existirá desde bastante tiempo atrás, pero a día de hoy ¿quién sabe de la existencia de este poblado? No muchos. Eso es urbanismo decente y eco-lógico, natural y acorde a las necesidades, Juan Andrés Gil, que apellido más descriptivo no podías tener, y no ese Valdevaqueros de lujo que quiere construir.

   Laja de las Algas y Silla del Papa, al fondo. En primer plano, un hermos0 tajo de arenisca, con su alambrada. Un día de estos inventan algo para acotar y alambrar el cielo, ya veréis.

   Después de un buen rato, tras comprobar que la pastillita había hecho efecto, tomé el camino de vuelta. Cachis, de nuevo molesté a las cabras… venga otra vez laja para arriba….

    Estupendo día playero en Valdevaqueros con la familia y algunos amigos. Regeneradora siesta. Cuando desperté, vuelta a lo mismo: autoexámen médico. Mucho mejor que por la mañana, dónde va a parar, pero… pero… quién me decía a mí que con otra pastillita más no me iba a sentir mejor y acabar de curarme, cual antibióticos placebos instantaneos.

   Vamos que nos vamos otra vez para San Bartolomé. A una hora adecuada para mentirle a la calor. Si no recuerdo mal, sobre las 20: 30.

   Esta vez la aldea de Betis en sombras y Valdevaqueros al sol. Al fondo, el horizonte del Yebel Musa parece disfrazarse de monte Fujiyama.

   La cálida luz del atardecer  invade el manto de pinos que se extiende hasta la costa. En el horizonte despunta el Cabo de Espartel, desde donde Africa se desboca Atlántico abajo.

   Y Tánger, en su ensenada, hermana de la de Bolonia. Tánger, Tingis en la antiguedad, y Baelo Claudia, siempre mantuvieron estrechas relaciones.

    Poco a poco, a fuego lento, el sol se esconde y deja paso a las luces azuladas del anochecer.

   El lentiscal, o aldea de Bolonia, como es más conocida. Y a la izquierda la duna… escóndeos o camúflaos, que no os alcancen las garras de la construcción especulativa.

   El faro de Camarinal también se deja ver.

   No me gustan mucho las fotos «autohechas», pero es que en esta se aprecia perfectamente que la terapia es efectiva: vaya careto. Silencio, recogimiento… esto sí que es medicina alternativa.

   Mucho se tienen que aliar la crisis de los 40 y la crisis económica ¡Me han artropellado las dos! para que yo me baje de aquí digamos que de una forma voluntaria.

   No es fácil, supongo, hacer fotos directas a los amaneceres o puestas. Demasiada luz apuntándote al objetivo. Mal o bien, esto es lo que conseguí. Eso sí, una puesta de sol es una puesta de sol. Ese día se puso justo a las 21:36: oro fundiéndose trás la Sierra de la Plata

    Como si fuera un «deja vú» de esos, rondando ya las diez de la noche, otra vez el camino de vuelta, más fresco y sano que una lechuga. Para completar y acabar tan cíclico día volví a encontrarme con mis amigas las cabras, que de nuevo escaparon de mi pesada y repetitiva presencia.

    A puntito estuve de irme con ellas y unirme al rebaño.

¡CHISTERA, CHISTERA LA DCAMINATA ESTÁ FUERA!

Caminatas · P.N. El Estrecho

5ª dCaminata Popular: Senda de los Republicanos.


   Loli, Mara, David, Susana, Toñi, Julia, Francisco Javier, Alvaro, Carmen, Pedro, David, Juanlu y Julio. Más el que está detrás de la cámara, y Garry que se nos unió en el último tercio de la caminata: 15 en total. Un número estupendo para disfrutar de la compañía y del camino.

    El pasado 21 de abril los arriba citados nos pateamos tan gustosamente la ruta que hemos dado en llamar Senda de los Republicanos. Un sábado primaveral, espejismo del verano, pues la calor apretó lo suyo dada la fecha, y los bichitos insistieron en manifestar su diminuta, imprescindible y a veces molesta existencia. Lo cual no fue un impedimento ya digo para disfrutar de la conversación y los  paisajes.

   En el mapa de abajo pongo a groso modo el itinerario de esta ruta circular. Un poco más de 12 kilómetros que pueden recorrerse en unas 5 horas, con sus paradas para el bocata y fotografiar todo lo fotografiable. Ha de tenerse en cuenta que la mayor parte de la ruta transcurre por propiedad privada, aunque a día de hoy no ha surgido ningún problema y dudo que lo haya si se guardan las formas; y por cotos de caza, por lo que no se aconseja el pateo entre los meses de junio y diciembre, periodo en el que está abierta la veda de caza. Para este tipo de rutas aconsejo estar pendiente del tiempo, y mirar las previsiones en la AEMET o en el WINDGURU de Getares, pues si pillamos un día no muy ventoso en el que no haga un calor excesivo (hay pocos sitios para guarecerse del sol) habremos triunfado.

    Como ya he comentado anteriormente, sobre todo por FB, esta ruta la hemos diseñado Garry (de Betijuelo y Andar por el Campo de Gibraltar) y el que os escribe. Tres meses más o menos hemos tardado en darle forma, a base de andar y andar sobre todo, descubriendo sitios por donde antes nunca habiamos caminado, de abusar del Google Earth y el Iberpix, y de muchos email y conversaciones telefónicas. Dicho esto, añadir que sarna con gusto no pica, y que hemos disfrutado como enanos.
No es una tarea fácil, pues sobre todo es un trabajo hecho con la intención de divulgarlo y mostrárselo al resto de aficionados, en el que hay que tener muy en cuenta los tiempos, el kilometraje y la dificultad. Aprovecho para informar que será una de las rutas del próximo libro de Garry. Posibilidades de trazar rutas distintas las hay sin duda, pero he aquí nuestra propuesta, en la que hemos hilvanado caminos tradicionales, caminos hechos por los prisioneros; otro tramo, quizá el más espectacular, llamado el sendero de las tibias, que se lo han currado la mar de bien los colegas de las ruedas gordas, etc.  A todos ellos gracias por facilitarnos esta tarea.

   Para concluir, indicar una vez más que en esta bellisíma esquinita gaditana congenian a la perfección paisaje e Historia. Pasamos por cortijos que en su día se dedicaron a la vid y que hunden sus raices en los principios del siglo XIX, por la Ermita de la Punta, datada en 1775, por canteras de piedra a cielo abierto de los años 60, y sobre todo, por esos caminos que dan nombre a esta ruta, por los caminos que construyeron por esta zona los Batallones Disciplinarios, compuestos por soldados del derrotado ejército republicano. Todo ello visto paseando por un hermoso balcón que se asoma al Estrecho de Gibraltar.

    Aunque la ruta nos discurra por terrenos públicos, contiene demasiada historia y bellos paisajes como para no empeñarse en mostrarlos.
Si quieres ver el resto de fotografías de la jornada pincha sobre el dibujo de abajo y entra el el FB de dCaminata:

   

Caminatas · P.N. El Estrecho

Silla del Papa – Laja de las Algas (O de la Zarga)


Laja de las Algas y Silla del Papa

      Tal vez, uno de esos hermosos días de verano, bajando hacia la playa de Bolonia, hayáis mirado hacia la derecha y habéis tenido la suerte de encontraros con esta bella estampa: La Laja de la las Algas, y atrás, donde están las antenas, la Silla del Papa. La caminata que propongo hoy recorre en apenas 7 kilómetros, y de forma circular, estos monumentos naturales; y creedme, si os decidís a andarla las vistas que os esperan allí arriba os harán disfrutar mucho más del siguiente baño en las cristalinas aguas de una las playas más especiales del litoral gaditano.

      Esta ruta, y aunque suene a argumento de Perogrullo, va dirigida sobre todo a aquellos que no hayan andado por estos parajes y que sobre todo no conozcan la situación exacta de la famosa Silla del Papa. Lo digo porque por ahora no hemos nacido nadie con un GPS entre oreja y oreja, y lo normal es que no se sepa dónde está este histórico waypoint que no debemos perdernos. Además, pocos son los accesos o itinerarios que se pueden tomar para llegar al lugar. El más usual y transitado es el de la carretera asfaltada que sube desde el mismo Cortijo de la Gloria. Otro, de mayor kilometraje, recorre la cresta de la Sierra de la Plata, desde su extremo más cercano a la costa, por los alrededores de la Cueva del Moro. El itinerario que propongo es mucho menos transitado y conocido, pero ofrece una visión y comprensión muy completa del paisaje.

      ¿Y qué es la Silla del Papa? ¿Por qué se la llama de ese modo?… ¿No creeréis que voy a soltar todo el rollo histórico y andarín de repente, no? Si te interesa esta historia y has tenido el valor y el tiempo suficientes para leerte estos dos párrafo, me quiero asegurar de que llegues al final de la caminata, donde lo aclararé. Sólo adelantar, para el que no lo sepa, que en la cima de ese cerro existió hace más de dos mil años un enclave urbano anterior a Baelo Claudia. Así que, amigo, cálzate bien fuerte las «calligae» (botas romanas), ponte bien el casco, revisa el equipo y únete a la centuria que se pone en marcha. Como decían los buenos de Asterix y Obelix: Alístate a la Legión y conocerás mundo.

      ¿Y dónde se alista uno a esta caminata, dónde se empieza? Me diréis con razón los que no conozcáis el territorio.  Una vez que lleguemos a Bolonia, continuaremos por la misma carretera que pasa por detrás de las ruinas de Baelo Claudia y que ascendiendo por esa sierra, llamada de la Plata, se dirige hacia la Cortijada del Realillo de Bolonia. Medio kilómetro después nos encontramos con otra desviación a la izquierda, ya en el Cortijo de la Gloria. Ahí es donde dejamos el coche.  En el mapa de abajo se podrá ver mejor.

Cómo llegar

Y a continuación el itinerario de la caminata:

      Vistas amplias y hermosas darán el pistoletazo de salida a la caminata y nos acompañarán toda la jornada. Todos esos montes que van a dar al mar forman la Sierra de la Higuera. El arroyo más cercano, y que discurre paralelo al primer tramo de la ruta es el de Alpariate.

       La dirección a seguir será la misma que venimos tomando hasta ahora: hacia arriba, hacia el norte. La pista de zahorra continua durante unos 800 metros, hasta enlazar con otra más estrecha y de color terroso. A la derecha veremos el último cortijo habitado, y a la izquierda, majestuosa, la Laja de las Algas empezará a desplegar su arquitectura natural.

Lugar de salida

Hacia La Gloria

Laja de las Algas

Panorámica de la Laja de las Algas

     La laja de las Algas es también conocida como de la Zarga. Traducid «algas» al andaluz cerrado y ahí tenéis la posible explicación. El hipotético origen del topónimo también resulta cuanto menos curioso y atractivo. Según Gaspar J. Cuesta Estévez, en su artículo Toponimia de Bolonia y su entorno, el nombre «de las algas» podría proceder del término árabe al-mgaz, que se traduciría por «el Paso». Ese paso sería el pasillo o desfiladero que se encuentra entre dicha laja y la Silla del Papa, y que en sus tiempos tomarían los campesinos para ir del Cortijo de la Canchorrera al de la Gloria, y el mismo que andaremos nosotros en nuestra dCaminata.

      Geológicamente hablando, la laja de las Algas o de la Zarga, está compuesta por enhiestos bancos de arenisca que forman una espectacular pared rocosa, en cuyo punto más alto alcanza más de 100 metros de caída libre. Pictóricamente hablando, la laja es un gran lienzo de piedra donde diversos líquenes crustáceos han plasmado sus bellos tonos anaranjados y amarillentos, y donde los buitres leonados han contribuído con manchas blanquecinas, creadas por la acumulación de sus excrementos. Para acabar el cuadro, y a modo de modernos trazos cubistas, numerosas líneas de fractura horizontales y verticales cuartean la arenisca. Aquí todo el mundo ha utilizado su pincel: el hombre, el viento, las plantas, los animales, las aguas de escorrentías…

Observatorio para ver los buitres leonados

Desde dentro

En efecto, es un observatorio para observar a los Buitres leonados; un poco de silencio por favor. Si os habéis traído prismáticos ¿a qué estáis esperando? La verdad es que si lo tenéis no dudéis en echarlo en la mochila. Veréis con más detalle a una de las 60 parejas que pueden llegar a anidar en la Laja. Los buitres leonados son de las aves de mayor envergadura de la Península, llegando a alcanzar algunos ejemplares los 2,5 metros con las alas desplegadas, y hasta los ¡9 kg de peso!.

Panel informativo sobre la laja

Continuando el camino, a unos 600 metros del observatorio, se abre a la izquierda una veredilla. Estad atento a ella, pues os conduce al poblado abandonado de la Gloria, conocido popularmente también como Los Boquetillos.

Llegando al poblado de Los Boquetillos

Restos de viviendas

   El poblado lo componen una veintena larga de casas en ruinas. Aunque unas están en mejor estado que otras, o son más recientes, todas ellas muestran muros sólidos y anchos, con la típica estructura del techo a dos aguas. Para la construcción de estos se utilizaba  la Castañuela, planta acuática que los lugareños recolectaban en la tristemente desaparecida Laguna de la Janda. Dicha planta permitía una buena impermeabilización, a la vez que la salida de humos provenientes del interior.

    Además de las viviendas, se pueden ver muros también derrumbados de corralas, un par de pozos de agua, y dos hornos de piedra para hacer pan. Para los que no los conozcáis estos hornos son estructuras cuadradas de piedra y abovedadas en la parte posterior, aunque también estas se encuentran caídas. En ellos horneaban el conocido pan macho, que sospecho que sería el principal aporte alimenticio de estas gentes.

   Desconozco cuál puede ser el origen cronológico de este poblado; la información al respecto, al menos la que yo haya encontrado, es muy poca. No sería muy arriesgado datar su origen en pleno siglo XIX, pues al hablar del asunto con un vecino ya mayor de Facinas me informa que ya su abuelo se había criado en este Poblado de los Boquetillos.

   Sería interesante saber si las tierras donde levantaron estas viviendas son o fueron de propiedad pública o privada. Conversaciones mantenidas con los pocos lugareños que he tenido la suerte de encontrar por esos lares me inclinan a pensar que este poblado de los Boquetillos, y otro situado en la ladera opuesta, al que llamaban el Puntal del Alamillo, se levantaron en terrenos públicos. Rodeados a ambos lados por grandes fincas, el monte donde se asientan forma en realidad como una especie de isla pública, «de todos», en la que fueron recalando los jornaleros y campesinos que no podían costearse una propiedad «legal» en la vecina Facinas o en Bolonia.

    Allí subsistirían precariamente sus habitantes, ampliando la casa con cuartos a medida que los hijos se casaban, haciendo peonadas en los cortijos circundantes, y criando algunas cabras, tal vez algún cochino. El paro, la modernización de las tareas agrícolas y sobre todo la emigración, despoblaría y vaciaría de vida nuestro poblado.

   Otro factor que contribuyó al desmantelamiento de estos campos es hoy día tema de actualidad: los eucaliptos. Mi último informante, un símpático anciano que vive al pie de la laja, me comentó que el eucalipto también tuvo mucha culpa de que las gentes abandonaran el lugar, y sobre todo, y en su opinión, los ingenieros que decidieron plantarlos para la industria papelera. Gran parte de la sierra de la Plata y la de San Bartolomé se poblaron con esta especie no autóctona, que requiere y acapara mucha agua para su crecimiento. Acabarían ganándole el terreno a los árboles y arbustos autóctonos, los mismos que servían de sustento a los animales domésticos de los habitantes de los poblados que poco a poco verían desaparecer su humilde rebaño.

    Hoy día están talando los eucaliptos, con la intención de reintroducir las especies de toda la vida: alcornoques, lentiscos, etc. Una buena decisión, a mi parecer, pero a las personas ya no hay quien las reintroduzca. Bueno, si se restauran los chozos, el que les escribe y al menos por ahora mi colega Juanlu, no ofrecemos como pioneros para recuperar este poblado. Estariamos encantados, es decir, «en la Gloria».


La última casa que veremos, que yo creo que era la primera en dar paso a los Boquetillos, es esta de aquí abajo. Fácil de diferenciar por el esbelto pino que crece en su frontal. En la parte trasera contemplaremos un enorme acebuche que nos dejará boquiabiertos, y otro horno de piedra en un lateral.

La casa del pino

   Tras una especie de murete o cercado, a pocos metros de esta Casa del Pino, encontraremos esta cancela, que siempre está abierta pero que no hay que olvidarse de cerrar. A partir de esa linde pienso que accedemos a dominos del Cortijo del Acebuchal, emplazado un par de kilómetros monte abajo.

Cancela al final del poblado

Continuamos por la vereda y ahí donde véis a mi amiga Ana señalando una bifurcación, tomamos el sentido de la izquierda. Hacia abajo iriamos al cortijo.

La vereda nos lleva directamente a un claro de forma circular (bujeo o patio de corchas) en un singular bosquecillo de acebuches y alcornoques. Estos acebuches también son de un tamaño sorprendente, y sin duda bastante viejos.

Claro en el bosque de acebuches y alcornoques

Escorzo de acebuche

   Estaremos bien situados si ante nosotros tenemos la perpectiva que nos ofrece la fotografía de a continuación: Los mismos acebuches a la derecha, abajo a la izquierda una pequeña tumba antropomorfa, y al fondo de nuevo otro horno de piedra. Fuera de la fotografía, a la derecha también, veremos un corral de piedra circular.

    Atravesaremos el claro en ese sentido, por su parte baja, donde enlazaremos con un senderillo. A partir de aquí viene la parte un pelín, sólo un pelín, más complicada en cuanto a orientación.

    Como habréis advertido esta ruta no está señalizada, y mucho menos este tramo entre las dos lajas. Las tres veces que ya he pasado por él he puesto un par de hitos de piedra y alguna que otra tira de plástico en ramas, que serán retiradas cuando se señalize mejor el itinerario. De todos modos, se trata de un tramo de unos 800 metros, y que no tiene pérdida pues siempre se harán en continuo ascenso, y arriba a nuestra izquierda, contaremos en todo momento con las antenas de repetición a modo de referencia. Recuerdo también que esas antenas en realidad son nuestro principal destino, pues ahí está la Silla del Papa.

Saliendo del claro

A unos pocos metros de salir del claro pasaremos por entre una alambrada que se encuentra tirada por el suelo. Pasada esta empezaremos ya a torcer a la izquierda y a subir.

No tardaremos en encontrarnos con un segundo claro, salpicado en esta época primaveral de gamones y cebollas albarranas.

   Desde ahí conectamos con otro sendero, que no es otra cosa supongo que una pista más o menos habilitada para las labores del corcho. Esta pista desaparece pronto y vuelve a estrecharse y convertirse en senderillo, que según sea la estación del año en la que andemos estará más o menos cerrado y/o visible. De todos modos nuestras amigas las vacas se encargarán de que no se borre del todo.

Pero antes un vistazo hacia atrás para coger aire. El cortijo que se ve abajo es el del Acebuchal.

   Este senderillo nos conducirá sin mayores problemas a un murete con alambrada que nuevamente deslinda una finca de otra. Durante este trayecto, si estamos atentos, observaremos lo que en su día fue un alfanje, el lugar donde se hacía el horno de carbón. Es fácil de identificar puesto que forma como una terraza aplanada, despejada y el suelo es más oscuro que en los alrededores.

Casi al final del sendero

Llegando a la alambrada

    Este es el murete y la única alambrada que habremos de sortear. Dada su profusión en estos campos nos podemos alegrar de que sólo sea una. La dirección que debemos tomar a continuación es a la derecha, siempre hacia el encuentro de las antenas, que nos han venido muy bien hasta ahora como referencia pero que en mala hora se construyeron en ese exacto sitio. Cuando estéis arriba lo comprenderéis.

     Pero antes, ufff, un respiro y un ratito de contemplación, que de nuevo empezamos a tener buenas vistas de la playa de Bolonia y del Lentiscal.

Conectaremos con la pista de asfalto, la misma que parte justo desde donde dejamos el coche en las proximidades del Cortijo de la Gloria. Cuando al final de esa pista pasemos una cancela verde ya podemos decir que estamos, ahora sí que uffff, en la SILLA DEL PAPA.

Hacia la antena

    Hasta hace unos años yo tampoco me aclaraba con la ubicación exacta de este monte o cima. Probablemente supe de su existencia leyendo algún artículo de historia local, en el que se hiciera referencia a la primera guerra civil romana (s. I a.c.) y a uno de sus principales actores: Quinto Sertorio. Este militar y patricio romano no se refería a ella, claro está, como Silla del Papa, sino probablemente como Mons Belleia, término romano que se solaparía al anterior púnico: Bailo. Se llamara como se llamara, se sospecha que esta cima, en este recinto fortificado, este general romano reunió en el año 80 a.c. a un importante ejército en sus luchas contra Sila, dictador de Roma en ese momento.

      Tras este aperitivo histórico, y antes de describir brevemente este enclave urbano, quisiera enseñaros las primeras evidencias arqueológicas que os encontraréis, por otra parte las más conocidas de este yacimiento.

      En esa roca hay grabados unos símbolos extraños, en los que los especialistas aún no se ponen de acuerdo en cuanto a su origen cronológico y significado. Se trata en concreto de una forma humanoide y ambos lados lo que parecen ser cruces.

     En lo que sí parecen ponerse de acuerdo es el origen celtíbero de este emplazamiento, de este oppidum, lo cual significa recinto fortificado. Fueran turdetanos o bástulos los primeros pueblos celtíberos en habitar estas humildes pero estratétigas alturas, estos símbolos probablemente tuvieran un significado religioso, e incluso astronómico.

Símbolos grabados en la roca

¿Y cómo se encuentran estos símbolos? Fácil, en primer lugar debemos hallar esta escalera tallada en la roca, que está justo al lado de la alambrada que encierran las antenas. Una vez que lo hallamos flipado, nos damos la vuelta y rebuscamos por el suelo a unos cinco o seis metros.

Escalera que nos lleva a la silla

En la fotografía de abajo se aprecia bien la cercanía. En esta escalera algunos historiadores quieren ver un acceso a un altar de sacrificios. Otros optan por una estructura militar, posiblemente una torre de vigía o defensiva. Ahora sí podemos preguntarnos sobre si no había otro sitio para plantar las dichosas antenas, y esperar al menos que en su construcción no se dañara alguna estructura antigua importante, aunque permítaseme que lo dude.

Los grabados y la escalera están muy próximos

    Y bien. Subimos por la escalera y nos dirigimos hacia donde hay ¿a que no lo adivinan? Sí, ooootra antena. También un pilón de hormigón, un punto geodésico de esos. Todos los movimientos que haremos aquí arriba han de ser muy cuidadosos, pues estamos a una altura considerable, donde suele pegar fuerte el viento. Pero ya digo, con tiento y precaución no hay ningún problema.

   Hay donde me véis sentado está exactamente la Silla del Papa. No sé si como un Papa o un Rey, uno no es muy partidario que se diga de estos estamentos, pero sentarse ahí y disfrutar de ese hermoso paisaje  te convierte simplemente en una persona afortunada.

Aquí se puede apreciar mejor el trono, la famosa silla. Desconozco si la oquedad en cuestión es un capricho de la erosión o ha intervenido la mano humana. Quién sabe si las dos cosas, y lo aprovechara un turdetano de hace más de dos mil años para eso, para sentirse afortunado… y ya de paso para otear y vigilar el horizonte, vaya a ser que apareciera el primer romano para cortarle el rollo e inventar la «civilización».

   Desde esta rocosa atalaya (458 metros) dominaban totalmente el territorio circundante. Imagínense por ejemplo el paisaje de la fotografía de abajo un poco más arbolado, sin molinos, claro, y al fondo, el destello rutilante de la Laguna de la janda…

   En la actualidad podremos apreciar y distinguir las poblaciones de Zahara de los Atunes, Vejer de la Frontera, Benalup, Facinas y Tarifa.

Valle del Almodovar

Zahara de los Atunes

Hacia el oeste se puede distinguir Tarifa

Para ir concluendo, un intento de describir cómo podría haber sido este enclave urbano:

   Se encontraba emplazado entre dos paredes naturales de piedra caliza, dispuestas de norte a sur, que dejan en medio una epecie de pasillo natural de unos 420 m. de longitud y entre 20  y 75 m de ancho. Este pasillo o corredor desciende al mencionado Valle de Almodovar, de donde procedería el acceso principal al poblado o fortificación. Al contrario que hoy día, vivían de espaldas al mar.

  Históricamente hablando, la secuencia de ocupación se remonta a los siglos VIII y IX a.c., aunque los restos que en la actualidad pueden observarse parece ser que pertenecen al periodo prerromano, en concreto al pueblo turdetano, los supuestos y probables descendientes de las gentes que compusieron el reino de Tartesoss, pero también se encuentran vestigios romanos de época imperial. En fin, que fue un lugar muy concurrido desde la antigüedad. Los muros de caliza les protegían del viento, una fuente o manantial  les proveía de agua potable todo el año, explotaban las fértiles tierras del Valle del Almodovar… un sitio perfecto hasta que las circunstancias y la Historia los echó del monte para fundar Baelo Claudia en la costa. Fue en tiempos del emperador Augusto cuando se tomó esta decisión.

    Descendiendo por el corredor hacia el valle comprenderemos cómo levantaron sus viviendas los inquilinos de este poblado fortificado. Aprovechaban las paredes de roca anteriormente mencionadas para sustentarlas. Por un lado y otro veremos mechinales (boquetes en la roca) donde encajaban las vigas y las estructuras, incluso aterrazaban y allanaban algunas lajas de piedra. En conclusión, había vida urbana en el sitio más impensable, pues ¿quién que no conociera antes este lugar se iba a imaginar que allí había casas e incluso templos?

Las fotografías de abajo son ejemplos de los restos arqueológicos que podemos encontrarnos:

Sillares de muralla

Restos de un muro

Aterrazamientos

Mechinales, para encajar las vigas

Otra escalera

Atalaya, puesto de vigilancia

Fuente del manantial

Si queréis ver más detalles y fotografías de los restos históricos de la Silla del Papa, no dudéis en visitar el blog de M@nuel. Merece la pena. Aquí os pongo el enlace de su caminata:

Laja de la Zarga – Silla del Papa

Bien, una vez que nos hayamos decantado por ser romano o celtíbero, iniciamos la bajada hasta la cortijada de la Gloria, por la misma pista de hormigón que comenté antes, donde al final nos espera el coche. Ya digo que hay otras alternativa para los que no quieran pillar pista, pero seguramente andéis con prisa de tomaros una buena cerveza en las terrazas de la playa que hay junto a las ruinas de las factorías de Garum. Eso no tiene precio ni excusa.

Iniciando la bajada

Fin de ruta

¡CHISTERA CHISTERA LA CAMINATA ESTÁ FUERA!

Y PARA SABER MÁS:

Caminatas · P.N. Los Alcornocales

Quedada intercomarcal en Sierra Momia


      Así, de sopetón, el título de la entrada puede resultar extraño y rebuscado; sin embargo pienso que no lo es tanto, que es descriptivo. Quedada, y no «encuentro», por ejemplo, que suena como más serio y oficial, porque fue una reunión que nos salió casi sin querer queriendo. ¿Y de quiénes? Pues de unos picaos del campo, más que aficionados a los caminos y senderos, y al menos la mitad, encima intrépidos blogueros. De izquierda a derecha: Miguel Angel, José Manuel Amarillo (blog NSyG), José Manuel Oneto ( blog dRuta), Luis Trexok, Paco Vera ( blog ch´usay), Juan Moncayo, Juan Luis Parodi, y yo.

     Intercomarcal, pues fuimos una buena representación de la provincia de Cádiz; tanto de las dos bahías como de Jerez. Sólo nos faltó alguien de la sierra. Personalmente sólo conocía a José manuel Oneto, y sólo de habernos encontrado una vez «por esos caminos», aunque mantenemos contacto habitual en nuestros respectivos blog. Es gracioso, pero a algunos de los demás también los conocía pero como el que dice «de vista», de verlos por la calle, por esa sinuosa y virtual calle que es Internet. Como se podrán imaginar, y al compartir la misma pasión por la naturaleza, la conversación fue muy natural y amena. Le dimos un buen repaso al panorama senderista gaditano. Muy buena gente todos.

     ¿Y dónde queda eso de Sierra Momia, con ese nombre tan egipcio y sugerente? Aquí al lado, y nunca mejor dicho, pues queda más o menos equidistante de las dos Bahías y Jerez. Sierra Momia se encuentra al este de Benalup – Casas Viejas, entre los embalse de Barbate y Celemín. ¿Y de dónde viene eso de Momia? Quieto parao; unas cuantas fotografías más abajo te lo digo.

A la mañana le costó separarse de la madrugada este sábado 3 de marzo. Sobre todo a causa de la niebla que se espesaba alrededor de los embalses de Barbate y del Celemín, y que nos acompañaría en los primeros pasos de la caminata. Las telarañas en los arcenes de la carretera, prendidas de humedad, parecían contribuir a que la niebla no levantara el vuelo.

Intentando darle esquinazo nos adentramos por la Garganta del Cuerno, siguiendo el itinerario marcado por José Manuel Amarillo, Paco vera y Juan Luis Parody, que ya se habían pateado el entorno en anteriores ocasiones. Y el resto, a verlas venir por primera vez, y a disfrutar. El arroyuelo que baja por la garganta es de aguas herrumbrosas. El color rojizo que observas se debe al oxido de hierro que contiene en sus entrañas la roca arenisca de las lajas circundantes. Ese tono ocre y sanguinolento sería el color estrella del día.

No habiamos recorrido ni un kilómetro garganta arriba cuando empezaron a mostrarse las primeras cuevas-abrigos, alineadas cual chaletes acosados a lo largo de una larquísima y espectacular laja. La verdad es que perdí la cuenta de los abrigos en los que entramos ese día. Y aunque el símil de éstos con nuestras modernas y apretadas viviendas pueda sonar a chiste barato, no resulta muy desafortunata la visión de estos antepasados nuestros conviviendo de una forma similiar a la nuestra. Imagínense a las diferentes familias y clanes repartidas en las distintas cuevas.Los niños correteando de acá para allá, y quizás no se pedirían sal o un poquito de café, como buenos vecinos, pero tal vez sí, no sé, un trozo de venado, algo de tuétano, por qué no un ascua encendida al que se le hubiera apagado el fuego…

A medida que ascendiamos la niebla por fin se acabó diluyendo, como una cortina que se descorre. Yo no sé los demás, pero a mí de repente el pelo se me empezó a encrespar, la vista y el olfato se agudizaron, me dieron unas ganas tremendas de cambiar la vestimenta sintética por pieles de animales y de encuevarme allí una buena temporada. Ahora lo entiendo, definitivamente la niebla nos había transportado al Paleolítico Superior, a miles de años atrás.

¿Y a qué me hubiera dedicado esa temporada, a parte de olvidarme de hipotecas, crisis económicas y de toda la filosofía y ética de Sócrates en adelante? Seguramente a pintar, a pintar cosas parecidas a las fotografías de abajo: un venado o corzo (la ejecución de esta pintura es fantástica), huellas dactilares, un pino o tal vez un helecho,etc. Por eso dije antes lo del color ocre como color estrella del día. Si no recuerdo mal, sólo en dos o tres abrigos visualizamos pinturas rupestres, pero en todos nos dejamos los ojos tratando de diferenciar trazos artificiales de las manchas rojizas propias de la arenisca cuando en algunos sitios se concentra más el óxido de hierro.

Por desgracia, y es algo que suele suceder en otros yacimientos, hay que lamentar salvajismos como el que les muestro abajo. En el año 1965 a un mamaracho se le ocurrió hacer la gracia de retratarse en la cueva. Se comprenderá entonces que en ocasiones, y ésta es una de ellas, se opte al final por no especificar la forma de acceder a estos lugares que no están controlados ni protegidos debidamente.

En fin, sigamos nuestro paseo por el Paleolítico. Como si se tratara de uno de esos cementerios de los pueblos andaluces situados en la parte más alta de la población, tal es el caso por ejemplo de Jimena de la Frontera, nuestros ancestros eligieron la zona más elevada de la laja para erigir su camposanto. Ahora sí toca la explicación del significado de Sierra Momia. Observen la fotografía y juzguen si tienen forma o no de momia. Este se cree que es el origen de este misterioso y sugerente toponímico, las tumbas antropomorfas que en gran número se encuentran en esos montes.

De todos modos, aún no está nada claro si estas tumbas antropomorfas son obra de los mismos que habitaban los abrigos de abajo. Los entendidos en la materia no se ponen de acuerdo en otorgarle una ascendencia «prehistórica» de miles de años o ubicarlas temporalmente incluso en época de ocupación romana. Ciertamente no es sencillo el asunto; por lo visto, la falta de restos oseos y el desconocimiento del ritual funerario que se llevaba a cabo dificulta la datación. ¿Eran tumbas destinadas a la momificación? ¿Como en las culturas celtas, eran lugares en lo que se ofrendaban los cuerpos a los buitres?

Y ahora, para despejarnos un poco la cabeza de tantas cuevas y tumbas y nos dé un poco el aire, algunas panorámicas. En esta primera se intuye el embalse de Barbate, Alcalá de los Gazules, y la Sierra del Aljibe: el Picacho, el Aljibe y el Montero. Las cumbres del P.N. de los Alcornocales, con 1.092 metros.

Benalup, o Casas Viejas, como era conocida esta población hasta no hace mucho.

El embalse del Celemín, y al fondo creo que la Sierra de Retín, por la parte de Véjer y demás.

Una vez que exploramos ese área, nos dirigimos a la otra vertiente de la Garganta del cuerno. Para ello, y cuando podíamos, utilizábamos otras lajas para andar con más comodidad y rapidez. No haciamos otra cosa que imitar el buen sentido de los animales; en una de estas grandes lajas hasta se observaba claramente un senderillo grabado en la roca pezuña a pezuña a lo largo de los siglos.

En esta ladera yo pienso que se levantó en esos tiempos de la «edad de piedra» un tipo de urbanización, cómo lo diría…. más exclusiva y menos poblada. Sospecho que ya por esa lejana época ya se empezó a marcar la distancias entre clases y clanes. La cueva-abrigo de abajo lo dice todo: el amplio porche, la columna con su ventanal, el jardín o el campito de golf justo enfrente…

Esta cuevecilla que estaba al lado debía ser sin duda la del servicio…. fíjense en el detalle de los boquetes a modo de escalerilla.

Y otra vez en el camino, digo en la laja… en busca de nuevos territorios. Mirando ahora las fotografías y repensando la excursión ¿quién me niega a mí que no nos asemejábamos a un clan de homo sapiens senderiensis… eh?

Este abrigo-cueva fue creo que el penúltimo que visitamos y obviamente nos dejó boquiabiertos, por sus dimensiones y sobre todo por el arco, en un precario estado de equilibrio. Quiera el destino, la erosión y las leyes de la física que dure mucho tiempo más.

Antes de finalizar la caminata nos topamos con unas cuantas bellas flores e insectos. Los compañeros Paco Vera y José Manuel Amarillo, que se ve que son unos máquinas en esto, no dejaron escaparse a ninguno con sus cámaras. Desde la más mínima flor hasta el abejorro más imposible de fotografiar. Es un placer caminar con gente con esa pasión ¡Y lo que se aprende!

Yo, aprendiz que es uno en estas lides de la botánica y la entomología, también hice mis pinillos, no crean, pero bueno, con unos resultados no muy… muy… completos. Véase si no:

La flor de abajo es obviamente lila titando a púrpura, tiene pétalos muy curiosos la verdad, y todavía no sé dónde consultar si es una centaurea o un cardo borriquero mal fotografiado 🙂 🙂

Oh, y el bichito este de abajo tan guapetón. Me dijeron el nombre y yo creo que a los dos minutos se me olvidó. Algo así como Longicorne, dado que sus cuernos o antenas en ocasiones son más prominentes y largos que su cuerpo. Para qué marear más la perdiz y al bichillo este, os pongo directamente el estupendo enlace de Paco Vera, que nos lo explica debidamente: AGAPANTHIA VILLOSOVIRIDESCENS

Dejo para el final, un hallazgo que realizamos y que revolucionará sin duda la entomología. Se trata de una cucaracha, a la que hemos bautizado como Cibercucaracha Momiensis (En honor a la sierra donde la encontramos) Sospechamos que es una especie invasora procedente con toda seguridad de China. Tal se tratara de un presagio o anuncio del predominio económico-social chino en el futuro, esta cucaracha del lejano oriente ya se ha apuntado a ese futuro y ha desarrollado una especie de placa solar con la que por ahora sólo consigue vibrar y poco más, pero ya, ya aprenderá y se adaptará al medio, y por desgracia acabará desplazando a nuestras cucarachas autóctonas.

Y aquí acaba esta primera caminata con otros blogueros y senderistas de nuestra bella provincia, a los cuales les emplazo y animo a que sólo sea la primera. Va por ellos:

«Chistera chistera, la caminata está fuera»

Y si por si acaso no se han cansado de cuevas, les animo a hacer la misma caminata pero con la mirada de otros dos homo senderiensis que fuimos ese día de ruta:

Caminatas · P.N. Los Alcornocales

Río Hozgarganta, una caminata «a la carta»


3ª dCaminata por el río Hozgarganta

Ahí tienen a los dCaminantes de la 3ª dCaminata por el río Hozgarganta, en Jimena de la Frontera. Trece, más el que hizo la foto y les escribe, catorce. Si se fijan casi todos tienen las manos en los bolsillos, y es que pese al solecito hacía un frío que se las pelaba. Creo recordar que alguien vio en el termómetro del coche 4 grados; un frío inusual en este sucedáneo de  invierno que estamos atravesando. Lo que sí recuerdo bien son los campos cuajados de escarcha a medida que nos acercábamos a nuestro destino, y una niebla muy espesa en el valle, que no tardaría en desaparecer disipada por el apabullante caudal de la luz  mañanera.

El itinerario que realizamos y que muestro en la ortofotografía de abajo es uno más de los muchos que se pueden hacer y degustar en el Hozgarganta. Yo aconsejo a quien se quiera acercar a andar por este río que previamente se prepare su caminata «a la carta», pues puede optar por un buen único plato principal y andar la ruta oficial que discurre pegada al río, o pedir segundo plato y atreverse con una visita al Jardín botánico el Risco, y rematar la faena con el postre; alcanzar el Huerto de la Casa de Esquivel y dar media vuelta. Se pida lo que se pida le saldrá una caminata fácil de digerir y que le costará olvidar, y si no es la primera vez que anda por el sitio encontrará seguro nuevos matices y sabores.

Nosotros ese día pedimos primer plato, segundo y postre. Uno, que es más viciosillo, propuso tomar copa y puro y adentrarnos por el arroyo del Cañuelo para pasar la sobremesa en el molino de San Francisco, pero ahí se quedó la propuesta. Y casi que mejor, pues ya habíamos recorrido unos 8 km y la mayoría ya teníamos estómago, piernas y sensibilidad llenos de tan bello y nutritivo paisaje. Además, se trataba de una caminata para compartir, contemplar y disfrutar.

¿Que no se deciden a pedir o no conocen muy bien la «carta» del lugar?… Está bien, dCaminata les ayuda con la cata, y les explica con más detalle en qué consisten esos platos que nos andamos esa jornada. Por de pronto, vayan tomándose estas aceitunillas, entren en este enlace de Wikiloc para ir abriendo boca.

Itinerario de la ruta

La carta de que les hablo se empieza a abrir en el lugar conocido como la Pasada de Alcalá, cerca del puente. Ahí mismo empezamos con el primer plato, un entrante con sabor a historia y con matices en ocasiones explosivos: la Real Fábrica de Artillería, llamada popularmente como Fábrica de las Bombas. Dicha fábrica, considerada como de las primeras siderúrgicas de Andalucía, permaneció en activo poco tiempo, en concreto desde 1777  hasta 1789; y acabó cerrando por diversos motivos. El principal fue la falta de un caudal constante, ya que el Hozgarganta decrece bastante en época estival. Pero sobre todo, para qué vamos a engañarnos, Carlos III acabaría cerrando el negocio por la escasa efectividad de las balas y bombas que salían de sus fogones, y no porque no hicieran pupa a sus destinatarios, sobre todo ingleses, sino porque éstos, ya sea en Gibraltar durante el gran asedio, o en las Colonias de Ultramar, cocinaban un mejor armamento y sospecho que poseían más puntería para devolvérnoslo.

La obra o estructura más relevante de esta fábrica es su cao o canal, de unos 600 metros de longitud, por donde se le robaba el agua al río y se la conducía a los fuelles. Al inicio de este canal veremos su azud, lugar donde se represaba el caudal. Es fácilmente identificable por los restos del dique, que según sea el agua que lleve el río, nos permitirá cruzar a la otra orilla. Comento esto por si acaso a alguien le da la ventolera y en un último momento se arrepiente y decide cambiar de plato; ya digo que estamos haciendo una caminata a la carta y aquí el senderista siempre llevará la razón. En el otro margen también nos encontraremos con otro sendero, que aunque más estrecho, discurre en todo momento paralelo a la ruta que nos estamos zampando.

Un típico bosque de ribera nos irá abriendo el apetito. En temporada primaveral se aconseja prestarle atención a los tonos púrpuras de las adelfas.

Por el Cao de la Real Fábrica de Artillería

Al principio del cao, donde se encuentra el azud

Un algarrobo

En el río

Hagamos un alto mientras nos traen el segundo plato. Para ir haciendo hueco en el estómago, nos viene ni que pintado este desvío monte arriba por la Vereda de la Encubierta. Con este nombre tan sugerente y misterioso, dudo que nadie no quiera saber a dónde lleva y sobre todo por dónde pasa. Ya les digo yo; nos lleva a la Calle LLana de Jimena, yo creo que la única de esta población que no es una cuesta. Por el camino pasaremos por rincones húmedos y frondosos, frente a hermosos huertos y casas de campo, donde nos sorprendió ver lo que parecían ser almendros. Al término de la calle LLana conectamos con la entrada al jardín botánico.

Desvío a la Vereda de la Encubierta

Vereda de la Encubierta

Calle LLana, en Jimena

Llegando al Jardin Botánico El Risco

¡Eh, camarero, camarero! ¿Le falta mucho al segundo? Es extraño, pero de repente comprobamos que el personal ha desaparecido en el hermoso y sobre todo espacioso restaurante que vamos descubriendo. Sí, señores, es una pena pero el Jardín Botánico El Risco está prácticamente abandonado. Inaugurado hace unos 4 años en un monte muy popular entre los jimenatos, se intentó reunir en su ladera las principales especies arbustivas y arbóreas de nuestro entorno, cada una de ellas con un pivote de azulejo en el que se detalla las características. También se habilitaron 8 miradores para que los visitantes disfrutaran de unas vistas espectaculares. En resumen, una iniciativa genial que en su momento daría trabajo y renombre a la localidad.

¿Y qué ocurrió? Más o menos todos nos podemos imaginar la película. He leído por ahí que al poco de inaugurarlo ya hubo penosos actos vandálicos, y que a las cabras del lugar, no es broma, les encantaba colarse para degustar aquel variado y goloso menú. De todos modos, sospecho que el principal causante de este abandono, de esta triste sequia, es la misma crisis especulativa que no está dejando títere con cabeza ni planta con su raíz.

A pesar de todo, aconsejo firmemente su visita. Las vistas que nos regalarán sus ochos miradores son bellísimas, y gratis, señores especuladores. No importó que desaparecieran los camareros, como si de un improvisado self-service se tratase, nosotros mismos nos servimos, nosotros mismos nos lo guisamos y comimos. Se pueden imaginar ya que como segundo plato tardamos nuestro tiempo en acabarlo, pero acabamos hasta sopeando todas las panorámicas: Jimena de la Frontera y su castillo, los montes de la Teja, la Garganta del Gamero, el Puerto de las Asomadillas; hasta el Macizo de Libar se alcanzaba a ver.

En el Mirador Jimena de la Frontera

La cabra no entraba en el menú

Mirador de la Laja del Aguila

Vistas desde el Mirador del Aguila

Mirador de Poniente

Por al lado del Mirador de Poniente, este de arriba en el que estamos embutidos casi todos, pasa la veredilla por la que salimos del Jardín y regresamos de nuevo al río. Momento es de recordar ese dicho tan acertado de «harto de gachas ¿quién se agacha?. A nosotros ya no nos entraba ni un panorama más, por eso pusimos especial cuidado en el descenso. Abajo nos esperaba el Molino del Gaitán, uno de los cuatro molino que trabajaban en el cauce del Hozgarganta.

Bajando de nuevo al río

Cuesta abandonar estas vistas

Molino del Gaitán

Una vez retirado el plato del Cerro del Risco continuamos la marcha a la derecha, en dirección al paraje conocido como Casa de  Esquivel. Pasaremos por la poza de la fotografía de abajo, donde hallaremos otro paso (de piedras) para cruzar el río, siempre claro que éste nos lo permita. También se puede observar una pequeña terraza arenosa; en fin, un lugar ideal para pasar un buen rato si vamos con los niños. El sendero continua en esa dirección, pasa cerca del molino de Esquivel; de repente se transforma en una calzada empedrada que mínimo debe de ser medieval, si no romana; se acerca otra vez a la orilla y termina en lo que en su época debió ser un puente y que hoy día ha sido sustituido por una hilera de pilones de hormigón.

En este punto podemos abrir de nuevo la carta y elegir qué queremos hacer; o iniciar el regreso o cruzar por los pilones para atravesar el Huerto de Esquivel. Si elegimos esta opción, que fue la nuestra, tendremos que pasar por un par de angarillas y si están los dueños de la Casa por supuesto pedir permiso, ya que es una propiedad privada. Merece la pena, pues tendremos la oportunidad de ver como funciona un rancho tradicional de Jimena.

La pista que atraviesa esta propiedad nos deja de nuevo en la misma poza de la fotografía de abajo. Insisto en la perogrullada de antes, si el caudal es abundante nos será dificil cruzarlo, pero bueno, dejo ya de aconsejar y «guiar» a los clientes senderistas… que me olvido de que esta es una caminata «a la carta».

En dirección a Esquivel

Cruzando el río por los pilones de hormigón

Casa del Huerto de Esquivel

Cruzando de nuevo el río por la poza

Eh, pero no tan rápido, que aún me queda enseñarles qué pedimos de postre. No es otro que el tramo de río que nos dejamos abajo cuando subimos al jardín botánico. Son apenas 500 metros, pero de los más atractivos de la caminata. En realidad estamos andando por esa enorme laja que forma la ladera baja del cerro del Risco  y que muere directamente en el cauce del Hozgarganta. Los jimenatos de antaño que trazaron este tramo no se lo pensaron dos veces; si no hay tierra ni espacio para una calzada la labramos a golpe de cincel en la roca. Y eso hicieron, abrir el camino en la laja, bien pegado al río; hasta una escalera excavaron para facilitar el paso. Unos metros más adelante incluso pasamos por lo que queda de la calzada romana que unía, cerca de dos mil años atrás, Oba (Jimena de la Frontera) con Ocurri (Ubrique), entre otras poblaciones.

La piedra elefante

El tramo de la escalera

Caminito cincelado en la piedra

Un trozo de calzada romana

Finalizando la ruta

Volveremos a encontrarnos con el canal de la Fábrica de bombas, en el punto de partida. Mucho hablar de platos y menús camperos para andar, pero aquí debería de poner ahora la ya tradicional fotografía de los participantes de la caminata tomando la correspondiente cerveza en el bar del pueblo. No la hice, lo cual es imperdonable e incomprensible por la parte que me toca :), seguramente se debió a que estábamos muy a gusto charlando y demás… o a que el camarero se llevó la carta porque en breve el campo ya nos cerraba las puertas y era hora de regresar a la ciudad.

¡Chistera chistera la caminata está fuera!

Caminatas · P.N. Los Alcornocales

Río de la Miel (Para envolverlo y regalarlo)


Poza de la Chorrera

Termino con esta ruta, la primera del 2012, esta trilogía que me ha salido sin querer  queriendo sobre el río de la Miel, pues son  tres las caminatas seguidas que por un motivo u otro he realizado últimamente por este hermoso y popular río. Si en la primera lo subimos para enlazar y descender por el sendero de los Prisioneros, y en la segunda descendimos por la sierra opuesta, por las Esclarecidas; en esta tercera hemos querido ser un pelín menos intrépidos y hemos dado media vuelta a un poco menos de la mitad del camino de los arrieros, también en la ladera baja de las Esclarecidas. En las dos primeras fui con amigos; en esta última con parte de la familia: con Toñi, mi mujer, y dos cuñadas, Alexandra y Susana.

Características de la ruta:

  • Trazado: Circular, o más bien en forma de lazo o moña.
  • Distancia: 5.5 kilómetros de papel de regalo.
  • Dificultad: Fácil – moderada, aunque prefiero cruzar el Parque de los Alcornocales de punta a punta que ir de compras una mañana entera en un centro comercial.
  • Duración: 3 ó 4 horas ( a los que tengan niños les perecerán muchas más, por suerte)
  • Mejor época para hacerla: Cumpleaños, aniversarios  o cualquier otra celebración.
  • Restricciones: Niños, mejor no. Esta es una caminata para hacerla en pareja, aunque ahora que caigo… a nosotros se nos pegaron… ¿cómo se decía antiguamente? ¿Dos escopeteras, sujetavelas, carabinas…? Y no nos dejaron disfrutar del campo en todas sus dimensiones. Que no, jajajaja, que es broma cuñaitas, un placer la compañía.

Como se habrá sospechado, me he querido marcar el pegote y le he regalado a mi mujer (entre otras cosas, claro) por los Reyes Magos, una caminata. En estos tiempos que corren, quizás sea una buena elección aminorar la velocidad y ponerse a ANDAR. Así, a paso de persona se ve la vida con otra perspectiva, y se tiene más tiempo para atrapar las imágenes y los pensamientos. Eso creo que sucede cuando se termina una ruta por el campo; esas imagenes y sensaciones siguen revoloteando a nuestro alrededor por un tiempo y al final nuestra memoria, cual pendrive caprichoso y extraño, retiene unas y desecha otras. Regalar una caminata puede parecer un regalo efímero, pero quizás no lo sea tanto. Me conformo con haber contagiado a mi mujer esa sensación y haberle mostrado este singular e irrepetible rincón de nuestra tierra que todavía no conocía tan a fondo.

Pues eso, amigos senderista, regalen a sus parejas senderismo, y como poco conseguirán sorprender. Se me preparan la ruta, meten en la mochila un par de bocatas de lujo, por qué no una botellita de cava, hacen unas fotografías de recuerdo y quedan tan divinamente. Cualquier sitio bonito vale, aunque yo propongo ésta del Río de la Miel.

Itinerario de la ruta

El inicio oficial de ruta lo tienen en la Barriada del Cobre, en la pista forestal que parte de la Calle Maestra María Luisa, aunque yo prefiero empezarla al final de la Calle Curro Muela, al lado de unas antiguas dependencias de la Guardia Civil que hoy día son utilizadas como rancho y cabreriza. En este enlace de Wikiloc puedes ver más detalles de la ruta. Desde ahí, y siguiendo esa pista, llegamos al puente del río. Si su pareja no conoce la historia tanto humana como natural del entorno, te la preparas previamente a fondo, y la vas largando a lo largo del camino. Así empiezas a sumar puntos.

Inicio de ruta: de izquierda a derecha Susana, Toñi (mi mujer) y Alexandra

Calentando motores

Apareciendo cual Venus Afrodita

Una vez en el puente desenfunda la cámara y te pones a hacerle fotos a tu pareja como si fueras un fotógrafo profesional. El puente da mucho juego, tanto arriba como abajo del arco. Ese momento será perfecto para sacar una chuleta del poema de Ibn Abi Ruh, del s. XII, titulado «El río de la Miel» y recitarlo a mano alzada como lo haría mi admirado Rafael Alberti:

Detente junto al río de la Miel, párate y pregunta
por una noche que pasé allí hasta el alba, a despecho de los censores,
bebiendo el delicioso vino de la boca o cortando la rosa del pudor.
Nos abrazamos como se abrazan las ramas encima del arroyo.
Había copas de vino fresco y nos servía de copero el aquilón.
Las flores, sin fuego ni pebetero, nos brindaban el aroma del áloe.
Los reflejos de las candelas eran como puntas de lanzas sobre loriga del río.
Así pasamos la noche hasta que nos hizo separarnos el frío de las joyas.
Y nada excitó más mi melancolía que el canto del ruiseñor.

Aquí, una de dos, o seguimos sumando puntos o los perdemos todos de golpe, que todo puede ser. Antes de continuar, y como seguro se cruzarán con más gente, no duden en pedirles que os hagan fotos juntos.

Poza de la Chorrera. Final de la ruta oficial

En ese muro de la foto de arriba termina el sendero oficial. Para continuar adelante, que es lo que nos proponemos, se ha de pedir permiso a la oficina del Parque, al tlf. 956418601. Si lo que hemos visto hasta ahora nos ha gustado, lo que nos espera más arriba nos hará flipar en colores. Por cierto, y hablando de colores, si la caminata la hacen en primavera pongan atención a los rosas y púrpuras característicos de la flora de los canutos: adelfas, ojaranzos; y al omnipresente verde de los helechos y demás flora de la laurisilva.

Una vez que saltamos el murete y dejamos atrás la Poza de la Chorrera cruzamos a la otra orilla, al margen derecho del río. Nos adentramos canuto arriba por la vereda que aunque no esté señalizada oficialmente, sí lo está con hitos de piedra. En algunos tramos es aconsejable salirse un poco de la vereda y acercarse al caudal. No teman a perderse… o a lo mejor es eso lo que buscan…

Debemos calcular un kilómetro o algo más hasta que lleguemos a otro espectacular alto en el camino: la Poza de la Cola de Caballo.

Cruzando a la otra orilla

Que yo me la llevé al río pero ¡ay!… no estábamos solos 🙂

Esto sí que es un regalo para los sentidos

Toñi en la Poza de la Cola de Caballo

He aquí la Poza y el salto de agua conocidos como la Cola de Caballo. No dudes en sacarle humo a tu cámara. A partir de aquí andamos y calculamos nuevamente uno 500 metros más o menos; llegaremos a un sitio donde nos será imposible avanzar pues una laja nos cortará el paso. Es momento de cruzar otra vez el río; otros dos hitos de piedra (que seguramente sigan ahí) nos marcará el lugar. Otra pista: unos 20 o 30 metros antes de este cruce del río nos encontraremos con un gran árbol caído.

Está claro que este es el sitio para cruzar ¿no?

Una vez en el otro margen ascendemos por la ladera unos 40 metros, y conectaremos con el camino de arrieros que faldea toda la parte baja de las Esclarecidas paralelo al río de la Miel. Nosotros torcemos y descendemos a la derecha. Esta bella vereda nos dará una buena perspectiva del tramo de río que hemos andado y del que queda más arriba. Una joya geológica formada durante millones de años y que nosotros, ya puestos, nos regalaremos y engarzaremos al cuello.

Este camino nos llevará directamente al Molino del Aguila, tras cruzar un par de arroyos y pequeñas gargantas. Eso sí, pongan cuidado pues hay un par de desprendimientos, pero que se pasan sin peligro alguno.

Conectando con el camino de los arrieros: a la derecha

Garganta del Río de la Miel

Mi Toñi

Y ahora los dos

En el Molino del Aguila

Desde el Molino del Aguila, donde mi mujer se muestra victoriosa, retomamos el sendero oficial y sanseacabó. Acabamos una ruta sencilla, pero a ratos con su pequeña dosis de aventura. Finalizamos una caminata hermosa, y sobre todo auténtica, como la que llevamos andando juntitos los dos desde hace ya 13 años, con la diferencia de que esta última, la caminata vital, no finaliza en ningún sitio diríamos que más o menos cercano.

Las hermanas Quintanas en el puente