Caminatas · P.N. El Estrecho

Sierra de San Bartolomé, dos al día me tomé.


    Este sábado pasado, disfrutando de un fin de semana largo en Facinas, me desperté minutos después de las siete. La mañana ya ensartaba sus hilos de luz por la persiana; la familia dormía placidamente; los pajarillos cantaban abajo en la plaza… El ambiente perfecto para cerrar otra vez los ojos y volver a despertar dos o tres horas después, al olor del café y del pan con ajo y aceite.

    Pero no, no encontré la manera de volver a cerrarlos. Me dije, a ver, he dormido más o menos bien, no estoy cansado, pero así y todo me noto como extraño, con esa sensación de que te han robado algo de valor pero aún no sabes qué, o con esa comezón interior de que se te olvida también algo importante y tampoco sabes qué. El ruido de unos pasos decididos en la calle, posiblemente el tío Curro, me dieron y confirmaron el diagnóstico.

    Nada grave, aunque me lo estaba oliendo. Después de más de un mes sin pisar monte estaba empezando a notar los primeros síntomas del trastorno, fruto de una anormal y larga abstinencia. Menos mal que el remedio lo tenía a mano, a tres o cuatro calles más allá. Incluso contaba con la suerte de elegir entre dos tratamientos distintos: Parque de los Alcornocales o el Estrecho. Debía ser una medicina rápida y efectiva, tanto para el cuerpo como para la mente. Una caminata larga y expuesta al sol sólo conseguiría agravar la situación y los síntomas. De repente lo tuve. Un rápido repaso al vademecum de la cartografía interior me puso en el camino: Sierra de San Bartolomé.

    LLegué a la aldea de Betis sobre las ocho menos cuarto. Aunque el sol asomaba tímidamente por la sierra de Fates, las dóciles colinas de Valdevaqueros y su playa aún estaban en sombras. Confiemos en que nunca anide en ese paisaje la urbanización que ha proyectado construir la corporación municipal de Tarifa. El viento de poniente arrastraba hacia el Mediterráneo una niebla deshilachada.

    Al toparme con el horno de piedra caí en la cuenta de que empezaba la caminata con sólo un café bebido y que no llevaba nada de comida. Sin problemas, esa pastillita mañanera que ya me estaba tomando no iba a requerir alimentos sólidos. Agua sí llevaba, eh… Décadas atrás algunos vecinos de Betis estarían posiblemente rondando a esas horas el horno, a la espera de que el pan macho estuviera listo, calentito, humeante… ummmm

   La sierra, o Loma, de San Bartolomé, cual último espolón de la Cordillera Penibética, se encuentra entre la playa de Valdevaqueros y la Ensenada de Bolonia. Personalmente opino que es una de las sierras con uno de los pérfiles o siluetas más bellas de nuestro litoral. Es muy conocida y frecuentada por los aficionados a la escalada, ya que dicha sierra o loma forma en realidad como una especie de anfiteatro de roca arenisca en la que se alían las condiciones idóneas para la práctica de este deporte, a al menos así era hasta hace poco. En la espectacular Laja del Tío Duarte, a la derecha de nuestro recorrido, se concentran los principales sectores de escalada: Bordillos, Arapiles, Mosaico y Panal y bloque.

    Como puede observarse en la foto de arriba, mi dcaminata curativa coincide más o menos con el trazado del cartel, que recorre el llamado Tajo del Buho o canuto del Arca. En el panel informativo se puede leer que la denominación de «Arca» hace alusión a un posible tesoro enterrado antiguamente por los alrededores. Ese tesoro ya ha sido descubierto, y puede disfrutarse por todo aquel que se aventure en la senda y alcance la cima.

    Otros buscadores de tesoros dirán, y con razón la verdad, que ese tesoro del Canuto del Arca está bastante devaluado. Quien por ejemplo vuelva a la zona después de dos años sin visitarla se quedará sin duda sorprendido, por no decir conmocionado. La Laja del Tío Duarte está al descubierto, todos los eucaliptos que hasta hace un año daban sombra a las paredes han sido talados. Aún no me he informado debidamente, pero creo que esto se debe a una campaña de regeneración de la flora autóctona de la zona. Ojalá que así sea.

   Si a esto le unimos el anidamiento de un alimoche en las cercanías, especie en peligro de extinción y a la que sin duda hay que apoyar, obtenemos el periodo vigente de prohibición de escalada entre el 1 de marzo y 31 de agoto. No sé si el alimoche habrá anidado o no, pero ese mismo día tuve ocasión de charlar con un paisano, que seguramente por lo que hablamos se conocía el entorno como la palma de su mano, y el paisano me contó muy seguro que allí no anidaba ya alimoche alguno. Por otra parte estaba muy contento de ver el paisaje de su Betis, de su campo, tal como era en su infancia: sin  eucaliptos.

   Menos mal, menos mal que por ahora las cabras no saben leer y se desentienden de normativas prohibitivas. En mi corto ascenso mañanero tuve la suerte de toparme con este simpático rebaño de cabras, a las que desde ya les pido perdón por importunarles el desayuno.

   Nada más notar mi presencia me dieron una clase de escalada libre y natural. Todas a una corrieron arenisca arriba para ponerse a salvo.

   Una vez arriba, un par de peques aprovecharon para terminar de tomarse el colacao.

   Este es el sector Mosaico. Estas cuantas cabras rezagadas no se atrevieron con la pared. ¿O es que aprendieron a leer?

     Este es el aspecto desde arriba, cerca ya del final de mi trayecto: francamente triste, como si hubiera caido del cielo un meteorito. Sólo los alcornoques se han librado del fuego regenerador.

    A pesar de la hora, cerca de las 8:30 de la mañana y de una distancia no muy excesiva: 1,2 km de ascenso, confieso que sudé la gota gorda. Debían ser los primeros efectos de tan particular medicina.

    

    Andar siempre merece la pena, y más cuándo se llega a un balcón privilegiado como este, con vistas a la Ensenada de Bolonia y la sierra de la Plata. Una horita enchufado al paisaje y todos los males se van con el poniente.

    Los tajos de arenisca son impresionantes, con esa amenaza constante e  incompresible a nuestro entendimiento de poder desprenderse barranco abajo en ese instante o dos o tres mil años después.

   De izquierda a derecha, de sur a noroeste, las vistas son espléndidas.

   Vaya, una discordante mancha naranja… Ah, espera, espera que soy yo, que como fui solo, la foto me la hice con el trípode.

   Poblado del Chaparral. Desde la playa de Bolonia no es visible, pero ya ven, unas cuantas casas y gente viviendo en ellas. Supongo que existirá desde bastante tiempo atrás, pero a día de hoy ¿quién sabe de la existencia de este poblado? No muchos. Eso es urbanismo decente y eco-lógico, natural y acorde a las necesidades, Juan Andrés Gil, que apellido más descriptivo no podías tener, y no ese Valdevaqueros de lujo que quiere construir.

   Laja de las Algas y Silla del Papa, al fondo. En primer plano, un hermos0 tajo de arenisca, con su alambrada. Un día de estos inventan algo para acotar y alambrar el cielo, ya veréis.

   Después de un buen rato, tras comprobar que la pastillita había hecho efecto, tomé el camino de vuelta. Cachis, de nuevo molesté a las cabras… venga otra vez laja para arriba….

    Estupendo día playero en Valdevaqueros con la familia y algunos amigos. Regeneradora siesta. Cuando desperté, vuelta a lo mismo: autoexámen médico. Mucho mejor que por la mañana, dónde va a parar, pero… pero… quién me decía a mí que con otra pastillita más no me iba a sentir mejor y acabar de curarme, cual antibióticos placebos instantaneos.

   Vamos que nos vamos otra vez para San Bartolomé. A una hora adecuada para mentirle a la calor. Si no recuerdo mal, sobre las 20: 30.

   Esta vez la aldea de Betis en sombras y Valdevaqueros al sol. Al fondo, el horizonte del Yebel Musa parece disfrazarse de monte Fujiyama.

   La cálida luz del atardecer  invade el manto de pinos que se extiende hasta la costa. En el horizonte despunta el Cabo de Espartel, desde donde Africa se desboca Atlántico abajo.

   Y Tánger, en su ensenada, hermana de la de Bolonia. Tánger, Tingis en la antiguedad, y Baelo Claudia, siempre mantuvieron estrechas relaciones.

    Poco a poco, a fuego lento, el sol se esconde y deja paso a las luces azuladas del anochecer.

   El lentiscal, o aldea de Bolonia, como es más conocida. Y a la izquierda la duna… escóndeos o camúflaos, que no os alcancen las garras de la construcción especulativa.

   El faro de Camarinal también se deja ver.

   No me gustan mucho las fotos «autohechas», pero es que en esta se aprecia perfectamente que la terapia es efectiva: vaya careto. Silencio, recogimiento… esto sí que es medicina alternativa.

   Mucho se tienen que aliar la crisis de los 40 y la crisis económica ¡Me han artropellado las dos! para que yo me baje de aquí digamos que de una forma voluntaria.

   No es fácil, supongo, hacer fotos directas a los amaneceres o puestas. Demasiada luz apuntándote al objetivo. Mal o bien, esto es lo que conseguí. Eso sí, una puesta de sol es una puesta de sol. Ese día se puso justo a las 21:36: oro fundiéndose trás la Sierra de la Plata

    Como si fuera un «deja vú» de esos, rondando ya las diez de la noche, otra vez el camino de vuelta, más fresco y sano que una lechuga. Para completar y acabar tan cíclico día volví a encontrarme con mis amigas las cabras, que de nuevo escaparon de mi pesada y repetitiva presencia.

    A puntito estuve de irme con ellas y unirme al rebaño.

¡CHISTERA, CHISTERA LA DCAMINATA ESTÁ FUERA!

7 comentarios sobre “Sierra de San Bartolomé, dos al día me tomé.

  1. Bueno amigo Juanma, doble dosis diaria de monte, creo que sobrevivirás al verano. Sobre lo que escribes un par de cosas: me resulta extraño ver San Bartolo sin su arboleda-parasol, pero como siempre me molesta mas ver un eucalipto en el monte, esperemos que sea para mejor (hace años que un paisano de Betis me contó que desde que allí plantaron eucaliptos se acabó el agua en la zona). La otra: no divulgues mucho lo del poblado del Chaparral; el día que mo toque una primitiva me compro allí mi casita de la costa. Es un lugar encantador en cualquier época del año. Un paraíso para tomar dosis constantes de buena medicina natural.

    1. Precisamente estuve charlando con un paisano de eso, que los eucaliptos se bebían todo; además, estamos hablando de un lugar que siempre se ha abastecido de pozos, que nunca ha tenido toma directa de agua; si no entendí mal a mi informante. Si se está haciendo bien este trabajo, que supongo que sí, lo comprobaremos en un futuro que espero no sea muy lejano. Y ya por último decirte que cuando también me toque la primitiva seremos vecinos 😉
      Gracias por comentar.

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