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Nuevos hallazgos en los caminos de los prisioneros de Punta Carnero


    Ultimamente estoy teniendo una suerte sorprendente en las caminatas, sobre todo en las caminatas en que Naturaleza e Historia se dan codazos por imponerse, en esas caminatas que quieren ser el objetivo principal de este blog. O será que el que siembra recoge. Menos mal, pues en lo laboral se me quemaron los campos no hace mucho. Y yo he sembrado, correteado y andado todo lo que he podido; desde chico tragándome todos los documentales de la dos, admirando las aventuras de Félix Rodríguez de la Fuente, Jacques Cocteau o los montañistas de Al filo de los imposible. Más tarde, e impulsado por las charlas con mis padres y abuelos, mucha lectura sobre nuestra guerra civil y sobre todo acerca de la historia del anarcosindicalismo español.

    Esas semillas se han transformado en flor, y qué mejor que ahora, que la primavera se nos ha caído encima. Si la primera flor en brotar fue el «hallazgo» de  la inscripción conmemorativa – franquista del puente del Arroyo del Lobo, ésta que trato de mostrar hoy guarda también relación con esa época y ese contexto histórico, pero es una flor más complicada de contemplar y aceptar en todos los sentidos, con un aspecto más rudo e punzante, y de color ferroso.

   El hallazgo tuvo lugar hace un par de semanas, cuando junto a Garry (Andar por el Campo de Gibraltar) y un par de compañeras, Susana y Carmen, inauguramos la ruta que nos hemos currado entre los dos para enseñar lo que creemos más interesante y bonito de Punta Carnero y los montes de Getares.

   Nos dirigiamos a ver el pozo que muestro en la primera fotografía. Al llegar observé que la zona no estaba como la última vez que pasé por allí, nuevamente quizá a acausa de unas obras de desbroce y limpieza. A unos metros del pozo, la laja que muestro en la fotografía de abajo me llamó la atención.

   Como si se tratara de un derrumbe había bloques de piedra de muy diferentes tamaños esparcidos por bastantes metros alrededor. Apenas tardamos unos segundos en descubrir y comprender frente a qué estábamos. Aquello no era un derrumbe natural. Acto seguido me acordé de una conversación que tuve con Manuel, un  viejo pastor de vacas con el que casi siempre, y afortunadamente, tropiezo cada vez que me pateo esos montes. Una mañana, hablando de los prisioneros y de los caminos que construyeron, le pregunté si las piedras que tapizan esos caminos las sacaban de unas canteras que hay próximas a Getares. No, hombre, no, me contestó apiadándose de mi pobre pensamiento lógico-deductivo: las piedras las sacaban de las lajas que tenían más cerca del tajo y de los caminos, para qué las iban a traer de tan lejos.

     Ese día, la lección teórica de Manuel, un hombre cuya vida y cultura popular de por sí se merecerían todo un blog aparte para él solo, tuvo su aplicación práctica. Nos hallábamos frente a una de esas lajas que servían de cantera a los prisioneros de los Batallones Disciplinarios de soldados trabajadores que por el módico precio de practicamente nada al día trabajaban para la gloria del caudillo y para redimirse del pecado de ser rojos, rojos como la sangre con la que sembrarían esos caminos, y rojos como las amapolas que nacerían luego en el mismo lugar donde muchos de ellos dieron su último aliento.

     Estos prisioneros de los Batallones Disciplinarios, la mayoría de ellos soldados del recientemente derrotado ejército republicano, construyeron cientos de obras civiles y privadas a lo largo de toda España. En el sur de nuestra provincia fueron responsables de hacer realidad el Plan defensivo del Campo de Gibraltar, con el que se fortificó toda la costa desde Conil hasta el río Guadiaro. Las obras duraron de 1939 a 1943 y se levantaron un total de 324 forticicaciones militares, además de la reparación y construcción de carreteras y senderos para la movilización del ejército y los materiales. ¿Y con qué finalidad? Con la de defenderse de un posible ataque de las fuerzas Aliadas provenientes de Gibraltar, con toda seguridad.

     En el mapa de abajo muestro las principales pistas que recorren Punta Carnero, un balcón sobre el Estrecho de Gibraltar erizado de nidos, fortines, almacenes, reflectores, cañoneras, pistas….

     Y ya no me enrrollo más, pero es que hay asuntos que necesitan una poca de introducción. Este es el hallazgo (redoble de tambores): Un PUNTERO, un cincel cónico con el que trabajaría uno de estos prisioneros. Sé que no es gran cosa, pero por todo lo dicho anteriormente, lo considero un hallazgo importante desde el punto de vista personal y sentimental. Además, tengamos en cuenta que pocos eran los efectos personales que poseían estas pobres personas, y sospecho que escasos cualquier otro resto de esa época, sea del tipo que sea, que haya podido perdurar hasta nuestros días y que guarde alguna relación con esta obra.

    En esta fotografía se puede apreciar con más detalle el puntero. Mide 13 centímetros, e imagino que poco más mediría en su estado original; tal vez 17 ó 18 centímetros. Obviamente no puedo asegurar su cronología y procedencia. Me es imposible hacerle la prueba del carbono 14, tampoco la del 36 ni la del 75, pero vamos, un objeto punzante hallado en una cantera que se encuentra al borde de un camino hecho por los Batallones Disciplinarios … : Blanco y en botella.

   

    Lo fuerte es que estuvimos poco tiempo en el lugar, apenas 10 minutos. Cuando lo ví lo primero que pensé es que era un clavo, pero no, una vez que lo tuve en mi mano no tuve ninguna duda. He trabajado lo mío en la construcción y conozco estas herramientas, aunque es cierto que los cinceles y punteros actuales son un poquito más gruesos; por esto mismo también sospecho que ha llegado a mis manos porque al prisionero en cuestión se le extraviaría, pues suelen ser las herramientas con más tendencia a perderse y camuflarse entre la arena, el cemento o las piedras.

   La verdad es que me emocionó bastante el hallazgo. Y más que me emocioné cuando el Garry va y saca el movil y de repente pone una canción ¿Cual? Ninguna otra podía pegar más en ese momento, al menos para mí, que ¡A LAS BARRICADAS! el himno del sindicato anarquista CNT. Puños en alto, con puntero y móvil incluido, nos cantamos los primeros compases del tema en un espontáneo, pero divertido y sincero  homenaje a los hombres que penaron en ese camino. Ideologías aparte es una canción hermosa que merece la pena escucharla. Aquí os pongo el enlace de la versión que se grabó para celebrar el Centenario: ¡A LAS BARRICADAS!

    Bien, todo lo largado hasta ahora ocurrió hace un par de semanas. No se me levanten todavía ni me desenchufen, que empieza ahora la 2ª PARTE ¿Es cierto el dicho ese que segundas partes nunca fueron mejores? Yo tengo mis dudas. Así que arrellánense bien en el sillón, y cojan unas cervezas y unas patatas, que van a apagarse las luces…

    Ayer mismo regresé a la zona para seguir explorando esta cantera y especialmente para visitar otra que días antes había localizado mientras circulaba por la carretera del Faro. Fue fácil distinguirla, ya que forma una mancha pedregosa en medio del verde de la ladera. Además, no se me escapó porque ya iba con el guión aprendido: está situada escasos metros más arriba de otro tramo de este camino de los prisioneros.

   Entre una cantera y otra media una distancia de 2 kilómetros. Muy poca cosa, pero ¡qué satisfacción produce el saber que por uno de esos dos humildes kilómetros no has puesto el pie en la vida! Es cierto, aunque visualizados desde arriba, buena parte de esos montes aún no la había dCaminado.

    En ese trayecto hallé dos nuevas canteras que no tenía localizadas, y una especie de cobacha o descansadero tal vez levantado por los mismos prisioneros para estancias esporádicas, o para defenderse de las inclemencias metereológicas. Ya digo que en realidad son afloramientos rocosos, lajas de donde extraían la piedra. La verdad es que es un paisaje muy bello, moteado de jérguenes que revientan de amarillo, palmitos y acebuches entre otras especies arbustivas; un paisaje muy poco visitado, el cual prácticamente sólo disfrutan vacas y cabras.

    

    En las cuatro canteras que exploré ese día se repite la misma imagen, bloques grandes de piedras arrancadas de la laja, que luego son picadas en varios tajos o lugares de trabajo, compuestos seguramente por más de un prisionero. No cuesta verlos porque forman notables acumulaciones de piedra menuda. Es imposible no crearse la imagen de uno o varios de estos ex-combatientes trabajando con los cinceles y martillos, ataviados con el uniforme que ellos mismos se pagaban y con el gorro cónico que al parecer les distinguía y señalaba.

     Se podrán imaginar a este Homo bloguerus senderiensis subsp. gaditanus explorando cada rincón de estos yacimientos, sin prisa, pero con esa urgencia y temor de que no se me escapara nada. Y me podrán imaginar también párandome de repente, alterándome hasta el borde del infarto y hablando solo; pues en efecto, tengo de nuevo la tremenda suerte de encontrar restos oxidados de estas herramientas, en concreto dos puntas de cincel y la cabeza de uno de ellos. En las fotografías que les muestro a continuación están en su situación original, aún no los había tocado.

    Como se observa, las piezas estaban en uno de los pliegues de la laja, casi escondidas, como si las hubieran colocado allí para tal vez luego recuperarlas de algún modo. Pero lo fascinante, al menos para mí, es pensar que quizás esos trozos de herramientas llevan oxidándose en el mismo sitio ¡70 años!

    Esta fue la secuencia del hallazgo, en tres planos en profundidad:

Y por último en la mano, para que se aprecie el tamaño:

    He de confesar que que sentí una especie de pudor o duda de arrancar esas piezas de su estado original, de saber si estaba obrando bien o mal. Aún no lo tengo claro, pero pienso también que no es un descubrimiento que necesite la mano de un profesional para su recuperación. Dudo además de que alguien cualificado se desplaze a este lugar para hacer una prospección adecuada, habiendo yacimientos de mucha mayor importancia en los que aún no se ha realizado estudio alguno. De todos modos, vuelvo a repetir que todas las piezas están fotografiadas tal como estaban, y que recuerdo perfectamente el lugar exacto donse se hallaban.

    Tampoco creo que tengan que estar en un destino mejor que no sea, bien expuestas eso sí, la estantería de mi casa; aunque estoy abierto a otras sugerencias. Lo único que se me ocurre ahora es que tal vez hubieran quedadado bien en la exposición itinerante que realizó José Manuel Algarbani , historiador e investigador a quien tengo el gusto de conocer,y el Ateneo Republicano del Campo de Gibraltar, sobre estos mismos caminos de los prisioneros. Os pongo un enlace de las numerosas noticias que en su momento trataron este acontecimiento: Inaugurada la exposición “Los Caminos de los Prisioneros”

    Una vez recuperado de la emoción y la sorpresa me dirigí a la última cantera, a la que había visto desde la carretera. Allí, después de dar buena cuenta del bocata de mortadela, sometí al yacimiento a una metículosa exploración tipo C.S.I.

     De nuevo encontré evidencias que en mi parecer demuestran que toda esa cornisa fue aprovechada para la extración de piedra. Unas cuantas y deterioradas suelas de caucho, con toda probabilidad de botas militares; numerosos bloques de rocas atravesados de parte a parte por perfectos boquetes, digo yo que efectuados por barrenas y en los que se introducirían dinamita para facilitar la extracción; y de nuevo una pieza cuadrada de hierro a la que soy incapaz de otorgarle una procedencia ¿Martillo? ¿Tornillo?

    No quisiera terminar esta entrada sin haber escrito algo sobre mi tío Juan Cote, que allá por los años 60 trabajó también en las carreteras picando piedra. A él acudí para mostrarle mis hallazgos y para que me hablara de su experiencia. Aunque la condición laboral de mi tío fue por supuesto distinta a la de estos prisioneros, nos podemos imaginar que los métodos de construcción no habían variado en demasía. Sólo indicar que no conozco una persona que haya trabajado tanto en su vida, en concreto de albañil, y me repitió unas cuantas veces, con uno de los punteros en la mano, que no había trabajo tan duro como ese de picar piedra.

    Oriundo de Zahara de los Atunes, sería por sus alrededores donde mi tío Juan Cote se ganaría el jornal de tan esforzada manera. Personalmente, él no llegó a utilizar martillos y cinceles para partir y picar las piedras de arenisca y la jabaluna. Utilizaban al parecer otra herramienta que él denomina porrino, consistente en un mango largo y flexible hecho de una rama de acebuche, y en un extremo la cabeza de hierro de la maza. Gracias a la flexibilidad de la vara de acebuche se conseguía por lo visto la fuerza necesaria para dañar la piedra.

    Como las heridas en pies y espinillas eran frecuentes, me contó de qué forma tan ingeniosa se las protegían. Utilizaban la corteza, dura y gruesa, de las pitas a modo de espinillera, sujetadas con cinta o cuerda. Quién sabe si nuestros pobres prisioneros llegarían a utilizar esta curiosa protección. Poco más me contó, salvo que una vez «desmenuzada» la piedra se transportaba en espuertas al tajo, se allanaba, y luego se le pasaba un rodillo, es decir, una apisonadora. Simple, repetitivo, demoledor.

     Por último, acabo la entrada con alguien también de la familia, con mi abuelo Diego, que bien pudiera resumir la odisea y diáspora que vivieron estos combatientes. Al ser conductor, o chofer – mecánico, como a él le gustaba aclarar, tuvo en la guerra la mala suerte de asistir a varios frentes de batalla. El peor de todos según Diego fue el del Ebro, y resumiendo, que si no nos dan aquí las uvas, estuvo en Argeles- sur mer, uno de los campos de refugiados ¡de concentración!, en los que las autoridades francesas tuvieron la amabilidad de acomodar a los soldados republicanos. Mi abuelo no guardaba muy buen recuerdo de los soldados senegaleses, de sus culatazos, del frío y del hambre. Luego pasó a Orán, Argelia, y cuando pensó, mal aconsejado por un familiar, que podía regresar a España, lo trincaron y penó también de forma similar a  estos presos, pero en Ceuta.

    Esta entrada se la dedico a él y a todos los hombres que como él lucharon por su vida y por conseguir un mundo mejor.

    Como es difícil de leer la nota escrita de la fotografía, la transcribo a continuación:

    » Con el trabajo, el pan y la Justicia de la Patria, poco a poco van los prisioneros reconstruyendo lo que ellos mismo deshicieron antes con la dinamita»

    En fin, ¿qué decir sobre la fracesita sin quedar muy soez o perder los papeles, salvo que…

  ¡VIVAN LOS SOLDADOS  DE LOS BATALLONES DISCIPLINARIOS!

Y para SABER MÁS:

8 comentarios sobre “Nuevos hallazgos en los caminos de los prisioneros de Punta Carnero

  1. Muy interesantes tus artículos sobre los caminos de los prisioneros, los cuentas de una forma tan amena que casi he podido vivir tus descubrimientos.
    Saludos

    1. Gracias Selu, es que uno es muy «cuentista» 🙂 Sigo habitualmente tu blog. Me gusta mucho, por lo mismo que vengo contestando en otros comentarios, por mezclar historia, etnología y paisajes. Esos son los blogs que más me gustan. Por cierto tengo unas ganas locas de visitar Villaluenga con mi familia, de este año no pasa.
      Saludos.

  2. Hola Juanma: me encantan estas salidas en las que sales a caminar y acabas encontrando un paraje histórico, o encontrando restos que alguien dejó allí hace mas o menos años. Supongo la emoción del encuentro con esas herramientas que nuestros abuelos usaron y desgastaron con su sudor. Yo hice un «descubrimiento» hace unos meses, en la Sierra de Grazalema, que saldrá a la luz (espero y desespero) próximamente. Y la emoción fué indescriptible. Volviendo a tu hallazgo, es muy bonito que en tu propia familia tengas testigos que vivieron aquellos momentos de nuestra posguerra. Te puedo comentar que el abuelo de mi mujer, también fué encarcelado y sufrió a los fascistas. Su ficha (a nombre de Francisco Pizarrro) está en una web hermana a la que citas: http://www.todoslosnombres.org/.
    En fin, muy bonita la entrada, por el paraje y por lo que guarda (o guardaba).

    1. Hola José Manuel,
      Fuera de cachondeos y provincilaismos tenemos mucha suerte de vivir en esta provincia, al menos en lo que se refiere a Naturaleza e Historia. Eso es lo que pretendo unir en mi blog cada vez que tengo ocasión. Oye, una pista de tu descubrimiento hombre, que me vas a dejar en ascuas… jajaja nada, es broma, supongo que será algo muy interesante. Estaremos muy atentos y a la espera. Y qué decir de la Historia que les tocó vivir a nuestros abuelos, yo si me pongo tengo hasta para una novela, pero sería muy dura de escribir, ya que hay episodios muy tristes, pero en fin… yo los tengo siempre muy presentes y como referencia en la vida. Y qué gracia lo del apellido Pizarro 🙂 en mi familia hay unos cuantos con ese mismo nombre: un hermano, mi tio-abuelo…
      Gracias Amarillo, por tu comentario y lectura, y nos vemos.

  3. Hola Juanma, me gusta tu blog, y estoy con Selu referente a tus comentarios y explicaciones. Y aunque lamento que tienes mucho tiempo forzosamente, pa-que tu veas; no hay mal que por bien no venga! Espero verte por mucho tiempo.
    Salu2.

    1. Hola Dorita, perdona que no te haya contestado antes pero no sé cómo no he visto el comentario… Pues sí, parado forzoso, pero no hay mal que por bien no venga. Ahora bromeo con que trabajo en el blog, ya ves, pero no acabo de saber cómo y cuándo se cobra esto 🙂 Ya en serio lo cobro con la lectura de los que se atreven a entrar y con comentarios tan amables como este. Saludos.

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