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Nuevos hallazgos en el entorno de la Peña del Bujeo.


2.1. Peña del Bujeo

Quien quiera ver correctamente la época en la que vive debe contemplarla desde lejos. ¿A qué distancia? Es muy sencillo: a la distancia que no permite ya distinguir la nariz de Cleopatra.

José Ortega y Gasset.

    A veces la piedra arenisca adopta formas muy curiosas y sugerentes. El viento y la lluvia actúan sobre ella como cinceles incansables y nos legan monumentos naturales que cuesta calificarlos como fortuitos. En este caso los fenómenos atmosféricos han modelado un rostro pétreo emergiendo de la tierra (foto de arriba); de izquierda a derecha se aprecia la barbilla y una boca retraída, luego una nariz entre aguileña y griega y finalmente el ojo… ¡ si hasta los arbolillos hacen de pelo para este coloso yacente!

      Y hablando de caras que emergen, ya iba siendo hora de que asomara mi careto por el blog. Este próximo septiembre hará un año ¡menudo año! que no subo una entrada. Abandonado no, lo siguiente. La historia que cuento a continuación tuvo lugar por tanto a finales del verano pasado. En alguna ocasión me he puesto frente al ordenador con la intención de contar este humilde hallazgo que considero inédito, al menos en este mundo bloguero en el que me muevo, pero nada, no hubo maneras, ni sobre todo ganas.

      Tampoco he regresado de nuevo al lugar de los hechos. ¿Seguirá mi gigante con esa expresión tan seria? ¿Seguirá conservando el pelo, digo los arbolitos?

       La Peña del Bujeo, aún siendo un lugar no muy frecuentado, es un enclave conocido incluso para los que no conocen exactamente su ubicación. Me explico. ¿Quién no se ha fijado mientras conducía en dirección a Tarifa, pasando Pelayo, en un promontorio que destaca a mano izquierda y que a la fuerza tiene que llamar nuestra atención? Ya, ya sé, los conductores prudentes, pero ahí está. Quién quiera saber algo más que no sea tan prudente y la próxima vez eche un vistazo, busque en Iberpix, o en último término, llame al departamento de geolocalización de dCaminata.

         Una tarde de esas, «casi» a la fresquita, mi hermano Francisco Javier, del Facebook Paisajes del Campo de Gibraltar, y el que les escribe decidimos acercarnos a la zona para conocerla a fondo. Y menos mal que lo hicimos, fue una tarde bastante fructífera ¿quién nos iba a decir que un simple paseo vespertino nos iba a deparar tales sorpresas? Vamos, como que me dan ganas de esta misma tarde acercarme de nuevo.

2.Escaleras de la Peña.

         Después de presentar nuestros respetos al susodicho gigante subimos la escalera que conduce a la cima de la peña. ¿Por qué una escalera en este sitio? Como se verá en las siguientes imágenes desde este promontorio, desde esta atalaya natural, se obtiene una visión inmejorable del acceso norte a la ciudad de Algeciras y sobre todo del Estrecho y sus primeras elevaciones.

3. Cima de la peña.

       Una vez arriba encontramos pruebas que certifican la idoneidad de esta peña como lugar ideal de observación y posicionamiento geográfico: un vértice geodésico, una caseta que sin duda perteneció en su día al acuartelamiento del Bujeo, y sobre todo, los restos de una estructura de piedra, de forma cuadrada y con pinta de ser bastante antigua. Esto fue lo que en principio lo que nos llevó allí esa tarde, pues ya anteriormente había llamado la atención de mi hermano en una de sus escapadas.

4. Base de la torre

5. Esquina de la torre.

       Si hacemos caso al mapa topográfico, donde se nombra este enclave como «Torre del Bujeo«, y tirando de nuestro conocimiento, que no deja de ser de aficionado, encontramos bastantes similitudes con otros restos de torres vigías de origen medieval. La planta  parece ser rectangular, y a falta de metro en la mochila ¡cuándo me acordaré de meter uno en ella! calculamos que de 3×4 m. más o menos. En cuanto altura, cualquiera sabe, pues sólo se ha conservado la base.

5.1. Esquina torre.

6. Algeciras desde la torre.

      Como se observa en las dos fotos anteriores esta base está compuesta por un núcleo de calicanto delimitado por sillares de mediano tamaño. Ejemplos similares los podemos ver en la Torre del Almirante y en la también desaparecida y destruida Torre de Punta Carnero. Ambas son de épocas distintas, la primera se supone que anterior al s. XIV y la segunda del XVI. Dado lo que se ha conservado y a falta de estudios que lo certifiquen yo vuelvo a tirar mis dados de aficionado y apuesto porque sean restos de una pequeña torre vigía de origen medieval.

       Al tratar de buscar información sobre estos cimientos antiguos nos encontramos con lo de siempre: dificultades y sobre todo escasez de datos.

        Ángel Sáez, al que de forma obligada hay que recurrir en estas lides, al menos menciona la palabra «Bujeo» en su artículo «Nuevas noticias sobre las torres de almenara de Tarifa«. Al hablar de la Torre de Don Juan o de Guzmán el Bueno indica lo siguiente: «Por su gran elevación, la Torre de Don Juan cumpliría la misión de atalaya principal de la ciudad murada durante la Edad Media. De esta forma establecería contacto entre las almenaras de la costa atlántica tarifeña –de la Peña y de los Vaqueros–, las del interior –del Rayo y de Torregrosa– y las estancias que continuaban las señales hacia Algeciras por el Bujeo

      ¿Podría corresponderse estos restos con una de esas estancias que transmitían las señales hacia Algeciras?

      Por último, añado otra información que me facilitó F.M. un usuario del Facebook Historia de Algeciras en imágenes, y al que agradezco su colaboración. Cito textualmente: » Figura en los mapas topográficos como la torrecilla, mi padre la conoció en pie y así estuvo hasta después de la guerra civil en la que los militares la derribaron para colocar un puesto de comunicaciones. Era una de las torres vigías interiores a igual que la de Getares.»

       Si nuestro informante está en lo cierto, esta torrecilla del Bujeo estaría en pie hasta la Guerra Civil, y sufriría el mismo e injusto destino que la mencionada Torre de Punta Carnero, demolida con fines militares en el ámbito del Plan defensivo del Campo de Gibraltar, cuando a partir de 1939 se fortificó toda la costa del Estrecho ante un posible ataque de las fuerzas aliadas.

       ¡Cuánto daría por ver una fotografía de esta torre antes de ser destruida!

7. Pelayo y Algeciras.

      Nuestra hipotética Torre del Bujeo dominaría pues el camino medieval de Algeciras a Tarifa. En el caso de ser medieval, claro. Además, hemos de tener en cuenta que en esa época no existía ninguna estancia o torre vigía en esos 20 kilómetros de tortuosa geografía. Las almenaras de Guadalmesí, del Fraile y Punta Carnero son posteriores, del s. XVI.

8. Montes de Getares.

9. El Estrecho desde la torre.

También se controlaría buena parte del Estrecho, especialmente las incursiones marítimas procedentes de Ceuta.

     Hasta aquí el capítulo de la torrecilla del Bujeo, otro más a engrosar en la larga lista de yacimientos campogibraltareños que apenas han merecido estudio alguno, pero que al menos logran mantener viva la llama a los que somos amantes de nuestra historia y nuestra geografía.

     Y si esta torrecilla vigía logró mandarnos desde su incógnito pasado señales de humo en forma de preguntas y misterio, lo que hallamos a continuación acabó por incendiar del todo nuestra curiosidad.

     Al bajar de la peña y merodear por los alrededores nos topamos de repente, casi ocultos por los brezales, unos enormes sillares de piedra arenisca. ¿Cuántos de ellos? Entre la perplejidad y los nervios no caímos en la cuenta de contarlos, pero calculamos que entre veinte y treinta sillares fácilmente.

10. Primer sillar.

11. Sillar y Bahía.

Como se puede advertir, sus dimensiones no son las usuales, las que luego solemos ver en cualquier edificación.

12. Segundo sillar

13. Dos sillares juntos.

     Pero en todos ellos se aprecia perfectamente su forma rectangular y las marcas de las herramientas que los tallaron.

14. Sillar desde arriba.

14.1. Escombros.

      También encontramos en uno de los numerosos afloramientos de arenisca uno de los posibles lugares de extracción y talla de los sillares.

15. Sillar

16. Sillar con piedra debajo.

     Muchos de ellos conservan aún en la base otra piedra que seguramente facilitarían las labores de cincelado o quizás su alzamiento para ser luego transportadas.

17. Sillar de grandes dimensiones.

     La primera hipótesis que se nos vino a nuestras emocionadas mentes fue la que fueran sillares destinados a la construcción de la torre, pero entonces ¿por qué de tan grandes dimensiones y sobre todo por qué sobraron tantos? El inusual tamaño se puede explicar porque al parecer los canteros o picapedreros que tallaban estas piedras las cortaban primero en grandes bloques y finalmente les daban su forma definitiva ya cerca del lugar o edificación del cual iban a formar parte. Ahora bien ¿por qué motivo no fueron utilizadas en la torre? ¿Por qué no llegaron nunca a su destino?

     Pasados los días, sillar para arriba y sillar para abajo, barajamos también la posibilidad de que estos fueran extraídos y labrados para cualquier otra construcción más cercana tanto en el tiempo como en el espacio, posiblemente para algún cortijo de la zona. Los más próximos son los cortijos de la Hoya y del Pueblecillo, donde incluso se han descubierto restos cerámicos del los siglos XIII y XIV; aunque se hallan algo distantes, y en el caso de que hubieran necesitado bloques de arenisca los habrían obtenido más fácilmente de algún afloramiento limítrofe, de los tantos que hay. Entonces, una vez más ¿qué hacen esos sillares abandonados en esa ladera?

     Por suerte, o por desgracia, según se mire, lo que descubrimos por último vino a aportar otra hipótesis más a esta areniscosa historia. Este sí que fue el hallazgo que acabó ya de volvernos locos del todo. Todas las torres atalayas y almenaras del Estrecho se pusieron de acuerdo para abrumarnos, ahumarnos y cegarnos con señales del pasado.

     Juro que ocurrió así tal y como os cuento, sin peliculeo. Continuamos mi hermano y yo monte abajo inspeccionando cada rincón y cada tajo de piedra que veíamos a la caza y captura de más sillares. Recuerdo que le dije, Chico (yo es que le llamo así) ¿te imaginas que encontramos una pinturilla o una tumba que no haya cazado ya el Simón (jejeje, esto lo añado ahora)? Pues fue decirlo, reírnos por lo bajo de nuestra ingenuidad, encaramarme a un tajo y pasar al otro lado, frotarme los ojos y ponérseme literalmente los vellos de punta.

18. Laja de los Sillares.

    Este es el lugar de los hechos, y al fondo, grabados en la laja, los dos petroglifos que me han dado una de mis mayores alegrías como dcaminante. Podéis imaginar la emoción e incredulidad que sentí y casi oír todavía las voces que le di a mi hermano para que viniera corriendo a verlos.

19. Señalando la llave.

     El signo lapidario que señala mi hermano tiene forma de llave antigua, grabado de una forma muy superficial o erosionado por el tiempo.

20. Señalando la cruz.

    Y el que señalo yo es un signo cruciforme a todas luces, de mayor tamaño que el anterior y cincelado con más profundidad.

21. Símbolo cruz

     La cruz, en detalle.

23. Símbolo llave

     Y la llave, el petroglifo que sin lugar a dudas más nos llamó la atención. Obligados de nuevo a teorizar, valoramos que fueran signos grabados por algún ermitaño o eremita que huyendo del mundanal ruido buscara a Dios por estos montes. El símbolo de la cruz cuadra, pero ¿y el de la llave?

     El ser sólo simples aficionados a la Historia es lo que tiene. No hay que rendir cuentas a la ciencia arqueológica, y lo mejor de todo, se otorga uno a sí mismo todo el derecho del mundo a fantasear y elucubrar. Y puestos a elucubrar ¿por qué no relacionar estos signos con los sillares? Digámoslo ya ¿por qué no pesar que son marcas de cantero realizadas por las mismas personas que elaboraron estos sillares?

     Sobre este asunto de las marcas de cantería existe una bibliografía bastante extensa, pero antes de zambullirme sin salvavidas en ella quise contar con la opinión de algunos colegas blogueros a los que suelo consultar en estos casos: Manuel Limón, José Manuel Amarillo y Simón Blanco. ¿Menudo trío para los que los conozcáis, no? Los tres, obviamente a falta de un estudio hecho por profesionales, opinaron que de las hipótesis planteadas, la más realista podría ser la de las marcas de cantero. Que estuvieran relacionadas o no con los sillares era otro asunto.

     Manuel Limón tuvo incluso el detalle de realizar por su cuenta una búsqueda en Internet para hallar casos análogos de marcas de cantero. Estas dos imágenes de abajo fueron las que me envió:

24.Autor.Jose María de la Osa. Marca recogida en la Iglesia de la Magdalena (s.XII) en Tudela, Navarra.

Marca de cantero de la Iglesia de la Magdalena (s.XII) en Tudela – Navarra. (Fotografía de José María de la Osa)

25. Marcas en forma de llaves. Iglesias de Moreruela y la Oliva. Web romanicoaragones

Marcas de cantero de los monasterios de Moreruela  (Provincia de Zamora) y de la Oliva (Navarra), respectivamente.

    Es innegable que el petroglifo en forma de llave que hallamos esa tarde guarda un gran parecido con estas tres marcas, pero Zamora y Navarra quedan un pelín lejos. Había que localizar un ejemplo más cercano. ¿Quién nos iba a decir que lo íbamos a encontrar en la misma plaza principal de nuestro pueblo, en la Plaza Alta?

    Días después del hallazgo recordé un artículo de Antonio Torremocha publicado en el nº 4-5 de la revista Caetaria: «Signos lapidarios hallados en las murallas meriníes de Algeciras». En dicho artículo analiza 457 marcas de cantero descubiertas en los sillares del recinto defensivo excavado hace unos años. Y expone una muy interesante teoría en la que los autores de estos sillares y signos lapidarios serían canteros y picapedreros castellanos. Explica la presencia de estos artesanos cristianos en una ciudad musulmana como consecuencia de un tratado de paz que se firmó entre Alfonso X y el emir Abu Yusuf entre los años 1279 y 1286; tregua que aprovecharían estos trabajadores para ganarse sus dinares en las numerosas obras que llevó a cabo el emir meriní para reforzar el complejo defensivo de la ciudad.

      Para Antonio Torremocha, la finalidad de estos signos lapidarios era la de contabilizar y marcar las distintas piezas talladas por las cuadrillas de canteros y de este modo cobrar por el trabajo realizado. Como también afirma, estos canteros se desplazaban a los alrededores de Algeciras para extraer piedra arenisca con destino a tales obras.

      ¿Podríamos elucubrar entonces que los sillares del Bujeo fueron tallados para tal fin pero que por la razón que sea nunca llegaron a su destino? ¿Serían los dos petroglifos hallados en esa peña marcas de una cuadrilla de canteros en particular para indicar que ese era su tajo, su lugar de extracción?

       Finalizando ya y retomando el hilo del signo lapidario en forma de llave mencionar que el que más se le parece al que nosotros encontramos se halla en la Iglesia de la Palma, en pleno centro de Algeciras. De los 457 signos estudiados por Torremocha sólo uno, este, muestra similitudes.

Iglesia de la Palma

     Se halla justamente en el lugar donde posan esas dos niñas tan bonitas, mis verdaderos tesoros.

26. Sillar muralla meriní.

    Este es el signo. No es exactamente igual pero vamos, para ser sólo el único que se ha hallado con esta forma… El sillar que lo contiene acabó aquí cuando en el resurgimiento de Algeciras en el s. XVIII se aprovecharon los sillares de las murallas para la construcción de edificios públicos y viviendas.

foso murallas merinies

     Y ya por último les doy un paseo por dichas murallas meriníes donde pueden disfrutar in situ de todas esas marcas de cantero.

Murallas meriníes

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27. Sillar muralla meriní.

     Como esta otra, parecida a la cruz del Bujeo, o casi.

28. Seguimos buscando.

     Venga chico, no busquemos más y volvamos, que los hados de la fortuna ya nos han tocado con su cincel, digo con su varita.

29. Otra peña en el Bujeo.

     Moraleja: nunca dejes de revisar una peña o laja de arriba a abajo. Y sobre todo, nunca dejes de fantasear, nunca dejes que la realidad te estropee una bonita historia.

¡CHISTERA CHISTERA LA DCAMINATA ESTÁ FUERA!

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La Fuentesanta, el balneario perdido de Algeciras


1.Panorama Fuentesanta      «A una hora de distancia de la ciudad están los baños minerales llamados de la Fuentesanta, situados en la garganta del mismo nombre: el agua que con abundancia los surte, es hidro-sulfúrica y hepática, bastante cargada de mineral, y se aplica con excelentes resultados para toda clase de afecciones cutáneas: se encuentran muy descuidados, sin facultativo de dotación.Pascual_madoz
Consisten en una alberca de regular capacidad con las aguas corrientes, y junto a ellos hay hasta unas 18 habitaciones de teja y varias chozas, para 20 familias más o menos, que suelen concurrir a ellos. En otros puntos de la falda de la sierra se hallan 5 o más fuentes mineralizadas, sin que se hayan analizado: algunas parecen ferruginosas, y los naturales beben el agua de todas ellas, porque son tradicionales sus buenos resultados para ciertas enfermedades.»

Pascual Madoz. Geógrafo y político. 1845

         De este modo describía Pascual Madoz el balneario de la Fuentesanta en su obra magna: Diccionario Geográfico de España. Cuando le toca el turno a Algeciras no duda en señalar la existencia de estos baños minerales, por lo que debieron ser de uso frecuente y popular entre los algecireños del s. XIX. Una alberca de mediana capacidad, 18 habitaciones de tejas y varias chozas que albergarían a 20 familias más o menos, sin facultativo de dotación y ya por esos años (1845) un tanto descuidado. Una descripción que nos lleva a pensar que no fue éste un balneario ostentoso destinado sólo a clases pudientes, si no más bien un sencillo balneario al que acudirían sobre todo familias de mediano estatus, y en menor medida y ocasionalmente, algecireños de buena posición.

      El siglo XIX fue el siglo de oro de la balneoterapia. A estos establecimientos terapéuticos no sólo se acudía para «tomar las aguas» y sanar el cuerpo. También eran centros de ocio, en realidad el germen de lo que hoy llamamos turismo. Otras poblaciones de la provincia contaron con estos baños, tal es el caso de Jerez de la Frontera con sus Baños de Gigonza y el balneario de Rosa Celeste, o el de Paterna de Rivera, donde se repetiría el topónimo de balneario de la Fuente Santa. Algeciras no iba a ser menos, y a una escala un tanto menos suntuosa, también trataría de aprovechar las cualidades benéficas de una garganta a la que los paisanos calificaban de «santa».

     Si nos trasladamos a la Algeciras del siglo XIX comprenderemos por qué este balneario y esta garganta en concreto gozaron de beatífica fama para sus usuarios. Imagínense una población de 11.000 habitantes donde las infraestructuras higiénico-sanitarias son escasas y deficientes (bueno, en esto tampoco hemos mejorado mucho, la verdad), donde periódicamente enfermedades tan terribles como el cólera morbo o las fiebres amarillas causan centenares de muertos, donde las condiciones climatológicas favorecen las enfermedades pulmonares, de la piel, etc… ¿No calificaríamos también de «santas» unas aguas que alivian estas penurias? ¿No correríamos monte arriba para reservar una plaza en este balneario?

2. Hacia la Fuentesanta        Mi hermano Francisco Javier y yo también hemos querido a través de esta caminata reservar un par de plazas en la memoria de este desconocido balneario. Ahí estamos, mirando de frente a la garganta de la Fuentesanta, con la loca y quizá ingenua intención de localizar lo que quede de dicho balneario. Digo loca porque hay que estarlo un poco para salir al monte con estos calores de agosto, y digo ingenua porque sobra decir que sabemos que no vamos a descubrir ninguna Troya, que sospechamos que nos esperan a lo sumo restos de muros, piedras amontonadas, quizá algún sorpresivo hallazgo, y ¿poco más?

    ¿Pero en qué si no consiste la aventura, aunque sea a pequeña escala? Para esta de hoy contamos con la cita de Pascual Madoz, con alguna escueta referencia histórica más, y como ya se ha dicho, muy poco respeto al calor, los pinchos y el rasgueo monocorde de las cigarras. Nosotros tardamos unas 4 horas entre ida y vuelta. A ustedes sólo les costará 10 minutillos de lectura, y sin sudar ¿eh?

3. Pilar de Matapuercos    La primera sesión de fotos la hacemos en el cortijo de Matapuercos, aledaño al antiguo campo de tiro. Un par de pilares para el ganado como el de arriba, y fuentes como la de abajo, nos hablan de un próspero pasado agropecuario, hoy día venido a menos.

Fuente en Matapuercos
Foto de Francisco Javier Pizarro (FB Paisajes del Campo de Gibraltar)

4. Emblema de infantaría

    Hasta la década de los 80, las antiguas dependencias del cortijo fueron ocupadas por los mandos que dirigían las maniobras militares. La de tiros y morterazos que se ha llevado este pobre monte por nuestros también, pobres y obligados quintos. Entre ellos nuestro hermano mayor, que hizo la mili en el 88 y participó en estas maniobras. Tal circunstancia ha contribuido a que la Fuentesanta sea la garganta más desconocida de los alrededores, pues obviamente estaba prohibido el paso al personal civil.

    Aún quedan vestigios de esta etapa militar, como se puede observar en el poyete donde ondearía supongo una bandera. Y lo más curioso, la huella dejada en el cemento por una placa correspondiente al cuerpo de infantería.

5. Panorama Fuentesanta
Panorámica del Huerto de los mellizos

6. Cortijo del Huerto de los Mellizos     Poco después alcanzamos el conocido Huerto de los Mellizos, o del Gallego, como he leído en otra parte, y no Ventorrillo de la Trocha, como se obstina en señalarnos el mapa oficial. Otro cortijo decimonónico que nos habla de mejores tiempos para el agro algecireño.

7. Majoleto y torvisco     Bajando por el senderillo que nos lleva al arroyo reparamos en algunas plantas que aprovechan el verano para fructificar y florecer, tal es el caso del majoleto (izquierda) con sus frutos rojos, y el torvisco (derecha) con sus pequeñas flores blancas.

8. Paso del arroyo de la Fuentesanta    Una vez en el paso del arroyo de la Fuentesanta aprovechamos para refrescarnos un poco. A la vuelta, ya a mediodía, poco nos faltó para meternos de cuerpo entero y así de paso beneficiarnos de sus cualidades. Curso abajo, dicho arroyo se une con el de Botafuegos, para desembocar juntos en el Palmones.
9. Collage flores    Las adelfas (izquierda) salpican de rosa el manto verde que cubre al arroyo. Y la flor de este ojaranzo (derecha), el único que vimos, que increíblemente sobrevive a su floración primaveral.

10. Subiendo un tramo de la Trocha      Dejamos atrás el arroyo y subimos el primer tramo empedrado de la Trocha, histórico camino que tantas satisfacciones y buenas caminatas nos han dado.

11. Garganta de la Fuentesanta     Culminada esta primera pendiente, y sudando ya la gota gorda, tomamos una pista que se abre a la izquierda. Si seguimos adelante llegamos, esta vez sí, al Ventorrillo de la Trocha.

     Esta pista de tierra, que discurre en paralelo a la garganta, conduce a un pequeño claro, el cual siempre he supuesto que sea un patio de corcha. Sin embargo, y como se puede ver en la foto de abajo, aún son visibles restos de chozas y pavimentos de piedra. Dudo que formaran parte del balneario que estamos buscando; seguramente pertenezcan a la última ocupación humana de esta parte de la sierra, allá por los 40.       12. Cabaña y solería

      Ahora váyanse buscando una sombra en este claro que he de hacer un obligado inciso. De agosto de 2013 nos trasladamos a abril de 1935; así, por las buenas, por obra y gracia de la fotografía.

     Cuando emprendemos una de estas dCaminatas históricas, a parte de documentarnos como buenamente podemos, solemos recabar información en el estupendo Facebook de Historia de Algeciras en imágenes, todo un tesoro de fotografías antiguas y paisanos con experiencia. Al preguntar sobre este balneario entablamos una muy interesante conversación con algunos de sus participantes, pero en especial con Enrique Pérez Benítez, quien subió además unas fotografías en B/N que nos vienen ahora de maravilla para tomar un atajo y acercarnos mínimamente al pasado de la Fuentesanta.

13. explanadilla. Excursión de Juan Pérez Arriete
Fotografía de Enrique Pérez Benítez

Esta es una de ellas, precisamente en el claro donde hemos hecho la parada y el inciso. La fotografía está tomada en abril de 1935, y en el dorso, aunque no lo vean, hay escrita una nota: «Fuentesanta. La explanadilla»

    Entre los figurantes, a la izquierda, sentado y con gafas,  se encuentra Juan Pérez Arriete; célebre algecireño que fuera entre otros cargos concejal, cronista oficial de la ciudad y fundador y director del periódico El Cronista (1912). En mi opinión es un documento gráfico singular, ya que deben ser pocas las fotografías antiguas que retraten  la garganta de la Fuentesanta como destino popular de excursionistas.

    Enrique Pérez, al que agradecemos desde aquí el detalle de prestarnos para la ocasión un par de fotos, es sobrino-nieto de Juan Pérez Arriete, y edita un blog muy interesante sobre la figura y obra de su tío-abuelo: El Cronista de Juan Pérez Arriete.

13.1 Comparativa Explanadilla         Observando en casa la fotografía en B/N tuvimos la intuición de que ya conocíamos el lugar exacto de la toma. El pequeño acebuche de la izquierda nos encendió la bombilla. Una vez en la explanadilla tratamos de obtener la misma perspectiva. Y si tenemos en cuenta el tiempo transcurrido, y los distintos objetivos empleados, juraríamos que el sitio es el mismo: la misma choza de piedra que se atisba detrás y el mismo acebuche 78 años después. ¿Qué opinan?

14. Saliendo de la explanadilla    Sea o no el mismo árbol, salgan ya de la sombra que seguimos con la caminata, a la búsqueda del balneario perdido. Para mí es la primera vez que bajo a la garganta por este punto, por este senderillo. Siempre que he ruteado por esta zona he pasado de largo en dirección a las Esclarecidas.

15. Bajando a la garganta    Para mi hermano Francisco Javier no es la primera vez, ya bajó dos semanas antes también tras la pista del balneario, pero una desgraciada caída, que ya explicaré con más detalle, le impidió explorar la zona como es debido. ¡No podría uno aficionarse mejor al mus o a las videoconsolas, no…!

16. Vivienda en la garganta    Por esta razón, fuimos directamente a esta vivienda que veis y que ya visitó, en plena angostura de la garganta. Como es lógico, tampoco sabemos si llegó a formar parte de la infraestructura del balneario, pero dista mucho de ser el típico cortijillo serrano, pues al encontrarse encajonado en el canuto apenas hay espacio para huerto, corrales u otras dependencias camperas.

17. Vivienda desde arriba     La vivienda consta de una reducida terraza y tres habitaciones. Aún se aprecia la robustez de sus muros y parte del techado a dos aguas.

18. Vivienda en la garganta

    ¿Quién sería el propietario de esta casa? Fuera quien fuera, su nivel adquisitivo era superior al de los propietarios de las chozas. Saco ahora a colación otro comentario de la conversación que mantuvimos en Historia de Algeciras en imágenes. Según Francisco L. «… Efectivamente, las aguas sulfurosas de sus manantiales eran milagrosas, y según referencias eran muchísimos los algecireños que sobre todo en verano los visitaban. Respecto a las casas me consta que D. Vicente Bálsamo, entre otros, acostumbraba a veranear en una casa que poseía en sus cercanías».

     Vicente Bálsamo Cappiel ( 1776-1863) era el cabeza de familia de uno de los linajes más influyentes en la Algeciras del s. XIX. ¿Sería ésta la casa en donde los Bálsamo pasaban la temporada veraniega? ¿Por casualidad algún descendiente de esta familia está leyendo ahora mismo el reportaje?

19. Poza debajo de la casa    Justo abajo de la casa encontramos esta hermosa poza, que aún muestra señales de haber estado represada. El  característico olor a huevo podrido es patente. Este es producido por el azufre que contiene el agua.

Lugar de la caída     A la mayoría de vosotros esta fotografía no os dirá mucho, pero a mi hermano sí, y mucho. Ese fue el lugar exacto donde se cayó y ¡se dislocó un hombro! Parece estar preguntándose cómo pudo sucederle. Puede sonar a cachondeo, pero como queriendo demostrarle que a cualquiera le pudo haber pasado, también resbalé yo en la misma piedra… y metí la pata hasta el corvejón.

     Menuda película para salir de allí con el hombro dislocado. En este tipo de sitios hay que tomar las precauciones oportunas: no salir nunca solo, llevar móvil, en fin, lo que ya sabéis.

20. Poza impresionista

    Si el pintor impresionista Claude Monet, autor de Los Nenúfares, hubiera visitado este canuto habría obtenido sin duda sugerentes motivos para pintar un lienzo dedicado a las adelfas.

21. Aterrazamiento      Vayamos por fin al balneario, a lo que queda de lo que nosotros pensamos que fue el balneario. Retrocediendo sobre nuestros pasos nos dedicamos a escudriñar este aterrazamiento de piedra que habíamos observado antes.

   Aunque se encuentra derruido en algunos tramos calculamos que pudo medir entre 20 y 30 metros en su estado original. Justo enfrente hay otro en la misma orilla del arroyo, aterrazándola también. Su función no podía ser otra que que la de evitar corrimientos de tierra y así servir de cimiento a estructuras de alguna edificación.

22. Excursión Juan Pérez Arriete. Piedra de los bichitos. Abril 1935
Fotografía de Enrique Pérez Benítez

    Quizá por los alrededores se tomó esta otra fotografía de Juan Pérez Arriete. En el reverso consta esta cita: «Fuentesanta. Piedra de los bichitos».

   Como se aprecia en la imagen, la orilla del arroyo está despejada y es accesible. Al contrario de lo que ocurre hoy día, donde un espeso túnel de vegetación impide muchas veces hasta ver la corriente.

23. 2ª Terraza con restos de viviendas   Detrás de los muros de contención encontramos cientos de piedras desperdigadas por una gran superficie. No parecen ser la típica arenisca del aljibe, la roca mayoritaria en estos suelos. Por su color entre gris y azulado pensamos que se trata de pizarra, de la denominada en el Campo de Gibraltar como «losa o piedra de Tarifa» o «piedra jabaluna». Es probable que fuera transportada allí desde alguna cantera cercana.    24. Alineamientos de piedras   A pesar del caos se distinguen alineaciones de piedra a lo largo y a lo ancho, que se extienden también una treintena de metros. Y pies de muros que nos permiten apenas adivinar formas. Sin embargo, los árboles y arbustos que se han adueñado del lugar nos impiden tomar una perspectiva adecuada que nos aclare el asunto. Nota para la siguiente caminata: meter en la mochila un globo aerostático para sacar fotografías aéreas.

25. Muro de vivienda     Tras los oportunos arañazos y pinchazos conseguimos hallar estructuras cuadrangulares, restos de construcciones invadidas totalmente por las zarzas. Otra nota: Meter también en la mochila una desbrozadora en condiciones.

     ¿Estarían aquí las 18 habitaciones con tejas de las que nos habla la reseña de Pascual Madoz? Digámoslo ya ¿Estamos en las ruinas del balneario de la Fuentesanta? Nosotros nos mojamos y contestamos afirmativamente. Dudamos que existan otros vestigios similares en toda la garganta.

26. Resto de enfoscado en muro     En algunos de estos pies de muro todavía se aprecian huellas de enfoscado.

27. Resto de Ladrillos y tejas     Y por doquier se ven numerosos restos de tejas y ladrillos tirados por el suelo.

    El historiador Angel Sáez, en una nota a pie de página de su artículo sobre el camino de la Trocha comenta lo siguiente, citando también a Madoz al principio: «Costaba de una alberca, 18 habitaciones de teja y varias chozas para 20 familias…» Y añade de su cosecha: «Sus edificios darían más tarde cobijo a varias familias campesinas, hasta su total abandono en los años cuarenta. Las ruinas del balneario fueron convertidas en bancales de cultivo. Era el último núcleo habitado de este hermoso valle, junto a La Cabreriza, en la ladera norte. En la actualidad, unos pocos restos de viviendas sirven de porquerizas a orillas del arroyo».

Foto de Francisco Javier Pizarro (FB Paisajes del Campo de Gibraltar)
Foto de Francisco Javier Pizarro (FB Paisajes del Campo de Gibraltar)

    En un sitio donde «se tomaban las aguas» no podían faltar botellas. Esta que hoy contiene agua y algún tipo de alga, sospechamos que en el pasado contuviera alguna bebida espirituosa.

Botella de cerámica   O esta otra de cerámica, sin duda más auténtica y antigua. Es curiosa la forma en espiral de su fondo.

28. Fuente o alberca

   No obstante, el hallazgo que nos causó más emoción fue esta alberca situada en una vaguada cercana, en uno de los extremos del complejo terapéutico. Donde señala mi hermano es donde estaría el caño o surtidor. Alrededor de este aún se mantiene la cal en el enlucido. Nos vemos obligados a preguntarnos de nuevo ¿Es esta  la alberca que cita Madoz?

Situación balneario    Terminamos el reportaje con un croquis de la garganta y las dependencias localizadas. Tal como imaginábamos al principio de la caminata presentiamos que nos esperaban ruinas y vestigios, mucha piedra amontonada y algún que otro, para nosotros, emocionante hallazo. Y así ha sido más o menos.
Menos mal que procedemos de familia obrera; mi mismo hermano es albañil, y al mismo tiempo contamos con nuestras inquietudes históricas y culturales. Dos factores que nos han permitido poner a trabajar la mejor de las herramientas en estos casos: la imaginación. Nos fuimos de allí con una idea bastante aceptable de lo que pudo ser el balneario de la Fuentesanta. Nos ganamos el jornal.

30. Algeciras en 1942
Vista aérea de Algeciras en 1942.

¡CHISTERA, CHISTERA LA DCAMINATA ESTÁ FUERA!

Para saber más:

Biblioteca · Caminatas · Historia, Folclore y Etnografía · P.N. El Estrecho

Castillo de «El Tolmo»: un fuerte en el Estrecho de Gibraltar


Portada Castillo del Tolmo

       Ya no hay moros en la costa, ni ingleses, holandeses ni turcos, o al menos no se les espera divisar como ocurría en siglos anteriores. Esa presencia, que sin duda fue intimidatoria y peligrosa en el pasado, se ha transformado sustancialmente en la actualidad. Petroleros, ferrys y portaviones han sustituido a bajeles y galeras; y los radares de alta tecnología han dejado en pañales a las torres almenaras. En fin, la noción de «peligro», y de «enemigos», más que cambiar, se ha difuminado en el horizonte, lo cual no quita para que en ciertos aspectos vivamos en un s.XXI un tanto medieval.

            El Castillo del Tolmo fue construido en pleno Estrecho de Gibraltar en 1741, diseñado por Don Lorenzo de Solís, Ingeniero Comandante de Ceuta. Por estos años el enemigo más combativo no procedía del sur, de las costas de Berbería, si no del norte, y por caprichos y avatares de la historia ese enemigo de latitudes norteñas se nos acabó instalando en el patio trasero, o en el jardín de delante, como prefieran: GIBRALTAR.

                Resbaladizo como un jabón en las manos de diversos imperios y reinos, el Peñón de la Discordia cambiaría varias veces de dueño. Desde que el Duque de Medina Sidonia se lo arrebatara a los nazaríes de Granada en 1462, apenas llevábamos tres siglos intentando que no se nos resbalara y saliera disparado; y en esas llegaron los ingleses (y algún que otro holandés), tan prácticos, tan funcionales ellos, y encontraron la manera de apoderarse del jabón: a cañonazo limpio.

                La pérdida de Gibraltar supuso el renacer de las luchas y guerras de frontera, de las cuales sabe tanto nuestra geografía sureña. No sólo afectó al territorio peninsular, sino que dificultó el abastecimiento y la defensa de Ceuta y otras ciudades norteafricanas en manos españolas, al quedar la bahía de Algeciras bajo fuerte control de la artillería y armada inglesas.

                En este contexto, para combatir esta específica amenaza de desamparo de las plazas norteafricanas, se levantó el fuerte de El Tolmo. ¿Fue útil su presencia en el Estrecho? Según cómo se mire. Llegados a este punto les animo a acabar la entrada para entrar un poco en materia, y si quieren documentarse debidamente, a consultar los artículos que enlazo al final de la entrada; en especial el de Ángel Sáez Rodríguez, de donde extraigo la mayoría de datos: El fuerte de «El Tolmo» (Algeciras-Cádiz), puente entre dos continentes. Si así lo hacen comprobarán que muchos de los hechos acaecidos les suena a muy modernos, a muy actuales, y que a la hora de la verdad muy poco hemos cambiado en 250 años.

         Por suerte, hay cosas que el devenir de los siglos no cambia. Hoy día la mejor forma de llegar al fuerte de El Tolmo sigue siendo a pie. Varios son los caminos que nos conducen a este punto de la costa del Estrecho, pero si tuviera que quedarme con uno me quedaba con el Camino de los Pescadores. En el mapa que muestro es el que queda a la derecha, entre los Arroyos del Laurel y el Culantrillo.

Caminos que conducían al Fuerte de El Tolmo
Caminos que conducían al Fuerte de El Tolmo. Sección del plano realizado por D. Lorenzo de Solís (Ingeniero comandante de Ceuta)

   En el s. XVIII tres eran los caminos principales que confluían en El Tolmo, supongo que herederos directos de caminos medievales. Uno costeaba procedente de Tarifa; otro continuaba por el este en dirección a Getares; y el último conectaba el fuerte con la renacida Algeciras. Es posible que su trazado coincidiera a groso modo con la Carretera de las Pantallas, paralela al Arroyo del Lobo. El acondicionamiento de estos caminos permitiría el transporte de mercancías y tropas.

    Gracias al flamante departamento de infografía de dCaminata podemos imaginarnos las partes o secciones que en su día constituyeron  el conocido popularmente como el Castillo de El Tolmo: casi 800 metros cuadrados de fortificación abalaurtada.

    Y eso del «Tolmo» ¿significa algo? Pues sí, exactamente lo que veis en la foto de arriba, un peñasco elevado de grandes proporciones. En este caso, se adentra en el mar y dibuja un pequeño cabo. Las primeras referencias escritas sobre el lugar se remontan a la edad media. Una vez más hemos de agradecérselo a Alfonso XI, el rey castellano que el siglo XIV ensanchara las fronteras de este sur del sur. En el Libro de la Montería, de 1344, indica que la «Cabeza del Tormo y el arroyo de Quebrantabotijas» son buenos lugares para cazar jabalíes en invierno.

         Si toman un mapa  y observan el Estrecho de Gibraltar se darán cuenta de que el único accidente geográfico que pudiera dar algo de cobijo a las naves es esta Ensenada de El Tolmo, a 11 kilómetros de Tarifa y 6 de Punta Carnero. El resto del litoral es prácticamente rectilíneo o demasiado agreste, y siempre expuesto a los fuertes vientos y corrientes marinas.

        La Ensenada de El Tolmo ofrecía un triángulo de relativa seguridad a aquellas embarcaciones que por muy diversos motivos recalaban en ella. ¿Qué motivos podrían ser estos? Principalmente buscar refugio frente a los temporales. Pero el motivo o causa que más temían  los habitantes del área colindante eran los desembarcos de piratas o corsarios de muy distintas naciones, en busca de botín y agua potable para abastecerse. No eran muy numerosos los arroyos que en época estival pudieran bastar para llenar los toneles. La desembocadura del Río Guadalmesí, y los Arroyos del Laurel y el Culantrillo, debían ser los objetivos más preciados para estas naves sedientas de agua, ganado y personas que luego se venderían como esclavos. Por dicha razón, estos hitos costeros han sido vigilados y controlados desde siglos atrás. Este parecer ser el origen de la expresión: «al enemigo ni agua».

   

          Aquella primaveral mañana mi colega Juan y yo atacamos El Tolmo por su flanco oeste. Tuvimos suerte de toparnos con una marea bastante baja, y de fijarnos en una estructura rectilínea de piedra que no habiamos visto en anteriores visitas: los cimientos del EMBARCADERO.

Cimientos del embarcadero

        Dos siglos y medio después, esta fila de sillares labrados es lo único que se ha conservado del muelle, del que fuera una de las piezas esenciales del fuerte. A mis colegas blogueros de Jerez les complacerá saber que para fijar adecuadamente la estructura al fondo marino se utilizaron estacas de pinos de su tierra.

Muelle y embarcadero
Muelle y embarcadero. Sección del plano realizado por D. Lorenzo Solís.

        Su construcción le costó a las arcas del estado 19.436 reales, a los que habría que sumarle otros 5.392 para reparar el espigón sólo cinco años después, en 1746. A las autoridades militares tal gasto les parecería una buena inversión, y sin duda alguna lo sería, pero me temo que al muelle del fuerte de El Tolmo le ocurrió lo mismo que a algunos aeropuertos españoles de nuevo cuño. Probablemente muy pocas embarcaciones aprovecharían sus infraestructuras.

      

      Tras el muelle, nos tocaba asaltar la plataforma de las BATERÍAS ARTILLERAS, elevada una decena de metros sobre el nivel del mar. En dicha subida observamos lo que parece ser material de relleno, el cual proporcionaría estabilidad a la plataforma y aguantaría el peso y  las acometidas de los cañones. Utilizo el condicional de estos verbos, pues según las investigaciones realizadas por Ángel Sáez, tanto esta plataforma artillera como el foso sufrieron desperfectos que debieron ser luego subsanados.

       Tal como señala en su artículo, estos daños unas veces eran ocasionados por las inclemencias meteorológicas, y otras, aquí es donde el asunto les va a sonar a actual, se debían a la escasa calidad de los materiales empleados y a una ejecución más que dudosa por parte de los constructores civiles.

       En suma, en la edificación del fuerte se produjeron una serie de hechos que hoy llenarían de titulares las primeras páginas de la prensa local: Alargamiento de plazos en el inicio de las obras, defectos en estas, incluso malversación de fondos. Y por si fuera poco, algunos de los oficiales ingenieros del ejército podían estar sin ver la paga ¡hasta 49 meses!

Plano del Fuerte de El Tolmo, de D. Lorenzo de Solís.
Plano del Fuerte de El Tolmo, de D. Lorenzo de Solís.
Detalle de la plataforma artillera y rampa de acceso
Detalle de la plataforma artillera y rampa de acceso

      La plataforma contaba con una superficie de 250 m². Puede que sea de las secciones del fuerte que mejor nos permiten suponer su estado original. Los artilleros que sirvieron en ella debieron gozar de las mismas vistas que nosotros, pero claro, a ellos en cualquier momento les podía aguar la fiesta la visión de la Unión Jack, la bandera británica.

Cañón de a 24. Fuente: web Todoababor.
Cañón de a 24. Fuente: web Todoababor.

       Este podría ser el aspecto de uno de los cuatro cañones emplazados en el fuerte de El Tolmo. Enormes artilugios de guerra que pesaban cerca de tres toneladas. Según la web Todoababor, una bala de un cañón de 24 libras (10 kg. aprox.) podía alcanzar un objetivo a 3.113 metros.

      Estas piezas mayores eran auxiliadas por otras cuatro de menor calibre: cañones de a 8. Y estaba previsto que estas 8 piezas se duplicaran en caso de conflicto bélico.

      Desconozco si la artillería del Tolmo llegó a utilizarse contra efectivos ingleses. También es cierto, como se verá más adelante, que estos hijos de Albión prácticamente no les dieron tiempo a demostrar su poder destructor.

cañón de  24 libras

Detalles de la batería

     En la imagen de arriba se aprecia parte del enlosado original, y al lado un práctico intento de embellecer el parapeto de la batería con piedrecillas alineadas. Y es que me imagino al jefe de obras dictando ordenes, después quizá de algunas de las chapuzas mencionadas: «Venga, vamos, que quede bonito, que no nos tengan que llamar la atención otra vez…»

     Dejamos atrás la batería, con el tronar de los cañones en la imaginación, y bajamos por la rampa de acceso a la zona de acuartelamiento.

Detalle de los barracones
Detalle de los barracones

Según este plano, fechado a 27 de octubre de 1741:

  •       El barracón B es el de los artilleros.
  •       Los dos barracones con la letra C corresponden a los de los soldados de infantería y Escopeteros.
  •       El barracón D es el de los oficiales.
  •       El E corresponde a un almacén para la pólvora.
  •       En otro plano del mismo ingeniero, datado en 16 de septiembre de 1740, se aprecia el contorno de otro barracón que no llegó a proyectarse en el del año siguiente. Estaba situado en el baluarte opuesto a donde está el almacén de pólvora, y según dicho plano estaría destinado también para los oficiales. En este plano que les muestro ya no aparece, pero sí que se llegó a levantar. Ángel Sáez nos señala que el fuerte contaba también con una capilla ¿sería este barracón, apartado de los demás, la capilla?

       Como pueden observar, los barracones están engullidos por los jérguenes e incluso una higuera crece en uno de ellos. Es prácticamente imposible adentrarse en el interior. Una vez más nos hallamos frente a otro Bien de Interés Cultural, con un reconocimiento especial otorgado a los castillos por la Junta de Andalucía desde 1993, abandonado a su suerte.

Escopetero de Getares
Escopetero de Getares

Además de tropas de infantería y artillería, el fuerte de El Tolmo contó con un pequeño destacamento de Escopeteros de Getares, la compañía militar que tal vez  mejor represente la lucha oficial contra el contrabando y el inglés. Aunque su campo de acción se circunscribía sobre todo a la Bahía de Algeciras, nació en Tarifa con carácter miliciano, con 40 tarifeños elegidos como los «más templados y mejores tiradores». Su estancia en El Tolmo no sería muy prolongada, y al parecer bajo sospecha del mando militar en San Roque.

          El aislamiento en estas costas batidas por el viento y el peligro conllevó se supone prácticas digamos que no muy legales. Se han documentado quejas de propietarios de tierras contra estos Escopeteros, en las que llegó a denunciarse robo de animales u ocupación de parcelas para uso propio. Supongo que estos hechos no pasarían de ser ocasionales. La convivencia de militares y civiles en un mismo territorio nunca ha sido de color de rosa. Similar fricción se produciría ya en el s.XX, en tiempos de la posguerra, entre dueños de cortijos y los destacamentos militares emplazados en Punta Carnero.

        En la cara sur, la que da al mar, se aprecian más restos del perímetro mural. El elemento que más nos llamará la atención será este ángulo o esquina de arriba, perteneciente a uno de los dos baluartes. Estas estructuras defensivas, normalmente pentagonales, nacen como superación y mejora de las tradicionales murallas rectilíneas. El castillo del Tolmo es un buen ejemplo de los fuertes abaluartados que se construyeron en el s. XVIII.

Acceso principal

      Ya por último nos acercamos a la cara norte, donde se situaba el acceso al fuerte. Sin molestar a los becerrillos, les pido que enciendan la maquinaria de la imaginación. Primero pongan en marcha la desbrozadora y anulen mentalmente los arbustos. Luego arremánguense y saquen el pico y la pala para cavar un foso.

        Después del bocata, levanten un muro de piedra y mortero de cal, y corónenlo con una empalizada de madera. La altura ha de ser de 4 metros, si no quieren que los casacas rojas se le cuelen dentro.

      Emprendemos el camino de vuelta con un toque agridulce en las botas y en la mirada. Tenemos la sensación positiva de haber visitado un hito histórico del pasado de nuestra comarca, pero nos decepciona su estado de abandono, que impide un mejor conocimiento de su interior.

        El fuerte de El Tolmo se despide históricamente de todos nosotros en 1810, como una película con final chungo pero que se veía venir. En este año, y en el contexto de la Guerra de la Independencia, los militares ingleses afincados en Gibraltar no nos perdonan que hayamos cambiado de bando y aliado con los franceses. Una compañía de zapadores se encarga de arrasar nuestro «castillo en el Estrecho», así como otros emplazamientos militares del litoral.

PARA SABER MÁS:

¡Chistera chistera la dCaminata está fuera!

Biblioteca · Historia, Folclore y Etnografía · P.N. El Estrecho

Encontramos una placa de 1874 en la Fuente de la Alcarracilla (Punta Carnero)


1. Portada placa y aljibe

«Lo importante no es saber, sino tener el teléfono del que sabe» .

(Les Luthiers)

       Para llegar a este aljibe y esta placa mi hermano Francisco Javier y yo hemos tenido que andar una serie de caminos, caminos que no suelen aparecer en los mapas topográficos al uso.

       El primer camino pasa por una pista de tierra ancha y cómoda de andar, el de nuestro interés por la Historia, y en concreto por la historia de nuestra sureña geografía. El segundo conecta con un sendero algo más estrecho y tortuoso, que es el que nos conduce e induce a visitar los lugares que consideramos menos transitados. Y el tercer camino, el más importante sin duda, es una vereda casi «desaparecida», la que finalmente nos ha permitido dar con este hallazgo.

        De ahí que empiece la entrada con la cita atribuída al grupo Les Luthiers. Sin la ayuda y colaboración «del que sabe» hubiera sido imposible hallar esta fuente construída en 1874, y su correspondiente placa fundacional. En este caso, «el que sabe», el que nos revela esta vereda oculta es un señor que se ha criado y crecido en Punta Carnero, y que conoce el lugar como sólo lo pueden conocer las personas que han vivido y trabajado en él. Por modestia  prefiere que su nombre no aparezca en esta historia. Una posición totalmente respetable, claro está, pero que no va a impedir que le dediquemos esta entrada.

       Consideramos interesante este hallazgo por varios motivos. Hasta donde alcanzamos, pensamos que es algo bastante inédito. Al menos en internet son nulas las referencias textuales, y también nulas las fotografías. Es más, incluso nuestro mismo informante, una vez que nos puso tras la pista, no estaba totalmente seguro de que en este aljibe existiera una placa. Me dijo algo así como que, Juanma, no te emociones mucho, vaya a ser que la memoria me traicione. Lógicamente tampoco conocía el contenido de dicha placa.

       Como se verá más adelante, el texto de esta placa relaciona la construcción de la fuente de la Alcarracilla con la más conocida fuente del Cortijo de Tapera. Los que mandaron construir ambas fuentes-abrevaderos fueron una pareja de hermanos, seguramente propietarios de estas tierras. ¿Curioso, no? La cosa va de hermanos y fuentes.

       Una vez escrita esta necesaria introducción, pongámonos en camino.

2. Aproximándonos a la fuente.

      La historia comienza una mañana en la que mi hermano y yo decidimos explorar el curso alto del arroyo de la Alcarracilla del Peral. Es lo que tiene encontrarse en paro forzoso, que no paramos. El arroyo de la Alcarracilla vierte sus aguas en la Cala del Peral, en pleno Estrecho, casi a los pies del antiguo cuartel de Carabineros. El progresivo abandono agropecuario de estos campos ha convertido esta zona en una auténtica selva. Las zarzas, jérguenes, lianas y otros espinosos arbustos se comen literalmente los antiguos senderos.

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     Nuestro objetivo era inspeccionar un antiguo cortijo que ya había visitado mi hermano con anterioridad. Se trata del Cortijo de Viña Pepa, habitado hasta 1947 aproximadamente. Una serie de habitáculos y dependencias, restos de una era y bancales de cultivo delatan su importancia en el pasado. El topónimo nos transporta a una época en la que en Punta Carnero se cultivaban viñedos. Viña Luna, Viña Grande, Cala de la Parra… el uso vinícola de estos pagos se ha fosilizado en sus sugestivos nombres.

      Podemos imaginar cómo fue el paisaje de Punta carnero centurias atrás si nos damos una vueltecilla por ejemplo por Manilva.

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       Cuando ya dábamos por cumplida nuestra caminata mañanera nos topamos de casualidad con esta hermosa y abandonada fuente: La Fuente de la Alcarracilla. Nuestra sorpresa fue enorme, pues ninguno de los dos teníamos noticias de ella, ni por referencias ni por fotos. Sólo nos dio tiempo de despejarla un poco de la vegetación que la acosaba. También rebuscamos en sus frontales esperando hallar alguna fecha, o placa, ya que sabíamos que la mencionada y cercana fuente de Tapera la conserva, pero nada.

3. Pilar de la Alcarracilla

      Erigida en dos niveles, nos sorprendió también su gran tamaño (Casi 20 m. x 2 m.), y su buen acabado y estado de conservación, pese a como digo estar abandonada.  Los que mandaron construirla, pensamos, debían ser gentes con «posibles». Los albañiles y canteros que la levantaron hicieron sin duda un gran trabajo: ladrillos vistos en los frontales, buenos enfoscados, sillares de piedra unidos con grapas de hierro y plomo fundido, etc.

4.Pilar de la Alcarracilla

       Esa misma tarde logré contactar con mi informante para recabar datos. No sé por qué pero ya intuía que el encuentro iba a ser satisfactorio, que este buen hombre nos iba a encender la mecha de la curiosidad y la aventura.

     Y tanto que fue así. En primer lugar le puso nombre al cortijo que encontramos: Viña Pepa, y no Roldán como yo creía. Luego tiró de sabiduría popular, nos aclaró que aquello no es estrictamente una fuente, sino un pilar, es decir, un abrevadero para el ganado, y que él la conoció siempre como el Pilar de la Alcarracilla. Nosotros, claro está, sabemos cuál es su finalidad, pero vamos, a cada cosa su nombre, y donde se ponga un pilar, quítense todas las fuentes.

5. Pilar de la Alcarracilla

      No me quivoqué, la mecha hizo explotar el petardo. Casi al término de la conversación, como el que no quiere la cosa, como desplegando ante mí un viejo mapa del tesoro, va y me dice: Juanma, si no recuerdo mal, a pocos metros del pilar está el aljibe, que es el que recoge el agua del manantial, y dentro de éste, no me hagas mucho caso porque ya han pasado muchos años, creo que hay una placa….

       A ver cómo sigo contando la historia. Un petardo no, una bomba de curiosidad, prisas y suspense acabó de explotarme dentro. Casi que tuve que contenerme para no salir pitando y dejarlo solo en el salón de mi casa. Bromas aparte, no todos los días le ofrecen a uno un caramelo tan dulce. Gracias, informante.

       Dos días después regresamos mi hermano y yo a esta fuente «del Tesoro», pero pertrechados con las armas necesarias: unas tijeras de podar y una zoleta, aunque lo suyo hubiera sido unos machetes.

      Normal que el primer día no viéramos nada. Detrás del pilar se levanta una formidable muralla de zarzas y enredaderas, que impide la visión apenas un metro más allá.

7. Abriéndonos paso

       Poco a poco, fuimos abriendo un pasillo, el justito para pasar. Sarna con gusto no pica o ¿Zarza con gusto no pincha? Qué más da, en estos momentos poco importan los pinchazos, arañazos y alguna que otra caída.

8. Parece que vemos una chapa de hojalata

    Algo brilla al fondo, una chapa de hojalata. Aún no se ve ninguna construcción, pero un par de piedras labradas tiradas en el suelo nos confirman que vamos por buen camino.

9. Y un cubo

      Vaya, y un viejo cubo oxidado. Más claro, agua.

10. La placa se deja ver

      Y por fin llegamos a nuestro objetivo, a nuestro aljibe, más contentos que  Heinrich Schiliemann cuando descubrió Troya. AHÍ ESTABA LA PLACA. He de confesar con cierta verguenza que en ese momento me vine arriba, pues al asomar la cabeza, atisbé una D, y algo más. Le dije, más bien grité a mi hermano, Chico, una D… parece que pone DIOS. Lo que nos reímos.

11. Mi hermano quita la chapa

     La verdad es que no se veía nada en claro. Mi hermano quitó la chapa, seguramente puesta en su momento para evitar que algún animal cayera dentro. Sospecho que el que pusiera esta chapa años atrás fuera el señor Manuel, un vaquero del que también he recibido ayuda en otras ocasiones.

12. Y seguimos limpiando

Y dale que te pego a las tijeras. ¿Quién dijo antes que estábamos parados?

13.Empezamos a descifrarla cual champoliones

      Mi hermano flipa en colores, o más bien, en grises. La piedra que se ha utilizado para la placa es, si no me equivoco, la típica caliza que conocemos como «losa o piedra de Tarifa», aunque ésta seguro que fue extraída de una cantera situada cerca del aljibe.

14. Placa limpia

        La limpiamos y mojamos con mucho cuidado, para tratar de descifrar su texto. El color grisáceo de la piedra y la superficialidad de algunas letras nos complican la tarea, pero poco a poco, cual piedra rosetta de la Alcarracilla, nos desvela su misterioso contenido.

15. Placa limpia sobrescrita.

Trato la imagen y sobrescribo encima para que se entienda mejor. Esto es lo que pone:

» De los Hº Miguel y Julián Navarrete, año 1874″

16. De los Hermanos

     Y ahora un poco más cerca:

» De los hermanos…»

17. Miguel

«Miguel»

18. Y Julian Navarrete

«Y Julian Navarrete»

19. Año 1874

«Año 1874»

20. A lápiz

También vimos estos trazos escritos a lápiz. Yo no distingo nada, pero se nota que la caligrafía es de la misma época.

Una vez desvelado el texto de la placa, podemos confirmar la relación espacio-temporal entre esta fuente de la Alcarracilla y la de Tapera. Como comenté antes, esta última fuente sí es más conocida, y pueden verse fotografías en la red.

Para dar fe de ello y no dejar el trabajo a medias, nos dirigimos  a ella ese mismo día.   

21. Pozo

Pero antes dejamos nuestra impronta en el aljibe.

22.Panorama Alcarracilla

Panorámica del Arroyo de la Alcarracilla.

24.Cortijo de Tapera.

     Este es el Cortijo de Tapera, hoy día aún habitado. A sus espaldas, junto al arroyo de la Morisca, se encuentra la fuente «hermana».

25.Fuente de Tapera

     Como se observa, su tamaño y factura son similares, aunque el aljibe se encuentra pegado al pilar propiamente dicho. En este aljibe o cisterna es donde se halla la placa.

26.Fuente de Tapera

27.Placa Fuente de Tapera

Y este es el texto de la placa:

«De los hermanos Don miguel y Don Julián Navarrete. Año de 1879»

28.Comparativa placas

    Cinco años separan a una de otra. Y 139  a nosotros de ellas. ¿Muchos, pocos? No sé, pero mucha agua ha corrido por estas fuentes desde entonces. ¿Quienes serían estos hermanos Navarrete? Sin duda alguna «personalidades» de la Algeciras de esa época, propietarios de estas fincas y seguramente de alguna más.

     Es curioso cómo el destino juega sus cartas y sus placas. 139 años después, salvando las distancias, dos parejas de hermanos unen sus caminos en la pequeña historia que nos toca vivir. Los hermanos Navarrete y los hermanos Pizarro, propietarios por ahora de sus propios pasos, y poco más.

29.Tirándome a la fuente.

       Y aquí os dejamos, amigos. Mi hermano no sé, pero yo me tiro al pilón y me sumerjo en 1879, a ver qué encuentro. Abajo os desplego otro mapa del tesoro. Es de 1786 y la zona arbolada de la Alcarracilla nos indica que ya por esos años era una zona habitada por algecireños, por punteños.

         Una pista, el tesoro lo tenéis a la vista.

30. Detalle del mapa de Vicente Tofiño de San Miguel
Detalle del mapa de Vicente Tofiño de San Miguel, 1786.

¡Chistera, chistera, la dCaminata está fuera!

Caminatas · Historia, Folclore y Etnografía · P.N. El Estrecho

Canteras romanas de Paloma Alta


1. Amaneciendo en Valdevaqueros

    Pocos lugares congenian tan bien el verde y el azul como Paloma Alta, con el permiso de la bruma del levante, por supuesto. El verde de los pinos piñoneros y el azul del Estrecho de Gibraltar, el Fretum Gaditanum de los romanos, que aquí empieza a ensancharse en océano.

      Paloma Alta se encuentra en la cara sur de la sierra de San Bartolomé, entre las playas de Bolonia y Valdevaqueros, formando una cornisa de areniscas y calcarenitas a media altura (192 m.) entre la aldea del Chaparral y la cabecera del arroyo de los Puercos.

     En esta cornisa, a lo largo de unos 500 m. aprox. se halla una de las principales canteras romanas que abastecieron a Baelo Claudia durante siglos. Las otras, quizá más conocidas, se encuentran en los acantilados de Punta Camarinal. Todas ellas posibilitaron que Baelo se convirtiera en un reconocido emporio comercial, rival pero a la vez socia de otras ciudades como Tingis (Tánger), Carteia, Iulia Traducta (Algeciras), Septem Frates (Ceuta), Tamuda (Tetuán), etc. Juntas formarían el llamado Círculo del Estrecho, y exportarían al resto del imperio la industria que haría famosa a nuestras costas, la de los salazones de pescado y sus derivados.

      No está de más, para acabar esta introducción, recordar que Baelo Claudia es quizá el mejor yacimiento romano de la península que podemos visitar para obtener una visión completa de cómo era una urbe romana. Esto no hubiera sido posible sin canteras como las de Paloma Alta.

Mapa del lugar

     El acceso a estas canteras no es muy complicado, pero es aconsejable un buen conocimiento previo de la zona, y tener bien engrasado nuestro sentido de la orientación. Los pinares no suelen ser bosques respetuosos con los senderos, cuando los hay, pues ya se encargan las agujas de tapizar el terreno y las ramas bajas de no mantenerte erguido.

        De las opciones que tenemos para llegar a estas canteras la más cómoda y sencilla sería a través de la colada de la Reginosa, vía pecuaria que parte desde el Lentiscal (Bolonia), atraviesa el pinar y se remonta hacia los campos de Betijuelo. Otra opción factible partiría desde esta misma aldea tarifeña, Betijuelo, pero en sentido descendente.

             Si accedemos desde Betijuelo pronto nos encontraremos con el vértice geodésico VN10 (312 m.) de Paloma Alta, donde nos vimos obligados a hacer un alto en el camino. Al igual que los montañeros realizan paradas para aclimatarse a la altura, nosotros tuvimos que parar un ratillo para aclimatarnos a paisajes tan espectaculares. Si no hacemos esto corremos el peligro de enfermar no con el mal de las alturas, sino con el «mal de las prisas» y perdernos unas panorámicas irrepetibles. Hacia el oeste la ensenada de Bolonia y su duna, y hacia el sur las Canteras, nuestro destino.

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       El denso pinar nos permitió llegar a los Tajos de Catalino, los más cercanos a la ensenada y la aldea del Chaparral. Tajos de Catalino, con este nombre ¿quién se resiste a visitarlos y ver qué nos ofrecen?

2. Tajos de Catalino

3. Tajos de Catalino

      De nuevo el paisaje nos obligó a realizar una parada de aclimatación. Y es que el mal de las prisas suele manifestarse con el rugir de las tripas y un leve debilitamiento de las piernas. Era hora pues de aliviar tales síntomas con un buen bocata.

       La conversación giró alrededor de las especies que definen este bosque litoral: Pinos piñoneros (Pinus pinea), sabinas (Juniperus phoenicea), enebros (Juniperus oxycedrus), camarinas (corema album), retamas y otras plantas que desconozco o se me olvidan, aunque Juanlu, buen conocedor de la flora,  se esfuerce en hacérmelas aprender y recordar.

4. Tajos de Catalino

5. Tajo de Catalino

     Aprovechamos también ¿cómo no? para fotografiar y ser fotografiados. A todos nos gusta atrapar en nuestras jaulas digitales esos momentos fugaces que luego nos harán recorrer de nuevo el mismo camino, pero sentados cómodamente frente a la pantalla. Fotografiarnos en estos paisajes debe responder quizá a una necesidad atávica de apropiarnos de un territorio, aunque sea sentimentalmente. Yo he estado allí, puede ser la frase que mejor resuma este argumento.

6. Arco de calcarenita

        Y hablando de pantallas, de fotografías, de ventanas a otras realidades ¿qué me dicen de este arco de calcarenita? Pasándome ya de rosca ¿no podría ser a su vez el objetivo  de una cámara natural con el que el paisaje nos está fotografiando?

7. Arco de calcarenita

8. Paloma Alta

      Le dijimos adiós a nuestro amigo Catalino y continuamos la excursión en dirección este, hacia las canteras propiamente dichas.

9. Paloma Alta

    A poca distancia ya se dejan ver los primeros signos de cantera: peñascos de varios metros de altura cortados a la perfección, escalonamientos artificiales, taludes de escombros…

10. Primeras señales de cantera

        La calcarenita, como ya se ha dicho, fue la piedra extraída en estos yacimientos a cielo abierto. Localmente es conocida como piedra ostionera, pues está formada por ostiones y otras conchas, además de por arenas calcáreas. Su aspecto es vasto y poroso, por lo que no creo que ofreciera demasiada resistencia a las herramientas de los canteros. Utilizada desde hace más de dos mil años, aún sigue siendo una piedra solicitada para obras modernas; catedrales como las de Cádiz y Sevilla la emplearon en su edificación.

12. Primer grupo de canteras

       Cuando contemplamos una piedra calcarenita u ostionera no hacemos otra cosa que sumergirnos millones de años en la línea del tiempo y presenciar una playa o un fondo marino del Mioceno Superior. Playas y fondos marinos que ya disfrutaban las actuales focas o ballenas, mientras los actuales homos sapiens no pasábamos de ser grandes y peludos simios. Por fortuna para el planeta aún no se había inventado la humanidad.

      Que los hispanorromanos tuvieran un fondo marino tan fácil de trabajar y tan a mano se lo debieron al plegamiento alpino, a esa fuerza titánica de las placas tectónicas que levantaron nuestras actuales montañas y cordilleras. El mismo Estrecho de Gibraltar se estaba formando en esta época.

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13. Hacia el segundo grupo de canteras

     Poco antes de alcanzar nuestro destino nos topamos con esta curiosa formación, que ya conocía de una caminata anterior: un tambor o sección de columna a medio esculpir.

14. Tambor de columna semitallado

      Aún recuerdo vivamente la primera vez que lo vi. Tras la debida prospección arqueológica-fantasiosa, no me tuve que esforzar mucho para imaginarme al cantero trabajándola con sus cinceles y martillos.

         ¿Por qué dejaron el tambor de columna olvidado, a medio terminar? ¿No le gustó al cantero su factura o veteado? ¿Le dijeron quizá, eh, tú, no sigas, que ya ha terminado el imperio romano y no va formar nunca parte de un templo o villa? Quién sabe, pero hilando la broma con la historia y de nuevo con la especulación fantasiosa, ¿por qué no podríamos estar ante uno de los últimos vestigios de la existencia de estas canteras, coincidentes con alguno de los maremotos y seísmos que al parecer acabaron con el esplendor de Baelo Claudia?

       Este tipo de material era empleado sobre todo, además de para las columnas, para las jambas, capiteles y demás elementos sustentantes. Una vez colocadas en su lugar eran estucadas con un material más fino y pintadas.

        Otra roca también muy utilizada fue la jabaluna, la conocida como «piedra de Tarifa», que se destinaba para las losas de las calles, puertas, ventanas, murallas, etc. Al parecer aún no se acierta con la procedencia exacta de estas canteras, pues puede que estén cubiertas y enterradas por siglos de erosión y colmatación.

15. Tambor de columna semitallado

     También se aprecian curiosos ejemplos de erosión cárstica, sobre todo en las paredes expuestas al sur.

17. Calcarenita erosionada por las escorrentías

18. Formación de estalagmitas

     Y llegamos por fin al sector más interesante de las canteras, donde no espera un monolito o roque de calcarenita de varios metros de altura.

19. Hacia las canteras

     Resulta muy complicado tomar fotos con la distancia adecuada. La proximidad de los pinos nos impide captar una visión más panorámica del yacimiento. Aún así impresiona el lugar, y todavía más el trabajo que debió costarles a los canteros domar esa cornisa y conseguir esos perfectos planos verticales.

21. Canteras de Paloma Alta

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      La extracción de la roca se efectuaría de arriba a abajo, una vez despejada la zona de vegetación. En las canteras de Punta Camarinal aún son visibles las marcas de las barrenas, cinceles u otras herramientas que utilizaran para tal fin, pero en éstas yo al menos no las he encontrado.

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Marca de cantera en Punta Camarinal

Tajos de las Canteras

23. Canteras de Punta paloma

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    A continuación tomamos rumbo norte para conseguir una perspectiva elevada de la cantera. Por el camino seguimos viendo tajos y más tajos trabajados por estos esforzados y locos romanos, que diría Obélix, y tomamos conciencia de la magnitud real del  yacimiento, más extenso de lo que en un principio pudiera parecer.

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     El esfuerzo merece la pena. Las vistas desde arriba no pueden dejar a nadie indiferente. El monolito de calcarenita adquiere un matiz casi de monumento o escultura.

Tajo desde arriba

32. Arriba de las canteras

Hacia Valdevaqueros

         Lo que «descubrimos» a continuación ya nos dejó contentos para el resto del año que empieza y «petrificados». De las veces que me he pateado el lugar nunca había dado con lo que a todas luces parece la rampa por la que bajaban los materiales, aunque también podría ser un simple pero enorme talud de escombros.

       Pienso que no resulta muy descabellada la hipótesis de la rampa artificial, ya que en las canteras de Punta Camarinal existe una similar, de menores proporciones pero documentada y estudiada como tal. Al pie de dicha rampa se cree que habilitaran un embarcadero para transportar en barcazas los sillares y tambores.

        Aquí en Paloma Alta lo tuvieron un pelín más complicado, pues la costa se encuentra a más de 700 m. de distancia, y tuvieron que salvar un desnivel de más de 100 m. de altura.

Rampa 1

Rampa 2

      En la toma aérea de abajo se aprecia sin mucha dificultad la especie de cono o embudo formado por los escombros. Después de casi dos mil años los pinos  y otros arbustos apenas encuentran suelo donde enraizar.

Foto aerea canteras

   Por los alrededores encontramos la mitad de este tambor de columna, de 30 cm. de diámetro. El boquete de en medio servía para centrar y fijar las secciones que componían una columna, usando como eje una barra de madera o hierro.

27. Mitad de un pequeño tambor de columna

      La singularidad y estado de conservación de la pieza de arriba es excepcional, en mi opinión; aún así son numerosos los restos de sillares y otras piezas a medio tallar o desechadas que pueden verse cerca de la cantera. Quizá no tengan un valor museístico, pero forman parte de un todo que se encuentra desprotegido, y lo que es peor, desaprovechado cultural y turísticamente.

       Piezas de mayor porte se observan más abajo, en la ya mencionada colada (camino) de la Reginosa, tambores de columna sobre todo. ¿Quién sabe si ya hace dos mil años existía, superpuesta a esta, una vía o senda que uniera Baelo Claudia y Mellaria, en el caso de que dicha ciudad se hallase en la ensenada de Valdevaqueros?

24. Tambor de columna en la colada de la Reginosa

     Ya en la costa, a pie de playa prácticamente, seguimos hallando más tambores de columna, algunos de ellos de aspecto colosal. Ya sea a través de rampas o con otro método, el material era bajado para luego ser trasportado a sus destinos en barcazas.

26. Tambores de columna a pie de playa
Fotografía cedida por José Manuel Amarillo (http://josemanuelav.lacoctelera.net/)

Tambor en la costa

Tambor en las Piscinas

      Estos romanos no perdían el tiempo. Incluso en la misma costa seguían esculpiendo y extrayendo material. Mi hermano Francisco Javier  está de pie sobre otro de estos tambores sin acabar.

      Muchos conoceréis sin duda este lugar, a los que desafortunadamente no lo conozcáis os diré que aún sigue llamándose de una forma muy romana: los Baños de Claudia. Yo siempre lo he conocido como «las piscinas», pero hay que admitir que Baños de Claudia queda más sugerente y resultón.

      Muy cerca de este paradisíaco enclave se halla presumiblemente uno de estos embarcaderos. Los sillares son tan numerosos que se diría que forman casi un espigón.

      No quisiera acabar la entrada sin mostrar fotos propias del destino principal de estas singulares calcarenitas: Baelo Claudia. Aquí se completa el círculo, aquí toma significado el trabajo titánico de esos canteros con los que al final no puedo dejar de sentirme identificado y a los que ensalzo y saludo dos mil años después, casi tan hispanorromano como ellos.

¡AVE LAPICIDA, DCAMINATA TE SALUTAT!

30.Foro de Baelo Claudia

29. Otras piezas de calcarenita en Baelo Claudia

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Baelo Claudia

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La Torre almenara de Punta Carnero.


Estrecho de Gibraltar y Torre del Fraile

          «Vuestra Majestad fue servido de mandarme que viniese a hacer ciertas torres y atalayas en la costa del Andalucía, y a visitar los lugares della cómo estaban de gente, armas y municiones… toda la costa del término de Tarifa desde Gibraltar a Zahara que del Duque de Medina Sidonia hay seis leguas de costa y en todas ellas no hay torre ni atalaya ninguna, sino una torre que está algo metida en la tierra y ésta es muy antigua, con una escalera de piedra que suben peñas de notable obra por la largueza que tienen y ésta debió ser atalaya para la tierra en tiempo de moros porque responde mal con la marina.…»

 Luis Bravo de Laguna, director de fortificaciones de Felipe II.

    Así describía Luis Bravo de Laguna, jefe de ingenieros del monarca español, el estado de desprotección de las costas desde Gibraltar a Zahara de los Atunes en el s. XVI. Sólo una atalaya, la actual Torre de la Peña, alertaba de las incursiones y desembarcos de los piratas berberiscos, ávidos del ganado de la campiña de Tarifa y sobre todo de sus dueños, que serían esclavizados, y liberados luego los más pudientes, tras el pago de un suculento rescate. En descargo de nuestros vecinos saqueadores, advertir que el corso y el pirateo fueron actividades practicadas por «bandoleros del mar» de ambas orillas.

     Para estropearles el negocio, o al menos para intentarlo, se construyeron diversas torres almenaras en la segunda mitad del s. XVI y principios del XVII. Esa era la intención de Luis Bravo: fortificar el Estrecho y crear un efectivo sistema de alertas. Supongo que estamos ante el primer plan de defensa serio que se erigió en nuestras costas, y porque no, ante el antepasado tardomedieval del Sistema Defensivo del Campo de Gibraltar, ideado por el incipiente régimen de Franco a partir de 1939.

Torre de Guadalmesí

   Dentro del término municipal de Tarifa se levantaron las siguientes: Torre de Guadalmesí, Torre de Guzmán el Bueno, Torre de la Isla de las Paloma, Torre de la Peña, Torre de Valdevaqueros, Torre de Punta Paloma, Torre de Bolonia, etc. ¿Y dónde se encuentran la mayoría de ellas? Pues imagínenselo. Es curioso, pero la Torre de la Peña, la primera que encontró el regio ingeniero, es al final la que en mejor estado de conservación ha llegado hasta nuestros días, al menos por esa zona. Si pensamos en el destino de otras torres almenaras, la de la Peña puede sentirse afortunada de ser el emblema de un camping.

     Los avisos y alertas se pasaban de una torre a otra mediante ahumadas en los terrados. De este modo, si se producía un desembarco por ejemplo en las playas de Bolonia, rápidamente eran visibles las señales de humo en Tarifa. Las escenas siguientes que cada uno se las componga como pueda, pero imagínense a un tropel de hombres a caballo y a pie saliendo por la Puerta de Jerez, armados hasta los dientes. Era la milicia de la ciudad, encargada de la defensa, compuesta por militares y simples ciudadanos. Si la escaramuza era abortada, a los piratas no les esperaba nada bueno. También serían esclavizados, cuando no asesinados.

Torre de Guadalmesí, en contacto visual con la Torre del Fraile

     Pero ¿y en Algeciras, qué ocurría con el término municipal de Algeciras? ¿Qué torres almenaras se encargaban de prender la mecha de la alerta? ¿Cuándo aparece en el horizonte la torre almenara de Punta Carnero ?

     En el dibujo de abajo se muestran las tres atalayas que se construyeron ex profeso en las últimas décadas del s.XVI: Torre del Fraile, Torre de Punta Carnero y Torre de San García.

Situación de las almenaras algecireñas en 1627

    La Torre del Fraile, o de los Canutos, comenzó a construirse a partir de 1578. Más deteriorada cada año, resiste milagrosamente a las inclemencias del tiempo, pero dudo que aguante muchos años más si no es intervenida y restaurada con urgencia. Tal estado de abandono ha sido denunciado por algunos colectivos, y existe un proyecto de restauración desde 2007. ¿Entonces? Desde las altas instancias dirán sin duda que el temporal de la crisis económica sopla muy fuerte por estos pagos, pero no nos engañemos, esos vientos de dejadez y abandono vienen de muy lejos.

Restos de la Torre de San García, de planta circular.

     La Torre de San García, levantada entre 1585-1590, está ubicada hoy día en el Parque del Centenario, un poco más arriba del Fuerte de San García (s.XVIII). Sólo quedan restos de la cimentación, los cuales han revelado que era de planta circular, como la de Guadalmesí. Se cree que le llegó su hora en 1898.

    ¿Y la Torre de Punta Carnero? ¿Qué se sabe de ella? Quizás estemos ante la almenara más desconocida, la que menor huella ha dejado en el horizonte y en la historia escrita y gráfica de nuestro litoral. Vayamos primero con su ubicación, con el inmejorable lugar donde fue erigida.

Faro de Punta Carnero

   Esta es la posición más o menos, a 20 ó 30 metros por encima del Faro de Punta carnero (1864), en cuyo solar también hubo un fortín artillado, de la misma época que el de San García. Desde esa humilde elevación dominaba buena parte del Estrecho y prácticamente toda la Bahía de Gibraltar. Queramos o no, el Faro de Punta Carnero le ha restado protagonismo histórico a nuestra torre almenara, por suerte, claro, para el transporte marítimo.

      Y pasemos ya a mostrar lo poco que por desgracia nos ha quedado de ella. Al igual que su vecina de San García, sólo hemos heredado su cimentación, apenas un conglomerado de piedra y argamasa de un metro y medio de altura… además de incontables restos pétreos desperdigados por los alrededores. Algunos de estos son grandes bloques de lienzos murales. ¿Cómo han llegado hasta allí? ¿Por qué se encuentran dispersos por todo el cerro? Vayan barajando posibilidades mientras observan los restos, y piensen mal, muy mal, pues así acertarán.

Ubicación de la Torre almenara de Punta carnero
Cimentación de la torre
Mis amigos Julio y Gaizka oteando el horizonte

    Como pueden observar, y lamentar, poco espacio a la imaginación nos han dejado los avatares de la historia. Por desgracia, una estampa que suele ser demasiado habitual en el patrimonio histórico algecireño.

Era de planta cuadrangular, a la usanza de las viejas torres medievales. Y en opinión de los historiadores que se han acercado a ella, bastante alta, en torno a los 17 metros. También se cree que su estructura estaba preparada para soportar el uso de artillería ligera en su terrado. En cuanto a su cronología hay que datarla con anterioridad a 1567, año en la que la dibuja Anton Van Der Wyngaerde, paisajista también al servicio de Felipe II, cuando recorre el Campo de Gibraltar.

     Hacia el oeste mantenía contacto visual con la Torre del Fraile, que a su vez recibía las señales de humo de la de Guadalmesí; y hacia el norte, como ya se ha dicho, con la Torre de San García. La defensa y vigilancia del Estrecho era ya una realidad.

Hacia el oeste, en contacto visual con la Torre del fraile.

    ¿Han terminado ya de pensar mal? Seguro que aciertan o casi con el triste final que sufrió. En realidad a la Torre de punta Carnero la mató el mismo progreso militar que la encumbró a ella en ese cerro. En 1939, al llevar a la práctica el Plan de Defensa del Estrecho ante una posible invasión aliada, se construyó un conjunto de búnkeres un centenar de metros más arriba, y nuestra atalaya pasó de ser una vieja torre olvidada a ser un estorbo. La mole pétrea de nuestra almenara interfería en el campo de tiro de la artillería, así que fue dinamitada.
¿La dinamitarían con todos los honores? ¿Se celebraría algún acto militar que mitigara en parte la demolición de un representante de la época del Imperio? Lo dudo mucho. No sé por qué, pero creo que más bien se produciría una escena sacada de la película «La Vaquilla». Un alto mando dándole vueltas al asunto, otro quizá detrás asesorándole y aconsejándole que la dejase vivir, que a Felipe II no le haría mucha gracia la historia… hasta que se revuelve el alto mando, y mirando hacia la Torre del Fraile, acaba decretando: Me la dinamiten, leches, que ya tenemos otra torre igual allí en frente.

Una gran sección de muro
Otro bloque, con restos de enfoscado
Y más piedras desperdigadas

    No andaría muy mal encaminado el alto mando en caso de que se hubiera dado una escena similar, tragicómica y absurda, como suelen ser las escenas militares. La Torre de Punta Carnero debió ser muy parecida a la del Fraile, aunque quizá de mayor tamaño. Las fotos siguientes nos ayudarán a imaginarnos la almenara dinamitada, a recomponer como un tetris su trágico destino. Hemos de darle las gracias a Manuel Limón, colega bloguero al que sin duda muchos conoceréis por su blog «Rutas y Fotos«.

Cara norte de la Torre del Fraile. Foto de Manuel Limón (www.rutasyfotos.com)
Cara sur de la Torre del Fraile. Foto de Manuel Limón (www.rutasyfotos.com)

        He dejado guardadas para este momento las dos cartas que al final creo que le harán ganar a la Torre de Punta Carnero la partida frente al olvido y la estupidez humana. Se trata de dos viejas fotografías de 1899 que he hallado en ese gran tesoro de imágenes que es la web de «Historia de Algeciras en imágenes«.

      En el horizonte de ambas se aprecia levemente el contorno de la torre, y un poco más abajo el faro. Quizá estemos ante los últimos testimonios gráficos que certifican su existencia, 40 años antes de que la mandaran al cielo de las torres y castillos, en el que no debe caber uno más. Seguramente existan más testimonios, pero aquí el dCaminante que les habla no las ha divisado en ese proceloso océano que es Internet.

Voyage au Maroc, Tanger, septembre 1899. Foto subida a Historia de Algeciras en imágenes por J. A. González Gil
Voyage au Maroc, Tanger, septembre 1899. Foto subida a Historia de Algeciras en imágenes por J. A. González Gil

     Por último, añado uno de los muchos mapas y planos de la Bahía de Algeciras tal como era y la veían en el siglo XVIII. En él se perfila la Torre de Punta carnero. La imagen completa, y con buena definición, puede disfrutarse en la web del Instituto cartográfico de Cataluña. Aconsejo su visión a vuelo de pájaro digital: Plano geométrico de la Bahía de Algeciras y Gibraltar (1786).

Plano geométrico de la Bahía de Algeciras y Gibraltar (1786). Instituto cartográfico de Cataluña

    En esta sección aumentada  se aprecian más detalles interesantes. Observése por ejemplo los campos de vides que por esas centurias poblaban los montes de Getares. De sus cepas se obtenía el llamado vino «punteño», y de la venta de este al parecer se dedicaba una parte para pagar la soldada a los guardas de estas almenaras del Estrecho.

Detalle de la Torre de Punta Carnero en el plano anterior

    Acabemos esta dCaminata histórica con un brindis por la Torre del Fraile, con la esperanza de que las señales de humo que alertan de su ruina inmediata les llegue a las autoridades competentes, para que no sea dinamitada a cámara lenta por la despreocupación. El vino con el que estoy llenando las copas no puede ser otro que el «Punteño», el vino de Punta Carnero. ¡SALUD!

PARA SABER MÁS:

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¡Pasajeros a la diligencia! ¡Escapemos de la crisis!


      Que paren esta crisis que yo me bajo. Será por el cambio de hora, con tanto recorte un año de esto nos quitan dos o tres en vez de una, pero no me acabo de geoposicionar debidamente en este mes de noviembre que empieza. El track cotidiano de un parado o es muy lineal o muy zigzagueante, y pocas veces sigue la flechita y avanza por el sendero sin dudar. ¿Waypoints que se salgan de la rutina? Muchos, sin duda, para qué quejarnos de vicio, pero no rechazaría un GPS laboral que me llevara por el buen camino, de primera o segunda mano me da igual; un GPS que me garantizara llegar a un destino concreto y disipara las incertidumbres, que no me condujera a un jaral impenetrable. No pide uno un fin de ruta fijo o indefinido, no; me conformaría con un fin de ruta por obras y servicios, o por horas. De todos modos, y mientras consigo ese GPS que paren esta crisis un momento que yo me bajo y me llevo a mi familia, mi cámara, un par de libros, algún amigo … ¿amigos?… esto, ¿por dónde iba? 🙂 un par de libros y poco más.

     Y para variar no me voy a ir caminando. Tampoco voy a traicionar del todo el espíritu del blog, por eso voy a largarme de esta crisis por el camino de la Historia, por el que aún por suerte no cobran peaje. Acabo de comprar billetes para Cádiz en esta compañía de diligencias: La Madrileña. Ya, ya sé que la Tacita de Plata queda un poco lejos de Alemania y del fin de la crisis, pero ¡Y lo bonita que es!

Publicidad de la Madrileña

      No es que tengamos muchas opciones si queremos salir por tierra. En 1868, cuando se inaugura esta línea de los señores Marset y compañía, llevan los carruajes 40 años circulando por los otros caminos de España; en nuestra comarca siempre hemos estado a la última, anda que no; a la última en el progreso. Así que si esperamos otros 40 años para usar un medio más rápido apañados vamos. Eso sí, igual en 40 años se acaba la crisis.

Compañía de diligencias la Madrileña, creo que en la calle Tarifa. Foto subida por Marina Merino.

           De todos modos, me han asegurado que las góndolas, como también eran conocidas estas diligencias, son rápidas y cómodas. Tardan 12 horas en plantarse en Cádiz y los muelles de los asientos son flexibles. Yo creo que no me va a resultar totalmente ajena la experiencia, que debe ser parecida a tratar de hacer hoy día el mismo trayecto en agosto, y en horario playero. Las niñas harían también las mismas preguntas ¿Cuánto falta, papá? Nada, siete horas, dormíos, anda. Y papá ¿por qué no corren más los caballos?, etc.
Los precios son más o menos accesibles: 75 reales en el interior y berlina a 80. De acuerdo, elijo interior, así luego nos llega para un cartucho de frituras en la Plaza de las Flores. Bueno os dejo, que son las 6 de la mañana y ya sale la góndola desde la calle Tarifa.

Góndola. Foto subida por Concha Cantos.

     Miren, que lo hemos pensado mejor y hemos decidido esperar a que llegue el tren a Algeciras. Por otra parte, me parece que en Cádiz no hay mucho trabajo que mamar. La espera no ha sido excesiva, 20 añitos de nada. Estamos en 1890 y he comprado billetes de la compañía Algeciras Gibraltar Railway Company Limited, propiedad del señor Juan Morrisson, impulsor de la línea Algeciras-Bobadilla.

       Aún no tengo claro si voy a probar suerte en Ronda o tiro directamente para Madrid. Un vecino del barrio Matagorda me ha asegurado que los vagones del tren son lujosos, de buena madera, dos ejes y pasillo lateral, con asientos convertibles en cómodas camas, con sus faroles de aceite para la noche, su gabinete con espejo y lavabo, departamento de retrete, y una gran mesa en el salón-comedor para servir el «lunch».

Antigua estación de Algeciras. Subida por Concha Cantos.
Estación de Algeciras en 1906, junto al Río de la Miel. Foto subida por Concha Cantos.

      Me temo, sin embargo, que el disfrute de estas comodidades dependerá del pasaje que compre. El señor Morrisson me da a elegir entre clase 1ª, 2ª, 3ª y mixto. No sé si lo de mixto es más barato o un poco de lo contrario, pero suena muy bien. Venga, que sea mixto, tiremos la casa por la ventana… antes de que nos la embarguen.

      ¡Parados y pasajeros al treeeeennnnnn! Estaré  atento por si veo a mi bisabuela Juana lavando la ropa en el río junto a las demás lavanderas, en ese agua dulce y generosa, colmada de esencias de alisos, ojaranzos y helechos, en ese río que culebrea alegre hasta la Bahía, ignorante del destino que le espera en menos de 100 años.

Pasando el puente de Pajarete. Foto subida por Ignacio Perez de Vargas Luque.
Lavanderas en el Río de la Miel, 1897. Foto subida por Pcclinic.
Tren por el puente Pajarete, 1942. Foto subida por Concha Cantos.

    Perdonen la indecisión, pero estamos de vuelta en Algeciras otra vez. Llegando a Gaucín  nos hemos enterado por un sargento de infantería que 1898 será un buen año para buscar trabajo en Cuba o Filipinas, pero aún no lo tenemos claro. A mí mujer no le da muy buena espina esta historia.

      En fin, que esperamos sentados en la cera de la Marina a que aparezca en el almanaque 1910. Este año se ha abierto una línea de autobuses entre Algeciras y Cádiz, y la recorre la compañía Ibison, de Alejandro Ibison. ¡Ah, autobuses, el transporte de mi juventud como estudiante! La de horas que ha invertido uno en tantos viaje a la capital. Nuestro magnate inglés de las cuatro ruedas se casaría con una mujer cuyo apellido les sonará a muchos: Doña Asunción Comes Merino. Una vez fallecido su marido se haría cargo de la empresa, pero con un nuevo nombre: Transportes Generales Comes.

      Los coches ómnibus del señor Ibison son algo distintos, claro, aunque asómbrense, llevan instalados caloríferos por circulación de agua caliente y alumbrado de gas acetileno. Están divididos en dos departamentos; en el de primera clase caben seis personas y en el de segunda, ocho. ¡Papá, en el de primera! En el de primera, total, no sé lo que nos van a cobrar.

Primer coche de línea a Cádiz. Foto subida por por J. L. Silva Silva/J.Tapia.
Parada de autobuses en el Muelle. Foto subida por Concha Cantos Alberto.
Coche omnibus, 1910. Foto subida por Agustín Del Valle Pantojo.

      ¿Saben qué les digo? que no, que no nos vamos, ni Cádiz, ni Ronda, ni Sevilla ni Madrid. Nos quedamos aquí a verlas venir. Además, a dónde voy a ir yo sin mis caminatas por nuestra selva. Nada, nada, nos subimos ahora mismo a este autobús de la CTM, que lo mismo lo conduce mi abuelo Diego.

     La Cooperativa de Transportes de Marruecos (CTM) se fundó en melilla el 14 de abril de 1936. Tras la independencia de Marruecos en 1955 se les complicó el asunto y se trasladaron a la península. Y hasta el día de hoy.

Autobús de la CTM, 1950. Foto subida por Agustín del Valle Pantojo.

En este de abajo no nos montamos. Y espero que no lo llevara mi abuelo.

CTM, foto subida por Agustín del valle Pantojo

         ¿Qué niño no se ha subido alguna vez al asiento elevado de los cobradores? ¿Quién no recuerda la enorme palanca del cambio de marchas, y el inmenso volante? ¿Quién no ha estado a punto de caerse cuando… Papáááááá, déjate ya de preguntarte y de soñar con los transportes de antaño, que ahí está nuestra parada.

Autobús de la CTM ¿años 80? Subida por Juani Tapia.

     Está bien, ya lo dejo, bajémonos ya. Adiós, abuelos y abuelas, nos bajamos por fin en esta parada de 2012. No sé si será mejor o peor año de los años que os tocó vivir y viajar a vosotros, pero os prometo que aunque sea a pie o andando, haremos lo posible por salir de esta crisis.

      He dejado para el final este fascinante medio de transportes: un zeppelín. No se lo contéis a nadie, pero entre tanto ir y venir, le compré un billete a un alemán, a un almirante apellidado Canaris. Me ha ofrecido acompañarle en un vuelo sobre Gibraltar. No sé qué se la habrá perdido en Gibraltar, pero yo me apunto sin pensármelo.

Un zeppelin en la Bahía,en 1928.El faro Punta Europa(Gibraltar). Foto subida por PcClinic Algeciras.

       Gracias a la web de Historia de Algeciras en imágenes, de dónde he conseguido estas increíbles imágenes, y los paisanos que las han subido. Aconsejo a todo aquel que no conozca esta página a que se compre un billete para viajar con ella por la historia de su ciudad. No se querrá bajar del PC.

PARA SABER MÁS:

Biblioteca · Historia, Folclore y Etnografía

La Ermita de Murillo, junto al río de la Miel


     ¿Junto al río de la Miel? ¿Seguro? Seguro, todo aquel que alguna vez haya hecho esta «dulce», verde, frondosa y en ocasiones concurrida ruta ha pasado a escasos cincuenta metros de ella.

        Pero ¿dónde, a qué altura? Ahhh, podría poner una fotografía aérea indicando el lugar exacto de esta ermita, que también era conocida como ermita de San josé o del Cobre, pero de este modo les robaría el placer de tratar de encontrarla por vuestros propios medios, que es realmente lo más divertido. Además, sería un tanto farragoso tratar de explicar con detalle que se encuentra al inicio del llano que algunos lugareños del Cobre llaman «Plaza Alta», que si al final de la primera cuesta, que si al fondo a la derecha a partir del quinto alcornoque.

          Bueeeno, subo una imagen del Iberpix, pues fue gracias a esta excelente herramienta como supe de la existencia de esta ermita. Ya en serio, seguramente más de uno y de tres conoceréis este edificio religioso, pero he dado por supuesto que es algo desconocido por la inmensa mayoría, puesto que son muy pocas las noticias que se tienen de este vestigio. Los que realmente saben de esto, los historiadores de nuestra comarca, apenas pueden aportar datos contrastados.

        Otra de las razones por las que subo esta imagen es por tratar de comprender cuál fue el motivo que llevo al cartógrafo de turno a reseñarla de una forma tan rotunda.

       Cualquiera que consulte los mapas oficiales o navegue por Iberpix creerá que este hito cartográfico, esta ermita de Murillo es, con perdón, la ostia. Similar en importancia y grado de conservación al Molino del Aguila o el de Escalona (del Trueno, en el mapa), y ya les adelanto que no es así. Estamos hablando de una edificación humilde, pequeña; y a lo que voy, los molinos son más o menos conocidos, y la información sobre ellos es abundante, ¿pero quién conoce a nuestra pobre ermita, que hoy día ejerce de gallinero?

      Bien, si han llegado hasta esta verja es que han hecho bien los deberes, pero quieto parao, desde aquí no se ve pero la dichosa verja tiene un dichoso candado. Y es lógico, nos encontramos frente a una parcela privada, dedicada a la horticultura, pero no existe vivienda. La pasada primavera conseguí hablar con el propietario, aunque sin verlo, pues estaba por la parte de abajo, la más cercana al río.

      Resulta gracioso, pues a gritos le comuniqué mis intenciones de fotografiar la ermita, y el buen hombre también a gritos me contestó que no había mucho que ver, pero que si no me importaba que volviera otra tarde, que en ese momento no podía satisfacer mis aficiones blogueras.

      Y eso hice, volví otra tarde, y dos tardes más por lo menos, pero nada, esta vez mis gritos se quedaron sin respuesta.

     ¿Entonces? ¿Cómo se puede visitar el lugar? Pues por desgracia creo que no hay más alternativa que la ya mostrada; acercarse al lugar y gritar si hay alguien.

      O… o recurrir al plan B, pero esto entre ustedes y yo…. Para llevarlo a cabo les será necesaria una cámara como la mía, que tenga en el menú una opción «salta verjas con disimulo» y que sea capaz de hacer fotos en modo «furtivo, apresurado y educado». Total, que la cosa es complicada, pero allá cada cual.

     Como pueden ver, y como ya dije, nuestra ermita es un edificio humilde, simple y de reducidas dimensiones. Sin embargo, algunos detalles arquitectónicos nos cuentan que nos hallamos ante una construcción como mínimo del s.XIX: sillares tallados en las esquinas, contrafuertes, ladrillos bastos y planos,etc.

      La fachada principal nos aporta algo más: un sencillo arco de medio punto con adornos florales, y arriba de este la espadaña, donde en su día sonaría la campana. Al interior no entré pero ya pueden adivinar en qué estado se encuentra.

         Acabo con los pocos datos o referencias que he logrado reunir sobre este misterioso edificio.

       Angel Sáez, en el artículo «Molinos hidráulicos en el río de la Miel» (Revista Almoraima, nº 26, 2001) nos señala que la ermita se encuentra en la misma parcela donde en su día funcionó el Molino de San José, y más tarde una pequeña central hidroeléctrica, la Sociedad Eléctrica San José, popularmente conocida como la «Fábrica de luz«. Esta denominación es genial, me encanta. Por cierto, tengo también fotos de las conducciones que llevaban el agua a esta central, que corren paralelas al río. A ver si me animo y me curro la entrada en el blog; eso sí, cuando decida poner la cámara otra vez en modo furtivo, a la que no me gusta recurrir, la verdad sea dicha.

     También la nombra mínimamente Manuel Pérez-Petinto y Costa (1871-1953) en su obra sobre la historia de Algeciras, y en ella, cuando aborda nuestra ermita, nos indica que «la falta de antecedentes en el archivo municipal nos inclina a creer que no llegó a celebrarse culto en ella…«

       No lo cree así  Antonio Molina Medina, autor del libro «Un hombre del Cobre de Al- Yazirat Al-Hadra«. Segun Diego Rodríguez Morales, me imagino que vecino del Cobre e informante del escritor, la ermita de Murillo tuvo más vida que la reseñada hasta ahora.

         Transcribo literalmente lo que nos cuenta al respecto, pues esta obra puede ser consultada libremente en su blog: Chorrosquina de Antonio Molina.

      «….Yo conocí esta ermita cuando estaba entera, era muy bonita, con su campana funcionando. Me acuerdo que cuando se cerró la ermita por ruinas, esta campana se la regaló ‘la Sevillana’ al cura de los pastores, para que la pusiera en la nueva Iglesia de Los Pastores, —me apunta Diego con una carga de melancolía—. Pero no está puesta en dicha iglesia. ¿Y sabes por qué? Porque la robaron para partirla a pedazos y fundirla y así la pudieron vender como chatarra…

 —Diego continúa con su amena charla —. En la Ermita de El Cobre se dijo misa y en ella las niñas y niños hacían la primera comunión, los de la escuela de El Cobre. Me acuerdo que en una ceremonia que estuve yo, ‘la Sevillana’ trajo para los niños que hacían la comunión una canasta de plátanos, libras de chocolate, pan y bollos; los niños comían todo lo que querían, no había límites.
        En esta Ermita se llegó a bautizar a 100 niños y niñas y se casaron muchas parejas de novios. Las partidas de casamiento están en la Iglesia de El Carmen. Esto sería —me dice— en los años 37, 38 y 39, tanto de bautizos como de bodas. Fue en la época anterior de que El Carmen fuera parroquia. Los casamientos, bautizos y demás están en la Iglesia de La Palma; no obstante, faltarán algunos, porque se quemaron parte de los libros de registros en la guerra civil….»

¡Chistera, chistera, la dCaminata está fuera!

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Los molinos harineros de Facinas


«De qué le sirve a Facinas

el tener tantos molinos,

       si en el verano no hay agua

           y en el invierno no hay trigo».

     Esta graciosa coplilla popular, recogida por  Juan Quero González en su libro «Historia de Facinas y campiña de Tarifa«, me viene como anillo al dedo para introducir esta entrada acerca de los antiguos molinos hidráulicos que en su día funcionaron en Facinas.

     Como buena parte de la tradición oral, el chascarrillo en cuestión tiene su componente crítico e irónico, además del poético; pero entre verso y verso no es difícil distinguir también un cierto asombro, y hasta admiración diría yo, por ese proceso industrializador que vivió Facinas en su pasado, y la identificó como tierra de molinos, y sobre todo, buen pan.

     El mismo topónimo de Facinas parece indicar este pasado agrícola y cerealístico. Algunos estudiosos de la historia facinense le otorgan al topónimo un origen latino, de cuando estas tierras estaban acotadas temporalmente por el periodo hispanorromano, o a lo sumo visigótico. De esta forma Facinas derivaría de Fascinas, lo que en latín viene a significar: Montones o haces de trigo.

             Fueron seis los molinos que elaboraron harina en Facinas, a los que hay que sumar el trabajo previo en los campos y las eras, más las correspondientes tahonas (panaderías) y hornos para la materialización del pan nuestro de cada día. Todo ello significó sin duda un revulsivo, la levadura social que aumentaría su fama y posibilitaría su crecimiento. Desconozco si otros pueblos, y tengamos en cuenta que Facinas es una pedanía de Tarifa, contaron con un número similar de molinos.

        Pero ¿qué tiempo manejamos? ¿Cuándo se construyeron los molinos? Las fuentes que he consultado nos remiten a finales del s. XVIII, principios del XIX. Aunque el mismo Juan Quero, escuchando de nuevo a la voz popular, nos cuenta en su libro que quizás los primeros constructores de molinos en Facinas fueran unos monjes de la orden capuchina, que vendrían al rebufo de la conquista castellana y se quedaron prendados de estas fértiles laderas y llanos. También construirían un pequeño convento, donde andando los siglos se levantaría la iglesia de la Divina Pastora. Cierto que no hay documentación que verifique esta hipótesis, pero también es cierto que son muy entretenidos de leer los renglones invisibles que escriben la tradición junto a la leyenda.

     Saltemos de nuevo a la centuria decimonónica, la más que probable fecha de apogeo de nuestros molinos. En la web http://www.facinas.org/  , que recomiendo a todo aquel que quiera conocer Facinas, encontramos un apartado muy interesante: el padrón de habitantes de 1875. En este se detallan los nombres de los censados, la fecha de nacimiento, la edad, procedencia y profesión. Este último dato es el que más nos interesa.

           Siete fueron los vecinos que tuvieron como oficio el de molinero, y llama la atención que tres fueron mujeres. Todos nacieron en la primera mitad del siglo XIX, siendo el de mayor edad un tal Pedro López Gallego, nacido el 7 de enero de 1805, procedente de Benaoján. Al parecer, de los pueblos de la serranía malagueña provenían los molineros con mayor experiencia y pericia, así como las mejores piedras soleras.

        En la fotografía aérea de arriba se puede ver la ubicación de los molinos y su recorrido, que apenas alcanza el kilómetro del primero al sexto.

      Ahora es cuando podemos analizar la coplilla inicial, ese verso que decía que «en el verano no hay agua».La misma estructura y factura de estos molinos nos vale como respuesta. Estaban dispuestos de dos en dos, y una alberca o balsa precedía a cada pareja, con la finalidad de aprovechar cada gota de agua. La tipología de estas construcciones es la conocida como molino de cubo o vaso. También eran llamados molinos maquileros, término que designa la forma de pago al molinero, que consistía en la entrega de una parte de la harina molida. Esta era la maquila.

           Hay que tener en cuenta que la época estival es normalmente sinónimo de sequía por estos pagos y que el caudal que alimentaba estos molinos no provenía de ningún arroyo. El agua necesaria se obtenía encauzando todos los manantiales y regajos posibles que brotaban por esa parte de la sierra de Saladaviciosa, y conduciéndola por una atarjea o acequia a la primera de las albercas, ubicada probablemente detrás la iglesia. Aún pueden adivinarse restos de esta canalización, cual si se tratara de una vieja cicatriz apenas ya visible.

        Esta alberca, y las otras dos, perseguía dos fines: «guardar» todo el agua posible en previsión de los días secos y, dado este caudal estacional y pobre, obtener la presión y fuerza necesarias para a continuación mover la maquinaria del molino. Una vez que los dos primeros usaban este agua la conducían a la siguiente balsa y correspondiente pareja de molinos, y ya por último a la tercera.

          El caudal sobrante se utilizaba para regar los huertos de la zona llana de Facinas, conocida como Vico. Luego se derivaba al arroyo del Tejar, que viene a morir en el río Almodóvar.

Así funcionaban los molinos de cubo

Molinos 1 y 2

       Antes de nada aclarar que en ninguna fuente consultada he visto que estos molinos tuvieran un nombre propio. Al parecer se referían a ellos por su número, aunque seguramente fueran conocidos en la población por los apellidos de las familias que los poseían.

       El primer molino, el del «Arco», quizás sea el más conocido, pues por debajo de su cao cruza la calle Tarifa, vía por la que se accede a Facinas por arriba, y por consiguiente de las más transitadas por coches y peatones.

     El cubo, que es esa especie como de torre seccionada, se encuentra en buen estado, no así el resto de las dependencias. Supongo que la parcela donde se encuentra pertenece a un particular, y lo cierto es que se haya un poco abandonada. Y eso que el callejón que la delimita por uno de sus lados es a mi parecer de los más auténticos y bonitos de Facinas.

       El segundo molino se encuentra apenas treinta metros más abajo. Lamento no poder mostrar fotografías de mejor calidad, pero es que la espesura de la vegetación no me permitía tomar una perspectiva adecuada. Mea culpa, siempre me olvido de meter en la mochila una mini desbrozadora, o que menos que un machete.

      Y esta es la fachada principal del segundo molino. El cuarto de la molienda estaba en la primera planta. Obsérvese la hornacina situada bajo el balcón. Más adelante hablaré de ellas.

Molinos 3 y 4

        Según me informó otro vecino, la acequia que guiaba el agua de los molinos 1 y 2 a los siguientes, pasaría por donde hoy día se encuentra el mercado de abastos y atravesaría las calles de la Constitución y Antonio Ordóñez, hasta alcanzar esta alberca que vemos abajo, donde se volvía a remansar y almacenar el agua.

     Este es el tercer molino: el cao, y a continuación el cubo, donde se aprecia la apertura por la que entraba el agua. Como se puede apreciar tampoco ha llegado a nosotros digamos que en muy buenas condiciones. Qué cierto eso de que agua pasada no mueve molino.

         Sin embargo,no hace muchos años sí que hubo un plan para intentar potenciar este patrimonio y este sector de Facinas. Me comentaron que se quiso crear una especie de camping rural, aterrazando el lugar y adecentando los molinos. Se supone que este proyecto no llegó a ver  la luz, paradójicamente, por las torres de alta tensión que atraviesan estas laderas.

     A continuación podemos ver uno de los elementos más curiosos y característicos de estas fábricas de harina: las hornacinas. Menos en el primero, pude comprobar que todos los molinos contaban con una, aunque también sospecho que la tuviera éste y desapareciera con el tiempo.

       La función  ornamental es indudable, pero estaría supeditada seguro a un fin protector y propiciatorio de una buena molienda. En el interior de estas hornacinas los molineros colocarían sin duda una imagen religiosa, pero ¿cuál?

      ¿Podría ser la Divina Pastora, la patrona de Facinas? En la fotografía de abajo muestro la hornacina de la fachada de la iglesia. Aunque este tipo de elementos ornamentales suelen ser corrientes en estas construcciones, qué quieren que les diga, y eso que por suerte o por desgracia uno no es nada religioso; lo mismo que los molinos se comunicaban unos con otros a partir de la primera alberca, yo veo (y comprendo) una conexión espiritual entre esta hornacina de la iglesia y las restantes de los molinos.

Hornacina de la iglesia

     Y el cuarto molino, con su arco derruido. Al fondo se aprecian los campos que les  daban de comer, donde en la actualidad prosperan los descendientes de estos ancestros de piedra y agua: los aerogeneradores, los molinos de viento.

         Pasemos a los últimos molinos con otro refrán, con la esperanza de que no se hubiera cumplido entre los molineros de Facinas: «Cada uno quiere llevar el agua a su molino, y dejar en seco el del vecino».

Molinos 5 y 6

       Los molinos 5 y 6 fueron los que más me convencieron, a los que más tiempo dediqué, y en consecuencia, los que más me hicieron sudar. Finales de agosto; había más humedad en mi espalda que en toda esa seca ladera.

        Su mejor estado de conservación quizás se deba a que están más apartado de la población o a que tal vez fueran los últimos en producir harina. La verdad es que tuve mucha suerte por acceder a ellos, pues son propiedades privadas. Y más suerte aún porque el vecino que me dejó entrar y fotografiar libremente, ya mayor el hombre, es el nieto del que fuera el último dueño de del molino número 5, y no sé si también me dijo que del 6.

       Le agradezco de nuevo el detalle y la santa paciencia de responder a mi interrogatorio. En estos casos, como es lógico, presento mis credenciales, y así pues le dije que era marido de tal, nuero de tal, que paro en la calle Feria… en fin, hay que ponerse en el papel del hombre; no va a abrirle la cancela a cualquiera con pinta de hippie que aparezca por ahí interesado en los viejos molinos, por mucha Nikon que lleve en lo alto.

      La de abajo es la tercera y última alberca, de forma yo diría que romboidal. En el lado izquierdo aún se puede apreciar la tierra amontonada, fruto de años de cuidado y limpieza de los sedimentos que arrastraba el agua.

    El cubo de este molino muestra un aspecto más achaparrado, con dos escalonamientos más que los otros.

       El cao o acequía se ha conservado bastante bien. Justo donde está la chumbera hay una compuerta por donde se podía extraer agua para regar los huertos aledaños. Resulta también curiosa la terminación del enfoscado, con conchas marinas.

        El cubo debía medir sus buenos ocho metros de altura. Abajo, en el interior de la casa del molino vi la estructura metálica de antiguas ruedas de carruaje. Por ese boquete es por donde caía el agua, cada vez más «estrechada» para conseguir una mayor presión, que moviera luego el rodezno y otras piezas giratorias del artilugio.

       A continuación, otra historia que hizo mover el molino de mi curiosidad durante el resto de ese día: unos extraños símbolos o grafitis. Uno de ellos está claro que es un símbolo cristiano, una cruz grabada en una especie de garabato de cubo, digo yo.  Y en el otro yo veo la figura de una persona como bajo un palio. Este último grafiti, lo trasladamos a un abrigo-cueva de la sierra y pasa totalmente por una pintura rupestre de hace 6 mil años.

      Supongo que al igual que las hornacinas, tuvieron también una intención protectora.

      Vamos pués con el último molino, el 6. No esperaba encontrar gran cosa, por lo que me dijo el vecino del molino de arriba, pero no fue así. Es imposible no hallar cosas interesantes en cualquier edifico antiguo.

     Por ejemplo este escudo heráldico, que aún me deja pillado cada vez que lo miro. ¿Qué pinta un escudo de este tipo en un molino harinero? Al final de la sesión fotográfica regresé al quinto molino a ver si andaba por ahí mi buen informante. Que se quite internet y todos los archivos notariales de la provincia; me comentó que su abuelo había conseguido ese escudo de otra edificación más antigua que había por ese lugar, y lo había colocado en la fachada; que antes de ese molino existía otro más antiguo, que si un tal cura apellidado Bretón tenía tierras por ahí… en fin, todo envuelto en mucha duda y misterio, pero ya les digo que casi que no me hace falta saber más.

     Y para rematar esa mañana calurosa pero fructífera, restos oxidados de la maquinaría que movía las piedras, algo que no es muy usual encontrarse en estos viejos molinos. Yo al menos es la primera vez que me encuentro ante tantos restos. En algun lugar he leído, o quizá fuera otra enseñanza de mi informante, que uno de los molinos llegó a funcionar hasta mediados del siglo XX, y que por estas fechas ya había desistido de usar la fuerza del agua como fuente de energía, pasando a utilizar un motor de gasoil. Tal vez fuera este «número 6» este molino.

     Y varias piedras de molino, conocidas como francesas, de la marca «Type la Ferte». Fueron introducidas en nuestra tierra en los años veinte del pasado siglo, y sustituyeron a las piedras de toda la vida, denominadas «piedras blancas». Por lo visto daban más faena al molinero, pues debían de ser picadas casi a diario.

      Ya lo están viendo, artilugios oxidados, piedras gabachas que ya nunca más volverán a moler trigo, una chumbera donde antes corría agua…

      La tecnología se ha impuesto, pero es verano y seguimos sin agua; llegará el invierno y no habrá trigo para estos molinos… La letra de la coplilla se sigue cumpliendo en la actualidad. En el que caso de que se pudiera continuar, yo añadiría unos versos que aludieran a que estamos condenados todo el año a comprar barras de pan que mira por dónde, y nunca mejor dicho, son el pan nuestro de cada día, porque al día siguiente no valen ni para el gazpacho.
       Aquí se me acaba a mí el agua, queridos lectores, les agradezco la molienda de la… quiero decir la lectura de la entrada.

¡Chistera, chistera, la dcaminata molinera está fuera!

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Aljaranda y Almoraima, dos revistas ALucinantes


      Algunos, cuando llega el verano, solemos cambiar de piel como las serpientes. Yo en particular empiezo por los pies, y cambio las botas de montaña por las chanclas; luego los pantalones de senderismo por las bermudas; el polar por la camisa de tirantes… En fin, que quito del objetivo el filtro verde de los montes y pongo el filtro azul del mar, porque aunque es cierto que aún es factible realizar alguna que otra ruta costera si se evitan las horas más calurosas, aquí el que escribe prefiere cerrar el chiringuito de las caminatas en estos meses veraniegos. Ahora tocan los paseos playeros a la fresquita y en familia. Y leer, sobre todo leer.

    Una vez introducido el ambiente, imagínense que los portátiles, los Ipad, los libros electrónicos y demás chismes digitales son como una especie de mochila, macuto o bolso, también digitales claro, que uno se lleva a la playa, o a donde discurran sus vacaciones, junto a la nevera y la sombrilla. ¿Ya lo han imaginado? Pues ahora no se olviden de meter dentro estas dos revistas: ALJARANDA Y ALMORAIMA.

    Ya sea a través de internet o en archivos PDF previamente descargados, gracias a estas dos estupendas y longevas revistas  podrán tener acceso a cientos y cientos de artículos de historia, costumbres, ecología y otros tantos temas de nuestra comarca. Ambas publicaciones existen o han existido en formato impreso, pero para los que como yo prefieran leer sobre el papel, comunicarles sólo que hoy día no son fáciles de conseguir estos ejemplares impresos, e insisto, por medio de sus respectivas webs tendremos a nuestro alcance todos sus números, desde el primero al último.

Página web de la revista Aljaranda

    El primer número de Aljaranda. Revista de estudios tarifeños, es de 1991. Con la publicación del 82 este pasado junio se cumplen ¡más de 20 años! en los que se ha ido desgranando el pasado y las tradiciones de Tarifa, su campiña, y en general de todo el entorno del Estrecho de Gibraltar. Los autores que han fabricado este genial mosaico se cuentan entre los investigadores e historiadores locales más cualificados, además de aficionados a la cultura tarifeña, puesto que la publicación está abierta a  todo aquel que quiera colaborar y que, eso sí, cumpla con la normas de su libro de estilo.

     Sin embargo, y como sospecharán, también han surgido contratiempos en tan larga travesía, sobre todo en los dos últimos años. Por muy acostumbrada y preparada que esté Tarifa para sortear los fuertes vientos, no ha podido evitar verse zarandeada por los temporales de la crisis económica, que aún no me queda claro si en nuestra tierra son de levante o de poniente.

   Estos temporales, dicen que económicos, han provocado que los últimos números de la publicación hayan salido a faenar con retraso, y que dimitiera en 2011 su patrón mayor, es decir su director. Si rebuscamos en ese inabarcable cuaderno de bitácora que es internet encontraremos notas, apuntes y noticias que nos cuentan que la actual corporación municipal, capitaneada por Juan Andrés Gil, mundialmente ya conocido por querer construir un «alter ego» de Tarifa en Valdevaqueros, puso en peligro la continuación de nuestra revista. Aunque también es cierto que si seguimos recogiendo esa gran red nos encontraremos con noticias que apuestan por lo contrario y que apuntan en la buena dirección.

    Un ejemplo de ello lo tenemos en esta captura: Iván García, nuevo director de la revista Aljaranda. Ya tenemos patrón. Y sobre todo en el hecho que pese a los retrasos, los números 81 y 82 han podido salir del puerto y navegar hacia nosostros sus lectores.

Monográfico sobre el desembarco y posterior conquista en el 711

              Como muestra de la calidad y apuesta por el futuro de esta revista, quisiera aconsejar la lectura del nº 81, un monográfico dedicado al XIII centenario del desembarco árabo-bereber del 711. Aquí os pongo esta boya, quiero decir este enlace directo a dicho número: Monográfico sobre el desembarco y posterior conquista árabo-béreber en el 711.

Carlos Ruiz, investigador.

   Y en este video, el investigador Carlos Ruiz, nos resume perfectamente de qué va este monográfico acerca de tan trascendental desembarco.

Página web de la revista Almoraima

    Vayamos ahora con Almoraima, revista de estudios campogibraltareños. Esta otra publicación decana de nuestra historia y nuestras tradiciones también vio la luz en el año 1991, y cuenta a día de hoy con 40 números en su haber. Es el principal vocero del Instituto de Estudios Campogibraltareños, dependiente de la Mancomunidad de municipios del Campo de Gibraltar, y a diferencia de Aljaranda, aborda temáticas relacionadas con los siete municipios de nuestra demarcación.

    ¿Qué decir de mi admirada y querida revista Almoraima? Salvo que quien quiera aprender, descubrir o documentarse sobre cualquier asunto de la historia, costumbres, ecología y literatura del Campo de Gibraltar recalará más tarde o temprano en alguno de sus artículos? Muchos de vosotros conoceréis sin duda esta publicación, y creo que estaremos de acuerdo en que nos encontramos ante un referente de nuestra cultura, ante un faro que a veces sorprende por la calidad y certeza de sus señales.

    Por todo lo dicho, me duele opinar lo siguiente: Pese a que nuestra Bahía de Algeciras, ciudad en la que atraca nuestra revista Almoraima, se encuentra gracias a su ubicación geográfica más protegida de los fuertes vientos, ésta se ha visto más afectada por los mismos temporales de crisis económica y desidia política que asolan nuestras latitudes. Creo que a pesar de poseer un enorme, enorme y enorme puerto, nuestros vecinos y hermanos tarifeños, con su más pequeño y expuesto puerto, están logrando al final mejores capturas culturales que nosotros.

    Para no terminar embarrancado o arrastrado por las corrientes, omitiré nombres y siglas de partidos que con los datos de que dispongo considero culpables de esta triste parada de las artes de «pesca» de la revista Almoraima. Mucha promesa, mucho golpe en el pecho, mucho excusarse en la falta de dinero, pero a día de hoy estamos a la espera de que se publiquen, y si no me equivoco, tres números de Almoraima, correspondientes a las Jornadas XI de Historia, III de prehistoria, y IX de flora, fauna y ecología del Campo de Gibraltar.

    Estas últimas Jornadas, la IX sobre ecología puede ser consultada vía online en la página web del instituto, a la espera se supone de que sean distribuidas en el formato que ultimamente se utiliza para lanzar Almoraima a los cuatro vientos: en CD. Pero ¿qué ocurre con las otras jornadas de historia y arqueología, que ni siquiera han sido subidas a la web, o con sus correpondientes CDs? ¿Estamos esperando que se conviertan en «historia»?

Puerta del Fonsario, Algeciras. De Rafael Sabio, autor del artículo «Algunas apreciaciones en torno a los accesos de la muralla medieval de Algeciras». Almoraima, nº 39

En fin, ya termino, ya amarro en puerto esta disertación que más que crítica quiere ser aviso a navegantes para que entre todos sigamos remando en la buena dirección, y sobre todo alabanza a dos revistas que a título personal me han hecho aprender un montón, que obviamente he utilizado para documentar algunas de las entradas del blog, y que son fuente inagotable de futuras dCaminatas.

    Ahí os dejo el «mandao» y la recomendación veraniega: no te olvides de echar en tu mochila digital estas dos revistas. De este modo no sólo estaremos dando el toque a las administraciones locales para que sigan manteniendo en alto estas banderas, sino que también pondremos de nuestra parte manteniendo y acrecentando esta demanda cultural, para que esa oferta siga a flote. Hagámosle saber a capitanía, a nuestras «autoridades», que no nos vamos a conformar mientras estemos en Valdevaqueros o Getares, por poner un ejemplo, con leer las típicas revistas de anuncios de compra-venta de inmuebles, o la prensa deportiva, o cualquier otro tipo de lectura; sino que hagámosle saber que también nos interesan nuestra historia, nuestras tradiciones, lo que fuimos, lo que en definitiva somos.

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Puntal del Alamillo: otro poblado abandonado cercano a Facinas


    Visitar un edificio en ruinas, o abandonado,  siempre produce sentimientos enfrentados. Por una parte se despierta y despereza ese arqueólogo que todos llevamos dentro, y observamos cada rincón con la lupa del misterio y la curiosidad, agradecidos por tan accesible viaje en el tiempo. Pero por otra, nos invade una cierta desazón, al menos a mí me pasa, al comprobar cómo se las gasta el paso del tiempo, que no perdona ni a las piedras. Estos sentimientos se enfrentan aún más cuando lo que visitamos es un poblado o aldea abandonados, cuando lo que observamos son casas hasta hace unas décadas habitadas, quizás por personas que aún pueden contarlo.

     España entera está salpicada de estos tristes ejemplos de despoblamiento rural. El que nos trae entre manos hoy se llama Puntal del Alamillo, y se encuentra a escasos 4 kilómetros de Facinas, y a 6 de Bolonia.

     Pocas son las referencias textuales acerca de este poblado, y ninguna las fotografías que yo al menos haya podido encontrar en la red. Los escasos datos que puedo aportar al respecto provienen de esa inestimable fuente que son las gentes del lugar. Es más, gracias a ellos, sobre todo a mis queridos facinenses,  he tenido ocasión de conocerlo. A mí favor sólo puedo alegar la gratísima molestia de acercarme al sitio, la sufrida pasión de fotografiar todo lo fotografiable, y sobre todo esa afición o cualidad que cada vez desarrollo más de fusilar a preguntas a los paisanos, sin importarme demasiado que luego le tomen a uno por un bicho raro.

    Si no se unen todos estos factores, dudo mucho de que se tenga la oportunidad de acceder a estos parajes, a estas piezas de puzzle que ya poca gente reconoce y sabe ubicarlas, pero que sin embargo son necesarias para componer nuestro pasado más cercano y popular. Desde mi blog, sólo aspiro a dejar en internet una reseña  de la existencia de este poblado.

    En el mapa de arriba trato de explicar la forma de llegar. Muy fácil, nos dirigimos a Bolonia, Tarifa. Continuamos por la carretera que asciende por la Sierra de la Plata hasta el Realillo de Bolonia, como si quisiéramos ir a la Silla del Papa. ¿Que no sabes cómo llegar a la Silla del Papa? Mejor me lo pones, y aprovecho pare meter esta cuña bloguera: Silla del Papa – Laja de las Algas.

   Total, que seguimos esa carretera hasta el final, justo hasta donde el asfalto deja paso a una pista de tierra. Ahí verás a mano derecha un cortijo donde hay sitio para aparcar el coche. Seguimos a pie, y atentos, pues a menos de un kilómetro, a la sombra de la Laja de las Algas, tendremos ocasión de visitar otro de estos poblados abandonados, el de los Boquetillos, también conocido como de La Gloria.

   Justo donde se aprecia la curva cerrada tenemos la opción de continuar por la pista que nos lleva directamente al Cortijo del Puntal y al poblado del Alamillo, o de atravesar el Cerro de la Rosa Grande, opción más aconsejable.

Nuestra pequeña aldea recibe el nombre de los dos cortijos que lo delimitan por sur y norte: el del Puntal y el del Alamillo, respectivamente. El más cercano al poblado es el Cortijo del Puntal. Según escribió Gaspar J. Cuesta en su estupendo artículo «Toponimia de Bolonia y su entorno» el término Puntal describe un accidente geográfico, una «prominencia en el terreno». Y así es, cortijo y poblado se asientan en una colina prominente y picuda labrada por el arroyo de Cerona, que desemboca en el río Almodóvar.

El Cortijo del Alamillo está un kilómetro ladera abajo, donde ya los campos empiezan a llanear. También en la actualidad se encuentra en un estado de abandono, aunque por sus alrededores pasta parte del ganado bravo de los Núñez, así que primer aviso que doy de no sobrepasar una linde que más tarde mostraré. En su día debió ser un lugar más concurrido y que daría trabajo a un buen número de jornaleros. Como anécdota comentar que a mediados del siglo pasado el padre de mi respetadísima suegra, Pepichi Guerrero, tuvo arrendado este cortijo.

   En la fotografía de arriba pueden ver a mis dos acompañantes ese día: Ana y Juanlu. Al fondo se aprecian las antenas de la Silla del Papa. En ese momento andábamos por el Cerro de la Rosa Grande. Pocos sitios como Bolonia pueden chulear de nombres tan curiosos y hasta cierto punto literarios. Nuevamente el artículo sobre la toponimia del entorno de Bolonia nos pone tras la pista y nos dibuja una sonrisa en la cara. El nombre de rosa no provendría de la flor, sino quizá de roza, «tierra roturada para ser sembrada», y aludiría al pasado agrícola de dicho cerro. La culpa esta vez no fue del cha cha chá, sino del ceceo: El cerro de la Roza grande.

   Los eucaliptos, que a mediados del siglo pasado prometían ser un negocio para los dueños de estas tierras, son hoy día el enemigo a batir. Este hermoso y enorme ejemplar ya ha sucumbido a esta absurda guerra de introducir especies foráneas para luego renegar de ellas. Seguramente habrá sido talado con vistas a un mayor aprovechamiento del agua, ya que son árboles que necesitan y beben una gran cantidad del escaso elemento. No es de mis árboles favoritos, pero siempre apena ver a un gigante abatido.

     Al poco de pasar el cortijo del Puntal comenzaremos a ver las primeras casas del poblado. En total pueden ser hasta una quincena de ellas, un número similar al del vecino poblado de los Boquetillos que mencioné antes. ¿De cuántos habitantes estaríamos hablando? Pues lamento decir que ni idea, pero si tirando por lo bajo calculamos 4 ó 5 personas por vivienda, obtenemos como resultado toda una aldehuela en la que tal vez vivieran cerca de un centenar de personas en su momento álgido.

    Tampoco puedo aportar mucho más en cuanto a la cronología, tan sólo añadir que ya uno de los tíos de mi mujer, el tío Curro, que ronda tan divinamente los ochenta años, ya frecuentaba el lugar cuando apenas era un mozalbete. ¿Sería muy arriesgado apostar que el poblado hunde sus raíces en las últimas décadas del siglo XIX?

   Lo que sí parece más probable, y tal como comenté en la anterior entrada acerca del poblado de los Boquetillos, que ambas comunidades se erigieran en terrenos públicos, aprovechando quizá que justo por la ladera contigua, en el cerro de la Cuesta del Carpintero, transcurría y transcurre una vía pública para el tránsito del ganado, la vereda del Alamillo.

   Lo cierto es que no fue nada fácil para muchas gentes buscar un trozo de tierra donde asentarse. Por ejemplo, en la década de los 30 en el municipio de Tarifa el 69% de las tierras estaban concentradas en las manos de 29 propietarios. Peor aún lo tendrían en el municipio de Castellar de la Frontera, donde un sólo propietario, el Duque de Medinaceli poseía en 96,8 % del total de tierras. Se ve que a la Edad Media le costó desaparecer por estas nuestras latitudes.

      La estructura de las casas es la típica de los populares chozos, pero obviamente más elaborados y resistentes. De planta rectangular, ventanas pequeñas, con muros gruesos levantados con las piedras del lugar, y sólo barro para unirlas. Y el techado a dos aguas, para el cual se utilizaba la castañuela, una planta similar al junco y que era muy abundante en la desaparecida laguna de la Janda. Si el mantenimiento de este tejado ecológico y supernatural era el adecuado se lograban los dos fines perseguidos: permitir la fuga de los humos del interior y sobre todo la impermeabilización contra la lluvia.

   Todas las casas cuentan con este murete de contención levantado también con piedras. A la par que servía para mantener sujeto el terreno, evitaba las filtraciones de agua y humedad. A pesar del abandono, de las décadas y décadas transcurridas y de los materiales empleados (tal vez, gracias a éstos) las estructuras de las casas muestran unas hechuras honrosas; si habláramos de viviendas más o menos actuales seguramente no hubieran corrido la misma suerte.

   Las casas que muestro en las fotografías de arriba son un buen ejemplo de lo que hablo. Se ven firmes, resistentes, bien adaptadas a los movimientos del terreno y a los caprichos meteorológicos. Con algo de imaginación y algo más de esfuerzo y trabajo no se resistirían demasiado estas casas a ser habitadas de nuevo.

   Quién sabe, dada las vueltas que da la Historia y al cariz que va tomando esta crisis financiera y especulativa; eucalipto va, eucalipto viene, si no nos veremos obligados a reintroducirnos de nuevo en el ámbito rural como especies no ya invasoras, sino como especies marginadas y expulsadas de la jungla de cemento. Exprimiendo aún más el símil: ¿Seremos eucaliptos en nuestra propia tierra? Si esto sucede yo me pido la casa de la chimenea.

   El modus vivendi de las gentes que habitaron este poblado sería harto sencillo. El jornal se lo ganarían en los cortijos y haciendas cercanos, y como muchos campesinos o pastores del pasado siglo también acudirían a los trabajos de temporada; al corcho en verano y al carbón picó en invierno, entre otros. Una vida recia y dura; el trabajo que no tenemos hoy día las generaciones jóvenes lo tuvieron ellos de sobra, eso sí, igual de precario y mal pagado. ¿Quién nos iba a decir que nuestra condición social y laboral iba a ser más semejante a la de nuestros abuelos que a la de nuestros padres? ¿Las agencias de calificación, los bancos centrales, mundiales y las bolsas de basura bursátiles, mismamente? me contestaréis… pues sí, a lo que yo añado: al carajo todos ellos.

   Y a lo que iba, que me voy por los cerros de Bolonia. A parte de la cría de gallinas, cabras y tal vez algún cochino, nuestros jornaleros complementaban sabiamente su dieta con perales y unas de las mayores chumberas o tunas que haya visto en mi vida, amén de otros cultivos que no sean visibles hoy día.

   Como en cualquier comunidad rural que se precie no podían faltar el pan y el agua. Yo contabilizé dos pozos, el de la fotografía es el más grande, con ranos y todo; y al menos tres hornos de piedra para hornear el pan macho.

   Encontramos además otros restos que nos hablan de la vida cotidiana, de la historia de las cosas pequeñas. Una pieza de piedra que aún no sé si se trata de un mortero o de un pequeño abrevadero. Y el encuentro más interesante: los restos de lo que en su día fue una pieza de cerámica esmaltada y coloreada, y la base de otra pieza menor. En esta última se aprecian una cruz, una corona, y la palabra «Santander». Y abajo «China Oyaga«, más un número, el 58, quizá el año de fabricación o venta.
Resulta gracioso, pues la alusión a China me hizo pensar obviamente en porcelana china, y el término Oyaga quizá en una ciudad de dicho país. Pero al buscar en google por esos términos me encuentro con que Oyaga es un apellido vasco ¿Estamos entonces ante una pieza de cerámica china importada a España por una familia de apellido Oyaga afincada en Santander? Por suponer e imaginar que no quede… aprovechemos que aún es gratis.

   También nos topamos con otras evidencias de esa vida privada, que la verdad, ahora que miro y remiro las fotografías y pienso y repienso para escribir la entrada, me dan ahora como un poco de grima: algunos zapatos de niño en un estado más que aceptable.
Había también restos de suelas de goma pertenecientes a botas o zapatos de adulto, pero los que más llamaron mi atención fueron unas botitas blancas de niño, lástima que no las fotografiase. Se notaba que eran de unas décadas atrás, y qué quieren que les diga, las casas abandonadas, árboles talados, el viento, el cielo gris… ¡y esos zapatos de niño!… No me hubiera extrañado nada si de repente hubiera aparecido por allí Stephen King o Iker Jiménez diciendo, ven chaval, ven, que te voy a contar la historia de la familia tal, que … quita, quita…

   Las casas de arriba, en una pendiente considerable, son las últimas que nos encontramos en nuestra dCaminata etnográfica. Seguramente son las que mejor representan al poblado del Puntal, pues están ahí, en la punta del cerro, como la proa de un barco encallado que tiempo ha dejó de tener un destino.
La fotografía de abajo entiéndanla como un cartel de «Prohibido pasar más allá».  Justo donde se encuentran esas casas y se obtiene esta perspectiva de Facinas, al fondo, nos encontramos con un muro de piedra, más su alambrada. No pasen más allá a no ser que sean toreros o tengan poco apego a sus vidas. Por esos campos pasta y corretea ganado bravo; como dije antes, toros bravos de la ganadería Núñez. Así que mucho ojo con pasar ese muro.

   Para tomar el camino de vuelta subimos al cerro donde descansa nuestro poblado. Desde esa posición se obtiene una buena visión general del entorno: a la izquierda el cerro de la Cuesta del Carpintero, en el centro el arroyo de Cerona, y al fondo la cresta pétrea de la Laja de las Algas, o de la Zarga.

    Y menos mal que tomamos esa decisión, pues nos hubiéramos perdido como el que dice el postre. Fueron mis amigos Ana y Juanlu quienes descubrieron lo que muestro a continuación. Yo mientras tanto estaba abajo soltando a cazar a la Nikon, y no queriéndome encontrar con Iker Jiménez…

   Una tumba antropomorfa de pequeñas proporciones. Orientada al este, dominando el valle de Almodovar y la Janda… Es increible cómo en un monte más bien pequeño se puede concentrar tanta historia y vida. Donde menos se lo espera uno salta la liebre de la sorpresa y el misterio, en un paraje que poquísima poquísima gente frecuenta ya ¿En medio de la Nada?

   Y este horno de piedra que ya me dejó loco de la emoción y empachado de tantas cosas interesantes. El estado de conservación y la apariencia son magníficos. Es el horno mejor conservado que que yo haya visto, y he visto ya unos cuantos. ¡Si algunas piedras hasta conservaban el hollín!
Termino esta entrada, esta dCaminata que tanto me hizo disfrutar haciendo un llamamiento a todo aquel que sepa algo sobre este poblado para que se ponga en contacto conmigo. Le estaría muy agradecido.

   Y a todos en general agradeceros que durante ¿15 minutos de lectura? hayáis tenido la santa paciencia y el detalle de ayudarme a revivir este escondido pero bonito lugar.

¡Chistera chistera la caminata está fuera!

Caminatas · P.N. Los Alcornocales

Garganta del Capitán


Portada: Arroyo de Botafuego en la Garganta del Capitán

¿Qué lugar elegirían para llevar de caminata a un grupo de personas, algunas de las cuales es la primera vez que te acompañan, que sea cercano, bonito e interesante? ¿Qué ruta elegirían que sea representativa del sector algecireño de los Alcornocales, de su paisaje y de su historia, y que sea medianamente “andable” para todo el mundo? En fin ¿qué ruta elegirían para que ese grupo de personas no te corra luego a gorrazos, te acompañen una segunda vez y sobre todo vuelva a sus casas satisfechas?

Pues en tal tesitura me he visto yo recientemente, y acabé decantándome por la Garganta del Capitán para la que ha sido la 1ª dCaminata Popular, la primera caminata en la que ejerzo diríamos que de guía. La verdad es que la elección del lugar no me supuso un quebradero de cabeza; pocos sitios como la zona de la Garganta del capitán resumen tan bien nuestro entorno más cercano y la interacción del hombre con éste. Y en cuanto  a eso de ejercer de guía, que pensándolo bien conlleva su responsabilidad, sólo diré que sarna (o zarza también podría ser) con gusto no pica, y que el más agradecido soy yo, pues es todo un privilegio compartir con los demás esta pasión andarina, enseñar lo poco que sé y encima que te escuchen.

Itinerario de la ruta

 Tal como se aprecia en el itinerario, la ruta es circular, de dificultad yo diría que mediana pues recorrimos sus buenos 8,4 km, y sólo señalizada en algunos tramos, lo cual no impide una fácil realización si antes estudiamos bien el terreno. ¿Cuánto tardamos? Algo más de 4 horas, pero ya digo, sin prisas, con sus paradas en cada una de las salas de este museo natural, y las correspondientes charlas en PowerPoint y 3D del supuesto guía.

La ruta la iniciamos en la primera pista de la CA- 9208 por el que se accede a la Garganta del capitán viniendo del Cobre. Paralela a dicha carretera discurre el sendero Puerta verde de Algeciras. Tal como indico en el pie de foto de abajo, es el camino de toda la vida para ir a la garganta; al menos el que yo siempre he hecho desde chico. Me recuerdo con 13 ó 14 años, junto a los amigos de la calle, en plan pequeños Indiana Jones por ese mismo camino y posiblemente sin permiso paterno. De las proximidades de Pajarete cogíamos las vías del tren y llegábamos hasta la Rejanosa, cruzábamos el monte y ya estábamos ahí… menudo peligro, pero qué bonitos recuerdos; ya que estamos en plan peliculero, como los niños de la película «Stand by me».

Posiblemente emprendíamos, sin saberlo, una de las dos variantes con las que se iniciaba el camino de la Trocha, el que atraviesa la sierra por esta garganta y conecta con la comarca de la Janda.

A nuestra izquierda contemplaremos los montes de las Esclarecidas y las gargantas. Tal vez tengan suerte y pillen una de esas hermosas mañanas en que las nubes circulan tan bajas que parecen prenderse de las copas de los árboles.

Helos aquí a esos buenos senderistas, de izquierda a derecha: Toñi, Conchi, Carlos, Elena, Cristina, Daniel, Aldana, Julia, Guadalupe, Ana y David.

Amiguetes en el inicio de la 1ª dcaminata Popular

A 1.5 km del inicio de ruta y una vez cruzado el arroyo de la Fuente Santa hemos de abandonar la pista, la cual nos llevaría directamente a la garganta y la poza de la Chorrera, y descender la colina en busca del siguiente arroyo, el de Botafuegos, donde encontraremos el Molino de San José.

Hacia los molinos, por el camino de toda la vida

Y ahora que vamos andando … vamos a contar mentiras. Qué acierto y qué gran inversión han realizado las autoridades competentes al señalizar oficialmente esta ruta para el disfrute de los campogibraltareños y de todo aquel que nos visite. Es imposible extraviarse gracias a las estupendas balizas de madera. Y qué decir de esos paneles informativos en los que dan cuenta de la historia del lugar, del funcionamiento de los molinos, del origen de la Tumba del Capitán, de la singular flora del lugar, etc.

Sí, una pena que sea una burda broma. Quizás sea la mejor forma de afrontar algo a lo que no se le encuentra sentido, y que personalmente me mosquea. Estamos andando, aparte de por un lugar bellísimo, por medio de uno de los mejores capítulos de nuestra tradición. Estamos visitando, señores de la Junta o del Consistorio, me da igual, de enclaves históricos que se levantaron poco tiempo después que la Capilla de Europa o la Iglesia de la Palma. La Tumba del Capitán, por ejemplo, es de ¡1834! nada más y nada menos.  No se comprende que esta ruta, este lugar, no haya recibido el mismo trato que por ejemplo el Río de la Miel, que no haya sido señalizada e incorporada al catálogo oficial de rutas. Así nos va amigos, este es el trato que le damos a nuestra historia, la condenamos a que solita se vaya desmoronando y a que la devore las zarzas.

Llegando al Molino de San José
Molino de San José

 Bueno, ya me he tomado una pastillita contra el desencanto, y otra para favorecer la autogestión, pues humildemente quisiera contribuir con mis tijeras de podar para despejar y dar a conocer algo del pasado de este entorno. Y con la tijera de podar propiamente dicha también, pues la semana anterior, cuando hice el mismo recorrido para preparar la caminata, me entretuve en cortar un poco las zarzas que dificultan el peor tramo de la ruta y facilitar la travesía. Lo digo ahora que no me ve nadie, jejeje, que en su momento me dio vergüenza decirlo. Y vuelvo a insistir desde mi blog: señores autoridades competentes, me ofrezco como operario de mantenimiento de rutas y como guía local, vamos, algo así como un «ecovarilla«.

En la fotografía de abajo tienen un fiel ejemplo de lo que vengo hablando. Lo mismo que los hongos amarillean y se apoderan poco a poco de las fotografías antiguas, en este caso la hiedra, las zarzas y sobre todo el abandono se va adueñando del Molino de San José.

Este molino harinero es, pese a todo, el que mejor se conserva de los tres que en su día trabajaron en el curso medio del arroyo Botafuegos. Consta de dos dependencias: el molino propiamente dicho, de dos plantas; y una sala construida enteramente en ladrillo que serviría como almacén y quizás establo. Contemporáneo de los molinos del río de la Miel y del arroyo del Raudal, su construcción se remonta  al siglo XVIII, cuando los gibraltareños, tras ser expulsados del Peñón por los ingleses inician su particular diáspora, fundan las poblaciones de San Roque y los Barrios y refundan Algeciras. Estos molinos darían de comer a los nuevos pobladores, y es que ¡Había que ganarse el pan!

Interior del Molino de San José
Cao del molino
Compuertas en el cao

Si queremos hacernos una idea de cómo funcionaba un molino harinero, aquí tenemos el de San José.  Aún están a tiempo de observar su estructura y la mayor parte de sus componentes. En la parte de atrás del molino, siempre a una altura superior se encuentra el cao, la acequia que le robaba agua al arroyo y la conducía a los cubos. A través de estos cubos, contenedores cilíndricos de unos 7 u 8 m. de altura (¡Cuidado cuando estemos cerca de ellos!), el agua caía al cárcavo, adquiriendo fuerza y presión, y hacia mover el rodezno en la planta baja del molino, una especie de rueda con paletas que a su vez y mediante un eje transmitía el movimiento a las piedras o muelas que molían el grano, ya en la planta superior. Una vez hecha la molienda el agua regresaba al caudal a través del caz, un canal abovedado de evacuación.

Como anécdota histórica, contar que los molineros más afamados provenían de la sierra malagueña. Especialmente conocidos fueron la familia de los Escalona, que aún se «ganan el pan» en el molino del río de la Miel. Y las ruedas del molino, de Francia; en el par de ellas que aún se conservan en los alrededores puede comprobarse incluso la marca.

Cubos del Molino de an José
Uno de los cubos
Mirando por uno de los ojos del molino.

Continuando el sendero, a través de un conglomerado floral de zarzas, lianas, hiedras, acebuches, adelfas y alisos, entre otros, y a unos 400 m. nos aguarda el Molino de Enmedio. Es común esta denominación cuando son varios los molinos; en el arroyo del Raudal, en los Barrios, también ocurre lo mismo. Aunque quizás tuvieran otro nombre oficial, popularmente serían conocidos por su ubicación: sencillo y efectivo. Este se encuentra «en medio», porque arroyo arriba se encuentra el Molino de las Cuevas, que no visitamos ese día, ya que está prácticamente por los suelos y fagocitado por la vegetación.

Este Molino de Enmedio también lucha por no verse devorado por la espesura. De dimensiones más reducidas, lo más atractivo de esta construcción es el gran arco que sostiene el cao. La frondosidad es tal que hasta cuesta adquirir perspectiva y distancia para realizar una fotografía en condiciones. No se extrañen si cuando se encuentren en ese lugar creen haber visto, entre la maleza, a Mowgli jugando con el oso Baloo y la pantera Bagheera, pues estaremos andando por nuestro particular «Libro de la Selva«.

LLegando al Molino de Enmedio
Eh, que yo también quiero salir…
Accediendo al Molino de Enmedio
Molino de Enmedio, observese el arco a la derecha

Ahí, junto al arroyo de Botafuegos, a escaso metros del molino, hicimos nuestra primera parada. El sitio es ideal para ello, y para contemplar la flora y las condiciones ambientales del canuto.

Un refrigerio en el arroyo de Botafuego

 Justo después de abandonar el emplazamiento del molino, al principio de donde se abre un nuevo claro, debemos estar atentos a un mojón de piedra que nos indicará la dirección a seguir: a la izquierda y monte arriba.

A menos de 100  m. y también a la izquierda, buscaremos una veredilla que se interna a través del matorral. Sí, por ahí, no teman, pues aunque no lo crean, por esa veredilla, por ese pasillo del museo natural que estamos visitando se accede a otra sala histórica: a la Tumba del Capitán.

Tumba del Capitán… Fiiiiirrrrmes.
Cruz con inscripción de la Tumba del Capitán

Cuádrense, saluden al Capitán y pregúntense qué hace una cruz como esta en un lugar como este. En primer lugar leamos el texto del epitafio grabado a cincel en la roca: «Aquí yace Gabriel Moreno que fallesio en 13 de junio de 1834 a los 77 años de edad R.P.E.»

Tumba del Capitán

¿Quién fue el tal Gabriel Moreno? ¿Por qué yace en tan recóndito y apartado lugar? Y ya de paso ¿por qué no se hace mención de su rango militar como «Capitán»?

Para tratar de desvelar el misterio tenemos dos opciones, que cada cual se quede con la que le plazca. La primera, creer a la siempre sugerente voz de las leyendas populares, o acatar lo que propone la tal vez fría y demasiado realista Historia.

La voz del pueblo nos cuenta que ese Gabriel Moreno poseía otro apellido; el de Pantisco. Así pues, este Gabriel Moreno Pantisco sería un soldado, en grado de capitán, que luchó en Dinamarca en una de esas guerras a las que eran muy aficionados nuestros anteriores monarcas. Una vez de vuelta en España lo seguiría haciendo esta vez contra el invasor francés, contra Napoleón en la conocida Guerra de la Independencia. Y se ve que en un momento a lo largo de su vida se le cruzaron los cables y los galones, y cansado de luchar a favor de los Borbones, se dispuso a luchar contra ellos, en concreto contra Fernando VII. Razones y motivos le sobraba. Formó pues un grupo de guerrilleros y se echó a nuestros montes cual intrépido bandolero. No tendría mucha suerte porque al poco tiempo murió a manos de las Migueletes, la futura Benemérita, en un estrecho y encajonado valle que todos conocemos, gracias a Gabriel Moreno Pantisco, como la Garganta del Capitán. La cruz, si continuamos pasando las enigmáticas hojas  de la leyenda, se esculpiría para calmar al espíritu de nuestro Capitán, que al parecer gustaba de frecuentar la piedra donde fue esculpida y los alrededores.

¿Y qué nos tiene que contar la Historia? Pues algo mucho menos romántico y novelesco. La tumba que vemos hoy día junto al arroyo de Botafuegos pertenecería a Gabriel Moreno, un ilustre y pudiente algecireño, nacido en 1760, y posiblemente propietario en esos años del Molino de San José. Quiso el infortunio que a nuestro Gabriel Moreno le pillara por esos campos una epidemia de cólera. Moriría a causa de esta terrible enfermedad y sería enterrado allí mismo pare evitar más contagios.

¿Con cuál teoría se quedan? Como buen aficionado a la literatura y al misterio me tira, claro, la primera; pero también como buen aficionado a la Historia me inclino por la segunda, por la que nos aconsejan los historiadores que han investigado en los archivos municipales. Además, la edad de defunción del tal Gabriel, a los 77 años, no me cuadra mucho en un bandolero, con mucho que se cuidase.

De todos modos, tengan razón o no los historiadores, yo no puedo evitar fantasear cada vez que camino por esta garganta que por los montes de alrededor luchaba un «capitán», un bandolero contra la injusticia y el poder.

Despidiéndonos del Capitán

Regresando a la vereda por la que subimos la ladera, torceremos a la derecha en la siguiente que nos encontramos. Poco después, esta vereda nos obligará a cruzar el tramo, apenas unos 20 m., más propenso a estar embarrado. Yo estaba ahí preparado con mi Nikon a ver si alguien «metía la pata» en el barrizal, pero, me cachis, nadie.

Esa misma vereda nos conducirá a la Garganta, entre helechos y todo tipo de plantas que se afanan en arañarnos, pero se puede pasar con cierta comodidad. A unos 300 m. gira a la izquierda y nos hace encarar el tramo con mayor pendiente. En este punto enlazaremos con el camino que une la poza con el Llano de las Tumbas. Y hacia la poza vamos, a la derecha.

Tramo embarrado
En fila india
Garganta del Capitán
Tramo con mayor pendiente

La poza de la Chorrera es quizás el hito más conocido de la caminata, muy visitado por senderistas y excursionistas ocasionales. No es para menos ya que el lugar lo merece. La humedad, el colorido, el fragor del agua se unen al espectáculo del salto, de la pequeña catarata, y nos sumerge en una época antediluviana, tropical y dinosáurica.

Lástima que ese día no ocurriera nada de eso. Estaba la poza seca, irreconocible, y el salto de agua… sin agua. Por Tutatis y los dioses del bosque ¿dónde estaba ese agua? De las veces que he visitado la poza nunca la había visto así. Con poca agua sí, pero con ¿ninguna? o casi ninguna, no. Me temo que esta lamentable irregularidad no se debe sólo al atípico otoño que estamos viviendo; me temo más bien que se debe a las excesivas captaciones de agua por parte de la empresa del agua, que le está robando el  caudal. Es cierto que el arroyo de Botafuegos, como los demás de nuestra sierra, tiene un caudal estacional, pero es que al final entre unos y otros lo vamos a dejar en uniestacional, de verano, sin agua.

Eso sí, conseguí hacer fotografías con una perspectiva totalmente diferente, desde debajo del ausente salto de agua.

Poza de la Chorrera
Poza de la Chorrera, sin caudal la pobre mía

Para que nadie se quede con las ganas, ahí va una fotografía de la poza en todo su esplendor.

Así sí está bonita

 Retomando el camino, y una vez dado cuenta del bocata, nos dirigimos al LLano de las Tumbas. Este llano en realidad es una terraza aluvial, «fabricada» por el mismo arroyo a base de sedimentos cuando hace miles y miles de años la orilla pasaba a esa altura, muy por arriba del actual curso. Hoy día, aparte de solaz para excursionistas, es un patio de corchas, llano donde se apilan las panas de corcho extraídas de un sector del monte.

Saliendo de la Garganta
Entre alcornoques y hojarasca
Llano de las tumbas

El llano se conoce así por las varias tumbas antropomorfas allí excavadas en la roca. Las de abajo son las más conocidas y accesibles, pero hay más, semienterradas por la hojarasca y la tierra.

Tumbas antropomorfas

 Al final de dicho llano empieza a ensancharse el carril principal que viene desde la misma carretera comarcal, pero como vamos al encuentro del Ventorrillo de la Trocha, cogemos un atajo, un senderillo muy curioso que se abre a la derecha poco antes que se termine la explanada.

Vereda entre el LLano de las Tumbas y el ventorrillo de la Trocha
Ventorrillo de la Trocha
Una en grupo antes de bajar al arroyo de la Fuente Santa

 El Ventorrillo de la Trocha, en la actualidad un rancho de cabras y cerdos, servía vino, café y poco más a los caminantes que frecuentaban el camino de la Trocha hasta finales del s. XIX. Poco después pasamos por uno de los tramos empedrados mejor conservados. Quién esté interesado en saber más de esta ruta, que viste este enlace: La Trocha, nuestro camino.

Camino de la Trocha
Camino de la Trocha

Una vez pasada la garganta y el arroyo de la Fuente Santa, otro sitio espectacular que ya traeré al blog, subimos al Huerto de los Mellizos. Con este nombre se conoce a un enclave también muy conocido por los senderistas. De la misma época supongo que los molinos harineros, sería uno de los ranchos más prósperos de la zona. Hasta hoy nos ha llegado un síntoma de esa prosperidad. En este llano, muy similar al de las tumbas, hay naranjos de los que podemos obtener una buena dosis de vitamina C. Yo al menos lo hago cada vez que paso por allí.

Qué buenos senderistas… al final no se pringó nadie…
Huerto de los Mellizos
Cogiendo naranjas

Desde el mismo Huerto de lo Mellizos, y de la siguiente explanada del Cortijo de Matapuercos se divisa el carril por el que subimos e iniciamos la caminata. Sólo nos restaba llegar a los coches, y cómo no, celebrar la caminata con una buena cerveza en la Venta del Cobre.

Bajando del Cortijo de Matapuercos
Como manda la tradición: Saaaaaaalud y dcaminata

¡A nuestra salud y por supuesto… a la del CAPITÁN!

¡CHISTERA CHISTERA LA CAMINATA ESTÁ FUERA!

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Torrejosa, la torre olvidada de Facinas


Torrejosa, la torre olvidada de Facinas

 Quien como yo se sienta atraído por la Historia, y más en concreto por la historia local de su entorno, me comprenderá si lee esta entrada. Descubrir un testigo del paso del tiempo, un vigía del pasado como lo fue y es la Torrejosa, y además hacerlo en un paraje que ya creía conocido, no tiene precio. Así es, hará un par de años que tuve la suerte de hacer este «descubrimiento personal». El primer acercamiento tuvo lugar leyendo  un artículo de un número de la revista tarifeña Aljaranda, en el que se enumeraban las distintas torres vigías del litoral del Estrecho. Cuando le tocó el turno a la Torre del Rayo, que ya conocía vagamente, el autor del artículo la relacionaba con la Torrejosa, cercana a Facinas. ¿Cómo? ¿En Facinas? ¿En el pueblo que considero mi segunda patria y al que me retiraba ya si las circuntancias lo permitieran? Ese desconocimiento imperdonable había que solventarlo con premura.

Y a ello me puse. En Internet poca cosa; alguna que otra mínima mención en artículos de historia local, y una sola fotografía, que yo encontrase al menos. Fue tirando de mapa y preguntando a vecinos de Facinas como dí con su ubicación. Otra vez ¿Cómo? ¿En el Cerro del Pedregoso, un monte precioso por el que he pasado decenas de veces pero sin subirlo? Pues sí, ahí estaba la torre, en su cima, resistiéndose al olvido como sólo lo hace la piedra arenisca.

En esta entrada, con la humildad propia del aficionado a la Historia, quisiera poner uno encima de otro, los escasos datos que he podido recopilar, con la intención de arrimar el hombro y contribuir a restaurar un poco el pasado de esta edificación. También incluyo cómo no fotografías que he tomado de ella las tres veces que la he asaltado, digo visitado. Por cierto, la última vez que subí el cerro fue a instancias de Vicente, un vecino de Facinas, el cual, hablando sobre el tema, me dijo que si no había visto la estrella de David que hay entrando a mano derecha. Por última vez, lo prometo ¿Cómo? ¿Una estrella de David en la torre y yo no la había visto las dos veces anteriores que la visité? El remate de los tomates.

Antes de nada, indicar que son varios los nombre que se le atribuyen a este monumento. Tanto en las publicaciones consultadas como en mapas he comprobado que además de como Torrejosa, se le designa como Torregrosa, Torre del Pedregoso o del Pantano. Quizás el término de «Torregrosa» es el que mejor la define, debido a sus medidas, pero utilizaré el de Torrejosa, por ser el más usado en las fuentes.

Y ahora vayamos con su ubicación. Se encuentra en el término municipal de Tarifa, a unos 5 km de Facinas, en la CA-221 en dirección a Los Barrios. Como se puede observar en la fotografía de abajo, se halla en el Cerro del Pedregoso, también conocido como de la Torrejosa. Pocos montes muestran una silueta tan perfecta como éste. Como si se tratase de una pirámide natural, la torre se encontraría en su cúspide, dominando y vigilando los dos valles cercanos, el de Ojén y Puertollano, y lo que fue la antigua Laguna de La Janda. A sus pies se levanta el Cortijo del Pedregoso, una edificación muy vistosa también con siglos a sus espaldas y cimientos. Frente a él encontramos una cancela, y un camino de descorche que nos conduce hasta la cima y la torre. En la laja que se puede apreciar a su izquierda encontraremos un gran número de tumbas antropomorfas excavadas en la roca.

Cerro del Pedregoso
Ubicación de la Torrejosa

Quienes levantaron esta torre eligieron sin duda el lugar idóneo. Situada a los pies de las sierras de Saladavieja y Ojén, es franqueada por ambos lados por las sierras de Fates y del Niño. Este trío de estribaciones crea por tanto los dos valles mencionados anteriormente, el de Puertollano y el de Ojén, por los que desde tiempos remotos discurrieron vías de comunicación hacia el interior de Andalucía. Por el valle de Ojén, la actual CA-221, pasaba la Vía VI Heraclea, proveniente de Carteia, camino que se seguiría utilizando en siglos posteriores. Y el de Puertollano era atravesado en tiempo medievales por un ramal del Camino Real que conducía a Medina Sidonia y Jerez. El control que se hacía de estas rutas desde el Cerro de la Torrejosa era por tanto muy férreo. Sólo hay que poner en marcha el piloto automático de la imaginación y contemplar cómo se aproximan por el valle de Ojén, levantando una nube de polvo, una legión romana; o cómo se dirigen hacia Tarifa, remontando Puertollano, las mesnadas reales de Alfonso XI, de camino a conquistar Algeciras en 1342. Facinas, que en la edad media se cree que era una alquería llamada Faysana, era un punto clave en las comunicaciones. En esta otra entrada trato de explicarlo: Facinas, encrucijada de caminos.

Como muestro en el mapa de abajo, cuando a causa de un ataque o desembarco se quería alertar a las poblaciones cercanas se realizaban ahumadas en los terrados de estas torres. Si el ataque se producía, por ejemplo, en Tarifa e interesaba avisar a los pueblos próximos del interior (Alcalá, Medina), la primera señal la recibía la Torre del rayo; ésta se la pasaba a nuestra Torrejosa, que a su vez la transmitía a otra torre ubicada cerca de Benalup. Para alertar a las poblaciones costeras se utilizaban la Torre de la Peña, la de Valdevaqueros, la de Guadalmesí, etc.

Comunicación entre Tarifa y la Torrejosa

Antes de mostrar más imágenes de la Torrejosa quiero explicar el porqué del título de la entrada, lo de torre olvidada. Pese a la importancia que creo que tiene, y al buen estado de conservación de lo que nos ha llegado, no está recogida como Bien de interés cultural e histórico por la Junta de Andalucía. ¿Los motivos? Pues no tengo ni idea. En dicho catálogo están recogidas el resto de torres vigías que en su día funcionaron en la provincia de Cádiz, incluso la de Valdevaqueros, de la que por lo visto sólo quedan prácticamente sus cimientos, embutidos en una propiedad privada por la zona de Casa Porros. O la Torre de Punta Carnero, de la cual sólo se ha conservado tristemente un muñón, pues fue volada en la década de los 40. Puedes comprobar tú mismo esta inexplicable omisión en el Catálogo General del Patrimonio Histórico Andaluz,  y si sabes por qué ocurre esto, por favor, házmelo saber.

Vista frontal
Vista frontal
Vista lateral
Esquina frontal izquierda
Puerta de entrada

 Lo primero que me llamó la atención de esta torre fueron sus medidas. (Nota: Acordarme de meter en la mochila un metro). Sí, no puedo decir exactamente cuánto mide, pero debe de andar en torno a los 12 metros de anchura; esos fueron los pasos-largos que dí al intentar medirla. Lo siguiente que me atrajo, o más bien me desilusionó, fue comprobar que no estaba completa, que estaba desmochada. ¿Cuántas plantas tendría? ¿Sólo una y el terrado (azotea)? ¿Dos plantas abovedadas quizá? Nuevamente, ni idea. Si la Torre de Botafuegos, la más similar a ésta, tiene unas medidas de 6,50 de lado por 10,50 de altura, yo me imagino a la Torrejosa con una altura de entre 12 y 15 metros. Ya tardan arqueólogos cualificados, que seguro son los primeros interesados, en despejar las dudas.

Y continuando con las dudas ¿Cuál es su origen? ¿Cuándo y por quiénes fue construida la Torrejosa? Los que han abordado este asunto, a causa de la mudez de las fuentes y la carencia de prospecciones arqueológicas, no pueden asegurarnos  su cronología y por tanto el origen de sus constructores. Tal vez los archivos históricos de la Casa ducal de Medina Sidonia guarde entre sus legajos la solución.

No se cree que sea de fundación islámica, por lo que habría que empezar a contar a partir del año de la conquista de Tarifa por Sancho IV de Castilla: 1292. A partir de esa fecha es cuando se afianza el control cristiano del territorio y comienza la repoblación. Es en este contexto cuando la Torrejosa adquiere su significado. A los repobladores se les concedían muchos privilegios y concesiones; de alguna forma había que atraerles para que vinieran a vivir a la frontera. Sancho IV, por ejemplo, no les cobraba diezmo, portazgo, veintena, cuarentena, alcábala, ni quinto de botín de las cabalgadas. También se les concedió a los vecinos de Tarifa el derecho de construir en sus casas hornos para cocer pan, cal, tejas y ladrillos sin pagar nada a cambio. Alfonso XI, que visitó estas tierras en varias ocasiones en la primera mitad del s. XIV, no quiso ser menos y otorgó el perdón a todos los reos que vivieran en Tarifa un año y un día. Imagínense el canguelo que produciría vivir aquí, y ya de paso imagínense a Zapatero o a Rajoy invitándoles a vivir en un sitio donde te dan la casa, el trabajo y no tienes que pagar IVA ni ningún tipo de impuestos. Ya tienes la mosca detrás de la oreja.

Angel Sáez Rodríguez, que yo sepa de los que más entienden de torres almenaras de la región, cree que la Torrejosa es un donjón cristiano, es decir, una torre que cumplía las funciones de defensa, control del territorio y a la vez, esto es muy importante, de residencia. Esto es lo que a mí más me cuadra, que fuera la torre-casa-palacio del Señor de esas propiedades, donde vivía quizá gran parte del año, en donde se guarecía en caso de peligro, y en donde tal vez hasta cobraba derechos de paso. Las dimensiones de la torre, y sobre todo los elementos decorativos del interior que muestro a continuación debieron de plantearse para una ocupación duradera y diaria. Las diferencias entre esta torre, y sus similares torre del Rayo o de Botafuego, y las posteriores torres almenaras del litoral construidas a partir del s. XVI son notables. En estas últimas se percibe más su finalidad militar y defensiva.

Pantano de Almodovar y Valle de Ojén
Dique de contención del pantano y Saladavieja
Puertollano
Torre del Rayo

Y ahora, damas y caballeros, acompáñenme al interior de los aposentos, excusen la suciedad y las innumerables cacas de cabra, y tengan cuidado con las ramas del lentisco que crece dentro a sus anchas. Esto es quizá lo que más me fascinó de la torre, el estado de conservación de algunos de los detalles y elementos decorativos de la construcción.

Lo primero que nos llama la atención es el dintel de la entrada, de gran porte y elegancia; luego la bóveda de cañón que hace las veces de pasillo, en la que se observan dibujos sobre el estuco que tratan de imitar a los sillares de piedra. Ya en el interior yo me quedé flipado con la altura que alcanzaría en su día la sala principal, donde aún se conservan por suerte las pechinas que sustentaban la bóveda. También se aprecian los mechinales, boquetes en la pared donde encajaban las vigas de madera. Y cómo no, lo arcos sobre las distintas puertas, en los que se alternan ladrillos y sillares de piedra, que irremediablemente nos recuerda la estética islámica. En cuanto a las decoraciones de las paredes, yo pienso que éstas estaban totalmente enlucidas, y que nuevamente se dibujaban sobre este enlucido las decoraciones, aunque en realidad, más que dibujadas están incisas, grabadas con punzón. Es fácil a la mujer del Señor de las tierras hablando con el constructor de la torre y eligiendo los motivos; allí póngame unas espigas, en ese otro rincón unas flechas, etc. Bromas machistas aparte, cuando se entra en esta torre, se nota que los que la mandaron levantar no pasaron por alto el darle un toque hogareño.

Puerta de entrada con dintel trapezoidal
Quicialera para echar el cerrojo.
Pasillo abovedado para acceder al interior
Pechina de la bóveda y mechinales.
Puerta de acceso y puerta de la escalera, con sus correspondientes arcos de herradura.
Puerta principal, desde dentro.
Mechinal para encajar las vigas. Obsérvese las incisiones en el enlucido.
Elemento decorativo
Detalle del llagueado exterior

 Para terminar quisiera mostrar, para mí, y nunca mejor dicho, la estrella de esta torre: la estrella de David. Como dije antes, fue a la tercera cuando la vi, y gracias a Vicente. De no haber sido por él, la verdad no sé si la habría descubierto, pues se encuentra situada en la bóveda de una pequeña sala que antecede a la escalera, donde apenas llega la luz. Es necesario llevar una linterna para verla. Como el resto de elementos decorativos está grabada sobre el enlucido y se alternan dos colores, negro y ocre, para resaltarla.

Este «descubrimiento personal» me dejó la verdad traspuesto; primero por su belleza simple pero efectiva, y segundo porque uno es muy dado a ensoñaciones históricas. ¿A qué viene una estrella de David en una torre de dueños posiblemente cristianos? ¿Posee esta estrella un significado religioso y cultural, o es sólo un capricho ornamental de moda en esa época?

Cuando Vicente me habló de ella, de que era una estrella de David, de seis puntas, no pude menos de sorprenderme. ¿No se referiría a la estrella islámica de cinco puntas, llamada también pentagrama, y que para los islamitas representa los cinco pilares de su religión? Está claro que no, es la estrella de los otros «españoles» que habitaron en esos tiempos la península: los judíos.

Consulté a colegas historiadores sobre el posible origen y significado de esta estrella. Una vez más está claro que no se puede concluir nada sin el apoyo de las fuentes y la arqueología, pero la hipótesis que más me convenció o gustó es la de que esta estrella posiblemente sea una especie de firma o marca de su arquitecto, de procedencia judía.

Sea o no cierta esta hipótesis, pidámosle a la estrella un último favor; que alumbre y guíe el camino que han de seguir las autoridades políticas y culturales para que le proporcionen a la Torrejosa el cuidado y respeto que se merece.

Estrella de David en la bóveda junto a la escalera
Estrella de David en la bóveda junto a la escalera

Para saber más: